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Puigdemont convoca una cumbre urgente para frenar un 'golpe de estado' en el PDeCAT
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Puigdemont convoca una cumbre urgente para frenar un 'golpe de estado' en el PDeCAT

La falta de una figura de peso que marque perfil político ha sido determinante en esta alarmante pérdida de peso de los cuadros de la formación

Foto: Carles Puigdemont. (EFE)
Carles Puigdemont. (EFE)

El ‘expresident’ de la Generalitat Carles Puigdemont ha tocado a rebato: el próximo 9 de diciembre, todos los diputados y senadores de JxCAT deben acudir a Waterloo para recibir instrucciones y valorar la actualidad política. Es una jugada estratégica que, en realidad, tiene dos vertientes: estudiar, efectivamente, la coyuntura política por un lado y, por otro, abortar un motín a bordo. Una parte de Junts per Catalunya (JxCAT), pero especialmente una parte importante del PDeCAT, está harta de que las decisiones se tomen unilateralmente y a dedo desde Bélgica y preparan una revolución interna.

Según ha podido conocer El Confidencial, esa revolución puede producirse en el consejo nacional del PDeCAT que se celebrará el próximo 14 de enero. Los críticos quieren recuperar poder y terreno, abandonando el “tacticismo caudillista” que, a su juicio, ha llevado al partido heredero de Convergència, la mayor formación catalana en sus tiempos, a un callejón sin salida. Es la revolución pendiente que hasta ahora no se habían atrevido a acometer. Pero después de las cribas de Puigdemont 'limpiando' las listas de moderados, ya nadie tiene nada que perder. Y los críticos van a por todas.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont y su abogado Paul Bekaert. (Reuters)

La lista de agravios que le echan en cara al fugado es corta, pero potente. Primero, la pérdida de apoyo social del proyecto de JxCAT, por falta de un ideario social y político. Puigdemont, un pequeño burgués de Girona de familia acomodada, un señor más cerca del liberalismo y de la derecha pura y dura, ha jugado a ser más revolucionario que la CUP. Supo montarse en la cresta de la ola con la sola condición de jugar a la independencia, pero no dotó de contenido social ni económico sus propuestas. Y ni siquiera la CUP vive únicamente de independencia. Total, pasó lo que tenía que pasar, y es que su público fiel lo ha ido abandonando.

El segundo elemento de enfado en las filas del PDeCAT es la falta de peso político que la formación heredera de Convergència Democràtica (CDC) tiene en el proyecto de Puigdemont y en las decisiones que se toman. El ‘expresident’ fugado ha traicionado a su partido y se ha hecho con las riendas del PDeCAT sin mover un solo dedo. La falta de una figura de peso que marque perfil político ha sido determinante en esta alarmante pérdida de peso de los cuadros de la formación. No hay que olvidar que en la estructura del PDeCAT, los partidarios de Puigdemont no tienen la mayoría. Sin embargo, manejan los hilos del partido como les da la gana. Y eso, a juicio de los barones, se tiene que acabar.

Reproches del PDeCAT

El tercer elemento de discrepancia, es, precisamente, ese descontento de los exbarones de Convergència, que quieren volver a tener derecho a decidir. Hasta ahora, desde la estrategia del Govern hasta las listas electorales se ha decidido a dedo desde Waterloo. El derecho a decidir que reclama Puigdemont para Cataluña no lo aplica en el PDeCAT. Ahí, los barones tienen derecho a escuchar, pero no a decidir. “Eso se acabó, ha de darse de cuenta de que el PDeCAT es la base de su proyecto político, es quien tiene la estructura territorial y es quien le ha ganado las elecciones. Son los militantes del PDeCAT los que patearon territorio pidiendo el voto, los que fueron llamando puerta a puerta por las casas de Cataluña para pedir el apoyo de los ciudadanos”, claman desde el partido.

El partido, por ejemplo, quiere tener voz y voto no solo en la elección de candidatos, sino en la elección del Govern y en la estrategia de este y del grupo parlamentario. Se da la circunstancia de que uno de los hombres del PDeCAT en la Generalitat, el consejero de Interior, Miquel Buch, está en el punto de mira de Puigdemont (y de Quim Torra) por ejercer, precisamente, sus responsabilidades como tal. “Buch está señalado por Puigdemont. No lo quiere ver ni en pintura. Y en su círculo más íntimo se le acusa directamente de ‘botifler’ (traidor)”, explica una fuente a este diario.

placeholder La número uno de JxCAT al Congreso, Laura Borràs. (EFE)
La número uno de JxCAT al Congreso, Laura Borràs. (EFE)

En estos momentos, además, las huestes de Puigdemont están medio desarboladas. Con la actual líder en el Congreso, Laura Borràs, en el centro de la diana por sus coqueteos con la corrupción durante su etapa como directora de la Institución de las Letras Catalanas (ILC), Puigdemont se queda sin líder de peso. En estos momentos, sus dos puntales más importantes son el vicepresidente de la Mesa del Parlament, Josep Costa, y la líder posconvergente en el Ayuntamiento de Barcelona, Elsa Artadi. El portavoz parlamentario, Eduard Pujol, ha caído puntos en la escala del líder y el presidente del grupo, Albert Batet, se mantiene con ostentosos gestos de acatamiento al jefe fugado. El resto de JxCAT es un erial, según critican desde el PDeCAT.

El ‘expresident’ de la Generalitat Carles Puigdemont ha tocado a rebato: el próximo 9 de diciembre, todos los diputados y senadores de JxCAT deben acudir a Waterloo para recibir instrucciones y valorar la actualidad política. Es una jugada estratégica que, en realidad, tiene dos vertientes: estudiar, efectivamente, la coyuntura política por un lado y, por otro, abortar un motín a bordo. Una parte de Junts per Catalunya (JxCAT), pero especialmente una parte importante del PDeCAT, está harta de que las decisiones se tomen unilateralmente y a dedo desde Bélgica y preparan una revolución interna.

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