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La rebelión de los países pobres: exigen billones en ayudas para su transición ecológica
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ACUERDO CLIMÁTICO

La rebelión de los países pobres: exigen billones en ayudas para su transición ecológica

Los países industrializados ya tenían problemas para financiar compromisos anteriores de ayuda con los países más pobres. Ahora, el coste de esta transición 'verde' se ha disparado

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En una reunión global sobre el clima que tuvo lugar en julio, en Londres, la ministra de Medio Ambiente sudafricana Barbara Creecy presentó una factura a los países más ricos del mundo: más de 750.000 millones de dólares al año a pagar para que los países más pobres abandonaran los combustibles fósiles y se protegieran frente al cambio climático.

La cifra se encontró con el silencio del enviado de EEUU para el clima, John Kerry, según Zaheer Fakir, asesor de Creecy. Otras autoridades occidentales declararon que no estaban preparados para discutir una cifra tan importante.

Durante décadas, los países occidentales responsables de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero se han comprometido a pagar para que los países más pobres los acompañen en lo que se espera sea una transición energética global muy cara. Pero todavía tienen que cumplir plenamente esa promesa. Ahora el precio de la cooperación del mundo desarrollado está subiendo.

Este fin de semana, negociadores de casi todos los países del mundo se reunirán en Glasgow, Escocia, para una cumbre climática de dos semanas, la primera gran reunión desde que los gobiernos firmaron el Acuerdo de París en 2015. El objetivo es cerrar un acuerdo para mantener al alcance los objetivos climáticos del Acuerdo de París.

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Sin los países a bordo, el mundo tiene pocas probabilidades de evitar el catastrófico cambio climático, dicen muchos científicos del clima. Las emisiones se están reduciendo en EEUU y Europa a medida que ambas regiones presionan para adoptar energías renovables y eliminan gradualmente la electricidad a partir del carbón. Pero se espera que las emisiones del mundo desarrollado aumenten drásticamente en las próximas décadas a medida que miles de millones de personas salen de la pobreza —a no ser que dichas economías puedan adoptar un camino bajo en carbono—.

Antes de firmar, los países más pobres exigen un gran aumento de la financiación del mundo desarrollado para adoptar tecnologías más limpias y adaptarse a las consecuencias del cambio climático, como el aumento del nivel del mar y tormentas más devastadoras.

Bangladesh declara que necesita viviendas resistentes a ciclones. Kenia quiere que se dote a sus zonas rurales de granjas solares en lugar de centrales de carbón o gas natural. India dice que solo su plan contra el cambio climático costaría más de 2,5 billones de dólares hasta 2030.

"No podemos estar hablando sobre ambición por un lado, y aun así que no mostréis ambición en la financiación", declara Fakir, que coordina las políticas financieras climáticas del Grupo de los 77, una coalición de países en desarrollo.

Incluso los países desarrollados están sufriendo con la transición a las renovables

Los países desarrollados dicen que no es realista obligarles a pagar una cifra tan grande sin hacer que los países de ingresos medios —en especial China— también proporcionen fondos. En 2015 en París, EEUU, Europa y otros países ricos se comprometieron a ofrecer financiación a los países más pobres por valor de 100.000 millones de dólares al año entre 2020 y 2025. Hasta ahora no lo han conseguido.

Los negociadores del mundo en desarrollo dicen que el dinero no es ayuda financiera. Es más, dicen que los países ricos tienen la responsabilidad de pagar de acuerdo con los acuerdos climáticos de Naciones Unidas porque la mayoría del calentamiento de la Tierra desde la era industrial es el resultado de emisiones del mundo rico. Además, los países pobres ahora tienen la labor de aumentar el nivel de vida sin quemar combustibles fósiles no controlados al igual que hicieron EEUU y otros países ricos durante casi dos siglos.

"Si vas a pedirle a un país mucho más pobre que renuncie a esa opción, entonces damos con una reclamación moral porque necesitan ayuda para encaminarse hacia un desarrollo con menos emisiones", dice Joe Thwaites, experto en financiación climática en World Resources Institute, grupo de expertos del medio ambiente.

Incluso los países desarrollados están sufriendo con la transición a las renovables. Un aumento en la demanda de energía de los países que se recuperan de la pandemia ha hecho que los gobiernos se tengan que apoyar en los combustibles fósiles; aunque la inversión en renovables ha aumentado, solo representa cerca de una cuarta parte de la energía del mundo.

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Funcionarios occidentales declaran que las negociaciones de Glasgow deben centrarse primero en cómo recaudar dinero suficiente para cumplir el objetivo de París. Después planean abrir un debate sobre un objetivo financiero para después de 2025. Se espera que dicha cifra sea demasiado grande como para que salga exclusivamente de los presupuestos gubernamentales, según los funcionarios. Es decir, dependen de inversores privados para conseguir la mayoría de fondos.

"No hay suficientes fondos oficiales de desarrollo en el sistema para cerrar la brecha de la financiación climática", declara Gustavo Adolfo Fonseca, director de programas en el Fondo Mundial para el Medio Ambiente de Naciones Unidas, que financia infraestructura climática en el mundo en desarrollo. "Tiene que haber una solución basada en el mercado".

Los países en desarrollo quieren que un mayor porcentaje del dinero llegue en forma de subvenciones oficiales, y no préstamos de inversores privados que les llenen de deuda. Están exigiendo un control sobre cómo se gasta el dinero, precavidos ante imposiciones de gobiernos y financiadores ricos en EEUU y Europa.

El mundo en desarrollo también se pregunta si EEUU está comprometido a entregar su parte de los fondos a largo plazo. La Administración Biden ha prometido duplicar su financiación climática a los países en desarrollo hasta 11.400 millones de dólares anuales antes de 2024, lo que convertiría a EEUU en el mayor benefactor individual con diferencia. El presidente Trump renunció a promesas anteriores que había realizado la Administración Obama para financiar el Fondo Verde del Clima, principal vehículo de Naciones Unidas para entregar dinero al mundo en desarrollo, alegando que el fondo "estaba costándole a EEUU una inmensa fortuna".

Solo 14.000 millones de dólares de los 80.000 procedieron del sector privado, según la OCDE

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una asociación de países ricos, declara que el mundo desarrollado había aportado 80.000 millones de dólares en financiación climática a los países pobres en 2019, el año más reciente del que tenemos datos disponibles. Es poco probable que alcanzaran el objetivo de 100.000 millones de dólares en 2020, según funcionarios.

Los inversores del sector privado no han financiado proyectos de inversión como se esperaba. Solo 14.000 millones de dólares de los 80.000 millones procedieron del sector privado, según la OCDE. Eso se debe a que los fondos de pensiones, las aseguradoras y otros grandes inversores institucionales no están cómodos financiando proyectos de energía renovable en países que perciben de alto riesgo.

Los funcionarios dicen que los inversores privados no son adecuados para cubrir otras necesidades apremiantes: proyectos que ayudan a los países en desarrollo a adaptarse a las consecuencias del cambio climático. Los diques que protegen del aumento del nivel del mar y los programas que enseñan a los granjeros a cultivar cosechas resistentes a la sequía no generan beneficios para recompensar a los inversores, al contrario que una granja solar que vende electricidad a la red eléctrica.

Para atraer a inversores privados, los gobiernos ricos están poniendo juego el dinero de los contribuyentes, aceptando inicialmente pérdidas en proyectos que no funcionan. BlackRock, el gigante gestor de inversiones, ha creado un servicio de 250 millones de dólares junto con las agencias de desarrollo de Francia, Alemania y otros países para proporcionar financiación climática al mundo en desarrollo.

Foto: Tariq Fancy. (The Rumie Initiative)

"Si solo tuviéramos capital institucional, podríamos estar mucho más limitados en cuanto a dónde podríamos llegar", declara Jim Barry, director de inversiones alternativas en BlackRock.

La financiación climática se canaliza a través de más de dos decenas de agencias diferentes, cada una con sus propias normas y requisitos. Algunos de dichos requisitos —como uno que demuestre que un proyecto climático fomenta la igualdad de género— reflejan los privilegios de los países ricos. Otros están diseñados para otorgar a los países en desarrollo más poder de decisión sobre la forma en que se gastan los fondos.

"A veces argumento que no vale la pena perseguir una pequeña cantidad de dinero, porque la energía, tiempo y recursos para desarrollar una propuesta no la merecen", declara Mizan Khan, negociador climático de Bangladesh, uno de los países más expuestos a los efectos del cambio climático.

El Fondo Verde del Clima (GCF por sus siglas en inglés) es la piedra angular de la estrategia de Naciones Unidas para canalizar los fondos al mundo en desarrollo. Creado en 2015, el fondo puede distribuir préstamos o utilizar su dinero para conseguir inversores privados. Asumiendo la parte más arriesgada de la financiación de proyectos contra el cambio climático, el fondo pretende movilizar grandes cantidades de capital privado con una contribución relativamente menor de sus propios fondos.

Foto: La placa solar comercial más efficiente del mundo. (SunDrive)

El GCF ayudó a instalar la energía renovable en Egipto financiando una enorme granja solar en Benban, a más de 600 km al sur de El Cairo, y turbinas eólicas en el Golfo de Suez. El GCF otorgó una ayuda de 15 millones de dólares para consultoría técnica para el sector eléctrico egipcio y extendió un préstamo de 150 millones de dólares para el proyecto en 2017, cuando la inestabilidad política de Egipto implicaba que el capital extranjero solo estaba disponible a unos tipos de interés elevados. Otros inversores metieron 850 millones de dólares en el proyecto. Desde entonces, los inversores han inundado los proyectos solares egipcios, reduciendo drásticamente el precio de la energía solar.

Sin embargo, los esfuerzos por ampliar el poder financiero del GCF han estado rodeados de discrepancias entre países ricos y en desarrollo, así como de cambios continuos de liderazgo. "El entorno laboral en el fondo es muy conflictivo", declara Wael Aboulmagd, alto cargo diplomático egipcio que está en el consejo del fondo.

En una reunión de julio de 2018, los miembros del consejo se pasaron días discutiendo sobre las nuevas políticas requeridas por los países ricos, como una actualización de la postura del fondo respecto a la igualdad de género y la autorización para que el consejo tomara decisiones sin unanimidad. Los funcionarios del mundo desarrollado temían que los países ricos, que debían prometer más fondos, estuvieran utilizando el momento como una presión para imponer sus prioridades.

El director ejecutivo dimitió de forma inesperada durante la reunión de tres días, alegando motivos personales. Al final, las disputas no dejaron tiempo para que el consejo aprobara las propuestas de financiación.

placeholder Paneles fotovoltaicos en el parque solar de Benban, Egipto, uno de los más grandes en el mundo. (EFE)
Paneles fotovoltaicos en el parque solar de Benban, Egipto, uno de los más grandes en el mundo. (EFE)

"Después de esta reunión, no veo cómo puedo llegar a casa y defender por qué deberíamos invertir más dinero en este fondo", declaró Lars Roth, representante sueca en el consejo. "No hemos tomado ninguna decisión relevante. Esto tiene que terminar".

Un proyecto que ya había sido aprobado, el Global Energy Efficiency and Renewable Energy Fund Next, pretendía utilizar 250 millones de dólares de los fondos del GCF para conseguir otros 500 millones de dólares de inversores del sector privado. El dinero entraría en una serie de fondos complementarios con un mayor apalancamiento, situando el poder inversor total del proyecto en 30.000 millones de dólares, para financiar proyectos de energía renovable y eficiencia energética en decenas de países del mundo en desarrollo, desde Belice hasta Uganda. Era la tentativa más ambiciosa hasta el momento del Fondo Verde del Clima para aumentar sus fondos con financiación del sector privado.

En junio de 2020 el proyecto fue cancelado. Según la normativa del GCF, los promotores habían pedido a los gobiernos del mundo en desarrollo que aprobaran una serie de proyectos hipotéticos que podrían ser utilizados para recaudar fondos de inversores privados. Eso provocó la oposición de India, Ruanda y otros países que querían un mayor control sobre proyectos específicos en sus territorios.

"Me ha costado sangre, sudor y lágrimas", declara un funcionario involucrado en el proyecto. "Gastamos una increíble cantidad de tiempo discutiendo sobre cómo podíamos demandarnos entre nosotros si algo salía mal".

Yannick Glemarec, director ejecutivo del GCF, dice que el proyecto era una gran idea, pero excedía la capacidad del fondo cuando se propuso. "Tuvimos que empezar de cero", declara, añadiendo que la cooperación entre los países desarrollados y en desarrollo "a veces es un desafío, pero no cambiaría la legitimidad que esto le otorga al GCF por ningún otro modelo".

Foto: Foto: Reuters.

A medida que se acerca Glasgow, los países ricos están diseñando un nuevo plan para cumplir los objetivos financieros del Acuerdo de París y compensar el hecho de que probablemente se quedaran cortos en 2020. "Deberíamos centrarnos en entregar los 100.000 millones de dólares antes de empezar a hablar sobre grandes cifras", declara un asesor del presidente francés Emmanuel Macron.

El mundo en desarrollo no está de acuerdo. Cuando Creecy, ministra sudafricana, solicitó 750.000 millones de dólares anuales en financiación climática, pretendía iniciar un debate que los países más pobres sentían que los países desarrollados estaban eludiendo, declara Fakir.

La cifra se basa en una fórmula que el Fondo Mundial para el Medio Ambiente, de Naciones Unidas, ha utilizado para financiar proyectos en el mundo desarrollado durante décadas. El centro suele exigir que los países receptores y los inversores privados pongan 12 dólares por cada dólar proporcionado por el fondo. Así que los funcionarios sudafricanos simplemente cogieron la cifra de fondos públicos entregados de forma directa por los países desarrollados en 2019 —cerca de 62.000 millones de dólares, según la OCDE— y la multiplicaron por 12. Después redondearon.

En septiembre, los países africanos utilizaron la metodología sudafricana para establecer una petición de financiación incluso mayor que presentarán en Glasgow: 1,3 billones de dólares hasta 2030.

Alok Sharma, ministro de Energía de Reino Unido que liderará las negociaciones de Glasgow, dice que está centrado en presionar a los países ricos para que entreguen el objetivo de 100.000 millones de dólares y proporcionen más fondos en forma de subvenciones en lugar de préstamos. "Todos los países han visto sus finanzas públicas afectadas por el covid", declara. "Si vamos a repartir una mayor cantidad de deuda a los países en desarrollo, no va a ser especialmente útil".

*Contenido con licencia de 'The Wall Street Journal'.

En una reunión global sobre el clima que tuvo lugar en julio, en Londres, la ministra de Medio Ambiente sudafricana Barbara Creecy presentó una factura a los países más ricos del mundo: más de 750.000 millones de dólares al año a pagar para que los países más pobres abandonaran los combustibles fósiles y se protegieran frente al cambio climático.

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