Los Goya volverán a Sevilla en la previa de las elecciones municipales de 2023

Mariano Barroso, el presidente de la Academia de Cine, fue uno de los invitados que asistió a la investidura de Antonio Muñoz como alcalde de Sevilla el pasado 3 de enero. Al margen de cuestiones personales, su presencia demuestra también la sintonía entre dicha institución y un Gobierno municipal que ha apostado muy fuerte por los grandes eventos y por la cultura como herramienta de proyección de la marca Sevilla, más allá del mero destino turístico. Dentro de esta estrategia política, el Ayuntamiento consiguió atraer la gala de los Premios Goya en 2019, todo un hito porque esta ceremonia siempre se había celebrado en Madrid, a excepción de un año en Barcelona. Y en 2023 los galardones volverán a entregarse en la capital andaluza.

La fecha tiene su lectura. La gala se celebrará en febrero, a falta de concretar el día, justo antes de concluir el mandato municipal y la etapa de Muñoz como alcalde. Y, sin duda, será la guinda para coronar un periodo de poco más de un año en el que, a contrarreloj, el socialista está tratando de dejar su sello propio y ganar avales, ya que aspira a revalidar su puesto, esta vez en las urnas, pues se convirtió en alcalde accidental tras la marcha de Juan Espadas, actual candidato del PSOE a la Junta de Andalucía. Los Goya brindarán al regidor la oportunidad de lanzar al mundo, dado el impacto mediático que tiene este evento, la imagen de una ciudad referente, situada en el mapa y que se agarra a la cultura como vehículo de desarrollo. Un mensaje muy acorde con la filosofía que practica el socialista desde hace años.

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Sin duda, que los Goya vuelvan a Sevilla es “una buena jugada” que beneficiará a la ciudad y también al propio Ayuntamiento. La última gala tuvo un impacto global de 52,3 millones de euros, según un estudio de rentabilidad realizado en 2019, en el que se mide los efectos indirectos para la promoción de la capital y la marca local, pero también los cinco millones que supuso en desembolso directo en hoteles, restaurantes, transporte y comercio. Cifras que justifican el gasto de 1,3 millones de euros que supuso la operación también para las arcas municipales. Dicen los expertos que la publicidad que genera este evento del cine, si hubiera que pagarla, no bajaría de los 100 millones de euros, lo que da una idea de la altísima rentabilidad que tiene a todos los efectos el evento.

Por lo tanto, difícilmente Antonio Muñoz podría contar con una campaña más efectiva y de largo alcance. El regreso de la gala es ya un espaldarazo a su gestión y a sus apuestas, como ha reconocido el propio director de la Academia de Cine al notificar el anuncio: “Esta ciudad ya nos demostró su cariño y su implicación y es de rigor, casi una obligación diría, pero también un placer volver a Sevilla porque se vuelca con los Goya y con el cine”. Barroso ha admitido en varias ocasiones que la gala de 2019 fue todo un acierto hasta el punto que, tras su celebración, dejó abierta la puerta para su regreso.

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Una vuelta que ha retrasado probablemente la pandemia. Y también las aspiraciones de una ciudad como Málaga, que hasta entonces nunca lo había intentado a pesar de contar con un consolidado Festival de Cine Español y que pujó y consiguió ser sede en 2020. Ello obligó a Sevilla a abstenerse para evitar una competencia en Andalucía que habría alimentado nuevos agravios. Pero ya entonces la capital hispalense no renunció a ser referente para este sector en la comunidad, apostando incluso por ser la sede de la Academia Andaluza de Cine.

¿Por qué otra vez Sevilla?

No todas las ciudades españolas están en posición de competir a la hora de que los Goya salgan de Madrid. De entrada, hace falta aforo, infraestructuras y buenos transportes que dificulta, por ejemplo, que la gala salga a las islas. Fibes y su auditorio es una instalación sin mucha competencia en estos momentos en España que proporciona ventajas que no tendrían, por ejemplo, otras urbes andaluzas como Granada, que también ha insinuado en otras ocasiones su aspiración de acoger los Goya, o incluso la propia Málaga, pues la comparación con el Martín Carpena, un palacio de deportes adaptado para el evento en 2000, no se sostiene. El AVE es un punto positivo, pero también lo sería para Barcelona, Valencia o incluso Zaragoza.

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Pero, más allá de las condiciones técnicas, la Academia de Cine valoró en 2019 el ofrecimiento institucional que hizo Sevilla en un momento en el que la gran fiesta del cine español llevaba ya cuatro años en declive y perdiendo cuotas de pantalla, obligando incluso a replantearse el formato. La gala de Sevilla supuso la resurrección y, de hecho, alcanzó la mayor audiencia desde 2010. Y en eso tuvo que ver también la implicación de la ciudad y su vinculación con la industria.

Que Sevilla es una ciudad de cine no es sólo un eslogan. La capital hispalense ha apostado fuerte por este sector en la última década y un ejemplo es que, antes que la ceremonia de los ‘Oscar españoles’, acogió la de los Premios Forqué, Onda y Max, cuenta con un Festival Internacional de Cine que se afana en crecer y ha organizado también la gala de galardones de la Academia Europea de Cine. Estos ejemplos son el colofón de una carrera que se inició mucho antes en una ciudad que, según reconoce la Academia, tiene todo lo deseable para triunfar: creadores de gran talento (gran parte de la denominada Generación Cinexín nació en Sevilla); buenos profesionales para desarrollarlo (antes de la pandemia había pleno empleo para los técnicos); condiciones externas que han convertido a la urbe en un plató que ha encontrado un binomio imbatible con el turismo; y un posicionamiento político que permite conectar a la perfección con el sector.

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Antes de la pandemia, Sevilla, y por extensión España y especialmente Andalucía, vivía un gran momento para esta industria audiovisual. Sólo en la capital hispalense se concentran casi tres cuartas partes de la producción de la comunidad y al año tienen lugar más de 120 rodajes, hasta el punto que el propio Ayuntamiento ha abierto una ventanilla única para facilitar los trámites a esta industria que genera un impacto cercano a los 45 millones de euros anuales, según cálculos municipales. Y que también está dispuesta a sacar pecho por todo aquel que, como el alcalde Muñoz, defienda sus intereses.