Godello: historia de una uva resucitada que alcanzó el Olimpo del vino (y 100 puntos Parker)

Hay un vino gallego de moda y no es el Albariño. Tampoco el Ribeiro ni el Ribeira Sacra, que son las puntas de lanza de la viticultura gallega. En bares y mesas reina el Godello: blanco, joven, floral y afrutado, con menor acidez y menos burbujas. Una fórmula de éxito que le ha valido 100 puntos en la prestigiosa escala Parker (Sorte O Soro 2020) —el único blanco monovarietal en España que lo ha logrado— y un boom de popularidad inesperado que desborda las capacidades de producción de las vides y del terreno.

El Godello es tendencia. Debe su nombre a la uva más cool de la viticultura actual. Pequeña, compacta, delicada, a medio camino entre el verde y el amarillo, de maduración precoz pero fresca, con muchos matices y un tremendo potencial para envejecer. La mejor prueba de que está de moda es que grandes bodegueros de la Rioja o Ribera del Duero, como la familia Palacios, Telmo Rodríguez, Pago de los Capellanes o Cvné entre otros, han desembarcado en la zona —una comarca remota de la Galicia rural e interior— para producir un vino cada vez más rentable y cotizado del que se vende hasta el último litro.

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Detrás del Godello hay una historia de supervivencia de una uva blanca muy particular "que debe ser tataranieta de una de aquellas cepas que introdujeron los romanos en Galicia" a donde llegaron buscando oro, exponen fuentes del Consejo regulador de la Denominación de Origen (D.O) Valdeorras (Ourense). A punto estuvo de extinguirse en el siglo XIX por una plaga (filoxera) que sacudió las viñas de toda Europa y se revivió en un laboratorio a partir del proyecto Revival —Recuperación de Viñedos de Valdeorras—, explican las mismas fuentes, en el que se embarcaron con empeño varios productores locales "adelantados a su tiempo" a los que tildaron de locos. Consistió en crear un vivero experimental a partir de las raíces de cepas antiquísimas en el que implicaron a la Oficina Agraria de Valdeorras y que prosperó felizmente. Hoy todas las cepas de uva godello que se plantan son las hijas injertadas de las vides del vivero. Como no podían competir en cantidad, apostaron por la calidad, exponen los técnicos de Valdeorras.

Dos datos que reflejan la escalada del godello: su producción se ha duplicado en la última década. En la vendimia del 2012, sus vides ocupaban 306 hectáreas para 1,5 millones de litros. En 2022, fueron 616 hectáreas para 3 millones. De espacio residual en la DO Valdeorras, —que también es conocida por su mencía tinto—, el Godello ha avanzado hasta copar la mitad de las hectáreas cultivadas con sus cepas. También ha repercutido en el precio medio de la hectárea, que pasó de 30.000 a 60.000 euros, lamentan los viticultores locales.

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Ampliar los viñedos no es sencillo porque buena parte del terreno es empinado y de difícil acceso. Cultivarlo en los cañones del río Sil tiene mucho de heroico. "Son terrenos de minifundio, muy empinados, escarpados y hasta con tres o cuatro tipos de suelo en la misma hectárea: pizarra, granito, arcilla y arenoso", explican técnicos desde el Consejo Regulador de la D.O Valdeorras, que preside José Ramón Rodríguez. Hace una década el 80% de su producción era tinto mencía y 20% blanco. Hoy ya es justo al revés. El Godello ha ganado la partida (y los paladares) desplazando al Albariño, que tuvo su pico de popularidad en los noventa. "Es un blanco fresco y suave, con muchísima personalidad, que mejora espectacularmente con los años y está creando marca en España. Le queda camino para rato", concluye un consultor especializado.

La mitad se exporta a EEUU y Reino Unido

Para entender la personalidad del vino Godello, hay que conocer el suelo en el que crece y las dificultades de producirlo porque cultivarlo y vendimiarlo tiene mucho de heroico. Valdeorras es la comarca gallega más pequeña y remota, enclavada en las montañas de Ourense que lindan con León. 900 kilómetros cuadrados repartidos entre nueve municipios regados por el río Sil y con picos de 2.127 metros como Pena Trevinca. De orografía compleja y difícil acceso, en Valdeorras se producen, fundamentalmente, dos cosas: pizarra (es el primer productor mundial para construcción) y vino.

En solo una década, el Godello ha pasado de ser un vino desconocido —difícil de encontrar y con poca demanda— a ser uno de los preferidos en la restauración y el chateo (vino por copa). Y a pesar de que vive un momento dulce de popularidad vitivinícola, su producción suena a poco en comparación con el Albariño, que lo quintuplica en litros, hectáreas y exportaciones.

Para etiquetar Godello, la D.O Valdeoorras exige que el vino sea monovarietal. Difícil con una uva delicada, muy sensible a las plagas, que produce menos kilos por cepa, pero que exige más cuidados que otras vides (cortado de puntas, fitosanitarios... ). La recompensa es que del Godello se vende hasta el último litro, presumen desde las bodegas locales. Son 43 las que integran la Denominación de Origen: 15 en A Rúa, 4 en Larouco, 6 en O Barco, 2 en O Bolo, 4 en Petín, 3 en Rubiá y 9 en Vilamartín.

A Tapada, de los hermanos Carmen y Senén Guitián, es una de las más artesanales y emblemáticas. Despunta también, A Coroa, Santa Marta, Godeval, ValdeSil, Joaquín Rebolledo y la que acumula más reconocimiento internacional en menor tiempo: Rafael Palacios, que acuñó las marcas de Louro, As Sortes y Sorte O Soro 2020, una delicatessen que sale de una parcela a 710 metros en el valle del Bibei que conquistó a Robert Parker (100 puntos en una escala que es la referencia a nivel mundial en The Wine Advocate) y obtuvo 99 en la Guía Peñin de Vinos de España.

Algo más de mitad de la producción del 2022 (1.929 hectolitros) de la uva Godello made in Galicia ya vuela a Estados Unidos y Reino Unido.