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La 'dolce prima' de Draghi: por qué los tecnócratas conquistan los mercados
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Se trata de una reacción habitual

La 'dolce prima' de Draghi: por qué los tecnócratas conquistan los mercados

El primer mes del expresidente del BCE al frente del Gobierno italiano ha confirmado la tendencia de los inversores a depositar un voto de confianza en los liderazgos de corte tecnócrata

Foto: El primer ministro italiano, Mario Draghi. (EFE)
El primer ministro italiano, Mario Draghi. (EFE)

Esta semana, Mario Draghi ha cumplido su primer mes al frente del Consejo de Ministros del Gobierno de Italia. El experimentado financiero ha accedido a uno de los puestos más inestables de cuantos existen en la política europea (se estima que en el siglo y medio transcurrido desde la unificación italiana, los gobiernos han durado una media de 1,8 años) precedido por un halo de prestigio labrado durante sus ocho años como presidente del Banco Central Europeo (BCE), en los que se granjeó la imagen de salvador de la Eurozona con su mítico 'whatever it takes'.

No es de extrañar, pues, que los mercados financieros le hayan brindado una recepción bastante acogedora. Si a finales de enero, tras la caída del Gobierno de Giuseppe Conte, la prima de riesgo italiana llegó a rebasar los 126 puntos, la llegada de Draghi ha permitido estrechar este diferencial al entorno de los 90 puntos básicos, su nivel más bajo desde 2015. En ese mismo periodo, la deuda de Irlanda, Portugal o España ha sido incapaz de registrar una mejora semejante.

Como subraya Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de la Mutualidad de la Abogacía, Draghi es, "probablemente, el europeo en activo con mejor valoración posible a efectos de mercado, rodeado de un prestigio que tal vez solo podría disputarle Angela Merkel. Su frase de julio de 2012 'haremos lo que sea necesario para preservar el euro... y, créanme, será suficiente' es un hito de las finanzas".

Foto: Jornada de puertas abiertas del Congreso de los Diputados. (EFE) Opinión
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El currículum de Draghi ofrece argumentos de sobra para apuntalar la confianza de los inversores. Pero cabe señalar que el optimismo ante la formación de un Gobierno encabezado por tecnócratas (entendidos como personalidades de prestigio en el ámbito económico y empresarial y escasamente involucrados en el juego político) no supone, ni mucho menos, una reacción inusual.

Un estudio elaborado en 2016 por los profesores Despina Alexiadou y Hakan Gunaydin, titulado 'Calmando los mercados: cuando los nombramientos tecnocráticos compran credibilidad', en el que se evaluaron los nombramientos al frente de las carteras de Finanzas en 21 países europeos entre 1990 y 2014, determinó que, de forma general, cuando los gobiernos recurrieron a tecnócratas para la gestión de la economía lograron un incremento temporal de su credibilidad ante los mercados, reflejado en una caída de los rendimientos de los bonos gubernamentales. Y esto resulta especialmente significativo en épocas de crisis.

Como explica Santiago Álvarez de Mon, titular de la cátedra José Felipe Bertrán de Gobierno y Liderazgo en la Administración Pública del IESE Business School, en periodos convulsos suelen ser necesarias decisiones políticas difíciles. "En esos momentos es importante tener al frente a personas con conocimientos amplios y profundos, porque esto da mayor seguridad a la hora de adoptar las medidas necesarias. Además, hace falta carácter para aguantar las presiones y no estar obsesionado con la imagen pública. Y también es necesaria la independencia, no estar en política para perpetuarse", afirma.

Las crisis son propicias para la elección de gestores ajenos al marco político

Esta realidad ya se puso de manifiesto durante la pasada crisis del euro, en la que Grecia y de nuevo Italia recurrieron a personalidades relevantes del mundo financiero para tratar de encarrilar una situación crítica. "Las crisis políticas, financieras o económicas a menudo sientan las bases para los gobiernos tecnocráticos, como se demostró nuevamente en la última década en medio de la crisis de la deuda europea. El estallido de cualquier crisis justifica o incluso exige una gestión basada en el conocimiento experto y libre de incentivos impulsados por la carrera política. Si hay una crisis, un problema inminente que debe abordarse rápidamente para evitar daños más duraderos, un equipo comprometido en el Gobierno que se concentre principalmente en la solución del problema, en lugar de pensar en cómo ser reelegido, es un buen punto de partida", observa Darío Messi, analista de renta fija de Julius Baer.

Así, de nuevo en el caso de Italia, la llegada del economista Mario Monti a la jefatura del Gobierno, a finales de 2011, logró aplacar las tensiones que arreciaban por entonces sobre la deuda transalpina, lo que se manifestó en una reducción de la prima de riesgo desde cifras superiores a los 500 puntos básicos a menos de la mitad en apenas cuatro meses. A partir de entonces, sin embargo, la situación volvió a agravarse y la prima de riesgo volvía a registrar guarismos por encima del medio millar antes de que, precisamente Draghi, lograra contener la crisis con sus actuaciones –y, en mayor medida, con sus palabras– al frente del BCE. El mandato de Lukas Papadimos en Grecia corrió incluso peor suerte, al descarrilar apenas seis meses después de su nombramiento.

Como apunta Raymond Torres, director de Coyuntura y Análisis Internacional de Funcas, si en una primera instancia los gobiernos tecnocráticos son recibidos con muestras de confianza por parte de los inversores, a medio plazo corren riesgos elevados de decepcionar. Al fin y al cabo, no puede obviarse que la formación de gobiernos tecnocráticos suele ser resultado de situaciones de crisis intensas en las que los responsables políticos buscan soluciones fuera de los canales usuales. Esto implica, al mismo tiempo, que los líderes tecnocráticos suelan acceder al poder con cierto déficit de legitimidad democrática –su nombramiento carece del respaldo de los electores y, más importante aún, de un apoyo político sólido para sacar adelante sus programas–.

Foto: Mario Draghi. (Reuters)

Y la presidencia de Draghi no es ajena a estas dificultades. "Lo que importa es la creación de empleo y el crecimiento, y este ha sido anémico en el caso de Italia desde la creación del euro. El prestigio de Draghi es un activo a la hora de hacer reformas para lograr ese giro, pero con el tiempo se puede convertir en un lastre si los resultados no acompañan, por un efecto de decepción", explica Torres.

El expresidente del BCE no tiene por delante, ni mucho menos, una tarea sencilla. A la flaqueza económica que arrastra Italia desde hace varios lustros se suman ahora los daños ocasionados por una crisis que ha golpeado muy severamente al país y que sigue haciendo estragos en las últimas semanas, obligando a plantear nuevos cierres en gran parte del país, que, según estiman en Capital Economics, podrían convertir el primer semestre de 2021 en un periodo perdido para la economía italiana.

Mientras tanto, Draghi tendrá que luchar para sacar adelante una agenda reformista efectiva, para reactivar la economía italiana en un entorno complicado. "En el futuro inmediato, las dos limitaciones principales son cuánto tiempo durará este Gobierno y si podrá mantener un fuerte apoyo político durante los próximos meses. Nuestra opinión sigue siendo que en algún momento resurgirá la realidad de la política italiana. De hecho, no es difícil imaginar un escenario en el que después de que se hayan distribuido las vacunas y la economía esté firmemente en una senda de recuperación, algunos partidos políticos (como la Liga de Salvini) retiren su apoyo y soliciten nuevas elecciones", argumenta Nicola Nobile, economista jefe para Italia de Oxford Economics, quien sitúa en la próxima primavera el horizonte en el que el Gobierno de Draghi podría comenzar a tambalearse.

Draghi se enfrenta a dudas sobre la duración y la estabilidad de su mandato

Sin embargo, en torno a la figura de Draghi se han generado en las últimas semanas una serie de expectativas altísimas que no solo abarcan la política italiana sino también la europea, donde se espera que su liderazgo ayude a impulsar las reformas pendientes. El momento parece especialmente propicio, una vez que la crisis del coronavirus ha permitido remover algunas resistencias en el ámbito de la integración fiscal, que parecían inamovibles; y la aprobación de un masivo plan de inversiones debe conducir a una reconfiguración del modelo económico continental.

Además, a diferencia de sus predecesores, 'Supermario' cuenta con un poderoso elemento a su favor pues, si aquellos arribaron para ejecutar unos ajustes fiscales que resultaban inapelables, el banquero italiano tendrá a su disposición la parte más grande del fondo de recuperación europeo (alrededor de 200.000 millones de euros) para llevar a cabo las inversiones que se estimen oportunas. "El 'timing' tiene un efecto directo sobre cómo los ciudadanos ven a los gobiernos tecnocráticos. En el caso actual de Mario Draghi en Italia, el punto de partida es bastante diferente, ya que se sienta en el asiento del conductor con un notable sobre de dinero de la UE (los gobiernos tecnocráticos suelen entrar en juego para ahorrar dinero). Será interesante ver si este punto de partida diferente puede influir en la percepción a medio y largo plazos de los gobiernos tecnocráticos", sostiene Messi.

Otro factor que podría jugar a favor de las posibilidades de éxito de Draghi, en opinión de Gilles Möec, economista jefe de Axa Investment Managers, es el hecho de que, a diferencia de Monti, que recurrió a un gabinete plenamente tecnocrático, ha formado un Gobierno en el que están representados los distintos partidos que respaldaron su jefatura. "Esto importa. El personal político debe apropiarse de las políticas frente a la opinión pública. Esto haría más difícil retirar el apoyo si las cosas se ponen difíciles", apostilla.

Foto: Foto: EFE.

Frente a la idealización de la figura del tecnócrata, es preciso resaltar que el hombre probado con éxito en el mundo de los negocios y la economía no tiene por qué resultar, necesariamente, un líder político brillante. Casos como los de Silvio Berlusconi en Italia o, más recientemente, Donald Trump en Estados Unidos pueden ser esgrimidos para subrayar los peligros inherentes a la llegada al poder de personas que pueden asumir la gestión de un país como si de su propia empresa se tratara. "Al final, no es lo mismo gobernar un banco central o una empresa, con un proyecto relativamente bien delimitado, que un país con intereses tan divergentes y una sociedad compleja", corrobora Torres.

En cualquier caso, es probable, como sugiere Álvarez de Mon, que Draghi represente la combinación idónea del líder tecnócrata, pues a sus indiscutibles conocimientos técnicos suma una poderosa formación política, labrada en su experiencia en instituciones como el BCE, donde ha tenido que lidiar con los grandes mandatarios de la política europea. "Es una mezcla potente", afirma.

Transformar esas capacidades en resultados efectivos no será tarea sencilla. Pero como recalca una célebre sentencia latina, "cualquiera puede sostener el timón cuando el mar está en calma". Son las pruebas más complejas las que requieren de las habilidades de los líderes más capacitados y, sin duda, Draghi está bregado en las batallas más arduas. De sus resultados en esta prueba dependerá buena parte del futuro económico de Italia e incluso de Europa; y quién sabe si, en buena medida, las posibilidades de otras soluciones tecnocráticas en la región en adelante. De momento, 'Supermario' ya ha contado con la confianza de los inversores. Le falta demostrar que sus incuestionables cualidades serán suficiente para llevar la nave a buen puerto.

Esta semana, Mario Draghi ha cumplido su primer mes al frente del Consejo de Ministros del Gobierno de Italia. El experimentado financiero ha accedido a uno de los puestos más inestables de cuantos existen en la política europea (se estima que en el siglo y medio transcurrido desde la unificación italiana, los gobiernos han durado una media de 1,8 años) precedido por un halo de prestigio labrado durante sus ocho años como presidente del Banco Central Europeo (BCE), en los que se granjeó la imagen de salvador de la Eurozona con su mítico 'whatever it takes'.

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