Se veía venir: una elección tercermundista aviva el fuego de la desconfianza en EEUU
Más allá del larguísimo escrutinio —excepción entre los países desarrollados—, el proceso ha estado salpicado de episodios que se atribuyen a repúblicas "bananeras" más que al "líder del mundo libre"
En medio de la incertidumbre electoral en Estados Unidos, el Gobierno de Zimbabue advertía de que, si no se producían unas elecciones “libres y justas”, se vería obligado a “imponer sanciones” al país norteamericano. EEUU, durante décadas embajador global de la “democracia liberal”, ha mostrado las severas limitaciones de su sistema electoral que ha sido puesto en tela de juicio por el propio presidente al denunciar —sin pruebas— un supuesto "fraude". Sobrecargado por un voto récord por correo, el país norteamericano ha asistido a cuatro días de recuentos eternos, fallos del sistema y la perspectiva de una ofensiva legal para impugnar los resultados en algunos estados. “Trump vs. Biden: una elección a la africana”, resumía este sábado el diario 'Jeune Afrique'.
Ironías aparte, cada vez más voces internacionales están expresando su preocupación por cómo la estrategia republicana amenaza con minar la confianza estadounidense en su propio proceso electoral. En Europa, estos eran algunos comentarios: "Deberíamos esperar y ver que todos los votos sean escrutados" (Boris Johnson); "Es momento de mantener la cabeza fría hasta que los resultados independientemente determinados estén disponibles. Cualquiera que continúe echando gasolina al fuego en una situación como esta está actuando irresponsablemente" (Heiko Maas, ministro de Exteriores de Alemania); "Las acusaciones infundadas (...) dañan la confianza pública en las instituciones democráticas" (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, OSCE, de la que EEUU es parte).
Más allá del larguísimo escrutinio —la excepción entre los países considerados desarrollados—, el proceso ha estado salpicado también de otros episodios que generalmente se atribuyen a repúblicas "bananeras" más que al "líder del mundo libre". Las supuestas fotos —desmentidas— de votos falsos multiplicándose en redes, las alegaciones —desestimadas en su mayoría por los juzgados— de que no se permitía el acceso al escrutinio los observadores del partido republicano, rumores de fraude por invalidación de papeletas legales, protestas frente a los centros de recuento. Trump llegó a declararse ganador en pleno conteo e incluso dejó caer veladas instigaciones por parte del entorno del presidente a la violencia. Una broma recurrente corría en Washington DC. durante los largos días de espera, ansiedad y tensión del recuento: "Esto se hubiera solucionado mandando observadores internacionales a las elecciones".
Un 'meltdown' anunciado
Los expertos en el sistema electoral estadounidense llevan años clamando al cielo por reformas. La lista es larga: una descentralización casi caótica muy dependiente del colegio electoral (distritos electorales), con un registro previo que desincentiva el voto (especialmente para algunas minorías), sujeto a leyes arcaicas y arcanas interpretaciones constitucionales y —con la excepción de algunos estados— sin apenas facilidades para el voto por correo y posterior recuento de esas papeletas.
El 'election meltdown' de este 2020 ya había sido pronosticado, tanto por la posibilidad de que Trump agitara los fantasmas del fraude electoral o se proyectara ganador antes de tiempo, como por la avalancha de participación mediante voto por correo y adelantado. Es decir, se sabía que algo así podía pasar. Y, aun así, no hubo manera de esquivarlo ni medidas para paliar el impacto. Lo peor, apunta en una columna Stephen I. Vladeck, profesor de derecho en la Universidad de Texas, es que "toda esta pesadilla ha sido totalmente innecesaria".
Una de las claves de las disfuncionalidades del sistema electoral estadounidense es que los estados de EEUU son previos a la formación de Estados Unidos como país. Cada uno de ellos ya tenían sus sistemas y leyes particulares de votación, y parte de ese pacto de cesión de soberanía para convertirse "en Estados Unidos de América" fue que las particularidades de cada estado fueran respetadas. "Los estados aceptaron muy renuentemente entrar en la Unión y la Constitución les garantizaba mucha autoridad en cómo organizar las elecciones del modo que ellos prefirieran", explica Barry Burden, profesor de Ciencias Políticas y director del Centro de Investigación Electoral de la universidad de Wisconsin, uno de los estados donde, precisamente, la campaña republicana ha pedido el recuento y Biden se ha impuesto por apenas 20.000 votos de diferencia.
La todavía preeminencia del legislativo estatal sobre las leyes electorales explica que Florida, donde se ha votado masivamente por correo y la carrera también era disputada entre ambos candidatos, proyectara su ganador (Trump) la misma noche electoral. "Los legisladores de Pensilvania [aunque el gobernador es demócrata, el poder legislativo está controlado por los republicanos] podrían haber cambiado la ley este verano para permitir a los trabajadores electorales procesar los votos por correo antes del día de las elecciones, pero decidieron no hacerlo", apunta el profesor. Florida, en cambio, sí permite el conteo de votos por correo desde hasta dos semanas antes de la elección.
A diferencia de países como España, donde la fórmula D'Hondt y proporcional facilita la declaración del ganador incluso cuando todavía quedan votos por contar (excepcionalmente, el voto por correo tardío, que no se cuenta por adelantado, puede mover algún escaño en las circunscripciones menos pobladas), en Estados Unidos el sistema sigue la filosofía de 'el ganador se lo lleva todo' ('the winner takes it all'), por lo que una papeleta cambia el sentido de un estado completo. Esto, necesariamente, retrasa el anuncio de un ganador, especialmente en estados más disputados.
Sin embargo, otros países siguen este mismo sistema y el escrutinio no se prolonga durante tanto tiempo, como Reino Unido o Canadá. Otra clave es la compartimentación de los sitios de voto y de recuento. En España, uno de los países más rápidos en su escrutinio, es cada mesa electoral la que cuenta (un número reducido) de papeletas que luego se agrupan. En la mayoría de estados de EEUU, apenas hay una sede de votación por cada distrito. Y esos distritos pueden ser tan grandes como una ciudad completa.
Una elección compleja
Quizá las expectativas estaban demasiado altas, advierten los expertos consultados. "Es un error describir el lento proceso de escrutinio de los votos como un 'fallo'. Los estados se han ajustado extremadamente rápido a un crecimiento masivo en el voto por correo este año, pero algunos de ellos todavía tienen sistemas y leyes aplicables que implican un más largo proceso de tabulación [de los votos]", añade Burden.
"Las papeletas de voto en EEUU son muy largas (y complejas, ya que se vota también al Congreso, en algunas regiones al Senado y otra miríada de refrendos, desde la limitación del precio del alquiler a la legalización de la marihuana). Está muy descentralizado y algunos estados no tienen una historia de procesar muchos votos por correo, como ha ocurrido en estas por la pandemia. Las cosas, de hecho, han salido mejor de lo que yo esperaba, teniendo en cuenta la escasa financiación y la lucha [política] sobre las reglas de votación", apunta por su parte Rick Hasen, autor del libro 'Election Meltdown: Dirty Tricks, Distrust, and the Threat to American Democracy' ('Colapso electoral: juego sucio, falta de confianza y la amenaza a la democracia estadounidense'), a El Confidencial.
"Ninguna elección presidencial ha tenido todos los votos contados ese mismo día, y no hay ley, o siquiera expectativa, de que ese debería ser el caso", advertía AP en un artículo, defendiendo que los retrasos en el escrutinio se debían "a buenas razones", como la amplia participación y que se estarían contando cuidadosamente todos los votos. En un artículo del 4 de noviembre (casi 24 horas después del cierre de urnas), el 'Washington Post' recopilaba otros países donde tampoco se aclaraba el ganador la misma noche electoral, pero es llamativo los países que utilizaba para ilustrarlo: Afganistán, Irak, Indonesia... Solo Suecia figuraba como país "desarrollado".
"Otras democracias han averiguado cómo contar todos los votos sin distorsionar los resultados, asustando a sus votantes o mostrando discrepancias [entre lo inicialmente reportado y los resultados finales]. Si esta semana nos ha enseñado algo, es que EEUU debería hacer lo mismo", afirma Vladeck en el 'New York Times'.
¿Reforma electoral?
Esa "distorsión de resultados" ha sido también una de las muchas astillas de esta eterna noche electoral. Algunos estados, como Pensilvania, Wisconsin o Michigan, cuentan primero, y anuncian de forma separada, los votos depositados en urna. Así, el mapa inicial lucía claramente republicano. No es hasta horas, incluso días después en el caso de Pensilvania, que se cuentan y se anuncian los votos por correo, de mayoría demócrata. Esta decisión en la forma de tabular los votos (aplicada por el legislativo de estos estados, de mayoría republicana) echa leña al fuego de la desconfianza en el sistema. "Anoche yo iba en cabeza, a menudo muy sólidamente, en varios estados clave, la mayoría de ellos controlados y gobernados por demócratas. Entonces, uno tras otro, empezaron mágicamente a desaparecer conforme papeletas sorpresa se iban contando. MUY RARO", tuiteó el propio Trump.
¿Es el momento de reformar el sistema electoral de "la democracia más antigua del mundo"? Los expertos consultados se centran en dos elementos clave: el colegio electoral (que otorga un peso desproporcionado a un pequeño cúmulo de 'swing states' clave) y la heterogeneidad de los sistemas electorales estatales.
"El colegio electoral se ha convertido en una característica más problemática del sistema electoral estadounidense. Desvía las campañas para centrarse en una pequeña cantidad de 'swing states' que reciben toda la atención y que finalmente deciden al ganador. El estrecho margen en Georgia no sería una preocupación hoy si se usara el voto popular nacional para elegir al presidente. El sistema también hace que las elecciones sean menos seguras porque los 'hackers' pueden infiltrarse en un solo estado y afectarían a una elección nacional", opina Burden.
"Centralizar el proceso bajo unas reglas uniformes es una reforma clave. También lo es regular la difusión de los resultados para que se publiquen solo cuando el recuento inicial esté completo, en lugar de publicar datos provisionales aparentemente al azar", apunta Vladeck, en referencia a algo que hace única la noche electoral estadounidense, que sean empresas de comunicación privadas quienes den los resultados. "Pero los que están en el poder no querrán ceder: es difícil lograr una reforma electoral en Estados Unidos cuando todo se ve como algo que ayuda o perjudica a un partido político que al otro", añade Hasen.
En medio de la incertidumbre electoral en Estados Unidos, el Gobierno de Zimbabue advertía de que, si no se producían unas elecciones “libres y justas”, se vería obligado a “imponer sanciones” al país norteamericano. EEUU, durante décadas embajador global de la “democracia liberal”, ha mostrado las severas limitaciones de su sistema electoral que ha sido puesto en tela de juicio por el propio presidente al denunciar —sin pruebas— un supuesto "fraude". Sobrecargado por un voto récord por correo, el país norteamericano ha asistido a cuatro días de recuentos eternos, fallos del sistema y la perspectiva de una ofensiva legal para impugnar los resultados en algunos estados. “Trump vs. Biden: una elección a la africana”, resumía este sábado el diario 'Jeune Afrique'.
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