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Que vengan turistas, pero con 'sentidiño': el germen de la turismofobia aterriza en Galicia
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Que vengan turistas, pero con 'sentidiño': el germen de la turismofobia aterriza en Galicia

La región experimenta un 'boom' de turistas del 50% en cinco años. Ha pasado de ser un lugar de lluvias a un paraíso climático. En algunas zonas tensionadas empieza a brotar el rechazo al visitante

Foto: Una 'marisqueira' en la playa. (Adrián Irago / Europa Press)
Una 'marisqueira' en la playa. (Adrián Irago / Europa Press)
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La Illa de Arousa (4.900 habitantes), una pequeña isla de apenas 7 kilómetros cuadrados en la provincia de Pontevedra, se ha convertido en uno de los puntos neurálgicos del turismo veraniego de la comunidad. La región de emigrantes del noroeste de la península es ahora un paraíso climático. Galicia, poco a poco, se ha transformado en Galifornia. Los visitantes han descubierto que la tierra de la morriña no es solo frío y lluvia y las Rías Baixas se presentan como una alternativa económica de playa, sol y gastronomía a buen precio.

Este jueves, con el cielo cubierto de nubes y las aceras mojadas de lluvia, apenas había personas por la calle. Terrazas vacías, multitud de plazas de aparcamiento libres y tránsito fluido. En cambio, durante los meses de verano, no cabe un alfiler. Un ejemplo para entender el impacto de la turistificación de la zona la explican desde la Cofradía de Pescadores de la Illa de Arousa.

"Hay dos tipos de turistas. Los que vienen en familia tranquilamente y de forma elegante y los que llegan a la playa con un cubito y una palita y se ponen a coger almejas", sentencian. "Si viene uno, se lleva un kilito. Si vienen 1.000, se llevan mil kilitos. Y si vienen 4.000, se llevan cuatro mil kilitos de almejas", explica a El Confidencial un portavoz desde la sede. ¿Cómo palian el problema? Las 180 marisqueiras de este municipio tienen que organizarse para vigilar las 34 playas de la isla.

"Mira, lo que ocurre es que hay mucha gente que piensa que las almejas están ahí por obra y gracia divina. Y no. Entonces las marisqueiras hacen grupos pequeños y van por las playas a explicar a los turistas por qué no pueden coger almejas. Este año también vamos a trabajar en una campaña de concienciación mayor", explica el portavoz.

Esto refleja el sentir de los locales respecto al boom de sus rías. Que vengan, pero con sentidiño. A medida que crece el turismo, también lo hace paulatinamente la turismofobia. El concepto se refiere a la mala percepción de la comunidad local respecto a los viajeros, producida por el efecto rebote de la masificación.

En Galicia, por el momento, se está produciendo en sitios muy concretos. Otras regiones de España como las islas Baleares, Canarias o Barcelona tienen una guerra abierta con el turismo. La convivencia entre los locales y los guiris roza lo imposible: los ciudadanos están hartos de vivir a diario una fiesta descontrolada. Ahora, el problema se expande como una mancha de aceite por el norte de la península. ¿Por qué? "[Los viajeros] están descubriendo que en Galicia hay microclimas", señala el docente de Turismo de la Universidad de Vigo, José Antonio Fraiz.

placeholder 'Edificio en venta'. (A.F.)
'Edificio en venta'. (A.F.)

"Las temperaturas son cada vez más agradables comparadas con el sur y la gente huye de sitios en los que no está a gusto por el calor", continúa. Esto lo corrobora la gente de a pie. María Jesús, de 64 años, está al frente del estanco de la Illa de Arousa: "Recuerdo el año pasado que un señor con acento de fuera [de Galicia] iba hablando por teléfono diciendo que aquí se estaba estupendamente. Supongo que hablaría con alguien que estaría pasando mucho calor. Pero bueno, ha cambiado todo mucho, ahora vas a la playa y no tienes hueco para poner la toalla, es imposible".

Esto repercute en que los gallegos estén empezando a dar las primeras voces de alarma. En época estival, el movimiento antiguiris aumenta especialmente en la costa sur, pero hay un lugar en el punto de mira donde se mantiene durante todo el año: Santiago de Compostela. Ya se han registrado pintadas vandálicas contra los peregrinos. La incomodidad local empezó a constatarse antes de la pandemia y culminó con el récord de cifras alcanzadas en los últimos dos años.

En los siete primeros meses de 2023, la Xunta de Galicia registró 3,7 millones de viajeros alojados y 6,8 millones de pernoctaciones. El presidente de la región, Alfonso Rueda, destacó entonces la consolidación del "auge turístico" de Galicia. Las cifras de 2023 superaron en un 8% a las del anterior, habiendo sido este el Xacobeo más multitudinario de la historia. Todos los caminos de Santiago alcanzaron números récord. La Administración autonómica trabaja en la línea de fomentar esta actividad económica.

placeholder La Illa de Arousa en invierno, vacía. (A.F.)
La Illa de Arousa en invierno, vacía. (A.F.)

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), Galicia ha pasado de recibir un total de 6,3 millones de visitante en 2019 a 10,3 millones en 2023, un 53% más que hace cinco años. Pero no todas las provincias crecen igual: Coruña y Pontevedra se sitúan muy por encima de Lugo y Ourense.

"La Administración quiere potenciar el turismo porque es un sector que trae mucho beneficio económico y esto siempre interesa, lo que pasa es que hay que aprender a gestionarlo mejor", señala la docente Antonia Pérez, profesora de Sociología del Turismo de la Universidad de Coruña. Desde su punto de vista, una de las formas de evitar las masificaciones es potenciando la región más allá del famosísimo Camino de Santiago. "Lo que ocurre en la capital es que es un icono en sí misma", explica refiriéndose a la popularidad santiaguesa.

"El Xacobeo de 2022 fue desbordante y es cuando empezaron a surgir iniciativas de la comunidad local, como impulsar un protocolo de buenas prácticas", continúa. La experta sostiene que todavía no son "Magaluf" y cree que existen formas de atajar el problema. "Se necesita implicación de todos los agentes sociales. Administraciones, población local, empresarios, expertos y los propios turistas. Hay que involucrarse. Al turista hay que educarlo", defiende. ¿La clave? Fomentar un turismo alternativo y sostenible que respete el entorno.

placeholder La zapatería de Mónica en el centro de la Illa. (A.F.)
La zapatería de Mónica en el centro de la Illa. (A.F.)

Lo que es evidente es que el turismo irá al alza, más aún después de la mejora de las infraestructuras ferroviarias. "El AVE a Ourense ha sido determinante. Estás en Madrid en dos horas y cuarto. La oferta hotelera de la ciudad está siempre llena", continúa Fraiz.

La repercusión positiva del turismo la perciben en los negocios. Mónica, de 52 años, regenta una zapatería en el centro urbano de la Illa, uno de los puntos neurálgicos de la masificación veraniega. "Nosotros estamos encantados", señala a este diario. Desde que la Ría de Arousa comenzase a ponerse de moda, las ventas en los meses de julio y agosto comenzaron a superar las del invierno. "Llenan de vida el pueblo", continúa. La misma opinión tiene Marcial, al frente de un bar del municipio. "A la gente de aquí que está en contra del turismo, yo les pregunto, '¿de qué queréis que vivan vuestros hijos?'. El mar va a menos y no va a ser eterno", argumenta.

Foto: El alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jacome, disfrazado de Power Ranger. (Cedida)

Los principales activos económicos de esta ría de Pontevedra son las actividades marinas. "Aquí se vive de la almeja y del mejillón", sentencia rotunda una vecina. No obstante, este nuevo paraíso para guiris se enfrenta a una amenaza estructural de su economía: las últimas campañas del marisqueo han rozado la catástrofe. El calentamiento, la desalinización del agua y el aumento de depredadores hacen a más de uno, como Marcial, replantearse que el turismo pueda ser una opción B para la zona. La región, acostumbrada a actividades agrarias, quiere sacar rédito de esta alternativa económica.

Otro de los daños colaterales del turismo es el incremento del precio de la vivienda. "El problema es la gestión de los recursos. Aquí no se puede edificar más, hay muy pocos hoteles y los campings están a reventar", continúa Mónica de la zapatería. Esto se ha traducido en un despegue de los pisos turísticos. "Mi vecino en verano se va a vivir con sus padres y alquila el piso", continúa Marcial. Echando un vistazo en idealista, la estampa es la siguiente: no se hacen contratos de un año. Los inmuebles se rentan en invierno a unos 300-400 euros y en julio y agosto, por unos 1.500 la semana. Mónica tiene claro que su hijo, de 26 años, continúa residiendo en la isla porque vive con ella.

Foto: Feijóo da un paseo por Ferrol. (Europa Press/Raúl Lomba)

Los expertos alertan de que este asunto debe ser una prioridad: "Todo esto necesita regulación", explica Pérez. "Por eso hay que trabajar en una planificación sostenible para concienciar tanto al que viene como al local. El turismo tradicional va a estar siempre, pero se pueden fomentar otras líneas", continúa. Fraiz, por ejemplo, apuesta por el turismo de salud: "Ourense es la capital termal de España, por ejemplo. La zona de interior de la provincia, con la Ribeira Sacra, también tiene unos paisajes increíbles", dice defendiendo que Galicia no es solo un sitio de playa y chiringuito.

En definitiva, el principal reclamo de los residentes se ciñe a la ausencia de recursos que gestionen de forma ordenada el crecimiento de la población en verano. "La gente tiene que salir una hora antes para ir a trabajar", explica Leticia, residente en la Illa. El único acceso que hay para llegar a la isla es un puente de ambos sentidos donde se forman embudos kilométricos. "Van despacito, disfrutando de las vistas", dice Mónica entre risas.

La Illa de Arousa (4.900 habitantes), una pequeña isla de apenas 7 kilómetros cuadrados en la provincia de Pontevedra, se ha convertido en uno de los puntos neurálgicos del turismo veraniego de la comunidad. La región de emigrantes del noroeste de la península es ahora un paraíso climático. Galicia, poco a poco, se ha transformado en Galifornia. Los visitantes han descubierto que la tierra de la morriña no es solo frío y lluvia y las Rías Baixas se presentan como una alternativa económica de playa, sol y gastronomía a buen precio.

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