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100 años de la vuelta al mundo de Blasco Ibáñez: golpe de Primo de Rivera y caída de Alfonso XIII
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Novelista de fama mundial

100 años de la vuelta al mundo de Blasco Ibáñez: golpe de Primo de Rivera y caída de Alfonso XIII

Hace un siglo, Blasco Ibáñez preguntaba a Lerroux sobre la naturaleza del golpe de Primo de Rivera antes de su vuelta al mundo. A su regreso, el valenciano inició una campaña de alcance mundial contra Alfonso XIII

Foto: Blasco Ibáñez en Japón, en 1924. (Foto: Casa Museo Blasco Ibáñez Valencia)
Blasco Ibáñez en Japón, en 1924. (Foto: Casa Museo Blasco Ibáñez Valencia)

Entre el joven anticlerical que en 1887 reventaba el rosario de la aurora del Arzobispado de Valencia y el novelista de fama mundial que murió exiliado, en Menton, en 1928, se enmarca la vida pública del personaje más relevante de la contemporaneidad valenciana. Hace ahora un siglo, Vicente Blasco Ibáñez preparaba el equipaje para emprender su vuelta al mundo, cuando la prensa francesa informaba del golpe de estado de Primo de Rivera.

El apoyo de Alfonso XIII al capitán general de Barcelona, a quien consideraría su Mussolini particular, finiquitó el periodo constitucional iniciado tras la aprobación de la carta magna de 1876. El 15 de septiembre de 1923, el rey autorizó la vía militar como solución, cuando la propia constitución promulgaba su capacidad como líder del poder ejecutivo. La moda de entreguerras en Europa fue el orden nacionalista contrarrevolucionario y no el parlamentarismo activo como eje central de la vida política. España no fue una excepción, pese a que el punto álgido del pistolerismo entre sicarios de la patronal y anarcosindicalistas y de las demandas autonómicas del catalanismo político, justificaciones del ejército para ejecutar el golpe, había pasado ya.

placeholder Carta de Blasco Ibáñez a Lerroux.
Carta de Blasco Ibáñez a Lerroux.

El 22 de septiembre de 1923, desde su villa de Fontana Rosa, en el sureste francés, Blasco Ibáñez escribe una carta a Alejandro Lerroux, antiguo líder del republicanismo populista barcelonés, para conocer con detalle qué había acontecido tras el pronunciamiento. En la misiva, el valenciano expone su preocupación por el golpe y se pone a disposición del catalán. “Por un lado veo una dictadura militarista; por otro lado leo que los dictadores militares te han llamado para consultarte y tal vez para pedir tu colaboración. Francamente, no sé qué pensar, y te ruego que me envíes dos líneas nada más para que me sirvan de guía.

Piensa en mi situación. El 8 de octubre me voy a París y el 20 me embarco para dar la vuelta al mundo. Este viaje alrededor del mundo durará hasta principios de abril de 1924. Aunque yo vivo alejado de la política vulgar y ordinaria de los tiempos de paz, soy un republicano al estilo romántico, deseoso de trabajar por el implantamiento de nuestros ideales. Si te escribo esta carta es para pedirte que me digas a vuelta de correo si puedo irme a dar la vuelta al mundo, o si, en vez de esto, debo quedarme aquí o ir a España. Nada me importa perder el viaje si tú crees que vale la pena desistir de él”, indica el novelista, retirado de la vida política desde 1908.

placeholder Blasco en la Ciudad Prohibida de Pekín, 1924. (Foto: Museo Blasco Ibáñez Valencia)
Blasco en la Ciudad Prohibida de Pekín, 1924. (Foto: Museo Blasco Ibáñez Valencia)

La respuesta profética de Lerroux llega un 3 de octubre, indicando a Blasco que no renuncie a su crucero porque apenas hubo resistencia al golpe: “Ya no hay solución para la monarquía: le da el golpe de gracia lo mismo que la restauró”. El transatlántico Mauretania transportó al valenciano de París a Nueva York. Desde Manhattan, y ya a bordo del lujoso S.S. Franconia, recorrió Cuba, Panamá, Hawái, Japón, Corea, Manchuria, China, Macao, Hong Kong, Filipinas, Java, Singapur, Birmania, Calcuta, Ceilán, Sudán, Nubia y Egipto hasta desembarcar en Niza, en la primavera de 1924. Actualmente, la Casa Museo Blasco Ibáñez de Valencia acoge una exposición temporal sobre este periplo.

De regreso a Francia, Blasco Ibáñez escribe La vuelta al mundo de un novelista y frecuenta las tertulias parisinas del Café de La Rotonde, trinchera intelectual de los exiliados españoles Miguel de Unamuno, Francisco de Cossío, Josep Pla, Eduardo Ortega y Gasset, Carlos Esplà o Corpus Barga, entre otros. El nuevo contexto de destierro de algunas de las voces más acreditadas de la cultura y la política nacional despertaron al Blasco agitador de finales del XIX. En 1924, el expolítico republicano era el escritor español más internacional del momento. “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, publicada en 1916, seguía siendo el segundo libro más vendido en la historia de los Estados Unidos, solo superado por “La cabaña del tío Tom”.

placeholder Blasco y Unamuno junto a intelectuales exiliados en París, en 1924. (Cedida)
Blasco y Unamuno junto a intelectuales exiliados en París, en 1924. (Cedida)

Su resonancia en la opinión pública mundial lo convirtieron en ariete contra la dictadura y Alfonso XIII. “Pero, ¿cómo es posible que Miguelito sea el hombre de España? Le conozco muy bien, es un barbero con faja de general. Sin las ayudas del tío, le hubiese costado trabajo llegar a comandante. Primo de Rivera es un hombre completamente vacío”, declaraba.

Ese mismo año, Blasco renuncia a su candidatura de ingreso en la Real Academia Española y desoye los contactos con el Directorio militar que le sugieren que cese en su oposición política para poder optar al apoyo diplomático en sus opciones al Nobel de Literatura. El premio de la academia sueca jamás llegará, en cambio lanza “Una nación secuestrada”, obra traducida de inmediato en Francia, Inglaterra y Estados Unidos y con enorme repercusión mediática, la prensa se agolpa en el Hotel del Louvre para conseguir declaraciones del autor valenciano.

placeholder Blasco en la Gran Muralla China, 1924. (Foto: Museo Blasco Ibáñez Valencia)
Blasco en la Gran Muralla China, 1924. (Foto: Museo Blasco Ibáñez Valencia)

La fórmula para introducir el libelo en España no fue muy distinta al fantasioso plan inicial del autor de Cañas y barro. “Entrarlo por las costas de Valencia, al uso de los antiguos contrabandistas, los del Cañamelar y Cap de Fransa. Serán unos 100.000, acaso 200.000 ejemplares, sólo para España. Hay que buscar un barco que llegue a las costas de El Puig. Allí una legión de aquellos bravos marineros tomará los bultos, debidamente acondicionados, y los trasladará a alguna casa, que ellos o usted buscarán".

"Ya luego hay que ver el modo de que el mismo día aparezcan en toda la Nación”, imaginaba Blasco. En realidad, Una nación secuestrada (el terror militarista en España) atracó en el puerto de Alicante a bordo de varias barcazas de contrabando, dentro de barriles, y diversos trenes acercarían 20.000 ejemplares a Madrid y Barcelona, 10.000 a Valencia, y el resto a Coruña, Zaragoza, Valladolid y otras ciudades del país. A aquel folleto siguieron Lo que será la República Española (al país y al ejército) y Por España y contra el rey (Alfonso XIII desenmascarado), además de la financiación del semanario España con honra.

La fábrica de republicanos que fue la dictadura de Primo de Rivera encontró en la feroz propaganda antimonárquica del literato valenciano un motor que ayudó a extender, aún más, entre la opinión pública internacional y española las corruptelas económicas de Alfonso XIII. En abril de 1931, tres años después del fallecimiento de Blasco Ibáñez, ante el advenimiento de la II República, el cántico popular mayoritario en todas las ciudades de España fue: ¡Alirón, alirón, Alfonsito es un ladrón!

Entre el joven anticlerical que en 1887 reventaba el rosario de la aurora del Arzobispado de Valencia y el novelista de fama mundial que murió exiliado, en Menton, en 1928, se enmarca la vida pública del personaje más relevante de la contemporaneidad valenciana. Hace ahora un siglo, Vicente Blasco Ibáñez preparaba el equipaje para emprender su vuelta al mundo, cuando la prensa francesa informaba del golpe de estado de Primo de Rivera.

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