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El 'emoji' caca de Musk que puso en jaque a los socios del bufete más exclusivo de EEUU
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Cada socio ganó 8,4 millones de dólares

El 'emoji' caca de Musk que puso en jaque a los socios del bufete más exclusivo de EEUU

Los letrados de Wachtell, la firma de élite neoyorkina que pilotó la demanda de Twitter, se enfrentaron a una situación inédita: interpretar el sentido legal del emoticono de una deposición

Foto: Elon Musk y, al fondo, el logo de la red social Twitter. (Reuters/Dado Ruvic)
Elon Musk y, al fondo, el logo de la red social Twitter. (Reuters/Dado Ruvic)

Las idas y venidas, y los imprevisibles giros de guion de la compra de Twitter por parte del multimillonario Elon Musk, han convertido a esta operación en la tragicomedia de enredo del año del mundo de los negocios. Una historia, no obstante, que está lejos de haber terminado. Usuarios, empleados, competidores y fans y haters del propio Musk, aguardan con expectación las primeras decisiones del nuevo mandamás de la red social del pajarito. Unas medidas que deberán dar alguna pista sobre la gran pregunta aún sin respuesta en todo este proceso: ¿para qué quiere Twitter el fundador de Tesla?

Nadie libra de las excentricidades del hombre más rico del mundo, que el pasado 14 de abril tuiteó la ya famosa frase "He hecho una oferta". Su reciente entrada en la sede de la red social cargando un lavabo es prueba de ello. Tampoco los socios del bufete más rentable y elitista del mundo, el neoyorkino Wachtell, Lipton, Rosen & Katz, firma especializada en asuntos de alta complejidad, y a la que Twitter recurrió para demandar a Musk tras su intento de dar marcha atrás en su oferta de compra de 44.000 millones de euros.

En un reciente artículo publicado por el Financial Times, en el que se detallaban los vericuetos de este intrincado culebrón, se describía como los socios del bufete, al analizar con precisión quirúrgica las palabras y acciones de Musk, chocaron con algunos comentarios y expresiones que no supieron cómo interpretar. Las formas espontáneas y anárquicas del multimillonario resultaban, en muchos casos, indescifrables para los letrados más veteranos del bufete, más habituados a las formalidades y protocolos del Derecho y las negociaciones de alto postín.

"Para los abogados más experimentados, la poco ortodoxa toma de control de Twitter por parte de Musk les obligó a abrir nuevos caminos legales una vez se desató la feroz batalla legal entre las partes", describe el Financial Times. Y así fue. Es probable que los elitistas letrados de Wachtell Lipton, surgidos de entre los mejores expedientes de las mejores universidades de Estados Unidos, nunca se hubieran imaginado a sí mismos incluyendo en una demanda una captura de pantalla del emoji de una caca sonriente y desarrollando un fundamento jurídico en el que se defendiera cómo debe interpretarse la mencionada deposición digital. Pero así sucedió.

Los elitistas abogados de Wachtell nunca se imaginaron a sí mismos incluyendo en una demanda el 'emoji' de una caca sonriente

En el escrito presentado a mediados de julio en la Corte de Equidad de Delaware, tribunal especializado en conflictos corporativos, cuatro días después de que Musk retirara su oferta por Twitter, los abogados de Wachtell Lipton incluyeron el pantallazo de una respuesta del multimillonario a un hilo de Parag Agrawal, hasta hace unas semanas CEO de Twitter. El tuit tan solo incluía el emoticono de la caca feliz. El contraste entre la impecable redacción de la demanda y lo burdo de la imagen insertada debió generar no pocos comentarios jocosos entre los integrantes del órgano judicial y los abogados contrarios.

Porque si algo caracteriza a Wachtell Lipton es su elitismo. Tanto en la selección de sus profesionales, perfiles de excelencia surgidos de escuelas de Derecho top norteamericanas como Harvard, Yale, Columbia o Stanford, como en la de los asuntos que atienden. Como contó el diario Expansión en un reportaje publicado en 2013 tras visitar las oficinas del bufete en Nueva York, un abogado de la firma consultó a su superior sobre la conveniencia de aceptar o no un asunto muy lucrativo. El socio le preguntó si se trataba de una cuestión jurídicamente compleja y el asociado le respondió que no, que era sencillo, pero que supondría unos ingresos muy relevantes para el despacho. "Entonces no, no nos interesa", sentenció el responsable.

La predilección de Wachtell Lipton por los litigios complejos y las soluciones legales altamente sofisticadas viene de lejos y forma parte de su cultura. A comienzos de los 80, uno de los name partners del despacho, Martin Lipton, diseñó las denominadas poison pills (píldoras venenosas), una serie de modificaciones estatutarias y en los órganos de administración de las compañías con las que pretendía levantar un escudo antiopas hostiles en las mismas. La propuesta fue despreciada y ridiculizada por muchos de sus colegas juristas, hasta que en 1985, la Corte de Delaware dio validez a dicha arquitectura jurídica, disparando el prestigio de Lipton y su bufete, y convirtiendo la innovación jurídica en un pilar de la cultura e idiosincrasia de Wachtel Lipton.

Foto: Ilustración: P. L. Learte
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Unas soluciones altamente sofisticadas, todo sea dicho, que no solo han revolucionado el mundo del Derecho, sino que también han engordado la cuenta de resultados de Wachtell. Desde hace muchos años, los socios del despacho neoyorkino son los mejor pagados del mundo. En el último ejercicio, el beneficio por socio de la firma alcanzó los 8,4 millones de dólares, a más de un millón de diferencia del segundo y el tercer clasificado, Kirkland & Ellis (7,39 millones de dólares) y Davis Polk (7,01 millones).

Es por ello, por lo que entre el sector legal norteamericano la revelación del Financial Times sobre la caca sonriente en la demanda de Wachtell Lipton ha generado numerosos comentarios jocosos. "Es una entrada que me encantaría ver: 'Borrador de correo al socio sénior RE: emoji de caca'", bromeaba en un artículo de esta semana la periodista Kathryn Rubio, redactora del medio especializado Above The Law. En este sentido, el diario británico abundaba en que los abogados más veteranos del despacho tuvieron que solicitar ayuda a los júniors para desentrañar con precisión qué quiso decir Musk en su respuesta a Agrawal. "Los letrados más jóvenes se convirtieron en los explicadores de memes de los seniors, descifrando las publicaciones esotéricas de Musk, incluido el emoji de un montón de caca, para poder usarlo en su contra", reseñaba en su artículo.

El valor legal del emoji

La generalización de la comunicación digital ha multiplicado de forma exponencial la utilización de los elementos propios de la misma, como emojis, gifs o stickers. Como consecuencia inevitable, y fruto del surgimiento de conflictos en los que ha mediado este tipo de interacción, el Derecho está teniendo que empezar a plantearse qué valor tiene cada una de esas fórmulas de expresión. ¿Tiene el mismo valor legal la representación gráfica de una idea u emoción, como son los emoticonos, que su afirmación a través de palabras? La respuesta no puede ser un rotundo sí, pues la evaluación del emoji dependerá del contexto. Pero tampoco cabe una negativa total, pues al final son elementos con los que el emisor transmite algún tipo de mensaje, y así van interpretándolo los jueces.

No es lo mismo interpretar un pulgar hacia arriba, signo inequívoco de un "ok", que una caca sonriente, como el caso Twitter-Musk

Quizás el caso más significativo, en este sentido, fue el resuelto por la Audiencia Provincial de Valladolid en noviembre de 2018, en el que el propietario de una máquina reclamaba a su arrendatario que le pagara más por la misma. En el contrato habían estipulado que la renta dependería de las horas de uso que se le diera, cuestión que estaba en discusión. Sin embargo, los magistrados entendieron como prueba determinante para el resultado del asunto el pulgar hacia arriba que empleó el inquilino cuando el propietario le puso el tiempo de uso de la máquina en el chat de WhatsApp que compartían los dos. "El emoticono es la consecuencia de otras conversaciones anteriores en las que van especificando el número de horas trabajadas con la máquina a las que el demandado no pone ninguna objeción, por lo que la inferencia lógica es que las acepta, lo cual se culmina con el emoticono con el que da su conformidad", afirman en la sentencia.

"La litigación se basa en pruebas y, en la medida en que cada vez empleamos más las redes sociales, estás se han convertido en un elemento probatorio con más relevancia en los procedimientos judiciales", explica Joaquín Jiménez, socio del bufete Ayuela Jiménez, que señala que trabajar con correos electrónicos o chats de WhatsApp es algo ya habitual para los profesionales del Derecho. Ahora bien, no es lo mismo, como en el caso de Valladolid, interpretar un pulgar hacia arriba, signo inequívoco de un "ok", que una caca sonriente, como sucedió a los socios de Wachtell. "En contra de lo que pueda parecer, los abogados en España, incluso los más veteranos, están bastante familiarizados con el lenguaje digital. Te sorprendería", asevera Jiménez, subrayando que, al menos en su experiencia, no existe una brecha generacional tan grande como la que relataba el Financial Times.

Foto: Foto: Reuters/Callaghan O'Hare.

En lo que sí existe cierto paralelismo, agrega el también socio del bufete, Pablo Torán, es en la dificultad de trabajar con grandes personalidades, como la de Elon Musk, bien sean del entorno empresarial o de la política. "Son ganadores; personas acostumbradas a tomar decisiones difíciles e importantes, y a acertar con ellas. Por eso es habitual que quieran imponer su criterio, también en el ámbito de un proceso judicial, en el que, sin embargo, las normas no son las mismas que las de su vida profesional", expone. La mejor solución para lidiar con ellos, continúa, Torán es "compartir con él la estrategia de tal manera que piense que la decisión final que se toma también es suya, porque este tipo de cliente nunca va a renunciar a implicarse al máximo en su defensa". Una mano izquierda que no siempre es posible, completa Joaquín Jiménez, que asegura que en caso de que el consenso se torne imposible, es mejor renunciar a la defensa "en los mejores términos".

Las idas y venidas, y los imprevisibles giros de guion de la compra de Twitter por parte del multimillonario Elon Musk, han convertido a esta operación en la tragicomedia de enredo del año del mundo de los negocios. Una historia, no obstante, que está lejos de haber terminado. Usuarios, empleados, competidores y fans y haters del propio Musk, aguardan con expectación las primeras decisiones del nuevo mandamás de la red social del pajarito. Unas medidas que deberán dar alguna pista sobre la gran pregunta aún sin respuesta en todo este proceso: ¿para qué quiere Twitter el fundador de Tesla?

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