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El 'chico pitbull' que se cortó las orejas como un perro de presa y descuartizó a su padre
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CRÓNICA NEGRA

El 'chico pitbull' que se cortó las orejas como un perro de presa y descuartizó a su padre

La historia de la captura de un joven de 22 años que en 2006 protagonizó un brutal suceso tras matar a su progenitor, desmembrarlo y repartir sus restos por distintos puntos de la localidad malagueña de Torremolinos

Foto: La historia del crimen del 'chico pitbull' es de las más impactantes ocurridas en la Costa del Sol. (EC Diseño/Sergio Beleña)
La historia del crimen del 'chico pitbull' es de las más impactantes ocurridas en la Costa del Sol. (EC Diseño/Sergio Beleña)

Felipe Israel permanecía hierático. Sentado, con la cabeza ligeramente agachada, guardaba silencio ante la batería de preguntas del inspector. Inexpresivo cuando sobre la mesa iban cayendo las fotografías del cadáver de su padre. Descuartizado, desnudo y abotargado por la descomposición. Nada conseguía conmoverle. Y menos aún, arrancarle algo parecido a una confesión.

Un agente abre la puerta y pregunta: "Jefe, ¿qué hacemos con el perro que estaba en la casa?". "No sé, llama a la perrera y que se lo lleven", responde, ofuscado, el responsable del caso. Felipe Israel, en ese instante, abandonó su letargo y se giró. Y entonces el interrogador supo que había encontrado una brecha para vencer su resistencia.

Foto: Hallan emparedado el cadáver de Sibora Gagani en el piso del acusado de otro asesinato. (EFE/Daniel Pérez)

"¡Que se lleven al chucho ese!", insiste el agente, fingiendo enfado. "No, por favor", interrumpe el detenido. "Entregádselo a un amigo. Él lo cuidará", continúa. "De acuerdo, se lo daremos, pero antes debes contar la verdad", le responde el inspector.

Fue el final del chico pitbull de Torremolinos, el joven de 22 años que se había autoamputado las orejas de forma puntiaguda para que pareciesen las de un perro de presa y que protagonizó una apasionante investigación que arrancó el 13 de febrero de 2006 y concluyó con una sentencia de 20 años de internamiento en un psiquiátrico.

Ese lunes, la mañana transcurría con cierta tranquilidad en la sede de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría de Torremolinos-Benalmádena, hasta que en torno a las 12:45 sonó el teléfono. La comunicación era más que inquietante. Un vecino que estaba dando un paseo acaba de encontrar un brazo dentro de una especie de galería que transcurre debajo de la autovía A-7.

En una pira se hallaron restos de un fémur y un peroné. Al lado, una caja de pastillas de encendido de barbacoa

Hasta el lugar se desplazaron los investigadores, así como los expertos de la Policía Científica, que tras acordonar la zona, comenzaron la inspección ocular. En el interior del túnel se encontraron dos escenarios. El principal, dominado por un brazo derecho, amputado desde el hombro, que se encontraba en el interior de una mochila. Junto a ella, una cuerda. La protagonista de la segunda escena, ubicada a pocos metros, era una pira en la que se hallaron restos de un fémur y un peroné. Al lado, una caja de pastillas de encendido de barbacoa que supuestamente se emplearon para acelerar el fuego.

Los agentes, en el exterior, descubrieron marcas de neumáticos de una motocicleta y una factura de Mercadona que finalmente nada tuvo que ver en el caso. Y la extremidad que no había sido calcinada, estaba tan dañada, que imposibilitaba extraer las huellas dactilares.

placeholder Comisaría de Torremolinos-Benalmádena.
Comisaría de Torremolinos-Benalmádena.

Con estos mimbres, y a la espera de los resultados de las pruebas de ADN, los investigadores se enfrentaban a un caso cuyas primeras gestiones se centraron en la cuerda, la mochila y la caja de las pastillas incendiarias. Pero mientras esperaban el resultado de las solicitudes de información, un nuevo suceso iba a sacudirlo todo dos días después.

Tatuajes y una oreja singular

Un vendedor ambulante que se encontraba por la calle Nicaragua del municipio torremolinense observó en el Arroyo Fuente de la Salud un carro de la compra que llamó su atención. Decorado con un estampado azul y blanco, su estado era bueno. Fue a cogerlo y se percató de que guardaba algo que pesaba. Así que lo abrió para hacer un macabro hallazgo. En su interior estaba el torso desnudo de un hombre en estado de descomposición.

El protagonista del hallazgo pidió auxilio a un taxista que se encontraba cerca, quien a su vez contactó con la Policía Local para contar lo ocurrido, hasta que la información llegó a los agentes de la UDEV. No había que ser un portento de la deducción para establecer una conexión con los restos hallados en el túnel, pero inicialmente "estábamos ante dos casos distintos", explica uno de los investigadores.

Foto: Imagen de archivo de otra actuación de la Guardia Civil en la provincia de Málaga. (EFE/Daniel Pérez)

La inspección ocular del tronco mostró que estaban ante un varón, de entre 40 y 50 años, con unos tatuajes llamativos en uno de los hombros: un jefe indio, Gandhi, y el Che Guevara; mientras que en el examen de la cabeza despertó curiosidad la forma de una de las orejas. Eran factores de confirmación, pero no arrojaban una identificación de partida.

Esta se pudo lograr gracias al estudio de las denuncias de personas desaparecidas en la provincia. "Había una, formulada por un hospital de la zona, que seguía abierta y decidimos profundizar en esa vía". Se obtuvo la fotografía del ausente a través de la base del DNI y se cotejó con el rostro del cadáver. A pesar de los efectos de la descomposición, no solo observaron cierto parecido físico, sino también comprobaron similitudes en la singular forma del oído externo. Concluyeron que su víctima era Felipe V. H., un individuo de 50 años vecino de la localidad.

Los policías inspeccionaron la casa hasta la que condujeron las pesquisas y "en una habitación hallamos restos de sangre y herramientas"

Los responsables del caso se trasladaron a su domicilio. Pegaron en la puerta, pero nadie contestó, así que llamaron a los bomberos para que abriesen tras entrar por una ventana. "Parecía la casa de una persona que padece síndrome de Diógenes. Estaba llena de todo tipo de trastos", recuerdan las fuentes consultadas, que señalan que "en una habitación hallamos restos de sangre y herramientas". Entonces tuvieron la certeza de que estaban en el escenario del descuartizamiento.

Las pesquisas se centraron rápidamente en el hijo del fallecido, Felipe Israel V. B., cuyo paradero se desconocía. El joven, con algún antecedente por maltrato en el ámbito familiar, mantenía una relación de amor-odio con su padre y había protagonizado numerosos episodios violentos. Es lo que relataron los vecinos por aquel entonces, quienes contaron a los medios que cogía un bate de béisbol y destrozaba las cosas. Habían interpuesto una veintena de denuncias contra el joven, y solicitaron ayuda porque era evidente que esa persona tenía problemas mentales, como demuestra que se había autoamputado las orejas para darles forma puntiaguda y parecer un pitbull, pero aseguraron que la respuesta que recibieron fue que "no se podía hacer nada hasta que no hubiera algo serio, sangre, y ha sido así".

Tres mochilas vendidas

Varias personas reconocieron al fallecido por los tatuajes, pero las sospechas en torno a la participación de su hijo en el crimen empezaron a transformarse en certezas cuando llegó la información sobre la mochila encontrada en el primer escenario y que ocultaba el brazo seccionado. "En toda la provincia, solo se habían vendido tres de ese modelo", así que se hicieron gestiones con los comercios que las vendieron y en uno de ellos reconocieron a Felipe Israel como el comprador. El círculo se estrechó aún más sobre el joven cuando también fue relacionado con la adquisición de las pastillas incendiarias.

El joven "permaneció como una estatua" hasta que reaccionó al saber que iban a enviar a su mascota a la perrera

Las gestiones con el entorno del chico no fructificaron, y la noticia del hallazgo de los restos había sido contenida para no entorpecer las pesquisas, así que el inspector al frente del caso —actualmente comisario— optó por establecer dispositivos de vigilancia en los lugares claves relacionados con la investigación.

El jueves 18, en torno a las 16:00, los agentes que controlaban el Arroyo Fuente de la Salud se percataron de la llegada de chico en un ciclomotor que se aproximaba a donde abandonaron el tronco superior de la víctima. Rápidamente, fueron a por él y, tras interceptarlo, se dieron cuenta de que era Felipe Israel. El joven que toda la comisaría andaba buscando.

Foto: Momento en que el sicario perpetró el crimen. (Cedida)

Fue trasladado a dependencias policiales donde "permaneció como una estatua" hasta que reaccionó al saber que iban a enviar a su perro a la perrera. Después prestó declaración dos veces. En una de ellas contó cómo recorrió Torremolinos en moto, de un lado a otro, con el carrito y el torso entre sus piernas. También que discutía "a menudo" con su padre. Y que el crimen se produjo durante una de las broncas. Sobre las otras extremidades que no se encontraron, se determinó que fueron incineradas en la fogata del túnel.

El joven, de quien los vecinos decían que no causaba problemas cuando tomaba su medicación, ingresó en la prisión de Alhaurín de la Torre. La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Málaga, tiempo después, lo condenaría a 20 años de internamiento en un centro psiquiátrico.

Felipe Israel permanecía hierático. Sentado, con la cabeza ligeramente agachada, guardaba silencio ante la batería de preguntas del inspector. Inexpresivo cuando sobre la mesa iban cayendo las fotografías del cadáver de su padre. Descuartizado, desnudo y abotargado por la descomposición. Nada conseguía conmoverle. Y menos aún, arrancarle algo parecido a una confesión.

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