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La lucha del Clarence, el club de jazz más grande de España, para seguir vivo
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UBICADO EN TORREMOLINOS

La lucha del Clarence, el club de jazz más grande de España, para seguir vivo

Busca ayuda a través de un crowfunding para reunir 50.000 euros en un mes. Arrastra deudas desde la pandemia

Foto: Actuación de Julián Sánchez New Quartet Feat Marco Mezquida en el Clarence el pasado miércoles. (Javier Salinas)
Actuación de Julián Sánchez New Quartet Feat Marco Mezquida en el Clarence el pasado miércoles. (Javier Salinas)

“¿Esto es una entrevista?”, pregunta el pianista. “Es que estamos a punto de salir”. El del contrabajo va descalzo y abraza a una conocida. El trompetista se ajusta su melena y el batería está concentrado. “¡Por las campeonas!”: tres señoras de unos 60 años, amigas seguro desde hace décadas, brindan con una cerveza rubia, justo antes de empezar a tocar Julián Sánchez New Quartet Feat Marco Mezquida.

Con letras rojas sobre fondo negro, el Clarence acoge esta noche de miércoles una sesión de jazz entre amigos. La sala está casi llena. No se sabe todavía si por mucho tiempo. Este es el club no sólo más grande de la Costa del Sol o Andalucía, sino de España. Se inauguró en 2019 y la pandemia le ha pasado factura literalmente.

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Lastrado por las deudas con los bancos por las obras de reformas del local, busca ayuda a través de un crowfunding. Se trata de reunir 50.000 euros en un mes. Por ahora solo llevan un 16% de lo solicitado. Apenas 8.000 euros. Si no lo consiguen todo, devolverán el dinero. “Lo veo difícil”, admite, con una leve esperanza de solución, Javier Salinas, gerente del club.

Circuito internacional

El Clarence original nació en 2013 en la calle Cañón, “a los pies de la Catedral de Málaga”, como reza en su web. Todo iba bien hasta que a los cinco años venció el alquiler. Los dueños querían vender el local. Comprarlo era imposible, claro. Aquel local solía tener una capacidad para 120 personas, siempre se daban dos pases y había entrado en el circuito internacional.

placeholder Julián Sánchez New Quartet Feat Marco Mezquida. (Javier Salinas)
Julián Sánchez New Quartet Feat Marco Mezquida. (Javier Salinas)

En 2019 el club dejó la capital y se trasladó a Torremolinos, a la calle Danza Invisible, ya lindando con la calle Casablanca, en la emblemática zona de La Nogalera. Hay un público fiel de Málaga, pero también de extranjeros de la Costa del Sol que se desplazan desde Estepona u otras localidades. El 30% de la clientela es foránea y la media de edad oscila entre los 45 y 60 años. La tarjeta de socio cuesta 50 euros. Ofrece unos 200 conciertos al año y tiene dos salas: una (planta superior) con capacidad para 200 personas y la de la planta inferior con aforo de 500.

“El jazz está en un momento brutal y con una calidad muy alta. Sería una pena que cerráramos, pero si no podemos pagar las deudas no nos quedará otro remedio”, reconoce el gerente del Clarence, cinco minutos antes de que se abran las puertas del local y mientras atiende una consulta de una persona que tiene a su cargo. Hay fotografías de artistas que han pasado por el club y de Louis Armstrong, Charlie Parker o Miles Davis.

“El jazz está en un momento brutal y con una calidad muy alta”

Salinas abrió el negocio sin conocer a un solo músico. Melómano empedernido, siempre había tenido la ilusión de crear un club de jazz. Dejó su trabajo estable como ingeniero informático y si al final clausura el local volvería a su profesión. “No, no voy a abrir en otro sitio. Si no puede ser, no puede ser”.

“Ya lo querría Nueva Yok”

Antes de la pandemia llegó a tener 500 socios. Ahora solo tiene 100. ¿Las causas? El desenganche en salir cada fin de semana, como era habitual. El miedo a contagiarse por covid, claro está. Y también la falta de una promoción adecuada del club, que hasta que no ha lanzado un SOS era incluso desconocido no por los más amantes del jazz, pero sí para un público al que le gusta este tipo de música y su ambiente.

placeholder Entrada Clarence Jazz Club. (A. R.)
Entrada Clarence Jazz Club. (A. R.)

Julia Candamil, de 28 años, y Candela Vargas, de 25, están esperando a que empiece la trompeta de Julián Sánchez, el piano de Marco Mezquida, el contrabajo de Bori Albero y la batería de Ívo Sans. Habla Candamil, clarinetista: “Vengo al Clarence desde que estaba en el centro de Málaga. Es verdad que un local complicado de mantener y la situación no es la mejor, pero yo creo que con un trabajo de más promoción podría sobrevivir. Es un club que ya lo querría Nueva York. Sería una verdadera pena que una ciudad como Málaga y su Costa del Sol que tanto está creciendo se lo pudiera perder”.

“El gerente tiene buenas ideas y es bondadoso. También debería organizar más eventos y no centrarse solo en el jazz clásico”

Vargas es cantante y trabajaba la pasada temporada como camarera en el Clarence. Valora que el club haya ofrecido buena calidad de intérpretes como el pianista cubano Gonzalo Rubalcaba (se prevé que vuelva antes de que acabe el año), Chano Domínguez, Diego Amador, Jorge Pardo o Pepe Rivero y resalta cómo el gerente “tiene buenas ideas y es bondadoso”. “También debería organizar más eventos y no centrarse solo en el jazz clásico”, precisa Vargas. “Es que es muy puro y eso mola también”, explica Candamil.

“Fuerza para que siga”

Julián Sánchez ya está en el escenario con nuevas composiciones “recién sacadas del horno”. Suena ‘Eterna compañera’. Las luces están bajas. Sonríe al acabar la pieza. Sabe que le ha salido bien. Javier Salinas fotografía a la banda hasta ‘Cara oculta’. “Este es un pedazo de club de jazz. Vamos a darle fuerza para que siga”, anima el trompetista. Luz Prado, al violín, le acompaña en una composición. Hay compás, una melodía que hechiza y un arte que emociona.

Sánchez anuncia a las 22.12: “Ya vamos terminando”. Y hay un bis. Un tema que se llama ‘Adiós’, pero no, no es el final del Clarence. “Hay que mover el cuerpo y danzar”. Y danzan, danzan los espectadores del club. Sí, fue una maravilla de noche. Tampoco será la última.

“¿Esto es una entrevista?”, pregunta el pianista. “Es que estamos a punto de salir”. El del contrabajo va descalzo y abraza a una conocida. El trompetista se ajusta su melena y el batería está concentrado. “¡Por las campeonas!”: tres señoras de unos 60 años, amigas seguro desde hace décadas, brindan con una cerveza rubia, justo antes de empezar a tocar Julián Sánchez New Quartet Feat Marco Mezquida.

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