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El QE pincha en hueso: el dinero de Draghi no da la felicidad a los mercados
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El QE pincha en hueso: el dinero de Draghi no da la felicidad a los mercados

Estaba previsto que debilitara el euro, impulsara las bolsas, erradicara las presiones deflacionistas, estimulara el crédito... Pero, más de seis meses después, se está imponiendo todo lo contrario

Foto:  El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. (Reuters)
El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi. (Reuters)

Es lo que tienen estas cosas. Que nunca se podrá saber qué hubiera ocurrido en caso de que el Banco Central Europeo (BCE) no hubiera lanzado en enero de 2015 su programa de expansión cuantitativa (QE). Pero lo que sí se sabe es que ahora, más de seis meses desde su puesta en marcha efectiva a comienzos de marzo, los efectos pretendidos con esta medicina monetaria extraordinaria o bien aún no han aparecido o bien se han disipado o bien no son tan lustrosos como se esperaba. O lo que es lo mismo, el dinero del presidente del BCE, Mario Draghi, no está dando la felicidad ni al crédito ni a los mercados.

Con el QE, el BCE se comprometió a dedicar 60.000 millones de euros al mes a la compra de deuda pública y privada al menos hasta septiembre de 2016. En total, por tanto, inyectaría 1,14 billones de euros, un volumen con el que perseguiría engordar su balance hasta los 3 billones de euros. Esta lluvia de dinero, combinada con los tipos de interés oficiales en mínimos históricos (0,05%) y con los tipos de depósito en negativo (-0,20%), debía servir como medio para erradicar las presiones deflacionistas, reactivar el crédito, abaratar los costes de financiación de los estados y las empresas, alimentar la asunción de riesgos por parte de los inversores y, ya de paso. debilitar el euro. En resumen, debía generar unas condiciones monetarias y financieras más propicias para estimular la recuperación.

La mano compradora del BCE empezó a actuar el 9 de marzo. Entonces, el euro se cambiaba a 1,084 dólares; en la deuda pública, el rendimiento del bono español a 10 años se encontraba en el 1,29% y el del 'bund' alemán, en el 0,39%; y en la bolsa, el índice Ibex 35 caminaba por encima de los 11.000 puntos y el EuroStoxx 50 superaba los 3.600 puntos.

Lo previsto era que la bolsa subiera, que la rentabilidad de los bonos y el euro bajara; y hasta ahora está ocurriendo justo lo contrario

Con el recuerdo de los efectos provocados por los QE de otros bancos centrales, principalmente los lanzados por la Reserva Federal (Fed) estadounidense entre 2008 y 2014, lo previsto era que el dinero del BCE llenara de felicidad los mercados y permitiera nuevas caídas del euro y de las rentabilidades de la deuda y más subidas en las bolsas. Pues bien, casi siete meses después, ha ocurrido justo lo contrario. Un auténtico mundo al revés, en versión QE. El euro compra ahora 1,13 dólares; el rendimiento del bono ha escalado al 1,77% y el del 'bund', al 0,50%; y el Ibex está por debajo de los 10.000 puntos y el EuroStoxx 50 bastante tiene con defender los 3.050 puntos. Los inversores, por tanto, se han quedado sin la fiesta que esperaban.

Más aún, en el mercado de deuda privada se están viendo tensiones de liquidez, con el consiguiente impacto en la negociación y la formación de precios de los títulos. Desde Bank of America-Merrill Lynch vinculan esas restricciones a la política del BCE. Y no solo eso, sino que en un informe titulado '¿El año en que el QE falló?', anticipan que esas dificultades se agravarán si Draghi incrementa la dosis de la medicina cuantitativa.

¿Y qué hay de las presiones deflacionistas? Que tras remitir en los meses centrales del año, vuelve a alargar su sombra. En septiembre, y según el dato adelantado, la tasa de inflación regresó a niveles negativos. En concreto, su tasa interanual se situó en el -0,1%, el mismo nivel en el que estaba en marzo de este año.

Como mayores triunfos, Draghi puede exhibir dos. Por un lado, que poco a poco el crédito al sector privado se va reactivando. Lo hace, sin embargo, a ritmos aún modestos, porque los bancos aún están recomponiendo sus balances y adaptándolos a una nueva regulación que exige más capital y porque las familias y los hogares todavía están pagando la deuda antigua y su demanda no pasa de ser débil. Y por otro, que la Eurozona está sosteniendo su recuperación, aunque esta no deja de ser débil y se apoya además en otros factores ajenos al BCE, como el bajo precio del petróleo.

¿Doble o nada?

Los réditos del QE no pasan de ser discretos. Y ante esta realidad, y en un mundo en el que China, otros mercados emergentes y las materias primas dibujan más nubarrones en el horizonte y en el que los inversores demandan más medicina monetaria al mínimo atisbo de duda, a Draghi se le presenta una disyuntiva: dejar las cosas como están, comprando bonos por valor de 60.000 millones al mes hasta septiembre del año que viene y esperando a que arroje los resultados pretendidos, o incrementar la munición del QE para intentar meter más combustible -dinero- y acelerar esos resultados.

Desde HSBC sostienen que "el BCE se verá forzado a expandir sus compras mensuales antes de que acabe el año". Reconocen, eso sí, que no le saldrá gratis, porque afrontará "restricciones técnicas" que depararán "considerables problemas de credibilidad" para la institución monetaria. En Standard & Poor's no solo consideran posible que Draghi incremente la ración de QE en diciembre de este año, sino que concretan sus expectativas: prevén que extenderá las compras hasta mediados de 2018, con lo que más que duplicaría el volumen total de las compras, que alcanzaría los 2,4 billones de euros.

La corriente a favor de reforzar el QE está creciendo a tal velocidad que el halcón más halcón del BCE, el presidente del Bundesbank alemán Jens Weidmann, ya ha salido al paso para rebajar los ánimos. "No hay necesidad de aumentar los estímulos por el momento", ha avisado esta semana para volver a dejar claro que no cuenten con él para doblar la apuesta cuantitativa.

Es lo que tienen estas cosas. Que nunca se podrá saber qué hubiera ocurrido en caso de que el Banco Central Europeo (BCE) no hubiera lanzado en enero de 2015 su programa de expansión cuantitativa (QE). Pero lo que sí se sabe es que ahora, más de seis meses desde su puesta en marcha efectiva a comienzos de marzo, los efectos pretendidos con esta medicina monetaria extraordinaria o bien aún no han aparecido o bien se han disipado o bien no son tan lustrosos como se esperaba. O lo que es lo mismo, el dinero del presidente del BCE, Mario Draghi, no está dando la felicidad ni al crédito ni a los mercados.

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