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No solo sufres los días de mucho calor cuando ocurren: así te influyen el resto del año
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Una reacción en cadena

No solo sufres los días de mucho calor cuando ocurren: así te influyen el resto del año

Embalses semivacíos, bosques enfermos y resecos, naturaleza exhausta, granjas y cultivos desolados… Las consecuencias de estas altas temperaturas proseguirán cuando el calor remita

Foto: Los bosques sucumben a la sequía y las altas temperaturas. (EFE/EPA/Sascha Steinbach)
Los bosques sucumben a la sequía y las altas temperaturas. (EFE/EPA/Sascha Steinbach)

“El problema no es la cosecha, esa ya la daba por perdida: lo que de verdad me preocupa ahora son los árboles, que se están muriendo de sed y de asfixia”. La desesperación de Antonio, agricultor de la Plana de Utiel-Requena, va más allá de la nefasta temporada de este año: “De las peores, no he recogido un grano de cereal, y vamos a ver lo que saco de uva”. Su preocupación ahora son los olivos y almendros que languidecen de sed soportando temperaturas de hasta 44,6 grados en Requena.

Los árboles se defienden del calor soltando hoja y ralentizando su actividad vegetativa. Por eso, estos días muchas aceras de nuestras ciudades aparecen cubiertas de hojas secas, dejando unas imágenes más propias de finales de otoño que de pleno verano. Se trata del deshoje estival: un mecanismo de adaptación con el que intentan sobrevivir a la falta de agua y las altas temperaturas.

Foto: Puente sobre el pantano reseco de Rialb, en Lleida. (Reuters/N.Doce)

En estas circunstancias, la pérdida de hidratación por los poros de las hojas (estomas) no compensa la escasa o nula absorción de agua a través de las raíces, lo que provoca un estrés hídrico que obliga al árbol a limitar sus funciones vitales, empezando por soltar hojas y detener la circulación de la savia.

Adaptarse o morir

Cuando esto ocurre, la caída estival de las hojas suele ser mucho más rápida que en otoño: en apenas unos días, las grandes hojas de algunas especies especialmente sensibles a las altas temperaturas, como el plátano de sombra (Platanus x hispanica), pueden pasar del verde intenso al marrón tostado, como estamos viendo estos días en nuestras arboledas urbanas, y en los bosques. Pero todo tiene su límite, y si las condiciones no mejoran, los árboles acaban sucumbiendo al calor y, en el caso de los frutales, pueden deparar no ya la pérdida de la cosecha, sino la de la propia plantación.

placeholder La sombra de un almendro, sobre un campo reseco en Alicante. (EFE/Morell)
La sombra de un almendro, sobre un campo reseco en Alicante. (EFE/Morell)

Y lo mismo ocurre con el ganado, cuyo rendimiento se reduce drásticamente con las condiciones actuales. Además, ante la escasez de pastos y forrajes y el auge de precios del pienso, muchas explotaciones ganaderas se están viendo obligadas a malvender o incluso a sacrificar los animales, lo que pone en riesgo su viabilidad a corto y medio plazo. Todo ello está causando y va a seguir causando un alza de precios en los alimentos a lo largo de los próximos meses e incluso años, según el BCE.

Hace tiempo que el bosque mediterráneo viene dando síntomas de estar perdiendo la batalla ante el avance del cambio climático hacia los peores escenarios. Los árboles se muestran cada vez menos resilientes y más vulnerables a las plagas forestales, las grandes beneficiadas por el aumento de temperaturas y la escasez de lluvias, como la temible seca que está diezmando nuestras dehesas y que podría agravarse este año por las condiciones meteorológicas.

placeholder El ganado sufre las consecuencias del cambio climático en todo el mundo. (EFE/A. Valdés)
El ganado sufre las consecuencias del cambio climático en todo el mundo. (EFE/A. Valdés)

Además, unos bosques enfermos y resecos son mucho más vulnerables ante los incendios forestales, especialmente cuando, como ocurre estos días en buena parte de España, se produce la famosa tríada del fuego: más de 30 grados de temperatura, viento superior a los 30 km/h y menos de un 30% de humedad. En estas circunstancias la probabilidad de ignición es altísima, y el poder de destrucción de las llamas aumenta, dando lugar a megaincendios imposibles de controlar, como los que están arrasando estos días amplias regiones del Mediterráneo, especialmente en Italia, Grecia o Argelia.

placeholder Uno de los incendios que asolan la isla de Rodas, Grecia. (EFE/L. Damianidis)
Uno de los incendios que asolan la isla de Rodas, Grecia. (EFE/L. Damianidis)

En la naturaleza, los animales salvajes, cuando se sienten agobiados por el exceso de calor y no logran permanecer hidratados mediante el suficiente aporte de agua a su organismo, deciden recluirse en el fondo de su madriguera e iniciar un período de estiaje, que es como hibernar pero en pleno verano. Los riñones reducen su trabajo para retener la mayor proporción de líquido, el ritmo cardíaco desciende hasta convertirse en un lento palpitar, la respiración casi cesa y el cerebro entra en fase de desconexión controlando tan solo las funciones más elementales.

Foto: Foto: iStock.

El objetivo sigue siendo el mismo: apretar la tecla del stand-by biológico y dejarse caer en un profundo sopor para ahorrarle al organismo el esfuerzo de mantenerse vivo, mientras los termómetros siguen marcando récords y el cielo brilla sin una sola nube. Pero si las condiciones de calor y sequedad se hacen tan extremas como las que se dan estos días, el comodín del estiaje deja de ser una estrategia de adaptación adecuada. Este verano se están produciendo muchas bajas en la naturaleza.

Más allá del verano

A todo esto, los embalses han vuelto a descender esta semana hasta situarse al 43% de su capacidad. Según la media de la década deberían estar al 60%. Y la predicción de las temperaturas de Copernicus para el trimestre agosto-septiembre-octubre señala una alta probabilidad (hasta el 70%) de que sea más cálido de lo normal, dando lugar a un nuevo veroño que podría situarse entre los cinco más cálidos de la serie. Aunque lo cierto es que un Mediterráneo que sigue recalentándose, hasta tres grados por encima de la media y superando los 31 grados en algunos puntos de nuestro litoral, puede convertirse en una auténtica fábrica de huracanes, por lo que convendrá estar muy atentos a la evolución de las borrascas para ver dónde, cuándo y sobre todo cómo llegan las lluvias. Pero si no es así, si no llueve pronto y bien, sin causar más daño que beneficio, la situación amenaza con arruinar la temporada de setas.

placeholder El calor y la sequía amenazan la temporada de setas. (Jose Luis Gallego)
El calor y la sequía amenazan la temporada de setas. (Jose Luis Gallego)

Actualmente, la escasez de lluvias y las altas temperaturas han provocado que el suelo forestal, uno de los sumideros de carbono más importantes del planeta y donde se halla el mayor laboratorio de biogénesis de la naturaleza, esté completamente reseco y acartonado. Uno de los organismos descomponedores que viven en ese primer palmo del subsuelo del bosque son los hongos. Estos seres vivos, a medio camino entre el reino animal y vegetal, transforman la materia orgánica en humus y, cuando se dan las condiciones adecuadas de humedad y temperatura, se reproducen dando lugar a la aparición de las setas.

Pero si el calor aprieta y la lluvia escasea, el micelio puede contraerse o incluso desecarse por completo, provocando que los paseos otoñales por las pinedas concluyan con ni un solo níscalo (como el de la foto) en el cesto. Y eso, para los amantes del bosque y de las setas, sin ser comparable con las graves consecuencias aquí descritas y aunque a muchos les pueda parecer del todo anecdótico, no deja de ser una pequeña gran tragedia.

“El problema no es la cosecha, esa ya la daba por perdida: lo que de verdad me preocupa ahora son los árboles, que se están muriendo de sed y de asfixia”. La desesperación de Antonio, agricultor de la Plana de Utiel-Requena, va más allá de la nefasta temporada de este año: “De las peores, no he recogido un grano de cereal, y vamos a ver lo que saco de uva”. Su preocupación ahora son los olivos y almendros que languidecen de sed soportando temperaturas de hasta 44,6 grados en Requena.

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