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Destrucción y reparto del patrimonio valenciano: así terminó el Palacio de Mossen Sorell en el Louvre
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LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO

Destrucción y reparto del patrimonio valenciano: así terminó el Palacio de Mossen Sorell en el Louvre

En 1878, el fuego arrasó el Palacio, un edificio del gótico valenciano situado en el centro histórico. Años más tarde el pórtico interior fue comprado por el museo francés y en 1992 la puerta principal apareció en Reggio Emilia

Foto: Galleria Parmeggiani en Reggio Emilia, con la puerta gótica valenciana. (Ministerio de Turismo de Italia)
Galleria Parmeggiani en Reggio Emilia, con la puerta gótica valenciana. (Ministerio de Turismo de Italia)

Dos edificios no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, ni siquiera en Valencia. Durante la segunda mitad del siglo XIX a los ayuntamientos les dio por crear calles rectas, anchas y plazas cuadradas, imitando al vecino francés. Fue la forma de ordenar el caos urbanístico, pero también de arrasar con el pasado. O quizá no. Lo que en la actualidad es considerado patrimonio no lo era hace cien años. Intentar entender el marco mental de los hombres y mujeres de cada época es fundamental para no caer en el presentismo. También conocer que el conflicto entre ideas conservadoras y progresistas nos aleja de contextos monolíticos: cuando la esclavitud era legal existían abolicionistas, cuando las constituciones no concedían el derecho al voto femenino existían sufragistas. Nada ha sido nunca un dogma de fe sin oposición entre algún elemento de la opinión pública, ni siquiera cuando no había opinión pública, antes de las revoluciones liberales decimonónicas.

placeholder Puerta del Palacio Mossen Sorell de Valencia en el Louvre. (Wikipedia)
Puerta del Palacio Mossen Sorell de Valencia en el Louvre. (Wikipedia)

Por eso, cuando en 1878 un incendio destruyó el palacio gótico de Mossen Sorell, una de las más relevantes y mejor conservadas casas señoriales de Valencia, levantada en el siglo XV, hubo voces, como las de Vicent Boix y Salustiano Asenjo, que intentaron salvarlo desde la Comisión de Patrimonio y la dirección de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, respectivamente. No lo lograron. El edificio fue derribado y sus piezas más nobles, vendidas al mejor postor. La puerta de acceso al palacio acabó en Italia y el pórtico interior de la capilla en el Museo del Louvre, en París, donde continúa expuesto.

El arquitecto valenciano Federico Iborra investigó la historia del palacio en su tesis doctoral y a lo largo del tiempo ha publicado diversa bibliografía sobre el asunto. “Los únicos que tuvieron interés en conservar restos del edificio fueron Boix, cronista de la ciudad, y Asenjo, que se molestó en dibujar los restos después del incendio y envió los dibujos a Madrid para que se publicaran en la revista La Academia. Gracias a Asenjo se conoció el palacio de Mossen Sorell en toda España. Hubo un primer proyecto de reedificación por parte de los propietarios, en el que se mantenía el volumen de la sala principal y se destinaba el resto a la construcción de pisos nuevos para sacar dinero. El Ayuntamiento, en aquel momento, quería hacer un mercado por la zona y aprovechando que el propietario pedía una modificación de líneas para regularizar la calle le denegó la licencia de obras y expropió la parte quemada ampliando la plaza, anteriormente triangular, para hacerla cuadrada. El Ayuntamiento fue, en parte, culpable del derribo final”, comenta el autor.

Foto: Asistentes a la edición de 2022 del Festival de Les Arts, en Valencia. (EFE/Manuel Bruque)

La propietaria del palacio no era la heredera directa del señorío. El último conde de Albalat había muerto el mismo día que se firmaba el decreto de abolición de los señoríos, el 26 de agosto de 1837, y dejó su herencia a una tía, Carolina Alonso de Liern, que se alejaba de la descendencia directa. Hubo un pleito por el palacio, en el que se discutió si el decreto liberal era efectivo en el caso, indagando si se firmó por la mañana o por la tarde.

El interés por el patrimonio histórico y artístico era relativo. Las actas de la Comisión de Patrimonio son evidentes, cuando muere Boix la academia valenciana pierde todo el interés por la adquisición de restos del edificio”, incide Iborra, “un anticuario francés compra las dos portadas a la familia propietaria del palacio y las traslada a París para ofrecerlas al Louvre, en torno a 1886. El museo adquiere la interior y rechaza la principal. Se pensó durante un siglo que estaba en Inglaterra, hasta que el cronista de Albalat dels Sorells, Bernat Garcia i Aparisi, la descubrió, en 1992, en una fotografía de unos amigos que posaban ante un edificio de la ciudad italiana de Reggio Emilia. Llevaba allí desde 1924”.

placeholder Sala del palacio de Mossen Sorell por Vicente Polero. (Wikipedia)
Sala del palacio de Mossen Sorell por Vicente Polero. (Wikipedia)

Un anarquista italiano, exiliado en Francia por acusaciones de terrorismo, montó un negocio de antigüedades y reproducción de las mismas a finales del siglo XIX. En su vejez, y tras una vida de acopio de originales muy valiosos, volvió a su país y levantó un museo donde incrustó la portada del palacio de Mossen Sorell.

En 2003, el arquitecto Arturo Zaragozá montó la exposición Una arquitectura gótica mediterránea. En la muestra reprodujo la portada valenciana expuesta en el Louvre, lo que removió cierto fervor patrimonial entre la clase política del momento, que llegó a reclamar al museo parisino la devolución de las piezas pertenecientes al viejo palacio gótico. Brindis al sol del que nada más se supo: una adquisición legal en 1886 sigue siéndolo en el siglo XXI.

Foto: Trabajadores de El Turia en 1966. (Cedida, Emilio Soto)

“Tras la guerra de independencia de Grecia, en la que los ingleses habían ayudado a los griegos, iniciaron las excavaciones y restauración de la Acrópolis. Los británicos consideraron que el gobierno de Grecia no poseía la capacidad para mantener los restos y se los llevaron al British Museum. En Valencia hubo expolio hasta pleno siglo XX. En 1918, el arquitecto danés Egil Fischer desmontó e intentó llevarse los restos del Palacio Condal de Oliva a Copenhague. El gobierno español lo frenó, el problema fue que nadie se preocupó después de conservar aquellos restos incautados y tras un largo abandono y unas fuertes lluvias desaparecieron en los años cuarenta. Hoy solo se conservan las fotos que realizó Fischer”, concluye Iborra.

Dos edificios no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, ni siquiera en Valencia. Durante la segunda mitad del siglo XIX a los ayuntamientos les dio por crear calles rectas, anchas y plazas cuadradas, imitando al vecino francés. Fue la forma de ordenar el caos urbanístico, pero también de arrasar con el pasado. O quizá no. Lo que en la actualidad es considerado patrimonio no lo era hace cien años. Intentar entender el marco mental de los hombres y mujeres de cada época es fundamental para no caer en el presentismo. También conocer que el conflicto entre ideas conservadoras y progresistas nos aleja de contextos monolíticos: cuando la esclavitud era legal existían abolicionistas, cuando las constituciones no concedían el derecho al voto femenino existían sufragistas. Nada ha sido nunca un dogma de fe sin oposición entre algún elemento de la opinión pública, ni siquiera cuando no había opinión pública, antes de las revoluciones liberales decimonónicas.

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