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Un yonqui en la loca Formentera de los ochenta: "No parabas de ir a entierros"
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Un yonqui en la loca Formentera de los ochenta: "No parabas de ir a entierros"

En su última entrevista, el malogrado Jordi Cussà habla con El Confidencial de las fiestas y las calas de la isla, que escondían una cara B de adicción a la heroína, como cuenta en su novela autobiográfica 'Formentera Lady'

Foto: 'Melody, 1998'. Detalle de la portada de 'Formentera Lady'. (Alberto García Alix)
'Melody, 1998'. Detalle de la portada de 'Formentera Lady'. (Alberto García Alix)

"De esto nadie ha salido indemne. Va relacionado con los años que has estado metido ahí. Si pasaste un par, con un poco de suerte igual te has librado más o menos suave, aunque algún rasguño te vas a llevar. Pero si has estado unos cuantos liado, se paga". Quien habla al otro lado del teléfono es el escritor Jordi Cussà (Berga, 1961), que sabe bien lo que dice: él mismo vivió los primeros años 80 "ahí metido", en el consumo de la heroína. Caballito va, caballito viene, como relató en su novela ‘Caballos salvajes’ (Sajalín Editores). En aquella historia todos los personajes acabaron muertos. Ahora acaba de publicar en castellano —traducida por él mismo del catalán— 'Formentera Lady' (también en Sajalín), una especie de segunda parte tan triste como una mañana de fuerte resaca, pero en la que ahora hablan los supervivientes. "Es dura, pero tiene un punto más optimista. Es decir: muestra que se puede dejar la heroína y vivir otra vida".

Él es un ejemplo, pero no esconde unos rasguños, que podrían haber sido mucho más trágicos: necesita oxígeno, se contagió con el VIH... Tuvo suerte: vivió rápido, pero no acabó en un ataúd como tantos amigos veinteañeros, ya fuera por sobredosis, por accidentes de tráfico o, años más tarde, por el sida. "Aquello era una lista de muertes. El lunes tocaba ir al del Manuel, el jueves se había muerto Fernando… Entre coches, drogas no parabas de ir a entierros". En la novela, las cuatro primeras páginas son una bofetada: unos amigos están en la playa de la Barceloneta, alcohol y drogas y cogen el "errecinco". Al poco se empotran contra un autobús escolar. Una chica muere y otro acaba en coma. Nadie llevaba cinturón, no había ningún control. Eso también eran los 80.

placeholder El escritor Jordi Cussà en la actualidad. (Manel Escobet)
El escritor Jordi Cussà en la actualidad. (Manel Escobet)

A partir de ahí comienza un relato fragmentado en el que varias voces lideradas por la de Niel, una especie de trasunto del escritor, van narrando desde la perspectiva de tres décadas pasadas cómo fueron aquellos años rojos —o coagulados, un adjetivo que Cussà utiliza en varias ocasiones— en los que la vida, si puede llamarse así, transcurría entre picos, jeringuillas usadas, narcotráfico y, para las chicas, la prostitución, entre las Baleares y Cataluña. Vivencias reales que se yuxtaponen con la fabulación del escritor donde el tema del consumo tiene su peso, aunque principalmente se incide en aquellos momentos en los que vieron la luz para intentar dejarlo. Demasiados muertos.

En ‘Caballos salvajes’, Cussà galopó por la parte más cruda del relato. Aquí los picos no ocupan demasiadas escenas. Sí, aprovecha, no obstante, para contar cómo uno podía empezar a esnifar e inyectarse en esos años. "Los 80 fue más cuando se desparramó todo, por lo menos aquí en la zona de Berga, en Barcelona, en los sitios que yo frecuentaba. Los motivos cada uno sabe, si lo sabe, porque a veces empiezas un poco como una moda, como quien empieza a fumar cigarrillos. Empiezas porque alguien te invita y te lo pasas bien y te tomas un 'whisky', un porro…", revela.

placeholder 'Formentera Lady'.
'Formentera Lady'.

Después se atraviesan tres fases, la primera es la divertida. "Eres bastante feliz, vas a lo tuyo, no necesitas una fortuna para ir tirando y se vive bien", sostiene. Pero eso se acaba pronto porque de un momento a otro vives por y para la heroína. "Es cuando comienzas a pensar en dejarlo. Yo lo hice porque me enamoré de una tía que no consumía y no quería estar con ella y consumir", relata. Y la tercera fase es el tratamiento para dejarlo, que no ocurre de un día para otro. "Empecé a ir a una psiquiatra que me puso los puntos sobre las íes. Me dijo: 'Crees que vas a dejarlo en tres meses y vas a tardar más de cuatro años'. Y tenía razón, tardé cinco", destaca.

"Una psiquiatra me puso los puntos sobre las íes: 'Crees que vas a dejarlo en tres meses y vas a tardar más de cuatro años'. Tardé cinco"

En esta etapa es fundamental el apoyo del entorno social, dice. "En mi caso sin la ayuda de mi madre no habría salido. Mi padre no es que no quisiera ayudarme, pero no lo entendía y no sabía cómo ayudarme. Y llegó un momento en que pensó, y mi hermano también, que les tomaba el pelo. En ‘Formentera Lady’ esto sale claro. Se plantea la pregunta: ¿cuántas veces tienes que darle una segunda oportunidad a alguien? Hay gente a la que le das muchas y no aprovecha ninguna y gente que al final dice: mira, yo ya estoy harto de esto", manifiesta. Lo peor es que luego vino el epílogo "que fue casi tan malo como la adicción”: la aparición del sida. “Si es que nos cayó por todos los lados", se lamenta.

Poca diversión en Ibiza y Formentera

No hay mucha diversión en ‘Formentera Lady’, pese a que el título esté tomado de la canción de King Crimson del disco de 1971. Lisérgico, relajante, tan ibicenco. Sí aparecen bares, como el Islands, en la propia isla, algunas noches de fiesta en las calas de las pitiusas, que eran el destino 'hippie' por excelencia en la época, “bastante auténtico, pero estaban en el proceso de prostituirse con las drogas”, incide. Era la época de la aparición de las grandes discotecas de Ibiza como Amnesia, que había fundado Antonio Escohotado en 1976, o Ku, actual Privilege; sin embargo, no hay euforia festiva en el relato. Lo que pesa es la melancolía. ¿De verdad fue una generación que se lo pasó bien? "Ambas cosas, pero no aconsejaría a nadie que lo viviera como lo vivimos nosotros. Yo no soy quién para decirle a nadie no tomes drogas, pero hoy me parece una locura que alguien las tome de la manera en la que las tomábamos nosotros. No tuve ninguna amiga yonqui. Sí fumaban porros, pero nada más. Pero amigos sí y muchos acabaron muertos", contesta.

placeholder La anterior novela, 'Caballos salvajes'.
La anterior novela, 'Caballos salvajes'.

Las drogas abrieron una herida mucho más profunda en las mujeres. Así lo cuenta Cussà en la novela. Muchas de las chicas enganchadas acababan prostituyéndose por la heroína. Daba igual si procedían de una clase más baja u otra más alta. De hecho, no son pocas las de esta última. "Para ellas fue mucho peor. Para una tía, aunque fuera por decisión propia, si un día se moría del mono y quería un pico, podía caer en la solución fácil de echarle un polvo al camello o a quien fuera. Había tíos que también lo hacían, pero no era tan regular", mantiene.

"Para ellas fue mucho peor. Una tía, si un día se moría del mono y quería un pico, podía caer en la solución fácil de echarle un polvo al camello"

Y, con todo, era fácil encontrar caballo. Cussà señala que en esa época estaba por todas partes y que llegó a conocer a más de 100 personas que consumían. En la novela se trafica con grandes cantidades y se compra como quien compraba un paquete de cigarrillos. "No sé por qué era tan fácil. Durante muchos años corrió el bulo de que la misma policía, la misma pasma, permitía que corriera la heroína porque así no nos metíamos en política. Eso en el País Vasco sí se hizo mucho… No tengo ninguna prueba, pero me lo creería. Pero en Cataluña no lo veo tan claro porque en los 80 no había problemas políticos graves", comenta.

placeholder 'Hippies' en Ibiza en los 70.
'Hippies' en Ibiza en los 70.

De lo que no tiene ninguna duda es de que, durante años, el problema de la drogadicción no estuvo en la agenda de los políticos y no se tomaron cartas en el asunto. De hecho, el primer Plan Nacional sobre Drogas es de 1985. Para entonces, Cussà y tantos otros llevaban tiempo consumiendo. "Para Felipe y Pujol en España y Cataluña no había droga, nadie la tomaba, no existía la heroína. No le hacían ni caso. Al revés, todavía nos consideraban unos viciosos, no enfermos. Y mucha gente, la mayoría, nos consideraba irrecuperables. O sea, era una cosa que no se podía remediar y de la que no podías salir de ningún modo. Y eso también hizo mucho daño, porque si te decían que eso no se puede dejar, mucha fuerza para dejarlo pues tampoco te da", constata.

La luz al final del túnel

Cada vez hubo más que lo intentaron. El zarpazo del sida, que también está en la novela, ya que varios de los personajes son seropositivos, fue importante. "Yo ya había salido de la adicción cuando me dijeron lo del sida. Hacía un par de años. Pillé una depresión de aquí te espero cuando me dijeron que era positivo, porque entonces no era una enfermedad que podría derivar en crónica ni nada parecido, era una sentencia mortal", cuenta. Otra vez tuvo suerte. En su caso sí derivó en crónica "y ahora estoy sin número de copias", es decir, sin carga viral.

"Para Felipe y Pujol en España y Cataluña no había droga, nadie la tomaba, no existía la heroína"

Sin embargo, salir, aunque costara años, tampoco era lo más difícil. La mayoría de la gente no se atrevía al principio por el mono. "Pero, en realidad, con cuatro pastillas que puedes buscar en farmacias y ansiolíticos para dormir, en 10 días te comes un mono con poco sufrimiento", confiesa. La dificultad llega al salir de ese mundo en el que has vivido tantos años. "Cuando lo has dejado no tienes ningún sitio al que ir. Es como si salieras de una casa y dijeras, bueno, pues de aquí ya me voy, pero no tuvieras ninguna otra casa a la que ir. Es muy importante encontrar un trabajo y aceptarlo, porque puede ser un trabajo que no tenga nada que ver con lo que te gusta", añade.

Él sí comenzó a vivir de lo que le gustaba: el teatro y la literatura. Ya a finales de los 70 había montado un grupo de teatro en Berga con unos amigos, pero fue a comienzos de los 90, a los cinco años de dejar las drogas, cuando la profesión literaria, incluidas traducciones del inglés al catalán, empezó a fluir. Escribió ‘Caballos salvajes’ y desde entonces ha publicado 15 novelas y otras 15 obras de teatro de las cuales se han montado seis. También ha traducido canciones de King Crimson, Tracey Chapman, Los Beatles, Pink Floyd, Bob Dylan, Leonard Cohen… Muchos de los músicos que también aparecen en ‘Formentera Lady’.

"El romanticismo es muy bonito en vida, pero, cuando te mueres, no. ¿Por qué voy a ser un poeta romántico si puedo ser un poeta feliz?"

Por eso tampoco duda de que esto de la literatura fue un empujoncito para alimentar su suerte. "Sobre todo en dos sentidos. Uno, porque ‘Caballos salvajes’ fue muy catártico. Y muy doloroso. A veces terminaba de escribir el capítulo llorando como un niño. Y luego porque me ha enseñado a escribir. Yo ya había empezado a escribir, pero con estos libros empecé en serio", señala este escritor que ha escrito libros sobre drogas, pero no quiere caer para nada en la idealización de las sustancias que a veces ha hecho la literatura. "Pasó con los románticos franceses, con Baudelaire, Thomas de Quincy, Poe… Eran todos adictos a algo. Y eran todos escritores de primera calidad y a veces tuvieron ese punto romántico. El romanticismo es muy bonito en vida, pero, cuando te mueres, no. ¿Por qué voy a ser un poeta romántico si puedo ser un poeta feliz? Yo lo veo claro. ¿Por qué tienes que ser un amargado? No, hay que tomárselo todo con el máximo optimismo posible", manifiesta quien ha salido de un pozo más negro que el alma a las dos de la mañana.

En la novela, los supervivientes se sorprenden de estar vivos en un mundo que nada tiene que ver con el que era cuando consumían. Uno de los personajes hace un resumen bastante rápido y eficiente de lo que ha cambiado este país. "Si alguien nos hubiera dicho que terminaríamos por abrocharnos el cinturón cada vez que subimos a un coche, o que nos prohibirían fumar tabaco en bares, cafés y discotecas... ¡Treinta años atrás todos estábamos convencidos de que en cuestión de diez o doce años legalizarían por lo menos el cannabis!", se asombra una de las mujeres contrariada por su propio error profético. Sin embargo, no es menos cierto que a día de hoy todavía hay jóvenes que entran en el universo de la heroína. Cuando lo escucha, el escritor se pone tajante: "Pues que lean estos libros, que los lean".

"De esto nadie ha salido indemne. Va relacionado con los años que has estado metido ahí. Si pasaste un par, con un poco de suerte igual te has librado más o menos suave, aunque algún rasguño te vas a llevar. Pero si has estado unos cuantos liado, se paga". Quien habla al otro lado del teléfono es el escritor Jordi Cussà (Berga, 1961), que sabe bien lo que dice: él mismo vivió los primeros años 80 "ahí metido", en el consumo de la heroína. Caballito va, caballito viene, como relató en su novela ‘Caballos salvajes’ (Sajalín Editores). En aquella historia todos los personajes acabaron muertos. Ahora acaba de publicar en castellano —traducida por él mismo del catalán— 'Formentera Lady' (también en Sajalín), una especie de segunda parte tan triste como una mañana de fuerte resaca, pero en la que ahora hablan los supervivientes. "Es dura, pero tiene un punto más optimista. Es decir: muestra que se puede dejar la heroína y vivir otra vida".

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