El porqué de que haya dos puertas gemelas en el histórico y fugaz Ayuntamiento de Madrid

Puede parecer mentira, pero el Ayuntamiento de Madrid careció de inmueble propio hasta finales del siglo XVI, cuando se puso en marcha la construcción del edificio histórico situado en la plaza de la Villa. Este inmueble acogió a las autoridades municipales hasta el momento en el que se trasladó, hace menos de dos décadas, a su nueva ubicación: el Palacio de Comunicaciones. ¿Por qué este edificio tiene dos puertas similares? ¿Cuál es el motivo de tener un Patio de Cristales sin cristales? Y esa columnata que da a la calle Mayor, ¿para quién se hizo?

Fue en tiempos de Felipe IV cuando la ciudad decidió tener una sede propia dedicada a albergar el órgano más representativo del Gobierno de la villa y corte. Así lo recuerda Maribel Piqueras, especialista en patrimonio madrileño: “Las viejas casas que ocupaban la zona fueron adquiridas por el Ayuntamiento a fines del siglo XVI, para ser posteriormente derribadas en 1619. Diez años después recibe autorización del Consejo de Castilla para hacer su nuevo edificio consistorial”.

Al frente del proyecto, al menos al principio, estuvo Gómez de Mora, el arquitecto municipal, quien llevó a cabo una edificación sobria en este inmueble de tres alturas con buhardillas y otras tres torres. El maestro mayor de la villa, José de Villarreal, se puso al frente de la construcción una vez fallecido Gómez de Mora. Fue él quien en 1653 realizó las trazas definitivas, tal y como describe la especialista, en las que el patio se yergue como el protagonista del enclave.

¿Por qué dos puertas similares?

Uno de los aspectos más curiosos del edificio son las dos puertas gemelas que alberga y que tiempo después servirían para diferenciar la entrada al Concejo y a la Cárcel de la Villa. “Las dos puertas hacían como de entrada de la ciudad por medio de dos calles en el interior de la Casa de la Villa. Una disposición totalmente original”, opina Piqueras. La más cercana a la calle Mayor estaba dedicada para la prisión mientras que la otra funcionaba de entrada para las autoridades municipales. En la Cárcel de la Villa, en teoría, iban destinadas aquellas personas que delinquían con estafas municipales o contra los arbitrios de la Villa.

“Era la Cárcel de la Villa lo más estrecho, lóbrego e inmundo que puede imaginarse, y un padrón de ignominia para la capital su célebre calabozo del infierno en el que indistintamente ingresaban los más temibles criminales y los patriotas víctimas de las venganzas del Deseado. Allí estuvieron varios días en forzada soledad Olózaga y Candelas, Bringas y Blaseiro, y muchos honrados liberales salieron de la prisión de la Villa para morir en el cadalso”, describió Fernández de los Ríos, tal y como Piqueras recoge en su blog, “Madrid con Encanto”.

A pesar de que Villarreal casi vio terminada esta obra, falleció en 1662. Le tomó el relevo Bartolomé Hurtado hasta 1670, año de la inauguración oficial. Hasta los años noventa del siglo XVII no se finalizaron los trabajos para su uso como Casa de la Villa. En tiempos de Carlos II se recargó la decoración con el estilo propio de esa época: las molduras sobre las puertas principales, los escudos y remates de las torres corresponden al trabajo durante ese reinado de José Olmo y Teodoro Ardemans, añade la experta.

Cabe resaltar que los frescos del interior que embellecen el Salón de Sesiones son obra de Palomino, realizados entre 1692 y 1696.” En ese techo del Salón de Sesiones, rodeado de quadratturas de arquitectura fingida, situó la escena de la exaltación de la monarquía. La villa de Madrid es una figura de rodillas que mira al medallón de Carlos II con toisón”, continúa Piqueras.

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F. S.

Otra importante y luminosa sala, que da a la calle Mayor, es el Salón de Recepciones. En una sala de paso, antes de llegar a él, se expone la famosa Custodia de Plata del siglo XVI. La bóveda que cubre este salón presenta escudos de Madrid en los laterales y un gran escudo central, donde se aprecia la unión de España y Portugal, tal y como la propia experta en patrimonio escribió.

Columnata para presidir eventos

Alberto Tellería, vocal de la junta de Madrid, Ciudadanía y Patrimonio (MCyP), menciona la construcción de una columnata neoclásica como la última reforma que sufrió el exterior del edificio. Incorporada en 1789 por Juan de Villanueva, “desde ahí la reina tenía un lugar preponderante a la hora de asistir a eventos como el Corpus, ya que se asoma a la calle Mayor”, especifica. “Es preciosa y no muy visible, está perfectamente integrada. Es uno de los grandes aciertos del edificio”, agrega.

El siglo XIX llegó al inmueble con la decisión de cubrir el patio mediante una cristalera artística y el suelo, también con baldosas de cristal. Todo aquello desapareció, menos el nombre: Patio de Cristales. “Se elevó el suelo y cerraron los balcones que daban a la galería. Hoy el patio se levanta sobre lo que fueron las arquerías clásicas de la planta primera. Colocaron un suelo de hormigón”, agrega la especialista. Las puertas que se abren al actual patio se corresponderían con los balcones de lo que era la planta primera y los huecos sobre ellas se cegaron en 1896 para colocar los bustos de madrileños ilustres.

En la Guerra Civil se destruyó este patio, reconstruyéndose en la década de los 40 con una moderna vidriera con escenas de Madrid, en las que aparecen la Puerta de Alcalá o San Isidro. La última gran reforma llegó de la mano de Luis Bellido, a comienzos del siglo XX, al realizar el arco de unión con la contigua Casa de Cisneros y el traslado del despacho del alcalde a la torre de esta Casa.

¿Acierto o error?

“Este edificio acabó siendo muy importante por su posición dentro de la ciudad al dar a la calle Mayor, algo que cambió desde el momento en que decidieron trasladar el Ayuntamiento al Palacio de Cibeles en 2007, donde está actualmente su sede”, reflexiona Tellería. El especialista no ve con buenos ojos este movimiento: “La idea de trasladar el Ayuntamiento de su sede histórica, construida ex profeso para ello, no lo ha hecho ninguna ciudad de renombre. Madrid ha perdido una oportunidad increíble de relacionar la historia de la ciudad con el edificio que aloja el Consistorio, porque ahora no se sabe muy bien para qué sirve ni la Casa de la Villa ni la Casa de Cisneros”, concluye.