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Feria de San Isidro | Cuestión de justicia con Justo
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Feria de San Isidro | Cuestión de justicia con Justo

No sé si el toreo es justo, pero justo hoy hubo toreo. Emilio, de apellido ecuánime, sustantivizó su linaje con treinta y tantos muletazos

Foto: El diestro Emilio de Justo sale a hombros por la puerta grande tras el segundo festejo de la Feria de San Isidro. (EFE/Juanjo Martín)
El diestro Emilio de Justo sale a hombros por la puerta grande tras el segundo festejo de la Feria de San Isidro. (EFE/Juanjo Martín)

Plaza Monumental de Las Ventas, 11 de mayo de 2023

2.ª de la Feria de San Isidro

Lleno de no hay billetes al reclamo del anuncio del último triunfador de la Feria de Abril, Morante, que cortó un rabo en su pasada actuación en La Maestranza. Tarde agradable de temperatura, con viento fresco y racheado que resultó muy molesto en varias fases del festejo. Saludó una ovación Emilio de Justo al romper el paseíllo después de que en su última actuación en esta plaza sufriera la rotura de varias vértebras cervicales tras una espeluznante voltereta.

Foto: El diestro Julián López, 'El Juli'. (EFE/Kiko Huesca)
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Seis toros de Garcigrande de entre 515 y 563 kilos desiguales de presentación y juego, aunque, repitiendo lo de ayer, con un volumen en general por debajo de lo esperado por algunos sectores de la plaza. El primero protestado por su presencia desde que pisó el ruedo. El resto astifinos y con hechuras, salvo el lote de Morante, que resultó imposible para el toreo. El quinto bravo y con larga embestida, repetidor y a más en cada tanda fue premiado con la vuelta al ruedo. Un gran toro, sin duda, merecedor de tal premio.

Morante de la Puebla de catafalco y plata, bronca tras eternizarse con el descabello con algunos aplausos de consuelo y bronca sin paliativos. Emilio de Justo, de verde botella y oro, ovación y dos orejas, salió por la puerta grande. Tomás Rufo, de tabaco y oro, oreja con algunas protestas y silencio.

No sé si el toreo es justo, pero justo hoy hubo toreo. Emilio, de apellido ecuánime, sustantivizó su linaje con treinta y tantos muletazos. La mayoría por bajo, la totalidad muy lentos. Justo hoy que reaparecía, el destino proveyó a Justo de merecida justicia. Empezábamos el festejo con aires de premonición y, visto lo después sucedido, trazas de premeditación. Apuntaban equidad los múltiples y sinceros aplausos que obligaron a saludar al romper el paseíllo al torero reaparecido después de romperse el cuello en medio de esta misma plaza. Vértebras fracturadas, miedo hasta la médula —nunca mejor expresado— resultaron de aquel choque de su cerviz contra la arena. Fue el Domingo de Resurrección —nunca mejor expresado— de hace poco más de un año. Madrid, que tiene memoria, premia siempre con cariño la vuelta de los heridos. Ojalá premiara igual la vuelta de los triunfadores en lugar de relegarlos a categoría de sobrevenidos enemigos. Explico la premeditación, la alevosía, me temo, se va a ir explicando sola.

Lo digo porque, al pisar de la primera pezuña del primer cuadrúpedo domesticado, bovino para más señas, hoy en ese ruedo impoluto que siempre presentan Las Ventas, se activó el modo queja de los que venían a asegurarse de que Morante no optaría a la historia de Las Ventas. No iban a permitir lo que permitió Sevilla. El primer manso ungulado, artiodáctilo para más señas, puso pie sobre la arena y fue encender el griterío de los recalcitrantes sabios que defienden en el fondo, y, con sus formas, cierta supremacía. No podía triunfar Morante después de su Puerta del Príncipe. Acuso de premeditación, acredito la alevosía de garantizar con sus gritos esos juicios de valor de que si Madrid o Sevilla y de quién marca el listón. Lo que no sabían los necios que gritaban por principios —desde el principio por cierto— en vez de como deberían, por un mínimo análisis de datos de la anatomía del bóvido, es que su inquina hoy no les habría hecho falta. Que el misterio de los genes, la ruleta cromosómica, dejaban sin premio a Morante gritaran o no gritaran. Esos dos de Garcigrande que despachó hoy el de Camas tenían menos papeletas que yo los días de El Niño. Mansos, ausentes, incómodos, cero ganas de pelea, nunca debieron tener el privilegio o el castigo de fenecer en Las Ventas.

Morante y su honestidad despacharon los rumiantes mientras se rumiaba la bronca. Su rapidez no la evitó, la exacerbó contra reloj y en décimas de segundo. Se masticaba la tragedia de bronca con decibelios. Hasta mi Apple Watch se me quejó con un sincero e inútil aviso de entorno ruidoso. Mucho más ruido que nueces para el torero de todos los que quisimos o quisieran ser matadores de toros.

Foto:  El diestro Morante de la Puebla. (EFE/Julio Muñoz) Opinión
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Entre la música de viento, que decían los antiguos refiriendo pitos serios, Rufo arrancó una oreja poniendo arranque a la Feria. Con el viento desatado ató sus rodillas al suelo y le dio 10 muletazos en un palmo de terreno. Cayeron varios en la cuenta de que Rufo no es Morante y jalearon con fuerza un trasteo que resultó de más intenso a menos tenso. La oreja rozó el larguero, pero subió al marcador de un torero que en Las Ventas puntúa todas las tardes. Hay quien vio fuera de juego, el premio no resultó unánime.

Salió justo tras la bronca reincidente de Morante Valentón de los corrales. Toro precioso y preciso que encumbró con su bravura por cuarta vez a De Justo. Póker de puertas grandes para el torero extremeño que le cogió el ritmo al toro y el tino cogió al acero. Dos orejas con justicia que tapaba la injusticia de los prejuicios juiciosos de los que no tienen juicio cuando juzgan a Morante. Juez y parte el regionalismo las sentencias no son justas. Aunque el destino hoy con Emilio haya impartido justicia, Morante no merecía la bronca.

Plaza Monumental de Las Ventas, 11 de mayo de 2023

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