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Cómo la Patacona se convirtió en la playa de Valencia… sin estar en Valencia
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Cómo la Patacona se convirtió en la playa de Valencia… sin estar en Valencia

Es la última demostración de cómo el fenómeno metropolitano en la capital de la Comunidad Valenciana va a su aire, sin atender a lindes administrativos

Foto: Popular merendero 'La Playa de Moda' en Valencia. (Cedida)
Popular merendero 'La Playa de Moda' en Valencia. (Cedida)

La Patacona en los años previos al estallido de la burbuja era una franja adherida al municipio de Alboraya, como una adiposidad que le cuelga al pueblo al tocar la costa. Una playa con casas: antes construcciones bajas repletas de tipismo, más tarde de fincas familiares que prometían consolidar las vacaciones en segunda residencia como un estilo de vida de uso diario.

El constructor Bautista Soler hizo fortuna construyendo algunos millares de viviendas, subido a la ola del desarrollo fulgurante. Aunque -como augurando su debacle posterior- también fue condenado por publicidad engañosa: prometió a los vecinos -incluidos los 50 demandantes- que sus inmuebles tendrían preciosas vistas a la playa en primera línea. No advertía que pensaba construir nuevos edificios que taponarían el paisaje idílico. Muchas de las construcciones de Soler acabaron en manos de la Sareb y el Santander.

Foto: La almendra central del PAI de Benimaclet de Metrovacesa concentrará las zonas verdes y dotacionales.

Décadas antes, el principal emblema de La Patacona habían sido las bodegas Vinival, un monstruo industrial fundado en 1969 por los exportadores vinícolas valencianos. Con unos 67.000 m2 y una capacidad superior a los 32 millones de litros de vino, terminó sucumbiendo y su silueta hace años que es objeto de deseo para disparidad de usos, sin que ninguno haya llegado todavía a concretarse.

La divulgadora arquitectónica María Aucejo define así el edificio, en su último libro 'Late to the party': "Ver el 'digglet gigante' y caribeño de cerca, con palmeras 'washingtonianas' incluso más altas que él y la vegetación salvaje que se abre paso entre las grietas del pavimento, tiene algo de sobrenatural. Todos lo conocemos desde la ventanilla del coche, pero nadie sabe qué o quién lo habitó -si es que alguna vez fue alguna cosa más que hito del paisaje de carretera-. Si hubiera un Apocalipsis zombie en la playa Patacona, este sería el escenario de la última toma".

placeholder Zona de chiringuitos de la playa. (Cedida por el 'La Playa de Moda')
Zona de chiringuitos de la playa. (Cedida por el 'La Playa de Moda')

En cambio, cuando el apocalipsis pareció apoderarse de Valencia después de que la burbuja implosionara, la Patacona sufrió el proceso inverso. Aprovechando su condición de papel en blanco, y algunas ventajas competitivas fruto de su pertenencia al municipio de Alboraya, se ha levantado como playa totémica de la ciudad, sin estar en ella. Es la última demostración de cómo el fenómeno metropolitano va a su aire, sin atender a lindes administrativos. Mientras que los habitantes de Valencia disponen de un servicio público de alquiler de bicis, 'Valenbici', los de Alboraya disponen de otro, 'Xufabikes'. Incapaces de converger en prestaciones básicas, aunque la Patacona forma parte de la ciudad en el imaginario de cualquier habitante, deberá aparcar su bici antes de llegar.

Foto: Playa de la Malvarrosa, en Valencia. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)

Ajenos a esas limitaciones, los movimientos pendulares de la ciudadanía se han desenvuelto con el atractivo de la oferta y la demanda. Como resultado, la Patacona ha hecho el sorpasso a las playas reales del frente costero de Valencia. Y probablemente ha ocurrido porque no estaba previsto. El factor sorpresa asociado al descubrimiento y la alternativa, apuntaló el ensanchamiento metropolitano. "Cerca del 80% de nuestros visitantes viven en Valencia", cuentan desde La Casa del Mar, uno de los recintos culturales, cercano a las viejas bodegas, donde la programación musical y playera han servido de palanca. Quienes conforman ese porcentaje en ningún momento tienen la percepción de estar cambiándose de localidad.

placeholder Hamacas sobre la arena en La Patacona. (Cedida)
Hamacas sobre la arena en La Patacona. (Cedida)

La revista Telva, en 2013, poco después de sacar al expresidente Francisco Camps remando por La Albufera, celebraba su fiesta de verano en la Patacona. Sin saberlo, servía de inauguración oficial de una nueva era por la que el centro de gravedad de la costa urbana se desplazaba apenas unos minutos en dirección norte.

La fiesta de Telva que inauguró una playa

Aquella fiesta tuvo lugar en La Más Bonita, la pastelería restaurante que a medio camino entre el estilo Formentera y el rito ancestral de tomar la fresca, conquistó a locales y guiris. Una propuesta eficaz y atractiva aprovechaba algunos diferenciales de la ubicación en La Patacona. Aquel local abrió el imaginario de su playa como un espacio nuevo para la urbe.

Foto: Casitas Rosas de Valencia. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)

Mientras que la Malvarrosa y Las Arena encarnaba la tradición -y con ello, cierto anquilosamiento y falta de dinamismo- la de La Patacona resultaba una nueva atracción por estrenar. Convertidas las otras en un souvenir carne de guiris, La Patacona permitía a los locales salir de viaje sin marcharse de la ciudad (bueno, solo un poco). Como por superposición de capas, después los turistas acabaron formando cola también aquí.

placeholder Turistas disfrutando de la playa. (Cedida por el local)
Turistas disfrutando de la playa. (Cedida por el local)

Quizá el otro gran aliciente pasa por la permisividad para ganarle espacio a la playa. Frente a la normativa restrictiva en la ciudad, Alboraya permite a lugares como La Más Bonita disponer de su chiringuito pisando la arena. Pilar Lázaro, la responsable de la empresa de hostelería, reconoce como algunas de las principales ventajas "los trámites con el ayuntamiento". Por contra, vecinos como los responsables de la Casa del Mar se sienten agraviados por no haber podido contar con algunas de las ayudas que "en la capital sí se han dado" para hacer frente a las consecuencias de la covid.

Entre los últimos promotores de la zona se encuentra el grupo el restaurante Mimar (una arrocería ambiciosa que cuenta en sus fogones con un pionero como Raúl Aleixandre) o La Playa de Moda, "un merendero de los de toda la vida, con los pies en la arena". Uno de sus directores, Joaquín Collado, explica que la zona "se ha convertido en un área cotidiana de Valencia, pero al mismo tiempo aporta una tranquilidad y una sensación de pausa difícil de encontrar en otras ubicaciones". Como el propio merendero presupone, la Patacona es la playa de moda. La de una ciudad a la que no pertenece.

La Patacona en los años previos al estallido de la burbuja era una franja adherida al municipio de Alboraya, como una adiposidad que le cuelga al pueblo al tocar la costa. Una playa con casas: antes construcciones bajas repletas de tipismo, más tarde de fincas familiares que prometían consolidar las vacaciones en segunda residencia como un estilo de vida de uso diario.

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