Hay un hombre en Valencia que lo hizo (casi) todo en la industria musical

Hace 25 años, Alejandro Sanz presentaba en Valencia Más, el disco nacional con mayor número de ventas de la historia. Un 20 de junio de 1998, el cantante madrileño congregó a más de 30.000 personas en el campo del Levante UD, varios miles lo escucharon desde los aledaños del estadio. El promotor de aquel concierto fue Vicente Mañó (Valencia, 1958), un hombre que comenzó su trayectoria en la industria musical en 1975, primero como guitarrista y desde 1983 como promotor de conciertos, pionero de la industria discográfica local y mánager de bandas. En la actualidad cuenta con más de 3.000 conciertos programados.

Mañó inició su carrera como músico a los diecisiete años, lo que le permitió relacionarse con los protagonistas de la escena valenciana desde finales de los años setenta. Tras regresar de la mili, en 1983, fundó Tratos, una empresa de producciones artísticas y management que ahora cumple 40 años. “Empecé contratando grupos internacionales para las salas valencianas. Contacté con un promotor madrileño que acercaba estas bandas a España y yo me encargaba de la fecha en Valencia. En los inicios contamos con Depeche Mode, Deacon Blue, Aztec Camera, Lloyd Cole, Talk Talk, Bolshoi, The Human League, Soft Cell o Siouxsie & The Banshees”.

La apertura de Pachá Auditorium en Valencia permitió acercar a la ciudad a algunas figuras internacionales a partir de 1983. “En los años ochenta realicé conciertos en Espiral (La Eliana), Isla (Carlet), Barraca y Chocolate (Sueca) o Burbuja (Ribarroja), pero la llegada de Pachá a Valencia ofreció la posibilidad de llevar artistas a la capital. Depeche Mode fue el primer grupo que trajimos a esa sala, lo llenamos con 4.000 personas y nos emborrachamos juntos la noche anterior. El secreto en el origen de este trabajo estuvo en la determinación: darse a conocer, viajar mucho y establecer contactos con las salas y las agencias adecuadas”, cuenta Vicente.

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En los años ochenta, Valencia reaccionaba con interés a la música de vanguardia. Una nueva generación de empresarios, en un clima político propicio, fraguó un tejido musical firme, que consolidó la cultura incipiente de la ciudad. “Esto fue gracias a las salas de la época y a sus prescriptores musicales. Me hice mánager de las bandas valencianas Betty Troupé y Comité Cisne, primer grupo de Carlos Goñi antes de Revólver, y monté el sello discográfico Intermitente, junto a Carlos Simó, deejay de la discoteca Barraca, con quien sintonicé bien. No fui mánager de Seguridad Social porque Miguel Jiménez se me adelantó”, rememora Mañó, “fichamos a Presuntos Implicados, antes de que mi hermano Nacho Mañó formara parte de la banda, y tras su despegue con el disco De sol a sol se interesó por ellos la discográfica Warner, a quienes vendimos el catálogo”.

Presuntos Implicados comenzaron su andadura discográfica en 1985 con el álbum Danzad, danzad malditos. Un trabajo de música funky mezclado con sonoridades tecno, muy en boga durante la época. “Aquel debut con el sello RCA no vendió. Por la razón que fuera, el funky blanco no funcionó. Les dieron la carta de libertad y los fiché para Intermitente. Nacho Mañó cambió el sonido del grupo, hacia el soul, con mi supervisión en el proceso”, explica el mánager.

En 1987, Joe Cocker había relanzado su carrera tras el éxito de You can leave your heat on, canción incluida en la película 9 semanas y media. La gira del británico recaló en la plaza de toros de Valencia un 14 de julio de 1989. “Él ya había pasado por el Bony de Torrent en su época hippie y lo trajimos tras publicar Unchain my heart”, recuerda el promotor, “cubrimos gastos, no se llenó, pero defendimos económicamente el concierto a pesar de las casi nueve millones de pesetas de su tarifa, un caché elevado para su tiempo”.

Los conciertos gratuitos y masivos en la Alameda de Valencia, durante las fiestas falleras, fueron eventos iniciáticos para varias generaciones de adolescentes valencianos de los años noventa. “A partir de 1991 me quedé con los conciertos de Fallas en la Alameda. Los contratábamos a través del IVAJ de la Generalitat Valenciana y Los 40 Principales. Eran gratis y juntábamos a más de 100.000 personas con facilidad. Recuerdo que el dispositivo de seguridad de camerinos para New Kids On The Block fue muy potente ante el temor a que las fans arrollaran la zona, pero no pasó nada, el verdadero problema con las fans se sufrió la noche siguiente con Alejandro Sanz. Ídolo del momento tras publicar Viviendo deprisa con Warner”, incide Mañó.

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Hasta que apareció la ley Zaplana para espectáculos, a finales de los noventa, la seguridad de los eventos se resolvía pagando una pequeña tasa en un despacho de las calle las Barcas. “En el concierto de Alejandro Sanz de 1998 en el campo del Levante el asunto se endureció, justificadamente, y nos pidieron el certificado de ingeniero, un plan de emergencia, evacuación y seguridad”, recuerda el empresario, “en la actualidad el aforo de la plaza de toros de Valencia es de 8.000 espectadores, pues yo con Mecano en 1991, antes de la exigencia de normativa y del control de aforo, metí 15.000. Fue una ley necesaria pese a que jamás tuve un problema de seguridad ni un siniestro en mis espectáculos”.

A principios del siglo XXI la industria musical tuvo que reinventarse tras la caída de ventas de los formatos físicos y la aparición de los macrofestivales. Desde entonces, Mañó siguió programando a los grupos nacionales mainstream como La Oreja de Van Gogh, El Canto del Loco, Pereza, Bisbal, Amaral o Melendi, a los que sumó a los nuevos talentos surgidos de la difusión por redes sociales como Pablo Alborán o Rozalén. “Durante el boom de la construcción, los constructores de toda la vida se hincharon a trabajar y también aparecieron constructores furtivos que compraban terrenos, contrataban a un ingeniero y a un arquitecto y vendían pisos. En la industria de los festivales ha pasado lo mismo”, relata el empresario, “estos eventos no responden a un culto por la música sino al ocio. Inexplicablemente algunos de estos eventos agotan localidades sin todavía anunciar el nombre de los artistas, el componente musical es reducido y el de ocio amplio. La gente no se quiere perder la fiesta. El apoyo institucional se debe a la actividad turística y de consume que generan, fabrican más dinero que cultura”.

Sobre la inclusión de Valencia en el circuito de grandes estrellas mundiales de la música, Mañó advierte de la condición de posibilidad, pero no de la garantía, que supondrá el pabellón Roig Arena: “La existencia del Roig Arena es una invitación a que Valencia tenga la oportunidad de entrar en el circuito de grandes conciertos internacionales del país. Si las grandes promotoras como Live Nation o Doctor Music ven que la ciudad responde a las primeras citas, seguirá en la rueda y si no, quedará fuera por mucho Roig Arena que sea”.