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El megaincendio de Castellón como síntoma: fuegos inapagables en serranías de paja
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La gran amenaza

El megaincendio de Castellón como síntoma: fuegos inapagables en serranías de paja

Los bosques de las comunidades mediterráneas, resecos y enfermos por culpa de la intensa sequía y la falta de gestión forestal, se han convertido en un inmenso pajar dispuesto a arder de punta a punta

Foto: Un hidroavión, atacando el incendio de Villanueva de Viver (Castellón). (EFE/Domenech Castelló)
Un hidroavión, atacando el incendio de Villanueva de Viver (Castellón). (EFE/Domenech Castelló)

El incendio forestal declarado el pasado jueves en la comarca castellonense del Alto Mijares, y que afecta también a municipios de la provincia de Teruel, ha calcinado ya cerca de cuatro mil hectáreas de monte, provocando el desalojo de más de 1.500 habitantes de varios pueblos. Al cierre de esta edición, el fuego seguía activo después de cinco días de intensa lucha contra las llamas. El incendio ha sido calificado por el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, como "de sexta generación" y, por lo tanto, "imposible de dominar con los medios de que disponemos".

Los también llamados megaincendios se caracterizan por la extraordinaria virulencia de las llamas, que avanzan de forma imprevisible y con una velocidad inusitada. Según los expertos, estos incendios están directamente vinculados con el cambio climático y aprovechan la debilidad del bosque, con una masa forestal reseca y debilitada por las plagas, para arrasar con todo, sin dejar apenas opciones de extinción a los bomberos y al resto de operativos que intentan contener su avance.

Foto: Las llamas han calcinado los bosques de Sierra Bermeja, en Málaga. (EFE)

Joan, veraneante de Montán, relata con pavor la experiencia vivida por los vecinos del pueblo con los que se mantiene al habla. “En apenas unos minutos, dicen, se empezó a hacer la oscuridad, las masas de humo se elevaban como gigantes [los llamados pirocúmulos], lo que provocó el pánico entre la gente, que empezó a hacer las maletas”. Montán es uno de los pueblos desalojados durante el fin de semana por el puesto de mando avanzado (PMA) de la Generalitat valenciana, que ya había activado el nivel de riesgo extremo en toda la comunidad, ante el avance incontrolado de las llamas.

También se obligaba al abandono de sus domicilios a los vecinos de Villanueva de Viver, Montanejos, Fuente la Reina, Arañuel y Puebla de Arenoso. En total, más de un millar y medio de personas tuvieron que abandonar su hogar mientras veían las llamas acercarse, custodiados por las fuerzas de seguridad y concentrados únicamente en poner su vida y la de los suyos a salvo.

placeholder El incendio desde Villanuena de Viver (Castellón). (EFE/Domenech Castelló)
El incendio desde Villanuena de Viver (Castellón). (EFE/Domenech Castelló)

En la tarde del lunes, el PMA decidía ampliar el operativo de desalojo preventivo a más pueblos amenazados por el fuego: Torralba del Pinar, Higueras y Pavías, en las proximidades del Parque Natural de la Sierra de Espadán, un espacio protegido de alto valor ecológico. También ordenaba el confinamiento en sus domicilios de los vecinos de la localidad de Caudiel. La situación al cierre de esta edición, tras empeorar en la tarde del lunes por el aumento del viento, está fuera de control.

“No apagable” esa es otra de las expresiones utilizadas por el Presidente Puig al intentar calificar el tipo de incendio al que se enfrentaban las brigadas de extinción durante la larga jornada de ayer y que, al parecer, tuvo su inicio en unas labores agrícolas de desbroce. Mientras tanto, algunos alcaldes lamentaban que las medidas de prevención no se hubieran incrementado tras la experiencia de años anteriores. “El monte está como está —decían—, y con la sequía se ha convertido en una bomba de relojería. Era solo cuestión de tiempo que nos tocara a nosotros”. El comentario alude al pavoroso megaincendio de Bejís, que el verano pasado calcinó 20.000 hectáreas de monte y afectó a 26 pueblos.

Incendios climáticos

La vinculación de este tipo de incendios con la crisis climática es inequívoca. El aumento de las temperaturas y la falta de lluvias acelera los procesos de estiaje de la vegetación y facilita la propagación de plagas forestales entre los árboles. Como consecuencia, el sotobosque se convierte en una gigantesca mecha a punto de prender, lo que unido a la acumulación de leña tras la caída de árboles y ramas provocada por el paso de borrascas extremas, hace de los bosques un auténtico polvorín.

La propia Ministra de Transición Ecológica y Vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, lo señalaba durante el fin de semana desde su perfil en las redes sociales: "Los periódicos muestran los virulentos efectos del fuego y la sequía. No ha acabado marzo. Nuestra mejor inversión es reforzar la acción climática, reduciendo las causas que originan el cambio climático y fortaleciendo nuestra preparación a sus impactos".

placeholder Vecinos observando la evolución de las llamas en Villanuena de Viver (Castellón). (EFE/Domenech Castelló)
Vecinos observando la evolución de las llamas en Villanuena de Viver (Castellón). (EFE/Domenech Castelló)

Si a los efectos del calentamiento global añadimos los derivados del abandono de las prácticas forestales, como consecuencia de la falta de rentabilidad de la actividad silvícola y de una política forestal ineficaz, mucho más volcada en la prevención que en la extinción, tenemos el cóctel perfecto para la formación de estos nuevos y devastadores incendios, a los que no podemos hacer frente con el conocimiento y las herramientas actuales.

En ese sentido se manifestaba uno de los mayores expertos mundiales en gestión y extinción de incendios, el inspector jefe del cuerpo de Bomberos de la Generalitat de Cataluña y profesor de la Universidad de Lleida, Marc Castellnou, en una entrevista publicada el año pasado en este diario.

placeholder Columna de humo generado por el megaincendio de Villanuena de Viver (Castellón). (EFE/Domenech Castelló)
Columna de humo generado por el megaincendio de Villanuena de Viver (Castellón). (EFE/Domenech Castelló)

Desde su larga experiencia como asesor alrededor del mundo, “el límite de capacidad de extinción de un frente de llamas está en los 10.000 kilovatios de energía por metro cuadrado. Por encima de esas cifras es muy complicado llegar a extinguirlo”. En cambio, en los actuales incendios se llegan a superar ampliamente los cien mil kilovatios, es decir, más de diez veces esa potencia calorífica. “Cuando un incendio alcanza esa capacidad —señalaba este experto—, simplemente no puedes apagarlo

“¿Y por qué tenemos incendios que liberan tanta energía?”, se preguntaba Castellnou, “pues porque estamos sufriendo un clima extremo y hay una enorme carga de combustible en los montes”. Dos circunstancias que no hacen más que empeorar año tras año.

Foto: Un bombero forestal, en labores de extinción. (EFE/Brais Lorenzo)

El primer gran incendio de este 2023 nos vuelve a colocar frente a un enemigo que conocemos muy bien, pero al que seguimos sin saber hacer frente. La persistencia de la sequía, un fenómeno que va mucho más allá del agua que nos queda en los embalses, no ha hecho más que fortalecerlo. Nuestras serranías litorales se han convertido en un inmenso pajar tras más de dos años sin lluvias equivalentes a la media, una leñera cargada hasta los topes a punto de prender para arder de forma incontrolable de punta a punta: desde La Albera hasta Tarifa.

“No estamos tan lejos de que eso ocurra”, decía Castellnou el año pasado, añadiendo a continuación que “si no ha pasado ya es por la pericia de nuestros sistemas de extinción”. Unos sistemas que, en el caso de las dotaciones de bomberos forestales, sufren desde hace años la falta de medios adecuados y la precariedad laboral, lo que obliga a estos abnegados profesionales a asumir mayores riesgos. De ese modo, un año más, y ante una situación incluso más grave que la de 2022, el peor año de incendios en lo que va de siglo, con 310.000 hectáreas calcinadas, afrontamos un adelanto de la campaña de incendios (horrible concepto) con la guardia baja: con nuestros bosques abandonados por la administración, sin los deberes hechos en materia de prevención y sin los medios necesarios de extinción.

El incendio forestal declarado el pasado jueves en la comarca castellonense del Alto Mijares, y que afecta también a municipios de la provincia de Teruel, ha calcinado ya cerca de cuatro mil hectáreas de monte, provocando el desalojo de más de 1.500 habitantes de varios pueblos. Al cierre de esta edición, el fuego seguía activo después de cinco días de intensa lucha contra las llamas. El incendio ha sido calificado por el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, como "de sexta generación" y, por lo tanto, "imposible de dominar con los medios de que disponemos".

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