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El auge del tardeo en Valencia y la llegada del 'remember' de los 2000
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Repunte post-pandémico

El auge del tardeo en Valencia y la llegada del 'remember' de los 2000

La explosión melancólica por la música de principios de siglo llega a las salas y discotecas de Valencia son la consecuencia del auge de un tardeo masivo, que se nutre de la nostalgia de un público adulto

Foto: Concierto en Black Note Club, Valencia. (Foto: Black Note)
Concierto en Black Note Club, Valencia. (Foto: Black Note)

Hubo un tiempo en el que el indie nacional copaba los directos de las noches valencianas. Entre 2005 y 2011, Love of Lesbian, Vetusta Morla, Lori Meyers e Izal, entre otros muchos, presentaban sus primeros discos en salas de aforo para 300 personas, mientras las letras luminosas de los carteles de los macrofestivales autonómicos eran coto casi exclusivo del pop-rock anglosajón.

A día de hoy, todos los espacios de la milla de oro del pop, como Wah Wah Club, Velvet, Deluxe y El Tornillo, situados en la Plaza del Cedro, han desaparecido, y el único superviviente, Matisse Club, ha reconvertido su sonoridad hacia el jazz, la música clásica o los micros abiertos. Sus antiguos moradores rondan o sobrepasan la cuarentena y los grupos foráneos salpican unos carteles del FIB, Les Arts y Low Festival donde el directorio indie nacional gobierna por decreto ley, bajo el entusiasmo de una amplia mayoría absoluta popular.

Foto: Depeche Mode en el camerino de Pachá Valencia, en 1984. (Santi Viana)
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El público pasó de ver a aquellas bandas en salas medianas a contemplarlas en solares acondicionados para, al menos, 10.000 asistentes. Al incipiente auge festivalero se sumaron los milenials, para quienes estos grupos supusieron el mismo impacto sentimental que Radio Futura, Alaska, Mecano, Hombres G o El Último de la Fila tuvieron en la generación del baby boom. Es el mercado, es el voto del público, y es la adicción del oyente valenciano por su pasado más reciente. Un nuevo remember asalta las tardes de diversas salas y locales de la ciudad y se solapa con el antiguo remember ochentero de la Ruta y la post-ruta del Bakalao.

Hace algo más de un lustro, el barrio valenciano de Russafa, sin salas de concierto pero plagado de restaurantes, bares musicales y clubs, emprendió el camino del tardeo. La ampliación horaria de locales con licencia de pub, que habitualmente abrían sus puertas a las 23 horas para acoger al público que cenaba por la zona, se adelantó a las 18h. Russafa mutó en zona de fiesta vespertina masiva. El repunte general del ocio, acontecido tras la pandemia, ha extendido la fórmula al barrio del Carmen, El Cabanyal y otras zonas con menor afluencia, pero con salas de concierto y discotecas que ahora doblan horarios mediante conciertos, en su mayoría tributos, y sesiones de deejay.

placeholder Concierto en La Casa de La Mar, Valencia. (Foto: La Casa de la Mar)
Concierto en La Casa de La Mar, Valencia. (Foto: La Casa de la Mar)

Hermes Mas (Valencia, 1983) es director de Valmúsica, empresa del sector musical que cumplirá veinte años de trayectoria el próximo 2024. “Comenzamos dedicándonos al sonido y a la iluminación, a la parte técnica de los conciertos, hasta que en 2018 nos hicimos con la programación musical de la sala Amstel Art, en el edificio Veles e Vents de La Marina de Valencia. Antes de la pandemia adquirimos La Casa de La Mar, en la playa de La Patacona, y el verano pasado abrimos otra en Castellón”.

La característica principal de Valmúsica es que no solo gestiona y programa espacios musicales, sino que la gran mayoría de grupos con los que trabaja están representados por la propia empresa y son creados ad hoc para sus eventos. “Yo soy músico de toda la vida y tenemos una amplia plantilla de músicos que nos permite confeccionar diferentes proyectos y bandas para realizar los conciertos en nuestras salas y en otras de Valencia que nos lo demanden, como por ejemplo en los tardeos de viernes y sábados de la discoteca Rumbo 144, en la Avenida Blasco Ibáñez, o de la sala Peter Rock, en la calle Quart”, indica Mas.

Foto: Vista general del Palau de la Música de Valencia. (EFE/Kai Försterling)

En la explosión del tardeo valenciano han coincidido en el tiempo dos demandas. “Existe un público de entre treinta y cuarenta y tantos, con o sin hijos, separados, divorciados, que sale los fines de semana por la tarde porque les permite disfrutar de su tiempo libre y acabar cenando, además de poder aprovechar el día siguiente, y por otro lado, un empresariado de ocio nocturno que gana franja horaria a su negocio. Lo que empezó como un apéndice, en algunos locales se ha convertido en una facturación mayor que la nocturna”, cuenta Hermes, “estuve hace unos años en Alicante con unos amigos y descubrí su tardeo. Me impactó ver las discotecas llenas y pensé por qué no había llegado a Valencia todavía”.

Idealistas contra pragmáticos

El debate sobre los grupos tributo es recurrente entre el sector musical. Idealistas contra pragmáticos. Quienes lo demonizan y los que lo aceptan sin mucha pasión, a sabiendas que hay que llenar la nevera. “Generalmente, el músico que desprecia los tributos no ha tenido que vivir nunca de este negocio, sino que tiene otra ocupación laboral y toca por afición. El músico profesional y el promotor se amoldan al trabajo que surja. Yo fui enemigo de programar versiones, pero desde los años sesenta existen las verbenas y las orquestas, que son grupos tributo. Soy violonchelista y llevo toda mi santa vida con piezas de Schubert y Beethoven. Lo que se realice con respeto y permita la profesionalización de los músicos, no es un sacrilegio”, concluye Mas.

El último fin de semana de septiembre, Valencia acogerá un tributo a Izal, Love of Lesbian y Vetusta Morla en Rumbo. Muse, The Killers y Arctic Monkeys serán los homenajeados en Radio City. Los Rodriguez y Calamaro en Black Note Club. Estopa, Melendi, Los Delinqüentes, M-Clan y Sabina sonarán en La Casa de la Mar y Peter Rock Club, mientras que el tributo a U2, Depeche Mode y The Cure, en 16 Toneladas Rock Club, va camino del doble sold out en sus fechas para el viernes y el sábado. No es una anomalía semanal, es el signo de los tiempos, y parece beneficioso para público, empresa y músicos. El rock no ha muerto, sus museos ahora también abren por la tarde.

Hubo un tiempo en el que el indie nacional copaba los directos de las noches valencianas. Entre 2005 y 2011, Love of Lesbian, Vetusta Morla, Lori Meyers e Izal, entre otros muchos, presentaban sus primeros discos en salas de aforo para 300 personas, mientras las letras luminosas de los carteles de los macrofestivales autonómicos eran coto casi exclusivo del pop-rock anglosajón.

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