Es noticia
Esperando a Parker: así nació un enólogo estrella desde Madrid
  1. Empresas
20 AÑOS EN FINCA VALQUEJIGOSO

Esperando a Parker: así nació un enólogo estrella desde Madrid

El hostelero madrileño Félix Colomo, a mediados de los 90, sin experiencia bodeguera más allá del mercadeo a granel, se puso en manos de Aurelio García, un ingeniero químico manchego, para dar forma a su proyecto

Foto: Aurelio García en los viñedos. (Fran Calderón)
Aurelio García en los viñedos. (Fran Calderón)

Mientras el movimiento juvenil de La Movida monopolizaba los años 80 de la capital, algunos visionarios se atrevían a soñar con Madrid como una tierra donde cultivar vinos de referencia y eso que todavía estaban por llegar las nuevas generaciones de enólogos españoles con proyección internacional. Uno de esos soñadores fue el hostelero madrileño Félix Colomo, que a mediados de los 90, sin experiencia bodeguera previa más allá del mercadeo a granel, se puso en manos de Aurelio García, un joven ingeniero químico (enología) manchego recién titulado, para dar forma a su proyecto: inventarse un vino de pago, inspirado en los Grand Cru franceses, en una tierra con honda tradición de tintos de posada como ha sido su zona natal de Navalcarnero.

Por si el reto fuera menor, Colomo plantó los primeros viñedos a comienzos de los 90 en un coto del municipio madrileño de Villamanta. Hablamos de Finca Valquejigoso, una espectacular dehesa de casi 1.000 hectáreas que compró en 1986 a José de Caralt (III Conde de Carat), donde la familia catalana había construido en los años 50 una gran residencia señorial para compartir tiempo de ocio y caza con las élites franquistas. Esa misma afición hizo que el empresario, dueño de referencias culinarias como La taberna de Alatriste, Las Cuevas de Luis Candelas y La Posada de la Villa, estas últimas fundadas por su padre, el popular matador de toros madrileño Félix Colomo Díaz, terminara poniendo sus ojos en la finca como puro capricho cinegético.

placeholder Colomo plantó los primeros viñedos a comienzos de los 90 en un coto del municipio madrileño de Villamanta. (F. C.)
Colomo plantó los primeros viñedos a comienzos de los 90 en un coto del municipio madrileño de Villamanta. (F. C.)

Sin embargo, la familia reservó varias hectáreas de la finca (en torno a 50, divididas a su vez en multitud de parcelas para cada variedad) para evaluar el sentido y el potencial de apostar por hacer vino. Fueron años de prueba y error, donde Aurelio García, como si fuera un chef en formación, experimentó con variedades francesas (merlot, syrah, cabernet...) y autóctonas (garnacha, tempranillo…) para testar su adaptación a un terruño tan particular, en la frontera con los montes de Toledo. Es por ello que el enólogo habla del suelo con abundancia de detalles técnicos, en lugar de detenerse en las características de la uva: el secreto del vino comienza en el suelo y el de Valquejigoso está compuesto de capas de arenas graníticas, arcillas y bloques de cuarcita y calizas.

Lejos de convertir esta bodega en un simple proyecto empresarial para vender vino, el sueño alcanzó dimensiones millonarias (e irracionales) con la construcción de una bodega subterránea a comienzos de siglo. Una obra faraónica en el corazón de la dehesa de encinas, alcornoques y jara, pero invisible a ojos de cualquiera, también de los jabalíes, muflones, gamos y ciervos que habitan en el entorno, que hace de Dehesa de Valquejigoso una bodega trofeo, con independencia de sus propios vinos. El reto a partir de entonces era que el todavía joven Aurelio, durante años afincado en un pueblo cercano (Méntrida) lejos de su núcleo familiar en Cuenca (La Alberca de Záncara), consiguiera unas calidades a la altura del sueño y de la inversión hecha por los Colomo.

placeholder Aurelio ha consolidado su caché desde Madrid con cuatro referencias, Dehesa de Valquejigoso, V1, V2 y Valquejigoso V Mirlo Blanco. (F. C.)
Aurelio ha consolidado su caché desde Madrid con cuatro referencias, Dehesa de Valquejigoso, V1, V2 y Valquejigoso V Mirlo Blanco. (F. C.)

Todo este tiempo de mili ha ido cristalizando. Aurelio ha consolidado su caché desde Madrid con cuatro referencias (Dehesa de Valquejigoso, V1, V2 y Valquejigoso V Mirlo Blanco), tres tintos y un blanco de diferentes categorías, algunas incluso por encima de mercado (varias añadas de V1 se venden a más de 600 euros la unidad) en comparación con referencias más conocidas. Esta estrategia hace que el grueso de la producción sea para el mercado exterior, aunque desde hace años, en paralelo al boom de la nueva cocina española, sus vinos están en las mejores cartas, como corroboran vinotecas de referencia como las de Rafael y Mario Sandoval (Coque), Luis García de la Navarra (García de la Navarra), Óscar Marcos (Alabaster) o Raúl Barroso (Las Esparteras).

Foto: Viñedos ecofertilizados de Terras Gauda en O Rosal.

Todavía por debajo del radar, pues toda su carrera ha sido desde Madrid en una bodega nueva, Aurelio emprendió antes de la cuarentena. Tras madurar como enólogo y cosechar ya algunos reconocimientos internacionales, el conquense lleva una década desarrollando nuevos conceptos: pequeñas producciones, con variedades autóctonas y emplazamientos en desuso. Además, ha ampliado su perfil a la consultoría y asesora a diferentes bodegas, tanto en España (Ribera de Duero), como fuera de nuestras fronteras (Baja California, México). Joven entre los más veteranos (García, Palacios, Romeo...), pero una generación mayor que las nuevas promesas del vino nacional (Alba, Ferre, Alberca…), está abriéndose a nuevos vinos para llegar más lejos.

Cuando no pisa por la finca de Valquejigoso, que en tiempos tuvo apeadero en la línea de ferrocarril Madrid-Almorox, es fácil que Aurelio esté en algún rincón de la geografía española supervisando alguno de sus nuevos proyectos. El más evolucionado es el que tiene en su propia tierra, en la zona de la cuenca del Júcar, donde junto a su mujer Micaela, también enóloga, ha creado tres categorías de tintos sobre uva bobal: La Infanta, Mikaela y El Reflejo. Es su apuesta más personal, por tratarse de Castilla-La Mancha, la mayor región productora de vino del país (en torno a 25 millones de hectolitros anuales), pero todavía sin grandes referencias (en términos cualitativos) en comparación con otras zonas productoras o denominaciones de origen.

placeholder La calidad del suelo también es importante para la uva. (F. C.)
La calidad del suelo también es importante para la uva. (F. C.)

Pero tampoco eso es suficiente. García también quiere probar fortuna (o competir) donde están algunos de los mejores, pero haciendo algo diferente. Por eso fue hasta la región de Ribera de Duero, pero en su vertiente soriana. Allí tiene su proyecto La Guía, en el pueblo de Matanza, en la genuina España rural, con apenas 40 vecinos, tierra de tempranillo desde tiempos inmemoriales, donde produce unos pocos miles de botellas. Un concepto muy similar al que lleva más tiempo trabajando en la zona de Gredos, en la vertiente abulense, allí con uva garnacha. El resultado son tres propuestas, +Altitude, El Cerro Brujo y Alto de la Cruz, con pequeñas tiradas y una gran aceptación, tanto por el resultado como por el empeño en recuperar viejas zonas productoras.

placeholder García también quiere probar fortuna (o competir) donde están algunos de los mejores, pero haciendo algo diferente. (F. C.)
García también quiere probar fortuna (o competir) donde están algunos de los mejores, pero haciendo algo diferente. (F. C.)

Ninguna de estas apuestas tiene que ver con los vinos de Finca Valquejigoso ni con la suntuosidad ni con la tecnología (fermentación y almacenaje) de su bodega, que la han convertido en la más espectacular de la provincia de Madrid, aunque las grandes fincas de la zona son más conocidas por sus condiciones cinegéticas. Tal vez por eso o por puro desarrollo profesional, Aurelio García comenzó un camino en paralelo cuando todavía quedaban retazos de la crisis financiera. Él también va sin prisa, pese a su condición de enólogo viajante, a la espera de que la varita de Parker (es decir, Luis Gutiérrez, su crítico para evaluar los vinos españoles) tenga a bien lanzarle al estrellato. No es el objetivo, pero sí una recompensa a la que aspiran todos los apasionados del vino.

Mientras el movimiento juvenil de La Movida monopolizaba los años 80 de la capital, algunos visionarios se atrevían a soñar con Madrid como una tierra donde cultivar vinos de referencia y eso que todavía estaban por llegar las nuevas generaciones de enólogos españoles con proyección internacional. Uno de esos soñadores fue el hostelero madrileño Félix Colomo, que a mediados de los 90, sin experiencia bodeguera previa más allá del mercadeo a granel, se puso en manos de Aurelio García, un joven ingeniero químico (enología) manchego recién titulado, para dar forma a su proyecto: inventarse un vino de pago, inspirado en los Grand Cru franceses, en una tierra con honda tradición de tintos de posada como ha sido su zona natal de Navalcarnero.

Vinos Empresas
El redactor recomienda