Cuenta atrás para el ITER. A 90 kilómetros de Marsella se trabaja a contrarreloj para levantar el gran reactor que debe servir para experimentar con la fusión nuclear y demostrar que puede ser una forma viable de generación de energía. Las obras, tras multitud de retrasos y disputas en el órgano de gobierno de un proyecto que aglutina a más de 35 países, deberían estar finalizadas a lo largo del 2019.
24.000 millones de euros. Ese es el coste programado para esta primera fase del proyecto, que se convertirá en el quinto más caro de la historia, después de después del Programa Apolo, de la Estación Espacial Internacional, del Proyecto Manhattan y del desarrollo del sistema GPS.
El reactor, basado en un diseño ruso, está diseñado para calentar un plasma de hidrógeno gaseoso hasta 100 millones de grados Celsius. Según el calendario aprobado en 2016, debería generar su primer plasma en diciembre de 2025. Sin embargo, hay un reto mayúsculo.
En el caso de los cuerpos celestes, la gravedad de las estrellas permite que el hidrógeno forme una esfera perfecta y se caliente uniformemente. El problema es que ahora toca recrear este efecto en el reactor.