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La suerte del frente anti Kremlin se juega el domingo en Francia: si gana Le Pen, gana Putin
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La suerte del frente anti Kremlin se juega el domingo en Francia: si gana Le Pen, gana Putin

Aunque ha modificado su lenguaje tras la invasión de Ucrania, la candidata de la extrema derecha se muestra conciliadora con el líder ruso y quiere además salirse de la estructura militar de la OTAN

Foto: Marine Le Pen y Vladímir Putin, en Moscú en una imagen de archivo. (EFE/Michael Klimentyev)
Marine Le Pen y Vladímir Putin, en Moscú en una imagen de archivo. (EFE/Michael Klimentyev)
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“Bruselas considera una victoria de Marine Le Pen como el fin del mundo”; “La existencia de la Unión Europea estaría amenazada”. Enrico Letta, ex primer ministro de Italia y presidente del Instituto Jacques Delors, ha sido quizás el más explícito de los políticos de la vieja Europa a la hora de expresar los temores que le inspira una victoria de la candidata del ultraderechista Agrupación Nacional en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales franceses del domingo 24. En varias entrevistas, Letta ha advertido además del impulso que una hipotética entrada de Le Pen en el Palacio del Elíseo daría a populistas y antieuropeístas en todo el Viejo Continente, que acabarían quizá dando al traste con casi 60 años de laboriosa construcción europea.

Los sondeos dan, por ahora, entre 10 y 12 puntos de ventaja el domingo al presidente saliente, Emmanuel Macron, pero la diferencia entre ambos candidatos es mucho menor que la que hubo en 2017, cuando se enfrentaron por primera vez por la presidencia de la República. El llamado Frente Republicano —de cordón sanitario a la ultraderecha—, que secundó a Macron hace cinco años, está ahora lleno de grietas. De ahí que desde Helsinki a Lisboa se tema una sorpresa por parte de Le Pen que equivaldría, en palabras de un diplomático del servicio exterior europeo, “a la vez un Brexit y una segunda victoria electoral de Trump, pero esta vez en el corazón de Europa y mientras se desarrolla en su interior la mayor guerra de hace 77 años”.

Foto: Debate de las elecciones presidenciales en Francia. (Reuters/Christian Hartmann)

Una hipotética victoria de Marine Le Pen sería, ante todo, un éxito para el líder ruso, Vladímir Putin, porque resquebrajaría ese frente común europeo y transatlántico que le ha sancionado con contundencia por su invasión de Ucrania y ayuda a defender al país agredido. “Sería como si surgiese entre nosotros un nuevo Viktor Orbán [presidente ultranacionalista húngaro, conciliador con el Kremlin], pero 20 veces más grande”, añade la misma fuente.

Desde que llegó al poder, mucho antes de que empezase la pandemia, Macron ha insistido en fomentar la autonomía estratégica de Europa, una idea que incomoda a algunos en la Alianza Atlántica porque incluye la defensa y puede significar marcar distancias con EEUU. La guerra desencadenada por Putin y el papel relevante jugado por la Administración del presidente Joe Biden para enfrentarse a él han acabado por desbaratar a medio plazo ese proyecto francés. Macron ha sido el primero en cerrar filas con los aliados europeos y transatlánticos para ayudar a Ucrania a resistir.

Un vínculo que viene de lejos

“Usted depende del poder ruso”, le espetó Macron a Le Pen el miércoles por la noche durante un debate en televisión. “Contrató un préstamo con un banco ruso”, añadió. “Cuando usted habla de su banquero, habla de Rusia”, concluyó. El Frente Nacional, que Le Pen rebautizó en 2018 con el nombre de Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés), recibió para su campaña electoral de 2014 un préstamo de nueve millones de euros con Aviazapchast. Para su actual campaña presidencial, obtuvo otro crédito de 10,7 millones de euros del banco húngaro MKB, con estrechos vínculos con el Estado.

Marine Le Pen fue recibida en el Kremlin por Putin en 2017. Antes había dado por buena la anexión de Crimea por Rusia en 2014 porque, según ella, fue validada por un referéndum legal. Por eso tiene prohibida la entrada en Ucrania. Temeroso de que si se convierte en presidenta, Le Pen pueda echar un capote a Putin, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, fue pese a todo prudente ante las cámaras de BFMTV, un canal francés que le entrevistó el pasado miércoles. “Si la señora candidata comprende que se ha equivocado, nuestra actitud podría cambiar”, declaró.

Foto: Marine Le Pen y Emmanuel Macron. (Reuters)
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La candidata no reconoce errores, pero desde que arrancó la precampaña electoral y, sobre todo, desde que a finales de febrero empezó la invasión de Ucrania, ha modificado su lenguaje. Habla de una “clara violación del derecho internacional” por parte de Moscú. Llegó incluso a evocar la posibilidad de que el Ejército ruso haya perpetrado “crímenes de guerra” en Bucha, cerca de Kiev.

Pese a ese cambio, si a la hora de gobernar Le Pen es consecuente con las declaraciones que ha hecho en campaña y con su programa electoral, la alianza anti Putin sufrirá un serio revés y el líder ruso saldría fortalecido. Ella se opone a sancionar a Rusia renunciando a importar sus hidrocarburos. “No quiero que los franceses sufran las consecuencias de las sanciones” con el consiguiente encarecimiento de los precios, argumentó en la radio pública France-Inter. Haría así causa común con Orbán. Propugna además que, cuando concluya la guerra, se fomente “un acercamiento estratégico entre la OTAN y Rusia”, aunque Putin siga presidiéndola, para evitar que este se eche en manos de China. Si esto sucediera, “sería para nosotros el mayor peligro del siglo XXI”, asegura.

Foto: La candidata francesa Marine Le Pen (C). (EFE/EPA/Yoan Valat)

Con Le Pen en el Elíseo, la OTAN quedaría debilitada en el momento más delicado de su historia desde la crisis de los misiles en Cuba hace 60 años. Se retiraría del mando integrado de la OTAN, es decir, de su estructura militar, pero no de la política, como hizo el general Charles de Gaulle en 1966, una decisión que en 2009 rectificó el presidente Nicolas Sarkozy. Es lo que ella llama “la política de manos libres” en materia de defensa. Cuando países neutrales como Finlandia y Suecia estudian incorporarse a la organización de defensa porque se consideran amenazados por Rusia, Francia, única potencia nuclear de la UE, se daría parcialmente de baja.

Más menguada quedaría aún la Unión Europea. Marine Le Pen ya no habla del 'Frexit', de salirse de ella —tampoco de renunciar al euro—, pero sí de transformarla en una “asociación de naciones libres” alejada de cualquier federalismo y a la que Francia reduciría drásticamente su aportación. Peor aún, ha insistido en que la legislación francesa debería prevalecer sobre la europea, lo que equivale a convertir los tratados y el derecho comunitario en papel mojado. Obsesionada con la inmigración, quiere también acabar con el espacio Schengen de libre circulación y restablecer los controles fronterizos intraeuropeos.

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Con Alemania, el socio privilegiado de Francia, Le Pen está empeñada en cancelar los proyectos de defensa comunes, aquellos que Macron ha impulsado para tratar de lograr una cierta autonomía con relación a EEUU. Si se cumpliera, su amenaza afectaría a España porque junto con esos dos países desarrolla, por ejemplo, el Sistema de Armas de Siguiente Generación (NGWS/FCAS) y el nuevo sistema de combate aéreo del futuro (SCAF).

En el fondo, la candidata quiere impedir que Alemania gane peso en el concierto mundial y por eso repite que no respaldará su aspiración a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Por eso, Michael Roth, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag, tuiteó: “Ahora todos debemos reunirnos detrás de Emmanuel Macron. Es él o el hundimiento de la Europa unida”.

La guerra sobrevuela la campaña

“Usted recibió al señor Putin por todo lo alto; usted dijo que Rusia debía ser acoplada a Europa”, le replicó Le Pen a Macron, que la acusaba de estar sometida a Putin, en el debate televisivo del miércoles. Es verdad que el presidente francés recibió a Putin en Versalles en 2017 y que, en vísperas de la guerra de Ucrania, hizo un viaje relámpago a Moscú para tratar de disuadirle de que pasase a la ofensiva. Desde poco antes de que empezase la guerra, Macron ha conversado una docena de veces por teléfono con su homólogo ruso.

Foto: Debate entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. (EFE/EPA/Ludovic Marin)

“No ha habido resultados”, constataba Zelenski el miércoles en BFMTV. “Pienso que Emmanuel Macron comprende también que la esperanza del diálogo con Putin ha de ser cuestionada después de lo que acabo de mencionar”, añadía, dando a entender que no debía seguir haciendo gestiones con Putin. El líder ucraniano acababa de denunciar una vez más el “genocidio” que perpetran los invasores rusos en algunos lugares de Ucrania, una palabra que Macron se resiste a emplear porque considera que solo deberían pronunciarla los juristas una vez la investigación concluya. Zelenski ha invitado a Macron a visitarle en Kiev, pero este no ha viajado por ahora a la capital ucraniana.

Pese a estos pequeños roces, Macron ha estado en primera línea de las sanciones a Rusia y de las ayudas a Ucrania. Si se ha empeñado en mantener un contacto con Putin, como lo hizo también el canciller austriaco, Karl Nehaamme, que el 11 de abril estuvo en Moscú, fue porque creía que, como presidente de turno de la UE, le correspondía desempeñar ese papel y que, si obtenía resultados, cosecharía algunos votos más en la campaña electoral de las presidenciales. Sabe que, a diferencia de 2017, ahora no anda muy sobrado de votos.

“Bruselas considera una victoria de Marine Le Pen como el fin del mundo”; “La existencia de la Unión Europea estaría amenazada”. Enrico Letta, ex primer ministro de Italia y presidente del Instituto Jacques Delors, ha sido quizás el más explícito de los políticos de la vieja Europa a la hora de expresar los temores que le inspira una victoria de la candidata del ultraderechista Agrupación Nacional en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales franceses del domingo 24. En varias entrevistas, Letta ha advertido además del impulso que una hipotética entrada de Le Pen en el Palacio del Elíseo daría a populistas y antieuropeístas en todo el Viejo Continente, que acabarían quizá dando al traste con casi 60 años de laboriosa construcción europea.

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