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¿Olivos en Galicia? Más de 20 variedades autóctonas y la cosecha "promete ser magnífica" (pese a la lluvia)
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ACEITE DE OLIVA CON D.O. GALAICA

¿Olivos en Galicia? Más de 20 variedades autóctonas y la cosecha "promete ser magnífica" (pese a la lluvia)

Los olivares más septentrionales de Europa están en tierras gallegas y ni la lluvia ni las talas han podido con ellos. Los viveros no dan abasto con la demanda

Foto: Olivares en producción en Quiroga, Lugo. (Europa Press/Carlos Castro)
Olivares en producción en Quiroga, Lugo. (Europa Press/Carlos Castro)

Lo de este último mes en Galicia ha sido algo más que llover. Fue un diluvio diario hasta el desborde. Ciudades como Vigo, Santiago o Ferrol registraron más de 30 días de precipitaciones consecutivas desde el 13 de octubre. Una meteorología, a priori, poco compatible con el olivar. Pero cada vez son más los agricultores de la región dispuestos a emprender con un producto que está por las nubes en la cesta de la compra y los viveros no dan abasto con la demanda.

¿Galicia es tierra de olivos? Rotundamente, sí. No en vano a Vigo se la conoce como la ciudad olívica y C. Tangana, forofo confeso del club, compuso el Oliveira dos cen anos como himno al Celta por su centenario. Oliveira u olveira es olivo en gallego y da nombre a decenas de topónimos de aldeas, parroquias y lugares al oeste de los Ancares.

El olivar galaico se remonta a muchos siglos atrás, hasta que la política (y los cuartos) se cruzaron en el camino, allá por la Edad Media. Así ha quedado acreditado en las investigaciones de la Misión Biológica de Galicia (VIOR) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que casi por casualidad se topó con dos variedades de aceituna en la zona de Quiroga (Lugo), a las que los más viejos del lugar llamaban "bravas" y "mansas", para diferenciarlas de "as de fóra", como se refieren a las variedades más conocidas: picual (Andalucía) y arbequina (Cataluña).

El equipo que lidera la investigadora Carmen Martínez realizó pruebas de ADN a los frutos y quedó boquiabierto con los resultados. No eran dos variedades: eran el germen de una veintena de nuevas variedades autóctonas de la misma especie (olea europaea) sin clasificar de las 11 que ya están en proceso de registro en la Unión Europa, un paso muy complejo y costoso, precisa la bióloga, pero imprescindible para pasar a la producción en vivero y garantizar la trazabilidad.

placeholder Un hombre coge una aceituna de un olivo en Quiroga, Lugo. (Europa Press/Carlos Castro)
Un hombre coge una aceituna de un olivo en Quiroga, Lugo. (Europa Press/Carlos Castro)

"Fue una grata sorpresa", reconoce Martínez. "Pensábamos que sería un trabajo para poco tiempo y en 2012 ya decidimos abrir una nueva línea de investigación". Encontraron apoyo financiero —más de 300.000 euros— en la Fundación Juana de Vega, que apuesta por la conservación y el medio rural, y peinaron Galicia en todas las direcciones para mapear olivos centenarios y estructuras de olivar. Contabilizaron y documentaron más de 167 ejemplares centenarios en las cuatro provincias, especialmente en terrenos ligados a la Iglesia, pero no solo. También había olivos en huertos, pazos, casas solariegas, fincas y bosques de castaños y robles de difícil acceso. ¿Por qué? Tiene una explicación acorde a la época. Hay que remontarse a unos pocos apuntes bibliográficos y escritos de la Edad Media para entrever que en Galicia hubo siglos en los que prosperó el olivar en una "extensión muy importante" de terreno. Un árbol pequeño y longevo que precedió a los romanos y que fue una evolución domesticada del acebuche, el olivo silvestre, cuenta Martínez.

Una teoría bastante fundada sostiene que fue el archipoderoso conde-duque de Olivares, Gaspar de Guzmán, quien gravó con un impuesto —cuatro reales— cada olivo para eliminar la competencia norteña a los suyos propios del sur. Para no pagar a las arcas reales, muchos árboles se talaron, salvo los que estaban en montes remotos o en propiedades eclesiásticas, porque estaban exentos del tributo y se mantuvieron para hacer sus santos óleos. "Es posible que el aislamiento geográfico de Galicia protegiera a los olivos de su extinción. No hay olivos más al norte en todo el sur de Europa", señala.

¿Aceite de oliva con D.O. gallega?

Dos de los olivos gallegos más longevos figuran en el Catálogo galego de árbores senlleiras de Galicia: un olivo muy longevo en el Paseo Alfonso XII de Vigo y un conjunto de cuatro ejemplares, retorcidos y ahuecados, en el cementerio coruñés de Adina, en Padrón.

Es más habitual encontrarlos en las zonas de la Ribeira Sacra que bañan los ríos Miño, Sil y Cabe, al sur de Lugo y en la zona de Ourense, con cañones de piedra y clima de traza mediterránea. También en el interior de Pontevedra y en su frontera natural con A Coruña, a lo largo del río Ulla. "La cosecha promete ser magnífica porque las temperaturas fueron altas cuando el olivo estaba en flor y las lluvias ayudaron a engordar la oliva", explica Carmen Martínez. La cosecha de 2022 rondó las 180.000 kilos. "Hay que tener en cuenta —señala la bióloga, especializada en botánica y fisiología vegetal— que las variedades autóctonas no son picual o arbequina, que no arraigan bien en el suelo gallego, sino otras muy adaptadas a este clima que, en determinadas fases de crecimiento, se benefician del agua".

La misma investigadora está detrás de otro descubrimiento que revolucionó las cepas y vides gallegas de uva albariña y que dio origen a la Denominación de Origen (D.O.) Rías Baixas. Ahora confía en que un aceite netamente gallego con D.O. certificada está en camino, pues reúne las características para poder optar a su propia Denominación en el futuro. "Todas las semanas nos llaman pidiendo plantas; la demanda es enorme".

placeholder Aceite tras el primer filtrado. (Europa Press/Carlos Castro)
Aceite tras el primer filtrado. (Europa Press/Carlos Castro)

El olivo está de moda incluso en Setecoros, una parroquia de Valga (Pontevedra), donde su párroco es un visionario que hace casi una década se embarcó en la aventura de recuperar un olivar al que llamó "de la Concordia": plantó distintos tipos de olivo, y mientras los del sur enferman o se atascan, los autóctonos —más pequeños— van como un tiro.

En Ouro de Quiroga S.L. tienen su propia almazara y llevan unos pocos años apostando por un "oro líquido" made in Galicia: producen una delicatessen que sirven como aperitivo en algunos restaurantes reputados con pan y sal. Nada más para untar y saborear una oliva bien empapada. "No hemos caído en la tentación de llamar aceite gallego al que se hace aquí con olivas de fuera y nos preocupamos de que sea 100% autóctono", apuntan desde la firma.

Lo de este último mes en Galicia ha sido algo más que llover. Fue un diluvio diario hasta el desborde. Ciudades como Vigo, Santiago o Ferrol registraron más de 30 días de precipitaciones consecutivas desde el 13 de octubre. Una meteorología, a priori, poco compatible con el olivar. Pero cada vez son más los agricultores de la región dispuestos a emprender con un producto que está por las nubes en la cesta de la compra y los viveros no dan abasto con la demanda.

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