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El BCE dobla su apuesta y acaba con la era de los tipos negativos: sube 50 puntos básicos
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ANTE LA DISPARADA INFLACIÓN

El BCE dobla su apuesta y acaba con la era de los tipos negativos: sube 50 puntos básicos

Es la primera alza en 11 años y saca a los tipos del terreno negativo. También ha aprobado el anunciado mecanismo antifragmentación

Foto: Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo. (Reuters)
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo. (Reuters)

La torre del Banco Central Europeo (BCE), a las orillas del río Meno, en Fráncfort, ha vuelto a ser el centro de Europa, como en los viejos y turbulentos tiempos de hace una década. Tras años fuera del radar de prioridades, la disparada inflación, que en junio se ha situado en el 8,6%, ha devuelto a la institución a todos los mapas. Tras un largo debate sobre cómo de a fondo debía pisarse el acelerador, el Consejo de Gobierno del BCE ha decidido este jueves aplicar una subida de 50 puntos básicos, la primera en 11 años y que saca a los tipos del terreno negativo.

También ha aprobado el anunciado mecanismo antifragmentación, bautizado como Instrumento de Protección de Transmisión (TPI), para el que no se establece un límite de compra, con lo que Fráncfort busca enviar un claro mensaje a los mercados para evitar que las primas de riesgo de países como Italia o España puedan descontrolarse. Las condiciones para activar ese instrumento incluyen que los Estados miembros no estén sujetos a procedimientos de déficit excesivo, aunque la presidenta Christine Lagarde ha expresado que en última instancia dependerá del Consejo de Gobierno si desea activarlo. "Hay un elemento de discrecionalidad y de juicio", ha señalado la presidenta. Lo que está claro, porque así lo ha dejado caer la propia presidenta, es que la subida de 50 puntos básicos, que ha contado con el consenso de todos los miembros, ha llegado a su vez a cambio de que se haya puesto sobre la mesa el TPI, también por unanimidad, como se ha encargado de repetir varias veces la presidenta.

placeholder Sede del Banco Central Europeo en Fráncfort. (Reuters)
Sede del Banco Central Europeo en Fráncfort. (Reuters)

La situación ha cambiado mucho en los últimos meses. De resistirse a abrir la puerta a una subida de los tipos este año, Lagarde y sus cercanos acabaron por ceder ante la idea de que quizá fuera necesario tomar medidas, ya a principios de febrero. La guerra en Ucrania y sus efectos sobre los precios acabaron con el debate. Ahora solamente quedaba decidir cuándo se subirían los tipos: ¿en julio o después del verano? Rápidamente, el Consejo de Gobierno se decantó por el verano. El último de los debates se ha abierto en los últimos días: ¿sería suficiente una subida de 25 puntos básicos, como se había anunciado en la reunión de Ámsterdam? ¿O haría falta, como pedían los halcones, pisar más a fondo el acelerador y aumentar los tipos directamente en 50 puntos básicos, sacándolos del territorio negativo?

La subida, finalmente de 50 puntos básicos, significa el fin de la era de los tipos negativos. "En consecuencia, el tipo de interés de las operaciones principales de financiación y los tipos de interés de la facilidad marginal de crédito y de la facilidad de depósito se incrementarán al 0,50%, 0,75% y 0,00% respectivamente, con efectos a partir del 27 de julio de 2022", señala el comunicado del Consejo de Gobierno del eurobanco. La subida de medio punto significa, además, que el BCE ha roto la orientación que había enviado a los mercados anunciando que el incremento sería de un cuarto de punto, una novedad teniendo en cuenta la importancia que el eurobanco otorgaba hasta ahora a esa orientación, la llamada 'forward guidance', con la que buscaba ser previsible para los mercados. A partir de ahora, explican desde la institución, tocará analizar la situación "reunión a reunión", con los datos más frescos en la mano.

Foto: Bolsa de Madrid. (EFE/Vega Alonso)

Antifragmentación

El BCE opera en aguas muy turbulentas y en el eurobanco muestran su preocupación por una situación enormemente compleja e incierta. La guerra en Ucrania hace muy complicado hacer previsiones y tiene la capacidad de hacer empeorar la situación todavía más con un corte total del suministro de gas por parte de Rusia, algo que alimentaría todavía más la escalada de precios y que tendría un importante impacto en las economías de muchos Estados miembros. Los efectos de ese conflicto empiezan a notarse en forma de inestabilidad política en algunos países. Un ejemplo es Italia, que se encamina a unas elecciones anticipadas después del verano, y, si bien la inestabilidad política es endógena en el caso italiano, el desencadenante ha tenido que ver con medidas y decisiones conectadas a la respuesta a la crisis.

Roma es precisamente una de las grandes preocupaciones de Fráncfort. Ya con el anuncio de la subida de 25 puntos básicos, la prima de riesgo italiana se disparó y obligó a que se anunciara la creación de un mecanismo antifragmentación para evitar que los mercados dudaran de la sostenibilidad de la deuda de países como Italia, Grecia o España. La dimisión de Draghi pone todavía más difícil el trabajo al BCE.

Foto: Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, con Christine Lagarde, presidenta del BCE. (EFE/Calvo)

Sobre este instrumento, la decisión del Consejo de Gobierno señala que “es necesario para apoyar la transmisión efectiva de la política monetaria” y sus compras "no están restringidas 'ex ante" y dependerán "de la gravedad de los riesgos" a los que se enfrente, es decir, que el eurobanco no pone un límite de fuego a su instrumento. La idea es que el mensaje y su diseño sean lo suficientemente contundentes como para que nunca tengan que llegar a utilizarse. Han pasado casi 10 años exactos desde que Draghi dijera aquello de “whatever it takes” ('lo que sea necesario') que salvó al euro. Fue un 26 de julio de 2012. Ahora, una década después, con esa frase convertida en una losa que pesa sobre los hombros de Lagarde y de cualquier persona que ocupe el asiento que una vez utilizó Draghi, los mercados esperan de forma permanente que la francesa haga algo similar ante los retos que se acercan. Que envíe una señal de que está preparada para todo. Una señal de que está a la altura del legado que se ha convertido en omnipresente en el BCE.

El 12 de marzo de 2020, Lagarde comprobó hasta qué punto se ha convertido en trabajo del presidente del BCE estar a la altura de aquellas palabras. Durante una rueda de prensa celebrada en un momento delicado en el que los mercados esperaban una señal fuerte del banco, la francesa envió el mensaje equivocado después de anunciar unas medidas que no eran todo lo contundentes que se esperaba para evitar que la crisis del coronavirus mutara en una crisis de deuda. “Nosotros no estamos aquí para cerrar 'spreads”, es decir, primas de riesgo. Eso obligó a Lagarde a ponerse en modo emergencia. Tuvo que ofrecer una entrevista pocas horas después en la que dio marcha atrás en sus palabras: “Estoy totalmente comprometido a evitar cualquier fragmentación en un momento difícil para la zona del euro”. No fue suficiente. Cinco días después, el BCE anunció un programa de compras de cara a la pandemia de 750.000 millones de euros que, esta vez sí, calmó a los mercados.

Lagarde sabe bien, por lo tanto, el peso que tienen las palabras y las señales que se envían. Por eso, este jueves ha señalado que "el BCE es capaz de ir a lo grande" en su nuevo instrumento. La presidenta ha descrito los cuatro requisitos que deben cumplir los Estados miembros para que se pueda activar el TPI. Primero, el Estado miembro no debe estar sujeto a un procedimiento de déficit excesivo; en segundo lugar, que no existan grandes desequilibrios macroeconómicos; en tercer lugar, que la trayectoria de la deuda pública sea sostenible, y, por último, que se cumplan con las recomendaciones específicas por país de la Comisión. En el eurobanco califican estas condiciones más bien como "aportaciones" y subrayan una y otra vez que la última palabra la tendrá el Consejo de Gobierno, aunque sí dan más importancia a un análisis de sostenibilidad de la deuda que realizaría la propia institución. Otros de los detalles, como, por ejemplo, qué métricas tendrían que darse para que esté justificado activar el TPI, no verán la luz.

"Preferiríamos no utilizarlo, pero, si tenemos que utilizarlo, no dudaremos, no dudaremos", ha añadido. Para algunos analistas, el instrumento ha cumplido con algunos requisitos fundamentales, como era que no tuviera un límite de compras, que sacara de la ecuación al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y la necesidad de tener un programa. En la institución, consideran que la reacción de los mercados ha sido moderada y que una subida de los tipos de medio punto habría generado una reacción mucho más agresiva si no se hubiera anunciado también el TPI, y rechazan que el aumento de las primas de riesgo se deba a un escepticismo por parte de los mercados respecto al nuevo instrumento, ligándolo con la subida de los tipos y con la dimisión de Draghi.

La torre del Banco Central Europeo (BCE), a las orillas del río Meno, en Fráncfort, ha vuelto a ser el centro de Europa, como en los viejos y turbulentos tiempos de hace una década. Tras años fuera del radar de prioridades, la disparada inflación, que en junio se ha situado en el 8,6%, ha devuelto a la institución a todos los mapas. Tras un largo debate sobre cómo de a fondo debía pisarse el acelerador, el Consejo de Gobierno del BCE ha decidido este jueves aplicar una subida de 50 puntos básicos, la primera en 11 años y que saca a los tipos del terreno negativo.

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