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Gaspar Antuña, el DJ que lleva 20 años agitando las principales salas de la capital
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Veladas que son parte del recuerdo

Gaspar Antuña, el DJ que lleva 20 años agitando las principales salas de la capital

Es uno de los grandes de la noche madrileña tras dos décadas programando y pinchando en algunos de los principales espacios de fiesta. La electrónica y los sonidos más orgánicos son sus ejes conductores

Foto: Gaspar Antuña. (Cedida)
Gaspar Antuña. (Cedida)

Todos los primeros sábados de mes, desde hace siete años, Gaspar Antuña se sube junto a Elena Vilabrille al escenario del Café Berlín para celebrar Papaia, una sesión que hace de la diversidad estilística una de sus principales bazas. "Son tantas horas, que yo voy echando a la saca todo lo que voy encontrando", confiesa Antuña, instigador de una de las noches más movidas de la actual escena madrileña. Seis horas donde da cabida a géneros como el hip hop, el balearic, el nu disco o el house. “Todo lo que haya por ahí, como si estuviera alguien haciendo zapping de un modo compulsivo”, comenta con cierto humor.

Antuña es uno de los grandes de la nocturnidad capitalina, con dos décadas a sus espaldas, programando y pinchando en algunos de los principales espacios de la fiesta, con la electrónica y los sonidos más orgánicos como ejes conductores de veladas que ya forman parte del recuerdo. "Cuando empecé en el primer Berlín [el que estuvo en la calle Jacometrezo], tenía un abanico más amplio. De hecho, era casi todo sonido orgánico", apunta de esos años, entre el 2012 y el 2016, cuando se inaugura el Berlín de Costanilla de los Ángeles. En ese primer espacio se lanzaba a jugar con el jazz, la música brasileña y el swing. "Ponía swing a las 5 de la mañana y se caía el sitio", añade. "Y luego había sonidos más sintéticos, a lo mejor había neosoul, había un sonido más ochentero, pero había muy poco house y mucho disco".

Papaia, la busqueda de la belleza

En el Papaia de ahora, con un delicioso y elegante diseño de Jose Salas, cuyo nombre homenajea a un tema de Alex Malheiros, guitarrista y bajista del legendario grupo de funk setentero Azymuth, hay una asistencia muy heterogénea. "Es un público muy curioso, hay gente desde muy joven hasta muy mayor, de más de 55 años, amigos nuestros que vienen a bailar. Pero me llaman la atención las generaciones de veintipocos, incluso hay una pandilla de productores de trap que vienen siempre y se ponen en una esquina", describe Antuña de la concurrencia que acude a sus fiestas, en las que interviene también su compañera Vilabrille, detrás del escenario, bailando y siempre con un outfit muy buscado: "La mezcla es bastante fantasiosa".

placeholder Gaspar y Elena en Dekmantel. (Foto: Marc VigilSelectors)
Gaspar y Elena en Dekmantel. (Foto: Marc VigilSelectors)

En las sesiones de Gaspar y Elena, donde a veces puede sonar algo de Floating Points o de Maurice Fulton, "hay una búsqueda de la belleza y de la singularidad", como le gusta definirlo a él. "Y yo creo que el hecho de que sea músico afecta bastante a la manera que tengo de pinchar", continua. "Además de que llevo más de 15 años metido hasta las cejas en esto. Es decir, yo he pasado por todas las etapas y géneros de estas dos últimas décadas, las he vivido pinchando".

Y menciona el interés que suscitan, por ejemplo, temas de Jazzanova de 1999 que vuelven. “Eso es muy curioso. Es una vuelta de tuerca”. Y se abre: “De lo que me he dado cuenta hace tiempo, es de que no tengo mucho interés en pinchar para lo que se supone que es la escena. Al final pongo música para aquella gente que la disfruta”. Y menciona el día que comentó esto mismo con el cocinero asturiano Nacho Manzano, dos estrellas Michelin, donde este le dijo que cocinaba para los disfrutones: "Y me pareció una explicación estupenda. Yo pincho para la gente que ama la música".

Café Berlín, el club de las estrellas

En estos últimos siete años ha llevado como programador muchos de sus gustos y su estilo elegante a la cabina del Berlín, por donde han pasado algunos de los mejores pinchadiscos del planeta. "Desde el principio fui como una especie de consejero", comenta de su función, que realiza a cuatro manos con Nacho Larache, otro de los nombres importantes de este Madrid rendido a los sonidos más finos. Antes que ellos, nunca hay que olvidarlo, estaba Ezequiel Brid, agitador e inquieto visionario. Entre esos nombres que han desfilado por los platos del Berlín hay figuras referenciales de lo que es el sonido más cálido y divertido de la escena a nivel mundial.

"El primero y más mítico fue Sadar Bahar, porque representaba un poco esa cosa que no teníamos en Madrid", señala de esos nombres puestos en dorado en su ranking ideal. También Maurice Fulton, Antal, Hunee, Diskjokke, Motor City Drum Ensemble… en una nochevieja antológica: "Y también Jamie Tiller [el capo de Music From Memory], que justo acaba de fallecer y lo traje dos veces; o Tornado Wallace, que fue espectacular. La verdad es que Shanti Celeste, que vino dos veces, también me gusto mucho. Hay muchas personas... Follamour antes de que lo petara, estuvo aquí un jueves por 800 euros".

La dulce fiesta de los dosmiles

La trayectoria de Antuña se inicia en Gijón, donde nace hace 51 años. Ahí se forma y da salida a su pasión por la música, en noches interminables en clubes como La Real o Rocamar, donde pinchaba el insigne Yke. A comienzos de los dosmiles aterriza en Madrid, en poco tiempo hace piña con Wagon Cookin, un pequeño dúo de electrónica que explotó en esos años. Con ellos de la mano conoce a la gente que hay detras de las sesiones de los domingos en la antigua discoteca Bash, en el Palacio de la Prensa.

placeholder Cartel de Fabrik. (Cedida)
Cartel de Fabrik. (Cedida)

“En seis meses ya estaba programando a Osunlade en el Weekend”, rememora de esos años, junto a Roberto Rodríguez, el DJ que cambió la forma de salir el último día de la semana en Madrid. "Yo programaba a los guiris, a los invitados. Obviamente con Roberto de la mano". Es cuando estrellas del firmamento minimal y house aparecen por la capital: Frank Wiedemann, la cabeza pensante en Innervisions y mitad del dúo aleman Âme, Henry Schwartz, DJ Deep, Franck Roger, Dixon, Pete Herbert, Afronaut. Un disparate para aquellos días, donde además comenzó a llevar uno de los espacios de Goa, la principal fiesta diurna.

Goa, los domingos interminables

Goa representaba mejor que ningún otro espacio las posibilidades de pasárselo bien en la capital. Unos años en los que salir a bailar de día se convirtió para decenas de miles de personas en algo habitual. El baile como motor de una ciudad mucho más atractiva y viva. Antuña fue el encargado de la sala Cristal, que se convertirá en una especie de festival musical con periodicidad mensual. "Imagínate, Innervisions, por ejemplo, tuvo una residencia anual durante mucho tiempo. Sé que les ofrecían cosas en otros sitios, pero siempre venían a Goa", recuerda Antuña.

"Tuvimos más o menos suerte. Fue un trabajo muy entretenido: Todd Terje, Theo Parrish, Aril Brikha, Los Hermanos… Pero en 2008 los cachés se dispararon. La escena dio una vuelta increíble. Era otro mundo, en el que primaba que tuvieras un poco de ojo. Evidentemente, no con Theo Parrish, que cualquiera lo puede traer", ironiza el ojeador gijonés. Entre 2006 y 2010 pasaron por los diferentes escenarios de Goa personajes como Alter Ego, Tiefschwarz, Marc Houle, Magda, Maral Salmassi, Green Velvet

placeholder Gaspar en plena sesión. (Cedida)
Gaspar en plena sesión. (Cedida)

El Junco y el "hacer lo que me gusta"

Y al mismo tiempo, Antuña comenzó de residente los sábados en el Junco de Alonso Martínez. "Era un club de jazz donde ponía música con mi mejor amigo, con el que yo me había venido de Asturias", señala de ese periplo, ocho años, entre 2004 y 2012, aproximadamente. “Nos dieron todos los sábados, seis horas. Él era el encargado y ahí sí que poníamos de todo. Además, venían los músicos de jazz después de los bolos y tocaban por encima. Poníamos soul, rap, disco, boogie, two-step, todo lo que se te ocurra”. Al Junco y al Weekend le siguió Charada. "Y yo estaba ahí, la primera programación salió de mí", dice.

Hoy Gaspar sigue a pleno rendimiento, no le pierde el hilo a nada. Sin embargo, se toma las cosas con otro ritmo. "Supongo que será el signo de los tiempos. Pero yo que he sido un nerd en toda regla —es decir, yo me sabía todos los productores, los arreglistas, los sellos—, ahora no sé absolutamente nada, hasta el punto que hay gente que piensa que le estoy tomando el pelo", comenta. Su interés reside más en observar a la gente, en saber lo que les hace vibrar, sin poner el acento en sí, es un disco raro o algo difícil de localizar. Sin buscar reconocimiento, este verano, fue el único español invitado al exclusivo Dekmantel Selectors, un festival celebrado en Croacia. "Sigo haciendo lo que me gusta", dice con tranquilidad.

Todos los primeros sábados de mes, desde hace siete años, Gaspar Antuña se sube junto a Elena Vilabrille al escenario del Café Berlín para celebrar Papaia, una sesión que hace de la diversidad estilística una de sus principales bazas. "Son tantas horas, que yo voy echando a la saca todo lo que voy encontrando", confiesa Antuña, instigador de una de las noches más movidas de la actual escena madrileña. Seis horas donde da cabida a géneros como el hip hop, el balearic, el nu disco o el house. “Todo lo que haya por ahí, como si estuviera alguien haciendo zapping de un modo compulsivo”, comenta con cierto humor.

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