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Enagás y la trampa del dividendo más alto
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Ajuste de la remuneración

Enagás y la trampa del dividendo más alto

La decisión de la gasista de cercenar el dividendo más rentable del Ibex evidencia una vez más que la insistencia en mantener a toda costa estos pagos puede ser contraproducente

Foto: Sede de Enagás. (Europa Press/Carlos Luján)
Sede de Enagás. (Europa Press/Carlos Luján)
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Hace tiempo que, en cualquier ranking sobre dividendos en la bolsa española, Enagás viene ocupando un liderazgo incuestionable. Con rentabilidades por estos pagos claramente por encima del 10%, la compañía que preside Antonio Llardén, ha podido presumir de ser una de las empresas más generosas del mercado bursátil español y europeo.

Este reclamo, sin embargo, no ha sido suficientemente convincente para los inversores. No en vano, Enagás figura entre los cinco peores valores del Ibex (incluso si se considera la reinversión de sus dividendos) desde el estallido del coronavirus, hace cuatro años, con un rendimiento más de 30 puntos porcentuales inferior al del Ibex.

Son muchas las razones que se pueden esgrimir para justificar este mal comportamiento, desde el recorte de los ingresos regulados en España a la ausencia de palanca obvias de crecimiento, pasando por el impacto que la subida de tipos ha tenido sobre este tipo de compañías, más orientadas a la distribución regular de caja que en la expansión de sus cifras.

Pero si su elevado dividendo ha sido tan poco apreciado por los inversores a lo largo de los últimos años ha sido también, precisamente, por la incertidumbre de la que han estado envueltos desde hace tiempo. Y es que, con un payout (porcentaje de beneficios destinado a dividendos) que supera con creces el 100% desde 2021, son muchos los analistas que venían advirtiendo del riesgo de recorte, a pesar de la insistencia de la dirección de que el dividendo estaba suficientemente apuntalado.

Foto: Tanques de Enagás en Barcelona. (Reuters/Albert Gea)

Finalmente, la realidad ha resultado más tozuda que la voluntad de los gestores de Enagás y el grupo anunció este martes, junto a la presentación de sus resultados, un notable ajuste de sus pagos para los próximos años, desde 1,74 a 1 euro por acción para los próximos tres años.

La medida, justificada para sufragar las fuertes inversiones que Enagás quiere acometer para tomar posiciones en el negocio del hidrógeno verde, ha estado lejos de agravar la desconfianza del mercado. De hecho, el martes los títulos de la compañía repuntaron un 2,58% y este miércoles suman un 0,7% adicional, mientras que varias firmas de inversión (Deutsche Bank y Société Générale, entre otras) se han animado a mejorar el consejo que otorgan al grupo que dirige Arturo Gonzalo.

Las acciones del grupo suman un 3,3% en las dos sesiones posteriores al recorte

Entre los analistas que cubren el valor ha sido común una expresión de alivio ante lo que califican como un dividendo "más razonable", aunque algunos aún siguen percibiendo cierto riesgo de recortes adicionales (a pesar de que, una vez más, desde la dirección se lanza el mensaje de que estos pagos son sostenibles). "El dividendo anterior no parecía sostenible y llevamos varios años aconsejando vender las acciones. Esto se debió en parte al margen para un recorte de dividendos y en parte a que las acciones parecían caras", observan en Deutsche Bank en un informe en el que elevan su consejo hasta mantener.

Lo que supone el caso de Enagás es la enésima demostración de que los mejores dividendos no tienen por qué ser los más grandes. Y que, a menudo, suele ocurrir lo contrario. Resulta fuera de toda discusión que, como forma de participar de los beneficios de una empresa, los dividendos representan la esencia final de la inversión bursátil y que una política de remuneración generosa sigue siendo un elemento de atracción para los inversores nada desdeñable.

Los contras de los pagos

Pero, como ha sido planteado a menudo por infinidad de analistas, no puede representar un fin en sí mismo. O, expuesto de forma más simple, cuando un inversor deposita dinero en una acción no lo hace para que esta se lo devuelva, sino para que busque vías de incrementarlo. Si el pago de dividendos entorpece la generación de beneficios crecientes en el futuro, deja de representar un reclamo. Con frecuencia, las empresas se aferran a la continuidad de estos pagos como si cualquier paso atrás pudiera poner en estampida a los inversores, pero son abundantes los casos en los que un recorte de los mismos, si está suficientemente justificado, ha acabado resultando positivo para la historia de inversión de la compañía.

En el caso de Enagás, con un entorno menos atractivo para su negocio regulado, la aparición en escena del hidrógeno verde presenta el potencial de transformar su historia bursátil, desde "una empresa de pago de dividendos sin apenas crecimiento, a una compañía con una perspectiva de crecimiento alta", tal y como observa Ángel Pérez, analista de Renta 4. Y además, sin dejar de contar con un dividendo atractivo, ya que, si es capaz de cumplir con su compromiso, el pago planteado de un euro aún representa una rentabilidad de más del 6,5%, que se sitúa entre las mayores del Ibex.

Al grupo gasista aún le queda por delante la nada sencilla tarea de convencer al mercado de que es capaz de hacer efectivo ese potencial de crecimiento. Con el ahorro de caja que permitirá el ajuste del dividendo (casi 194 millones de euros al año) es probable que le resulte más sencillo.

Hace tiempo que, en cualquier ranking sobre dividendos en la bolsa española, Enagás viene ocupando un liderazgo incuestionable. Con rentabilidades por estos pagos claramente por encima del 10%, la compañía que preside Antonio Llardén, ha podido presumir de ser una de las empresas más generosas del mercado bursátil español y europeo.

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