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Éxodo, destrucción y ayuda humanitaria: los retratos valencianos de la guerra
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Éxodo, destrucción y ayuda humanitaria: los retratos valencianos de la guerra

El fotógrafo Benito Pajares viajó a Ucrania, en marzo de 2022, como integrante de la fundación Juntos por la Vida, y durante tres meses retrató el conflicto mientras proporcionaba ayuda humanitaria

Foto: Refugiados en la frontera de Medyka. (Benito Pajares)
Refugiados en la frontera de Medyka. (Benito Pajares)

Ninguna democracia plena de la actualidad elegiría como día nacional la guerra santa de un rey cristiano del siglo XIII o la conquista de nuevos territorios transatlánticos para los Trastámara del siglo XV. Sin embargo, la enfermedad por los orígenes, que contagió a la Europa romántica decimonónica, hizo que las nuevas identidades colectivas nacionales, y regionales, hurgaran en busca de un pasado remoto que legitimara sus propósitos políticos y culturales contemporáneos. Así, tras un largo proceso, entre finales del siglo XIX y principios del XX germinaron los espíritus nacionales, los ejercicios conmemorativos de masas, los nacionalismos y sus consiguientes guerras industrializadas.

En 1855, durante la Guerra de Crimea entre el Imperio ruso y una coalición británica y francesa, por primera vez en la historia un periodista capturaba instantáneas bélicas. El fotógrafo Roger Fenton fue enviado por la corona británica para mostrar, en el diario Illustrated London News, la cara amable de la batalla. El relato antibelicista del popular periódico The Times debía ser neutralizado con imágenes de soldados posando relajados, charlas en los campamentos y áridos paisajes de Balaklava que transmitieran sosiego y orgullo a la opinión pública británica. El acta fundacional del reporterismo de guerra resultó una manipulación mediática gubernamental. Tan solo siete años después, los fotógrafos estadounidenses sí reflejarían las masacres de su Guerra de Secesión.

Foto: Charles McPherson en la sala valenciana. (Josep Sogues)

A lo largo de casi dos siglos, el fotoperiodismo de guerra ha mostrado la crudeza de los conflictos armados, y año tras año World Press Photo premia algunas de estas capturas. El próximo 17 de octubre, el certamen llegará a la Fundación Chirivella Soriano de Arte Contemporáneo, en Valencia, con una imagen de la contienda de Ucrania como vencedora. En la edición de 2006, Benito Pajares (Palencia, 1954) fue uno de los galardonados.

placeholder Civiles en Borodyanka. (Benito Pajares)
Civiles en Borodyanka. (Benito Pajares)

Este fotógrafo, valenciano de adopción, desarrolló toda su carrera profesional en la ciudad del Turia. Ahora, ya jubilado, ejerce como voluntario en la ONG local Juntos por la Vida, con la que se desplazó a Ucrania el 1 de marzo de 2022. “Vine a Valencia a mitad de los años ochenta, siguiendo a la que hoy es mi mujer. Y fue aquí donde me entró el gusanillo de la fotografía. Monté una tienda con estudio en la Avenida del Cid y comencé a viajar para realizar fotorreportajes. Alrededor de 1995, entré a trabajar en la delegación valenciana de El Mundo y hasta la crisis de 2008 la labor de fotoperiodista funcionó bien. El World Press Photo es algo así como los Oscar del fotoperiodismo y atesora cierto prestigio, pero yo seguí con mi trabajo sin más ni menos ofertas. Fue anecdótico aunque sigue siendo un honor”, recuerda Benito.

Foto: Concierto en Black Note Club, Valencia. (Foto: Black Note)
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Aquella distinción llegó tras un reportaje en el Sáhara. Entre los destinos del palentino se encuentran naciones como Etiopía, Madagascar, Filipinas, Mali, Níger, Senegal, Mozambique, Filipinas, Camboya o India. “Buscaba un tema en el que enfocar mi reportaje y, una vez resuelto esto, viajaba al país en cuestión. Ante todo me interesaba la temática social y documental, pero también me topé con zonas de conflicto, como el Dombás de 2015. La fundación Juntos por la Vida lleva décadas acercando niños ucranianos de la región de Chernóbil a territorio valenciano dos veces al año. Cuando empezaron los bombardeos rusos sobre toda Ucrania, en 2022, fuimos a Medyka, en la frontera polaca, para intentar trasladar refugiados a España”, comenta Pajares, “en marzo, por allí pasaron todos los días de 3.000 a 5.000 personas, indicamos a todos nuestros contactos que si llegaban a Medyka, los autobuses estarían esperando y les proporcionaríamos casas de acogida en Valencia”.

placeholder Bomba sin explotar en Kukhari. (Benito Pajares)
Bomba sin explotar en Kukhari. (Benito Pajares)

Cuando cesó la avalancha de refugiados sobre la frontera, Pajares se adentró en Ucrania, junto a sus compañeros, para abastecer de alimentos, medicinas y ropa a la población que decidió permanecer en sus hogares. Era abril de 2022. “Cada mes sigue llegando un camión de la fundación a Ucrania. He visto misiles sobrevolándonos diariamente, pero la gente actúa como si la vida siguiera con normalidad, a pesar de la intensificación del conflicto. Muchos no se plantean salir de allí aunque se lo posibilitemos, quieren vivir en sus casas pese a que estén destruidas”, explica el camarógrafo, “la primera vez que oímos una alarma en Leópolis, la gente corría buscando protección donde podía. Ahora suenan las alertas y los ucranianos hacen vida normal, a no ser que caiga una bomba por su área”.

Foto: Blasco Ibáñez en Japón, en 1924. (Foto: Casa Museo Blasco Ibáñez Valencia)

La intención de Pajares no fue confeccionar un reportaje fotográfico, sino auxiliar como un voluntario más. Aun así, a lo largo de tres meses retrató la realidad ucraniana y las consecuencias de los bombardeos sobre la población civil, plasmando uno de los escasos documentos profesionales valencianos relativos a la guerra ruso-ucraniana. Su obra “Destino vida. Crónica fotográfica del éxodo ucraniano” se inauguró en el Centre Cultural La Nau y actualmente se expone en la Casa de Cultura de Alboraia. “El tiempo que estuve, de marzo a mayo, llevaba una caja de ayuda humanitaria en una mano y mi cámara en la otra. En la frontera polaca encontré compañeros periodistas, pero en abril aquello se fue vaciando de prensa. El reporterismo autónomo de hoy implica jugarse la vida en zona de fuego para cobrar una miseria, como constaté con una joven periodista, sin apenas experiencia, que realizaba conexiones para una televisión privada española. Ahora, con un nuevo conflicto abierto en Oriente Medio, el foco mediático se desplazará y probablemente olvidaremos Ucrania durante un tiempo”, concluye el veterano fotógrafo.

Ninguna democracia plena de la actualidad elegiría como día nacional la guerra santa de un rey cristiano del siglo XIII o la conquista de nuevos territorios transatlánticos para los Trastámara del siglo XV. Sin embargo, la enfermedad por los orígenes, que contagió a la Europa romántica decimonónica, hizo que las nuevas identidades colectivas nacionales, y regionales, hurgaran en busca de un pasado remoto que legitimara sus propósitos políticos y culturales contemporáneos. Así, tras un largo proceso, entre finales del siglo XIX y principios del XX germinaron los espíritus nacionales, los ejercicios conmemorativos de masas, los nacionalismos y sus consiguientes guerras industrializadas.

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