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El mejor guitarrista callejero del mundo es valenciano pero huyó por la presión policial
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MULTADO EN CASA

El mejor guitarrista callejero del mundo es valenciano pero huyó por la presión policial

Borja Catanesi ganó el Universal Street Games en los Estados Unidos en 2018 y durante la pandemia emigró a Países Bajos, donde los músicos callejeros cuentan con mayor apoyo social

Foto: Borja Catanesi en Valencia en 2015. (Cedida)
Borja Catanesi en Valencia en 2015. (Cedida)

El 7 de diciembre de 2018, el músico Borja Catanesi (Valencia, 1995) recibió una multa de 500 euros, acompañada de la confiscación de su guitarra, su amplificador y sus pedales, mientras actuaba en la explanada entre la plaza de toros y la Estación del Norte de Valencia. En la mayoría de las grandes urbes europeas existe una ordenanza que prohibe hacer música en la calle usando un amplificador. Pero no deja de ser paradójico que mientras el joven de Russafa recibía las felicitaciones de distintas administraciones públicas de la comunidad tras ganar el Universal Street Games en los Estados Unidos, certamen que lo aupaba como el mejor músico callejero del mundo, la Policía Local de una ciudad que, gobierne quien gobierne, institucionaliza el estruendo a deshora, la venta de pólvora a menores y la ocupación del espacio público por parte de la minoría fallera, le sancionara mientras tocaba Entre dos aguas de Paco de Lucía.

placeholder Borja Catanesi multado en las Fallas de 2018. (Cedida)
Borja Catanesi multado en las Fallas de 2018. (Cedida)

Borja empezó a tocar la guitarra a los quince años y dos años después la sacó de paseo. “En 2013, en la estación subterránea de metro de Bailén había un enchufe y al no ser un espacio muy céntrico, y más bien discreto, llevé el amplificador y allí di mis primeros conciertos. Cuando cumplí la mayoría de edad alquilé un coche y viajé a Barcelona y el norte de España para ver cómo funcionaba lo de tocar por las calles fuera de Valencia. Algo después, llegaron los primeros viajes al extranjero: Países Bajos, Francia, Italia, Alemania y Bélgica, para descubrir la mentalidad de otros europeos con el arte callejero. En Valencia no había referentes de esto, a día de hoy todavía existe un estigma del músico de calle, piensan que es una especie de mendicidad. No está bien visto, te echan la moneda con cara de lástima y tengo que explicar que me va bien, que no vivo al raso y que este es mi trabajo”.

Foto: Cabaret de Ana Elena Pena. (Cedida)

En 2015, ganó su primer concurso en Oceanía. “Con 20 años, me enteré de una competición en Nueva Zelanda. Buscaban crear una banda para un tour por el país. Nos juntamos dos cantantes estadounidenses, un pianista belga, un bajista polaco y un batería colombiano. Y triunfamos. En aquel momento confirmé que existía todo un movimiento mundial de buskers, que es el término inglés para el arte callejero, a nivel profesional y que iba a dedicarme a ello”, recuerda Catanesi.

La explosión mediática aconteció tras su victoria en el Universal Street Games celebrado en Los Ángeles y Minnesota. “Me planté en la final compitiendo frente a una cantante inglesa y un guitarrista brasileño, y me la llevé con un tema propio, muy funky”, incide Borja, “los preparadores (coaches) de la organización eran los bailarines de Michael Jackson, aquellos que se inclinaban en el videoclip Smooth Criminal. Fue flipante trabajar con gente tan relevante del espectáculo global”.

En octubre de 2020, uno de sus vídeos interactuando con un transeúnte con bastón en La Haya (Países Bajos) fue retransmitido en el show de Jimmy Fallon, uno de los presentadores de entretenimiento más prestigiosos de la televisión estadounidense. Era algo excepcional por la magnitud del emisor, pero a lo largo de los últimos años las redes sociales han viralizado varias de sus actuaciones callejeras: desde las 67 millones de visualizaciones del bebé que escucha a Catanesi tocar la melodía de Bob Esponja, hasta las casi 7 millones de visitas de la grabación en la valenciana calle Colón tocando Despacito frente a una niña que danza.

La pandemia le sorprendió en India. Dos días antes del cierre en España, Borja protagonizaba otro vídeo viral, esta vez junto a un baba sagrado del Rajastán imbuido por el espíritu Parliament-Funkadelic de George Clinton. “El estallido me pilló tocando en Pushkar y allí cerraron un tiempo después. Las noticias más duras llegaban de Europa. Me metí en el hotel y allí estuve hasta que abrieron los aeropuertos europeos. El encontronazo policial en Valencia influyó en mi decisión de buscar otro centro de operaciones, no era la primera multa en mi casa, el 14 de marzo de 2018, en plenas Fallas, me sancionaron por contaminación acústica, y ante la incertidumbre laboral por la crisis sanitaria me fui a buscar suerte en Países Bajos. Aunque la prohibición de enchufar la guitarra al amplificador en el espacio público es la norma en casi todas las grandes ciudades de Europa, las autoridades holandeses aplican la reglamentación con sentido común. Comprenden que es un trabajo y no intervienen excepto en caso de desorden público, algo que nunca me ha sucedido. Estamos mejor considerados y la ciudadanía participa de una cultura musical sólida. En estos diez años de trayectoria solo me han requisado mi herramienta de trabajo en mi propia ciudad”, explica el guitarrista.

Foto: Asistentes a un concierto del FIB. (EFE/Domenech Castelló)

Hace unas semanas, el de Russafa regresó a la ciudad neerlandesa de Hoorn, tras quedar tercero en otro certamen internacional de buskers celebrado en Corea del Sur. Borja ya no vive aquí. Los miles de ciudadanos que acceden a Valencia por la Estación del Norte encuentran el ruido del tráfico de la calle Xàtiva en lugar de a uno de los grandes de la guitarra callejera. Cuando lleguen las próximas Fallas, al salir del recinto ferroviario, como cada año, serán recibidos por churrerías Leopard acorazadas, pirotécnias salvajes y carteles de los conciertos falleros con unas Nancys Rubias, incluidas por decreto en un costoso lote de contratación a Fangoria, sufragado por la Regidoria de Cultura Festiva del Ayuntamiento. A la espera de que aparezcan las cifras en el portal de transparencia municipal y de conocer si el patrocinador se hace cargo de parte del coste, los datos consultados sobre la cotización en otros ayuntamientos durante el último lustro acercan al grupo de Alaska a un caché en torno a los 35.000 euros, mientras que el de Vaquerizo ronda los 18.000 euros. Valencia vende barato el talento propio, pero importa caro el playback ajeno.

El 7 de diciembre de 2018, el músico Borja Catanesi (Valencia, 1995) recibió una multa de 500 euros, acompañada de la confiscación de su guitarra, su amplificador y sus pedales, mientras actuaba en la explanada entre la plaza de toros y la Estación del Norte de Valencia. En la mayoría de las grandes urbes europeas existe una ordenanza que prohibe hacer música en la calle usando un amplificador. Pero no deja de ser paradójico que mientras el joven de Russafa recibía las felicitaciones de distintas administraciones públicas de la comunidad tras ganar el Universal Street Games en los Estados Unidos, certamen que lo aupaba como el mejor músico callejero del mundo, la Policía Local de una ciudad que, gobierne quien gobierne, institucionaliza el estruendo a deshora, la venta de pólvora a menores y la ocupación del espacio público por parte de la minoría fallera, le sancionara mientras tocaba Entre dos aguas de Paco de Lucía.

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