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Andalucía vuelve a 1982, pero con el PP en el Gobierno y la izquierda en caída libre
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ELECCIONES DEL 19-J

Andalucía vuelve a 1982, pero con el PP en el Gobierno y la izquierda en caída libre

La hegemonía ha cambiado de bando. El PP coge el testigo de lo que ha sido el PSOE en la región durante las últimas décadas. Ha ganado en las ocho provincias mientras que la izquierda se diluye

Foto: El candidato del PP a la reelección de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/José Manuel Vidal)
El candidato del PP a la reelección de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/José Manuel Vidal)
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Del cero al infinito. El Partido Popular ha logrado este domingo un récord difícil de repetir. En menos de cuatro años ha pasado de obtener sus peores resultados históricos (un 20,75% y 26 diputados) a lograr el 43,13% y 58 diputados. No es fácil encontrar un caso similar en la Europa de posguerra. Ni, por supuesto, en Andalucía, donde hasta este año el PSOE había ganado en 10 de 11 elecciones celebradas, con un máximo del 52,54% en 1982 y un mínimo del 27,94% en 2018. El PP de Javier Arenas venció en 2012, pero entonces sumó el apoyo del 40,67% de los electores.

Lo que ha pasado, lógicamente, tiene que ver con el desplome de Ciudadanos (que ha caído de 21 a cero diputados) y con el ligero crecimiento de Vox, que irrumpió hace cuatro años, pero que hoy —al menos en Andalucía— ha dejado de ser alternativa del PP en el ámbito conservador. El resultado de la derecha es tan demoledor que PP y Vox suman 72 de los 109 diputados, lo que significa el 78% de la Cámara andaluza. O expresado en términos porcentuales, el 56,59% de los andaluces ha optado por el PP o por Vox, lo que les pone en una buena posición de salida ante las generales. En las últimas elecciones al Congreso, aunque son comicios de naturaleza muy distinta, ambas formaciones obtuvieron el 36,2% de los votos, 20 puntos menos.

Foto: Juanma Moreno saluda a los simpatizantes del PP. (EFE/José Manuel Vidal)
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La cara B del éxito de Moreno Bonilla es Juan Espadas, que no solo ha obtenido los peores resultados del PSOE en Andalucía, sino que ha sido incapaz de sumar —al contrario que el líder conservador— los votos de los partidos situados a su izquierda. Espadas, incluso, ha roto el suelo electoral que obtuvo Susana Díaz. Y eso que al ser el segundo partido se ha beneficiado de los restos de la aplicación de la regla D'Hondt. Si no hubiera sido por eso, los resultados hubieran sido peores. Al PSOE le ha costado cada diputado 29.457 votos, mientras que Por Andalucía ha tenido que lograr 56.338 votos para conseguir un parlamentario, casi el doble. Cada diputado del PP ha salido a 27.282 votos.

La división pasa factura

Eso quiere decir que Espadas no ha capitalizado el desplome de Por Andalucía (Podemos, IU y Más País, Equo e Iniciativa del Pueblo Andaluz) ni de Adelante Andalucía (Teresa Rodríguez), que si en 2018 lograron 17 diputados o el 16,19% de los votos, este domingo se han tenido que conformar con siete parlamentarios. En parte, por acudir divididos a las urnas. Por Andalucía y Adelante Andalucía han logrado conjuntamente 449.658 votos, unos 50.000 menos que Vox, pero han obtenido la mitad de los diputados.

En todo caso, es importante reseñar que, con una participación similar a hace cuatro años, la izquierda del PSOE ha obtenido 136.291 votos menos. La anécdota en términos políticos sigue siendo Marinaleda, el último refugio del izquierdismo andaluz, donde Por Andalucía (Podemos e IU) ha obtenido el 57% de los votos, más otro 7,8% Adelante Andalucía (Teresa Rodríguez).

El resultado histórico de las dos derechas sugiere un factor muy a tener en cuenta. Los mejores datos del PP se han producido siempre a rebufo de una mala situación económica. Sucedió en 1994 (recesión el año anterior), cuando el Partido Popular mejoró en 12 puntos su representación; ocurrió en 2012 (crisis financiera), cuando alcanzó por primera vez el 40% de los votos, y ha vuelto a suceder en 2022 (crisis derivada de la pandemia y ahora vinculada a la inflación), cuando ha obtenido el 43,13%.

El vuelco electoral ha sido tan intenso que el sistema político andaluz, de alguna manera, vuelve a 1982, el año de las primeras elecciones autonómicas, cuando comenzó la hegemonía absoluta del PSOE, que ha podido gobernar en solitario durante 35 años con una oposición muy debilitada, salvo en 2012, cuando el PP de Arenas ganó por un estrecho margen a José Antonio Griñán, aunque no pudo formar Gobierno. El 24,09% que ha obtenido Juan Espadas, de hecho, es solo algo mayor a los porcentajes que solía tener la vieja Alianza Popular en los años 80, antes del Congreso de refundación de 1990, celebrado, precisamente, en Sevilla.

Los herederos del PCE

Esta cifra es importante porque el PSOE gobernó durante más de tres décadas con porcentajes similares, lo que significa que, si Moreno Bonilla consolida los resultados de este año, Andalucía vuelve a un bipartidismo imperfecto, pero con los protagonistas alterados.

Lo que también ha cambiado es el tercero en discordia. Si históricamente ese papel le ha correspondido al PCE y a sus herederos (IU, Podemos y las diferentes marcas que han nacido en los últimos años), ahora es Vox quien ocupa ese espacio, aunque con una posición irrelevante, ya que con 14 diputados no es decisivo.

El partido de Abascal mejora sus resultados (dos diputados más, hasta 14, y un 13,46% de los votos), pero lo más relevante es que deja de ser una alternativa al PP si algún día lo pudo ser. Esto es significativo por las consecuencias que puede tener en el futuro el voto útil en favor de Feijóo habida cuenta de la elevada polarización que existe en la vida política. El partido pequeño de ambos espacios suele desangrarse porque el mayoritario recoge el voto que se considera más útil.

Esto es lo que le ha pasado a Ciudadanos, que no ha podido capitalizar su presencia en el Gobierno de Morena Bonilla, lo que también puede ser significativo para entender los malos resultados de Unidas Podemos, aunque en este caso la alianza es a nivel nacional. El caso más singular es el de Ciudadanos en Sanlúcar de Barrameda, la ciudad de Juan Marín, donde ha pasado en menos de cuatro años del 25,4% (primera fuerza política) a un 8,6% (quinta), lo que da idea del desgarro.

La victoria de Moreno Bonilla es inapelable, como lo demuestra el hecho de que el PP ha ganado en todas las provincias andaluzas, incluida Sevilla, que tradicionalmente ha sido un feudo socialista. De Sevilla surgieron los líderes socialistas más relevantes en las últimas décadas: González, Guerra, Chaves…, y su importancia radica, además, en que se trata de la provincia que aporta más escaños: 18. Pues, bien, la mitad ha ido al PP y solo cinco al PSOE-A.

Sevilla es hoy, de hecho, netamente conservadora, 11 de los 18 escaños han ido al PP o a Vox. De esta manera, se rompe un mito que ha durado décadas. En algunos barrios, como en los Remedios, en el centro de Sevilla, PP y Vox han logrado nada menos que el 82,8% de los votos, mientras que el PSOE ha llegado a apenas el 7,6%.

La otra provincia que aporta más escaños es Málaga y aquí el triunfo del PP es todavía más inapelable. Ha logrado 10 de los 17 diputados en disputa, mientras que, por el contrario, los socialistas se desploman todavía más respecto del conjunto de la comunidad. Solo el 20,71% de los malagueños han votado al PSOE en la provincia que hoy es la más dinámica de la región. El granero de votos socialista, aunque ya muy disminuido y en franco retroceso, siguen siendo Huelva y Jaén, con poco más del 27%, cuando históricamente habían superado la barrera del 50%.

Del cero al infinito. El Partido Popular ha logrado este domingo un récord difícil de repetir. En menos de cuatro años ha pasado de obtener sus peores resultados históricos (un 20,75% y 26 diputados) a lograr el 43,13% y 58 diputados. No es fácil encontrar un caso similar en la Europa de posguerra. Ni, por supuesto, en Andalucía, donde hasta este año el PSOE había ganado en 10 de 11 elecciones celebradas, con un máximo del 52,54% en 1982 y un mínimo del 27,94% en 2018. El PP de Javier Arenas venció en 2012, pero entonces sumó el apoyo del 40,67% de los electores.

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