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Uriarte, el obispo del nacionalismo vasco
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cierra un largo período

Uriarte, el obispo del nacionalismo vasco

Fue mediador fallido con la banda terrorista ETA y el redactor de la carta de los obispos vascos de mayo de 2002 contra la ilegalización de HB

Foto: El obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte. (EFE/David Aguilar)
El obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte. (EFE/David Aguilar)

Tras el fallecimiento en 2018 de José María Setien Alberro, obispo de San Sebastián entre 1979 y 2000, la única referencia de la jerarquía vasca de militancia nacionalista fue su sucesor, Juan María Uriarte Goiricelaya, titular de la diócesis donostiarra hasta 2009. Falleció ayer en el hospital de Basurto de Bilbao a los 90 años. Desaparece con el que fuera también prelado de Zamora (1991-2000) y, antes, auxiliar de Bilbao (1978-1991), un hombre comprometido contradictoriamente con la defensa de la identidad nacionalista vasca y con el impulso de un propósito de paz condescendiente con la significación de la banda terrorista ETA que siempre entendió como una expresión inevitable del que impropiamente se denominó el conflicto vasco. Fue un nacionalista vasco de los pies a la cabeza y no siempre logró, aunque lo intentó, sobreponer su ideología a sus obligaciones pastorales.

Se le atribuye la carta titulada Preparar la paz que firmaron él como prelado de San Sebastián, Ricardo Blázquez como titular de Bilbao y Carmelo Etxenagusia como su auxiliar, y Miguel José Azurmendi, prelado de la diócesis de Vitoria. En ese texto los cuatro prelados de las diócesis vascas, publicado el 30 de mayo de 2002, mostraron su alarma ante la inminente ley de partidos que preparaba el Gobierno de José María Aznar para ilegalizar a Herri Batasuna.

Foto: El obispo emérito Juan Maria Uriarte. (EFE/Luis Tejido)

El párrafo esencial de aquella carta episcopal decía lo siguiente:

"No nos incumbe valorar los aspectos técnicos de un proyecto legal que despierta adhesiones y críticas entre los expertos. Resultaría precipitada en estos momentos una valoración moral ponderada de dicho texto, aún no del todo fijado. Tampoco podemos prever todos los efectos de signo contrapuesto que podrían derivarse de su aprobación y eventual aplicación. Pero nos preocupan como pastores algunas consecuencias sombrías que prevemos como sólidamente probables y que, sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y ETA, deberían ser evitadas. Tales consecuencias afectan a nuestra convivencia y a la causa de la paz. Nuestras preocupaciones no son solo nuestras. Son compartidas por un porcentaje mayoritario de ciudadanos de diversas tendencias políticas, encomendados a nuestro servicio pastoral".

Y, añadía: "La convivencia, ya gravemente alterada, ¿no sufriría acaso un deterioro mayor en nuestros pueblos y ciudades? Probablemente, la división y la confrontación cívica se agudizarían. No vemos cómo un clima social así pueda afectar favorablemente a la seguridad de los más débiles: los amenazados. Más bien nos tememos que tal seguridad se vuelva, lamentablemente, más precaria. No somos, ni mucho menos, los únicos que albergamos esta reserva cautelosa".

Foto: Un acto electoral de Bildu con Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta) Opinión

El Congreso de los Diputados, sin embargo, aprobó la ley orgánica 6/2002, el 27 de junio, con una aplastante mayoría: 304 votos de los 350 que conformaban —como ahora— la Cámara legislativa. Luego, HB fue ilegalizada por el Tribunal Supremo en sentencia unánime del 17 de marzo de 2003 y ratificada por el Constitucional el 16 de enero de 2004, igualmente por unanimidad de sus magistrados. La "sombrías consecuencias" que como "muy probables" advirtieron los cuatro obispos no se produjeron. Por el contrario, la ilegalización del partido de ETA contribuyó decisivamente a su derrota policial. Un episodio histórico que desautorizó el diagnóstico de la jerarquía eclesiástica vasca liderada por Juan María Uriarte y que hizo evidente su conexión con los sectores nacionalistas de la sociedad vasca. Muy explícitos en la homilía del funeral del columnista de El Diario Vasco y El Mundo, José Luis López de la Calle, asesinado por ETA el 7 de mayo de 2000. Ante el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, volvió a reclamar el diálogo con los etarras.

Antes de que el fallecido prelado emérito de San Sebastián inspirase, redactase y convenciera a los responsables de las diócesis de Bilbao y Vitoria a suscribir la carta, protagonizó una suerte de particular mediación entre el Gobierno popular y la banda terrorista ETA. El entonces obispo de Zamora aceptó la invitación del ejecutivo presidido por Aznar para contactar con la dirigencia de ETA, explorar las posibilidades de cese definitivo de su actividad terrorista y mantener la tregua de sus acciones criminales declarada en septiembre de 1998.

El prelado, vascoparlante, mantuvo contactos previos en España —sumamente discretos— con los enviados del presidente del Gobierno (Ricardo Martí Fluxá, Pedro Arriola, fallecido en 2022, y Francisco Javier Zarzalejos). La implicación de Juan María Uriarte fue cautelosa, más bien tímida, voluntariosa, pero no decisiva. Su presencia e intervención no resultó disuasoria para la banda que rompió su tregua en noviembre de 1999, y en enero de 2000 asesinó al teniente coronel Pedro Antonio Blanco. Los etarras no quisieron mantener nuevos contactos con los enviados de Aznar. Juan María Uriarte, frustrado, adujó para distanciarse de su mediación, filtraciones de su intervención que él consideró no debía trascender.

La implicación de Juan María Uriarte fue cautelosa, más bien tímida, pero no decisiva

En la diócesis de Zamora, Juan María Uriarte dejó un grato recuerdo, pero su nombramiento como obispo de San Sebastián en el año 2000 y, tras su experiencia en la mediación con la banda terrorista ETA, pareció urgirle a una significación política que volcó en su oposición a la ilegalización de HB. Tras la carta de los obispos vascos de mayo de 2002, inocua a efectos de evitar la aprobación de la ley de partidos, provocó un fuerte malestar en la mayoría de los prelados españoles que contestaron a los de las diócesis vascas con una inédita nota de la secretaría general de la Conferencia Episcopal Española:

En la tarde de ayer, jueves 30 de mayo, los Obispos de Bilbao, San Sebastián y Vitoria han publicado una carta pastoral titulada Preparar la paz. Ante las reiteradas consultas dirigidas a la Conferencia Episcopal Española, la Oficina de Información se siente en el deber de aclarar los siguientes extremos:

1. Los Obispos de las diócesis citadas han hecho pública la mencionada carta pastoral bajo su exclusiva responsabilidad como pastores de sus propias Iglesias particulares.

2. La Secretaría General de la Conferencia Episcopal Española no ha conocido el texto de la carta pastoral hasta unos instantes antes de su difusión por los medios de comunicación social.

3. Ninguno de los órganos de la Conferencia Episcopal Española ha estimado necesario pronunciarse sobre la Ley de partidos políticos, cuya aprobación se está tramitando en el Congreso de los Diputados en el ejercicio de sus competencias constitucionales.

4. Por último, la Oficina de Información quiere poner de relieve la firme condena que hace el documento del terrorismo de ETA que no tiene justificación alguna, ni moral, ni jurídica, ni política.

La mayoría de los obispos españoles consideraron que Uriarte había traspasado los límites de su función

La mayoría de los obispos españoles consideraron que Juan María Uriarte había traspasado los límites de su función y arrastrado a otros prelados. A partir de entonces, el obispo de San Sebastián continuó al frente de la diócesis, pero se mantuvo en un silencio que ya no rompería.

Cuando se retiró en 2009, el Vaticano, de acuerdo con la Conferencia Episcopal, sustituyó a los cuatro obispos de forma progresiva con nombramientos de eclesiásticos de bajo perfil político y, en algunos casos, distanciados de cualquier coincidencia con el nacionalismo vasco, aunque elevando la categoría de Ricardo Blázquez —arzobispo—cardenal de Valladolid entre 2010 y 2022— que, de inmediato rectificó su alineamiento con el prelado de San Sebastián. Juan María Uriarte fue, así, el último obispo afecto al nacionalismo vasco y, en cierto modo, con su fallecimiento se cierra un largo período histórico en el que la Iglesia vasca ha sido un factor de reproducción de la ideología que encarna el PNV y que elaboró un discurso de ambigüedad sobre las causas del terrorismo de ETA.

Tras el fallecimiento en 2018 de José María Setien Alberro, obispo de San Sebastián entre 1979 y 2000, la única referencia de la jerarquía vasca de militancia nacionalista fue su sucesor, Juan María Uriarte Goiricelaya, titular de la diócesis donostiarra hasta 2009. Falleció ayer en el hospital de Basurto de Bilbao a los 90 años. Desaparece con el que fuera también prelado de Zamora (1991-2000) y, antes, auxiliar de Bilbao (1978-1991), un hombre comprometido contradictoriamente con la defensa de la identidad nacionalista vasca y con el impulso de un propósito de paz condescendiente con la significación de la banda terrorista ETA que siempre entendió como una expresión inevitable del que impropiamente se denominó el conflicto vasco. Fue un nacionalista vasco de los pies a la cabeza y no siempre logró, aunque lo intentó, sobreponer su ideología a sus obligaciones pastorales.

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