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200 años de calles en Valencia: de la Plaza de la Constitución en 1812 a Concha Piquer, Nino Bravo y Berlanga
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200 años de calles en Valencia: de la Plaza de la Constitución en 1812 a Concha Piquer, Nino Bravo y Berlanga

Un libro recoge la historia de la toponimia urbana de Valencia desde su origen en tiempos de las Cortes de Cádiz hasta principios del nuevo siglo

Foto: Plaza de la Constitución por Durà. (Archivo Huguet Cedida)
Plaza de la Constitución por Durà. (Archivo Huguet Cedida)

Todo el que transita por Valencia ha sufrido el tráfico de la Avenida Peris y Valero. Una vía que, hasta la construcción de la Ronda Sur, aglutinaba gran parte de la circulación entre el sur y el este de la ciudad. Antes de ser un trozo interminable de urbe por la que acelerar en ámbar, el pionero del republicanismo municipal José Peris y Valero fue alcalde de Valencia en 1856, presidente de la Junta Revolucionaria local tras la Revolución Gloriosa de 1868, y creador de una calle que explica una ciudad. Pero Peris y Valero no siempre estuvo ahí, y antes de avenida fue calle de la Paz.

La vía que hoy une la plaza de la Reina y la Glorieta estuvo, en su día, ocupada por casas y conventos que el político valenciano expropió para crear una calle luminosa y recta al estilo francés de Haussmann, el gran renovador del urbanismo de París durante el gobierno de Napoleón III. El topógrafo valenciano Luis Fernández acaba de publicar Toponimia y memoria urbana. La configuración del nomenclador de calles de Valencia (1812-2019): “Peris y Valero proyectó una calle impensable para su época en el centro histórico. Sobre plano la llamó calle de la Revolución, en honor a La Gloriosa que acabó con el reinado de Isabel II. Fue un proceso largo y por tramos, porque hubo que derribar muchas casas.

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Algunos años después del fin de la tercera guerra carlista, el régimen de la Restauración borbónica pensó en llamarla calle de la Paz, era 1885, y con el resurgimiento republicano de Blasco Ibáñez la vía volvió a honrar al ya fallecido político progresista. Con los cambios gubernamentales en el consistorio se alternaron ambos nombres, hasta que en 1923, tras el golpe militar de Primo de Rivera quedó con la nomenclatura actual. El cambio de nombre fue tan reiterativo que, en 1924, una falla del Círculo de Bellas Artes, situada entre La Paz y plaza de la Reina, basó algunos de sus ninots en aquella circunstancia: mientras uno sujetaba un cartel que decía Calle Peris y Valero, antes calle de La Paz, otro le rectificaba con Calle de La Paz, antes Peris y Valero”.

placeholder Calle Peris y Valero. (Foto Archivo Huguet)
Calle Peris y Valero. (Foto Archivo Huguet)

El primer intento por transformar una monarquía poblada por súbditos en un estado nación, formado por ciudadanos amparados por una constitución, fue en 1812. Este es el origen de la toponimia urbana. “Hasta 1812 existía una toponimia tradicional, que es la que usan los vecinos para orientarse. Los valencianos localizaban los espacios de su ciudad de forma oral, de una forma tan obvia que la plaza que se hallaba frente a la Iglesia de San Martín se le llamaba plaza de San Martín, o que a la calle más alta o más baja se las denominaba así, o que la vía de detrás de las Torres de Serranos era conocida como calle de Serranos. El nuevo estado liberal crea la toponimia urbana como parte de la construcción del estado contemporáneo.

Las primeras calles se rotulan con los nombres populares, y los gobernantes descubren que el espacio público se convierte en un importante foco de propaganda. De hecho, ya en la Constitución de Cádiz, aquellos pioneros liberales dictaminan “Que se llame Plaza de la Constitución la principal de los pueblos en que esta se publique”. Desde el primer momento el espacio público se convierte en espacio conmemorativo y se utiliza para implantar una ideología. A partir de entonces, todos los movimientos políticos han querido perpetuarse en el nomenclador de la ciudad”, explica el escritor.

Foto: Borja Catanesi en Valencia en 2015. (Cedida)

En Valencia, aquella plaza de la Constitución era la de catedral (la Seu), actual plaza de la Virgen, ya que no existían otras plazas en la ciudad. “En 1812, todo el poder se concentraba allí, pero al volver Fernando VII y fulminar la constitución, puso su nombre al lugar. De todos modos, el primer gran cambio de nomenclaturas ligado a un giro político llega con la Regencia de Espartero, en 1840. Alrededor de treinta calles cambiaron su nombre religioso: plaza de la Merced, plaza del Pilar, San Vicente, San Martín o Congregación, y se rebautizaron con heroínas y mártires de su tiempo, como Riego, Mariana Pineda o Torrijos”, incide Fernández. Tres años más tarde, otro espadón golpista, el general Narváez, desembarcaba en Valencia y marchaba a Madrid para finiquitar el periodo esparterista. Las calles volverían a sus nombres sagrados.

placeholder Calle Conchita Piquer. (Tono Jiménez)
Calle Conchita Piquer. (Tono Jiménez)

Los siguientes cambios afectarían a la toponimia tradicional. Durante la segunda mitad del siglo XIX, los nombres históricos dados por la tradición oral fueron sustituidos por otros acordes a la construcción del estado. “La toponimia popular era mayoritariamente en valenciano, que era la lengua del pueblo, según recogen las obras de Tomás Vicente Tosca y Marcos Antonio Orellana” cuenta el topógrafo, “muchas se castellanizan, a veces de forma ridícula como 'la Jordana' o 'Ensala'. También se sustituyeron los nombres considerados vulgares como 'la Palmera' o 'la Garrofera' por personajes ilustres del liberalismo político”.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, la cultura popular representada por el cine y la música inician su bautismo callejero. “Lo habitual es no poner calles a los vivos”, apunta el escritor, “pero con Concha Piquer y algunos otros ilustres que ayudaron a la ciudad tras la riada de 1957, Rincón de Arellano hizo excepciones. El entonces alcalde, junto al escultor Ignacio Pinazo y la artista, estrenaron la calle Conchita Piquer en febrero de 1964, descubriendo un altorrelieve con una senyera al fondo. Era parte del homenaje de Valencia a la figura de la canción, que había anunciado su retirada del mundo del espectáculo”.

Foto: Cabaret de Ana Elena Pena. (Cedida)

La calle Nino Bravo se otorga en el 25 aniversario de la muerte del cantante, en 1998, en una zona de nueva construcción frente a la Ciudad de Las Artes y Las Ciencias, a petición del regidor de Unió Valenciana, Társilo Piles. “En 1977, la juventud valenciana homenajea al cantante erigiendo un busto en el parque de la calle Lérida, cuando emboca con la calle Sagunto. Y a finales de los años noventa, lo que se pretendía en un primer momento era nombrar el lugar donde se halla la escultura como Plaza de Nino Bravo, pero el ayuntamiento popular, alegando no molestar al vecindario con cambios de nombre, optó por la otra solución”, explica Fernández. Algo similar ocurrió con la figura de Luis García Berlanga. La vía del cineasta, inaugurada por él mismo, en el año 2000, comienza en la torre de Francia y acaba en un muro donde emerge el tren del Mediterráneo. “Normalmente, el poder municipal huye de causar enfados al vecindario con cambios de numeración, pero en algunas ocasiones, al tratarse de figuras tan relevantes, creo que no hubiera costado tanto darles la ubicación que les corresponde”, concluye el autor.

Todo el que transita por Valencia ha sufrido el tráfico de la Avenida Peris y Valero. Una vía que, hasta la construcción de la Ronda Sur, aglutinaba gran parte de la circulación entre el sur y el este de la ciudad. Antes de ser un trozo interminable de urbe por la que acelerar en ámbar, el pionero del republicanismo municipal José Peris y Valero fue alcalde de Valencia en 1856, presidente de la Junta Revolucionaria local tras la Revolución Gloriosa de 1868, y creador de una calle que explica una ciudad. Pero Peris y Valero no siempre estuvo ahí, y antes de avenida fue calle de la Paz.

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