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El Palau de la Música de Valencia, la reconstrucción tras cuatro años en silencio
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El Palau de la Música de Valencia, la reconstrucción tras cuatro años en silencio

Nació en los ochenta al calor de la ley de auditorios nacionales y en paralelo al despuntar del Jardín del Turia. Camino de los cuarenta años, el proyecto busca reconstruirse tras casi un lustro de obras

Foto: Vista general del Palau de la Música de Valencia. (EFE/Kai Försterling)
Vista general del Palau de la Música de Valencia. (EFE/Kai Försterling)

En los más de 35 años de historia que el Palau de la Música de Valencia lleva a sus espaldas, los próximos meses son el tiempo más decisivo desde que se inauguró, en 1987. En 2019, antes de que se desmoronara el tiempo con la llegada del coronavirus, la caída de algunos fragmentos del techo en su Sala Rodrigo paralizó la actividad del espacio. Sus puertas se han mantenido cerradas hasta la fecha, con la previsión de retomar su programación de forma inminente. Cuatro años en los que las obras han ido enmarañándose (licencias, paralizaciones, costes de materiales) dando pie a un hito: su rehabilitación ha traído más tiempo que su propia construcción.

Cuando en la primavera de 1984 el entonces alcalde de Valencia, Ricard Pérez Casado, presentó el proyecto, lo hizo junto al arquitecto del recinto, García de Paredes, un experto en espacios musicales y autor también de los auditorios de Madrid y Granada. La misión del edificio respondía a la necesidad de dotar a la ciudad de un puntal para su cultura musical, en el contexto del plan de auditorios del Ministerio de Cultura, que aportó 500 millones de pesetas. Permitió a la Orquesta de Valencia tener una sede fija después de años nómadas, logrando su estabilidad con estrenos como la Sinfonía de los Mil de Mahler y óperas como el Falstaff de Verdi o la Tetralogía wagneriana.

Foto: Vista del Palau de la Música de Valencia desde el jardín del Turia. (EFE)

El Palau, dijo en el acto de presentación de las obras el alcalde Pérez Casado, iba más allá de su finalidad musical. "Es una operación de renovación urbana", tituló entonces. Porque se trataba del primer edificio que hacía imaginar las orillas del nuevo Jardín del Turia como un balcón abierto a la ciudad y que, en paralelo, Ricardo Bofill desarrollaría a la misma altura del viejo cauce.

La ubicación del auditorio —elegida por Alejandro Escribano como director de la oficina del PGOU— dio pie a algunas refriegas, tanto por la elección de su emplazamiento como por sus deficiencias bioclimáticas. El Palau iba a crecer en los solares de unas naves industriales en la zona del Paseo de la Alameda, las viejas Azufrera. Fuera de la cartografía del poder y en un entorno degradado. Coincidía con una transformación en curso a la que solo había que darle tiempo.

Pronto se resolvería la incógnita para demostrar que no solo fue una buena decisión ubicarlo allí, sino que resultaría una localización inmejorable, por céntrica, luminosa y abierta a la urbe. Estableció una simbiosis con el viejo cauce del río por el que forman un mismo todo, aunque quizá ambas partes no han exprimido todo lo necesario su relación: el Palau baja poco al Turia, el Turia sube poco al Palau.

placeholder Varias personas descansan en el Jardín del Turia. (EFE/Kai Forsterling)
Varias personas descansan en el Jardín del Turia. (EFE/Kai Forsterling)

El otro revés en la construcción del edificio llegó una vez concluido. En el Palau de la Música hacía calor, mucho calor. Su espectacular vestíbulo acristalado, cabalgando sobre un frente porticado, generaba un efecto invernadero que desde entonces sigue arrastrando, atenuado por un sistema de cortinaje. Su orientación, absorbiendo sin barreras toda la carga solar, y la apuesta total por el cristal inducía a pensar que se trataba más de una obra para Oslo que no para Valencia. Por el contrario, su acústica —celebrada por popes como Zubin Mehta— y la distribución de su sala sinfónica, lo convirtieron en un emblema deseado, un hito cultural de la nueva ciudad que comenzaba a diseñarse.

Desde ese encuentro entre García de Paredes y Pérez Casado hasta la inauguración, apenas pasaron tres años. En abril de 1987 comenzó la actividad del Palau. Más de mil personas escucharon el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, la Marcha burlesca de Manuel Palau o La vida breve de Manuel de Falla.

Foto: Harry Styles, uno de los artistas más escuchados en Spotify. (Reuters/Andrew Kelly)

En cambio, desde el cese de su actividad en 2019, se han acumulado cuatro años donde el Palau ha dejado de sonar. Las obras ante la degradación de parte de la estructura socavaron no solo la realidad física del auditorio, sino su propio modelo. En general, definido por la combinación de una programación ambiciosa con precios populares. La incertidumbre dilatada ante la reapertura, obligó a la programación a dar saltos por otros recintos como Les Arts o el Teatre Principal.

Si en 2016, con la llegada de su nuevo director, Vicent Ros, y bajo la presidencia de la regidora de Cultura, Gloria Tello, se abría un período marcado por el intento de acercamiento a otros públicos y a la ciudad, más allá de su propio nicho ("El Palau está viciado", declaraba su director en su propia bienvenida), en cambio, la corta trayectoria de su proyecto, truncado por las obras, limitó su alcance. Con el cambio en el gobierno municipal, serán ahora el responsable cultural del Ayuntamiento, José Luis Moreno, y el nuevo director, Vicent Llimerá, quienes encabezarán el regreso.

'Torna a sentir'

Tras los retrasos frecuentes en las obras, está previsto que en las próximas semanas se oficialice definitivamente el punto de partida, bajo el lema heredado de Torna a sentir (vuelve a sentir, vuelve a escuchar) y con un nuevo director de la Orquestra, Alexander Liebreich, que tras una buena acogida podrá encontrarse, físicamente, por fin con el Palau.

Pero la misión de sus nuevos gestores va más allá de la reapertura. El envejecimiento de la edad de sus abonados y la falta de recambio generacional venía siendo una de las cuentas pendientes de la institución. La duda sobre la fidelidad del público, cuatro años después, está por resolverse. En el Palau de la Música, más lento en reconstruirse que en construirse, todo parece comenzar de nuevo.

En los más de 35 años de historia que el Palau de la Música de Valencia lleva a sus espaldas, los próximos meses son el tiempo más decisivo desde que se inauguró, en 1987. En 2019, antes de que se desmoronara el tiempo con la llegada del coronavirus, la caída de algunos fragmentos del techo en su Sala Rodrigo paralizó la actividad del espacio. Sus puertas se han mantenido cerradas hasta la fecha, con la previsión de retomar su programación de forma inminente. Cuatro años en los que las obras han ido enmarañándose (licencias, paralizaciones, costes de materiales) dando pie a un hito: su rehabilitación ha traído más tiempo que su propia construcción.

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