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Feria de San Isidro | Hombres a hombros

Lleno de no hay billetes, y ya van varios esta semana. Cartel de máxima expectación que junta tres toreros de gran ambiente en Madrid

Foto: El diestro Pablo Aguado durante la novena jornada de la Feria de San Isidro. (EFE/Kiko Huesca)
El diestro Pablo Aguado durante la novena jornada de la Feria de San Isidro. (EFE/Kiko Huesca)

Plaza Monumental de Las Ventas, 19 de mayo de 2023

9ª de la Feria de San Isidro.

Lleno de no hay billetes, y ya van varios esta semana. Cartel de máxima expectación que junta tres toreros diferentes de gran ambiente en Madrid. Castella en su reaparición en esta plaza tras tres años de voluntario retiro y Manzanares y Pablo Aguado muy del gusto de esta afición. Tarde primaveral de inicio y fría de mitad de festejo para adelante, y con el viento inevitable de todos estos días que siguió perjudicando a los toreros y al espectáculo.

Cinco toros de Jandilla y uno, sexto de Vegahermosa, de entre 515 y 550 kilos. Extraordinariamente presentados. Corrida pareja, seria, bajita, cuajada y muy serios por delante. Sin exageraciones de tamaño, con trapío más que suficiente para la primera plaza del mundo. Justos de fuerza en general, los tres primeros y el sexto fueron los más flojos. El cuarto, Rociero de nombre, extraordinario, embistió con raza y bravura la muleta de Castella, repitió con empuje y transmitió a los tendidos peligro y belleza en su acometida, muy ovacionado en el arrastre, algunos pidieron la vuelta al ruedo que hubiera sido justa. El quinto, con buena condición, parado, no dio ningún juego. El sexto se dejó casi todo en el caballo y evolucionó a peor en la muleta, tampoco dio opciones de nada.

Manzanares, de azul marino y oro, ovación y aplausos tras una magistral estocada

-Sebastián Castella, de blanco y plata, aplausos y dos orejas. Salió por quinta vez en su carrera la puerta grande.

-Jose María Manzanares, de azul marino y oro, ovación y aplausos tras una magistral estocada

-Pablo Aguado, de grosella y oro, aplausos y silencio.

Muy bien Chacón y Juan Sierra con los palos.

Foto: . El diestro Ginés Marín brinda la faena del sexto de la tarde en el cuarto festejo de la Feria de San Isidro. (EFE/Daniel González)
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Engrandece la figura del torero triunfante la peana humana que lo traslada al final de los festejos con puerta grande de premio. Asume el improvisado costalero todo el peso del homenajeado sobre sus hombros con precisión infalible y velocidad de reacción admirable. Porque no vale cualquiera ni vale cualquier momento. Hay un instante justo en el que se debe elevar al torero. Deben haber abandonado la zona de los saludos los toreros alternantes y deben comenzar los aplausos de reconocimiento del público circundante. La técnica parece fácil, pero resulta un oficio.

Se ofrece el profesional al traslado honorífico y laudatorio por cuenta de la amistad, la admiración o el dinero. En este último caso, de forma irónica y en cierto modo despectiva, reciben en el argot el mote de "capitalistas". Porque cobran por la carga, no necesariamente por kilos que no están para balanzas. Conozco algunos expertos que van haciendo temporada y los ves como en cuadrilla por los lobbys de los hoteles de Valencia, de Sevilla, de Madrid y de donde haga falta. Acuden por la mañana después de complicados traslados por no poder permitirse ni siquiera coche propio y les gusta hacerse presentes ante mozos de espadas o apoderados en sus paseos nerviosos de matinal de corrida. En un contrato verbal firmado a trazo de guiño muestran su disposición y su férreo compromiso de ser los primeros en bajar al ruedo y los primeros en subirlos.

Cinco mil pesetas cobraban en plazas de poco fuste las pocas veces que me cobraron. Desconozco la actualización de las tarifas, el impacto de la aplicación del euro y el efecto inflacionario, pero calculo que como medio de transporte el precio resultante por kilómetro no debe ser nada barato. Hoy todo está caro.

Pagará Castella en Madrid el servicio de transporte de estos 'riders' de otros tiempos

Son personajes queridos a pesar de sus exigencias. Ponen en alto al torero sin tener que darles de alta. Algunos, los que siguen al Juli a Castella o a Roca podrían considerarse falsos autónomos. Son al colofón del triunfo el pódium que visibiliza al verdadero protagonista. Ese aporte a la exposición del artista es normal que tenga precio. Y estrategia empresarial me creo. En plazas de ruedo grande el trabajo por colleras resulta más que necesario. Eso explica que el equipo habitual de porteadores sea al menos de dos peones o jornaleros. Con precisión matemática realizan el traspaso de la carga hacia el final de la triunfante vuelta al ruedo preludio del embarcamiento hacia la puerta más grande. Reparten el recorrido con rigor de gran logística equiparando esfuerzos y prorrateo monetario. El cobro en riguroso metálico facilita siempre el reparto de dividendos. Suele ser algo mayor el porcentaje del más veterano, cobrándose sus contactos, su prestigio y trayectoria y sus días sin traslados en volandas.

Hoy pagará Castella por quinta vez en Madrid el servicio de transporte de estos riders de otros tiempos. Te sientes de cuatro metros a hombros de un capitalista. Te elevas y flotas alejando tus pies del suelo, desaparece tu peso y hasta tu voluntad de traslado, vas donde te lleva el triunfo, tu camino deseado. La sensación de volar la dan los fornidos hombros que te sostienen, también la dan los oles, orejas y vítores que aún retumban en tu cabeza. Pero sobre todo la dan la conexión con el toro, su paso por tu barriga, su energía electrizante a centímetros de tu muslo, su entrega, su galope, su bravura rodeándote y viendo como tú se la dominas. Eso te hace volar de verdad, lo de salir a hombros es ya un poco pantomima.

Pero una pantomima bella. Un rito donde confluyen el orgullo propio y el multitudinario reconocimiento. El cariño de los admiradores, la expresión de agradecimiento de los más emocionados, hasta la mitomanía cabe. Y el fetichismo, que lleva a algunos a arrancar a jirones los trajes de los toreros.

Entre público y policías, entre caballos y costaleros, entregaron su paquete con tanta diligencia como pudieron

Salió Castella de tal guisa con todo merecimiento. Con treinta pases cuajados a un toro que fue bandera de galopar embistiendo y de embestir al galope. Serio, fijo, pronto y noble dejó un reguero de bravura persiguiendo la muleta perfecta de un francés reaparecido y remodelado. Gran conjunción de nervioso y agresivo instinto del toro y templanza y paz interior de un torero que oficia una ceremonia cada vez que ejerce su oficio. Faena intensa y sincera que caló con fuerza en los tendidos y cuyo colofón tras espadazo solo podía acabar en puerta grande a pesar de las afectaciones que el viento y el ambiente frío quisieran tirar para abajo.

Ni Manzanares ni Pablo pudieron mostrar sus virtudes con unos lotes que mostrando hechuras perfectas resultaron perfectamente inservibles. Por flojos o por inconstantes no facilitaron ni siquiera un mal intento. Elegantes, estéticos y decorosos cumplieron con creces su compromiso.

Llegaron los capitalistas exhaustos por el esfuerzo a la furgoneta del torero en plena calle Alcalá. Entre público y policías, entre caballos y costaleros, entregaron su paquete con tanta diligencia como pudieron. De ahí al metro para seguir corriendo y llegar al hotel antes de que empiecen los festejos y alguien olvide el acuerdo. Sentados en el vagón recuperarán el resuello que un hombre a hombros es mucho peso.

Plaza Monumental de Las Ventas, 19 de mayo de 2023

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