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Por qué Rusia ya no comprende a Ucrania: "La mera existencia de este país es un motín"
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Por qué Rusia ya no comprende a Ucrania: "La mera existencia de este país es un motín"

Si Rusia y Ucrania son "el mismo pueblo", como dice Vladímir Putin, ¿no tendría que haber leído mejor el clima político del país vecino?

Foto: Una barricada en la carretera que lleva a Kiev. (EFE/Zurab Kurtsikidze)
Una barricada en la carretera que lleva a Kiev. (EFE/Zurab Kurtsikidze)
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Dos semanas después del comienzo de la invasión de Ucrania, el consenso estratégico en Occidente, tanto entre los generales y expertos en invasiones y contrainsurgencia, como en los salones digitales de Twitter, es que Vladímir Putin ha errado en muchos de sus cálculos. Quizás no esperaba la respuesta unida y tajante de la Unión Europea, como tampoco esperaba la feroz resistencia ucraniana. Lo que nos obliga a examinar las razones por las que un presidente de Rusia, aparentemente, ignoraba cuáles eran la moral y las circunstancias sobre el terreno. Si Rusia y Ucrania son "el mismo pueblo", como dice Vladímir Putin, ¿no tendría que haber leído mejor el clima político del país vecino?

"Creo que la operación fue arriesgada e insensata, en parte porque es muy definitiva. Es imposible volver a la 'realidad' de preguerra", dice David R. Marples, profesor de la Universidad de Alberta especializado en historia y política de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, por correo electrónico a El Confidencial. "E incluso si la guerra resulta 'exitosa', Ucrania jamás será totalmente subyugada ni estará totalmente satisfecha con la ocupación rusa o con un títere ruso como presidente. Uno no puede volver atrás en el tiempo".

Foto: Imágenes de satélite del convoy militar ruso de más de 60 km hacia Kiev. (Getty/Maxar)

Además del hecho de invadir, una de las acciones rusas que más perplejidad suscitaron fue colocar a los paracaidistas en la vanguardia del ataque. Como decía Kamil Galeev, investigador del Wilson Center, los llamados VDV (siglas en ruso de Tropas Aerotransportadas) no están preparados para entrar en combate, sino que se usan para "suprimir protestas y motines desorganizados". Su labor es intimidar. Por eso los sucesivos gobiernos soviéticos y rusos han cultivado su estatus legendario. Los VDV suelen ser altos y fuertes, y van ataviados con su boina azul y su 'telnyashka', la camiseta de rayas blancas y azules. Tienen incluso un día nacional en Rusia, en verano, en el que se bañan en fuentes públicas. Pero, si se quiere librar una guerra, es mejor mandar a la infantería, que tiene más experiencia y capacidad de fuego.

Ni siquiera un país

"Seamos honestos, el Kremlin ve Ucrania como una provincia rebelde", escribe Galeev. "La mera existencia de este país es un motín. Y, si necesitas suprimir una provincia rebelde, mandas a los antidisturbios. Así que Putin mandó a sus paracaidistas y estos fueron totalmente aplastados. Porque no esperaban una resistencia organizada". Entre los invasores caídos a manos ucranianas estaba uno de sus tenientes generales, Andrei Suhovetsky.

"El Kremlin ve Ucrania como una provincia rebelde. Su existencia como país es un motín"

En los últimos días, han ido circulando testimonios de soldados rusos capturados que, aparentemente, habían esperado ser recibidos con alivio por los ucranianos rusófonos, supuestamente sometidos a un "genocidio" por parte de un gobierno "neonazi" casualmente dirigido por un judío rusohablante. Otros alegaban que se les había comunicado que entrarían en Ucrania en el mismo momento de invadir. Todo se habría mantenido en secreto hasta el último minuto. Es posible que estas revelaciones sean exageradas o incluso fabricadas por la propaganda ucraniana, pero ya son muchas, y parecen indicar un alto grado de ingenuidad y desconocimiento, desde el Kremlin hasta el último soldado despachado a agredir al país vecino.

El 'divorcio' de 2014

La académica Sabine Fischer, del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad, escribió que "hay una clamorosa falta de conocimiento y comprensión, en Rusia, del desarrollo político y societario de los países vecinos". Según Fischer, esto se debe a varias razones: entre ellas, el empobrecimiento de Rusia en los años posteriores a 1991, que habría secado los fondos de investigación y de las universidades, y, en el caso de Ucrania, el corte de los vínculos en 2014, a raíz de la ocupación de Crimea y la guerra separatista organizada por Rusia en el Dombás. Los académicos y periodistas rusos habrían estado mirando a Ucrania desde la lejanía, dependiendo cada vez más de fuentes secundarias y propagandísticas.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la reunión del Consejo de Seguridad de Rusia previa a la guerra. (Reuters/Sputnik)

El profesor Marples considera que sigue habiendo en Rusia buenos y rigurosos conocedores de Ucrania, aunque, en este momento, quizás tengan que disimular sus puntos de vista. "Los académicos rusos prestan atención a Ucrania y me imagino que hay mucha simpatía hacia los ucranianos ahora mismo en estos círculos, pero no hay forma de que esto sea comunicado de manera segura", explica. "Rusia ha cercenado la discusión de la guerra tal y como cercenó los debates históricos que cuestionaban la narrativa oficial. También hay académicos que trabajan directamente con el Gobierno, que nunca han aceptado a Ucrania como un estado independiente".

"Rusia ha cercenado la discusión de la guerra tal y como cercenó los debates históricos que cuestionaban la narrativa oficial"

El ambiente de cerrazón informativa de Rusia, que se ha ido estrechando en las últimas dos décadas, ha alcanzado su paroxismo con la invasión de Ucrania. Ahora, los periodistas que no se ciñan a los parámetros del Ministerio de Defensa pueden sufrir hasta 15 años de cárcel. Estos parámetros exigen no mencionar las palabras "guerra" o "invasión" para referirse a lo que el Kremlin llama "operación militar especial". El endurecimiento, junto al rápido declive económico, ha hecho que los medios de comunicación extranjeros se marchen de Rusia, así como otros expatriados y ciudadanos particulares. Konstantin Sonin, de la Universidad de Chicago, estima que en solo 10 días unas 200.000 personas han salido de Rusia.

Además de por la falta de fondos, la rotura de relaciones hace ocho años y el clima chovinista ruso cristalizado en la propaganda, otro motivo de esta aparente ignorancia en los órganos decisorios de Moscú residiría en el propio comportamiento de Vladímir Putin. La kremlinología, esa profesión más parecida a la astrología que a una ciencia política, dice que el presidente ruso está últimamente muy tenso, muy emocional y a la vez muy distanciado. En pocos días lo hemos visto humillar frente a las cámaras a su Consejo de Seguridad Nacional, dar discursos llenos de meandros y falsedades históricas, y lanzar una invasión que casi nadie predijo, simplemente porque no tenía sentido. Sobre todo para Rusia, convertida de la noche a la mañana en un estado paria y empobrecido del que huyen las personas y el capital.

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La teoría kremlinológica dice que el aislamiento por covid ha desbaratado los equilibrios mentales de Putin, un líder que ya no escucha y que solo piensa en su legado, y qué mejor legado que restablecer lo que él considera los territorios históricos de Rusia. Las voces críticas hace tiempo que desaparecieron a su alrededor, y las que quedan, y que solo asienten, ya no serían escuchadas. Quizás el trabajo clandestino de los 200 oficiales que el FSB tiene dedicados a Ucrania, al final, se golpee contra los muros de un sistema donde ya no circula la información veraz.

Solo así se explicaría la fantasía de que el Ejército ruso entraría en Ucrania, sería tolerado o incluso honrado, y podría cambiar con un golpe de mano el gobierno de Volodímir Zelensky. Nociones que nada tienen que ver con un país que, hasta hace justo dos semanas, se mostraba más unido y próspero que nunca antes en su historia independiente.

Dos semanas después del comienzo de la invasión de Ucrania, el consenso estratégico en Occidente, tanto entre los generales y expertos en invasiones y contrainsurgencia, como en los salones digitales de Twitter, es que Vladímir Putin ha errado en muchos de sus cálculos. Quizás no esperaba la respuesta unida y tajante de la Unión Europea, como tampoco esperaba la feroz resistencia ucraniana. Lo que nos obliga a examinar las razones por las que un presidente de Rusia, aparentemente, ignoraba cuáles eran la moral y las circunstancias sobre el terreno. Si Rusia y Ucrania son "el mismo pueblo", como dice Vladímir Putin, ¿no tendría que haber leído mejor el clima político del país vecino?

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