Europa se enfrenta a uno de los retos más importarte desde su constitución. La creación de una política energética común que responda a dos objetivos: limitar la dependencia de terceros países (como Rusia o los países del Golfo) y la transición energética para limitar las emisiones de carbonos. Dos coaliciones opuestas se enfrentan entre sí para liderar esta transformación energética: una liderada por Francia y Polonia y la otra por Alemania y España. Aunque hay razones ideológicas para esta “guerra civil energética”, se trata más bien de una rivalidad económica, cuyo desenlace determinará el futuro energético de Europa.

El grupo de países “de bajas emisiones” que considera sostenible tanto las energías renovables como el nuclear. Aquí se encuentran dos grandes de la UE como Polonia y Francia, junto con el resto de países de Europa Central y Oriental. Luego está el grupo de países del “verdes”, que quiere impulsar el despliegue de las energías renovables - sin la contribución de la energía nuclear - y que prefiere usar el gas para compensar los déficits energéticos. Sus miembros principales son España y Alemania con el apoyo de Austria y Dinamarca.

El debate entre estos dos grupos refleja las carencias de las energías renovables, que por sí solas no son suficientes para descarbonizar la economía. El principal obstáculo es la generación intermitente de las renovables, que necesita ser implementada por tecnologías de almacenamiento o por centrales nucleares y de gas. La mejor estrategia actualmente parece ser el punto intermedio, entre estos dos enfoques: la construcción de reactores nucleares, terminales de GNL, plantas de gas y renovables al mismo tiempo. Actuando al mismo tiempo contra los altos precios, la escasez de la oferta y la capacidad de crecer.