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La sequía que casi provoca la evacuación de Sevilla y sirvió como lección para la actual
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Se estudió remolcar un iceberg

La sequía que casi provoca la evacuación de Sevilla y sirvió como lección para la actual

En 1995, la Delegación del Gobierno planteó mover a toda la población de la ciudad andaluza ante la falta de agua. Aquella carestía desembocó en la elaboración de planes que permiten que la situación sea muy distinta dos décadas después

Foto: El embalse de Aracena, del que se nutre Sevilla y su área metropolitana, en una imagen de marzo. (Cedida)
El embalse de Aracena, del que se nutre Sevilla y su área metropolitana, en una imagen de marzo. (Cedida)

A finales del verano de 1995, en los despachos de la Delegación del Gobierno en Andalucía, se planificó una posible evacuación de toda la población de Sevilla por falta de agua. Hubo incluso alguien que propuso trasladar al Guadalquivir un iceberg con remolcadores. Poco después comenzó a diluviar, los pantanos se llenaron y todos los planes quedaron en papel mojado. De forma paradójica, la sequía de la primera mitad de los 90 sirvió como lección para que la capital andaluza y su zona de influencia afronte la situación actual de forma muy distinta.

En Sevilla y la mayoría de las localidades de su entorno solo había ocho horas de agua, por la mañana. Los pantanos que abastecían a la capital andaluza estaban vacíos y el caudal del Guadalquivir era cero. "En la sequía del 92 al 95 no teníamos un plan de emergencia", cuenta Consuelo Juan, directora de Sostenibilidad de Emasesa, la empresa pública de aguas de la capital hispalense que gestiona el abastecimiento de 1,3 millones de personas.

Foto: Vista del embalse de As Portas, en Vilariño de Conso (Ourense). (EFE/Brais Lorenzo)

El 15% de los andaluces beben el agua de Emasesa y tienen el consumo garantizado para los próximos dos años, a pesar de que la comunidad encadena cuatro ejercicios hidrológicos con lluvias inferiores a la media. Esto es así, en parte, por la gravedad de aquella sequía que casi obliga a vaciar la cuarta ciudad de España. Y no fue la única idea peregrina que se barajó, ya que la situación era crítica, como recuerda Alejandro Prats, jefe de división de las áreas territoriales de la entidad pública y que en los 90 era el responsable de la delegación de Dos Hermanas. Además de la evacuación, los técnicos de Emasesa contemplaron traer un iceberg al Guadalquivir con remolcadores para aumentar el caudal del río. "Eso te da una idea del nivel de desesperación", cuenta Prats, que también recuerda la idea de poner en marcha una cadena de barcos de suministro, como los que se utilizaron para llevar agua de Huelva a Cádiz, o instalar una desaladora.

Todas las opciones se descartaron a pesar de que entonces se llegó a un límite que ahora es impensable. Según relata Prats, el agua de la última etapa de la sequía procedía del Guadalquivir, de una toma instalada aguas arriba de Alcalá del Río, donde no llegan las mareas de la desembocadura y, por lo tanto, la salinidad del agua es apta. "Pero el caudal era tan bajo que era, prácticamente, las aguas residuales, tratadas, que bajaban desde Córdoba y desde Granada, por el río Genil", rememora este técnico, que relata que se tuvieron que instalar plantas de ozono para tratar el agua de forma más intensiva antes de enviarla a la población.

Foto: Un cauce seco del río Rin en Dusseldorf, Alemania. (Sascha Steinbach)

Entonces Sevilla se abastecía a partir de los embalses de Cala, la Minilla, Aracena y el Gergal. Juntos tenían una capacidad de 280,29 hectómetros cúbicos, una cantidad algo inferior a las reservas actuales contenidas ya en seis pantanos y que ascienden a 289,44 hectómetros cúbicos. "Hoy tenemos almacenada la misma cantidad de agua con la que empezamos la sequía de los 90", explica la responsable de Sostenibilidad de Emasesa. Esto es gracias, entre otras cosas, a que la capacidad se ha multiplicado por 2,2 para llegar a los 641,16 hectómetros cúbicos.

"Después de cada sequía se construía un embalse", apunta Prats, que recuerda cómo el de Zufre (el segundo mayor de la red) se planteó después de una sequía que hubo a finales de los 70, pero no pudo utilizarse en la crisis de los 90 porque no dio tiempo a llenarlo. Fue justo después cuando se planteó el más grande de los embalses con los que cuenta Sevilla, el de Melonares, que está operativo desde 2018. Pero la única lección que aprendieron en Emasesa no pasaba por la construcción de enormes presas. Melonares se financió en parte con fondos europeos, pero Bruselas obligó a la entidad a reducir la cantidad de fugas de la red por debajo del 15% para que llegara el dinero.

En 1992, cada año se perdían 25 hectómetros cúbicos al año por esas grietas. 30 años después, la cantidad ha bajado a 10 hectómetros cúbicos. Y hay que tener en cuenta que la población que bebe de estos seis pantanos consume 100 hectómetros cúbicos al año, a lo que hay que sumar entre 50 y 70 más por la evaporación y la cantidad que se desembalsa para mantener el caudal mínimo que necesitan los ríos.

placeholder El centro de control de Emasesa, donde se controla a tiempo real la situación de la red de aguas de Sevilla y su área metropolitana. (Cedida)
El centro de control de Emasesa, donde se controla a tiempo real la situación de la red de aguas de Sevilla y su área metropolitana. (Cedida)

Otro de los factores que alejan los cortes de agua que sí se están dando en zonas de la sierra de Huelva, y en las provincias de Córdoba y Málaga es la reducción del consumo que se ha experimentado desde entonces. En 1992, el consumo de agua en Sevilla estaba en 178 litros por persona al día, aunque hay que recordar que aquel fue el año de la Exposición Universal de 1992. Esto generó un uso extraordinario que nadie se planteó recortar a pesar de la incipiente sequía.

Entre los cortes de los 90, las campañas de sensibilización y las mejoras de la red han reducido la cifra a 112,5 litros, pero el Ayuntamiento de Sevilla se ha puesto un objetivo muy ambicioso: llegar a 90 litros en los próximos años. "En esta sequía estamos trabajando casi tres años, pero ya nos preparamos para la próxima", avanza Consuelo Jaén, que asegura que este tipo de sequías serán recurrentes y se repetirán cada seis o siete años. "Esto va a ser nuestro día a día, no podemos ir de emergencia en emergencia", añade, antes de aludir a medidas como la sectorización de los más de 4.000 kilómetros de tuberías que gestiona Emasesa para detectar fugas o la instalación de contadores inteligentes que permiten conocer los hábitos de consumo para seguir rebajando el uso de recursos hídricos.

Sevilla y su zona metropolitana cuentan con agua embalsada para garantizar el consumo humano durante dos años, aunque no llueva

"Empresas de agua con la experiencia de sequía como Emasesa hay pocas", defiende Alejandro Prats, que señala cómo en el norte están sufriendo esta sequía más que en el sur, acostumbrado a estas carestías, porque "no tienen las reservas que tenemos nosotros". Pero eso no libra a Sevilla y sus alrededores de entrar en alerta por sequía, lo que supondrá la publicación de bandos municipales que incluyen medidas como las penalizaciones por consumo excesivo, la prohibición del llenado de piscinas y el apagado de las fuentes. Esto ocurrirá si no llueve antes de finales de septiembre.

"Y las previsiones que tenemos no son demasiado halagüeñas", añade Consuelo Juan. ¿Y qué ocurre si la sequía se extiende más allá? La directiva de Emasesa admite ya contactos con la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir para comprar agua a los regantes que se nutren del gran río de Andalucía. El problema es que esos regantes beben de la cuenca con menos reservas del país, por debajo del 25% según el último dato del Ministerio de Transición Ecológica frente a una media nacional que está en el 39%. "Ojalá llueva en otoño, pero nos coge preparados".

A finales del verano de 1995, en los despachos de la Delegación del Gobierno en Andalucía, se planificó una posible evacuación de toda la población de Sevilla por falta de agua. Hubo incluso alguien que propuso trasladar al Guadalquivir un iceberg con remolcadores. Poco después comenzó a diluviar, los pantanos se llenaron y todos los planes quedaron en papel mojado. De forma paradójica, la sequía de la primera mitad de los 90 sirvió como lección para que la capital andaluza y su zona de influencia afronte la situación actual de forma muy distinta.

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