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La nueva derecha que ha nacido en Ferraz: Sánchez no se la esperaba, Feijóo tampoco
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LA 'ALT-RIGHT', DE TWITTER A LA CALLE

La nueva derecha que ha nacido en Ferraz: Sánchez no se la esperaba, Feijóo tampoco

Las protestas contra la ley de amnistía que llevan días sucediéndose frente a la sede del PSOE no se parecen a nada que la derecha tradicional haya protagonizado. Algo ha cambiado

Foto: Manifestantes con pancartas, durante una manifestación contra la amnistía frente a la sede del PSOE en Ferraz. (Europa Press/Diego Radamés)
Manifestantes con pancartas, durante una manifestación contra la amnistía frente a la sede del PSOE en Ferraz. (Europa Press/Diego Radamés)
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Si tomáramos con un cuentagotas gigante una muestra de la amalgama que lleva reuniéndose cada noche en Ferraz desde hace dos semanas, probablemente no encontraríamos dos muestras idénticas. Si lo hiciéramos entre los asistentes a la manifestación de Sol del pasado domingo, probablemente no encontraríamos dos muestras distintas.

Expresándolo en términos futboleros, la derecha siempre ha salido a jugar en bloque bajo: concentraciones para toda la familia, reservadas por los cauces burocráticos habituales, estéticamente neutras, sin lemas altisonantes, abrumadoramente institucionales. Pero los asistentes a Ferraz, incluso con el mismo objetivo, juegan a otra cosa: van a presionar al área contraria. No hay reparo en gritar "Pedro Sánchez, hijo de puta" o "¡Que te vote Txapote!" cada noche, en organizar un desfile de muñecas hinchables a las que tildan de ministras socialistas o un ejército de voluntarios disfrazados de comerciales de Tecnocasa que venden el país a trozos.

Algo ha cambiado estos días en España. Como siempre, los medios de comunicación se apresuraron a identificar y señalar una bandera del pollo el primer día de revueltas, algo que hasta entonces había servido para desactivar este tipo de concentraciones. Pero esta vez no funcionó. La respuesta de esa multitud ha sido demostrar que les daba igual. Los siguientes días las banderas y otros símbolos franquistas han seguido apareciendo, en parte por identidad y en parte por provocación.

¿De dónde sale toda esta gente? Muchos de ellos, de Twitter. Por primera vez, muchos han abandonado sus madrigueras digitales y han salido a la calle, con más ira que planificación, para gritar contra Sánchez, Puigdemont, el pacto y la amnistía. Es un fenómeno muy líquido, difícil de capturar en una imagen fija. Un crisol en que se mezclan jóvenes pijos, seguidores de Vox, viejos franquistas, satélites neonazis e incluso exsocialistas que visitan los alrededores de su viejo templo con la fe del converso, pero también mucha otra gente que no encaja en ninguna de estas casillas. Gente que podría cobijarse, si acaso, bajo el paraguas antiprogre, pero que entran y salen de otros refugios ideológicos —incluso el marxismo-leninismo, como Frente Obrero, también presente— sin dificultad. Gente a la que no hace falta explicarle quién es Tucker Carlson.

placeholder Tucker Carlson, en Ferraz. (Andrea Farnós)
Tucker Carlson, en Ferraz. (Andrea Farnós)

Es casi más sencillo definir lo de Ferraz fijándonos en quiénes no estaban allí.

Lo que Losantos no pilla

El martes 7, durante su tertulia en EsRadio, Federico Jiménez Losantos parecía desconcertado. Sin dejar de criticar a Sánchez, se mostró incómodo con lo que estaba pasando en Ferraz. Todo había comenzado incluso antes de que se anunciara el acuerdo entre PSOE y Junts. El llamamiento comenzó el viernes 3 de noviembre difundiéndose a través de las redes sociales. Lo que empezó siendo algo espontáneo acabó convirtiéndose en un ritual. Losantos afeó a los líderes de Vox que acudieran a estos aquelarres nocturnos, que claramente le costaba interpretar.

"Se bajó del caballo para que cuatro señores le gritaran presidente", dijo de Abascal —como contaba aquí Alejandro Requeijo, de los pocos diputados que podían pasearse por allí entre aplausos— antes de aconsejarles: "Vamos a esperar (…) No os matéis por un selfi, que parecéis influencers". Para el locutor, "quien va con bengalas no está en contra del golpe de Estado" y emplazó a los críticos con la amnistía (es decir, a todos sus oyentes no irónicos) a acudir a la concentración de Cibeles de este pasado sábado.

En la COPE, Carlos Herrera tampoco se mostró muy partidario: "Además de crear tensiones callejeras, dan alas a la sobreactuación de quienes ahora se hacen las víctimas". Parece claro que el objetivo al que ambos locutores apelaban era otro: la derecha más convencional, la que responde al llamamiento que se le hace desde los partidos o la sociedad civil para acudir en masa a eventos organizados a plena luz del día: la concentración de Sol, la manifestación convocada en Cibeles o los encuentros en Colón del pasado. El photocall de los conservadores.

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Aznar, Ayuso, Feijóo y Almeida, en la manifestación de Sol. (Europa Press/Jesús Hellín)

Herrera subrayó en antena una idea que también han barajado desde el Partido Popular sobre lo que pasa cada noche en las calles de Moncloa: "Solo benefician a Pedro Sánchez". Esta idea es, cuanto menos, cuestionable. Aunque desde el PSOE trataron de utilizar los altercados contra la policía para desacreditar a sus rivales, exigiéndoles que condenaran la violencia contra sus sedes, esto no funcionó por el simple hecho de que en la turba de Ferraz se arrancaban de las manos las banderas del PP a quien quisiera ondearla. Si Feijóo hubiera querido pasearse por allí, no se habría sentido cómodo en absoluto.

No es raro que haya tal distancia entre los líderes de opinión de la derecha tradicional y estos nuevos manifestantes, jóvenes para los que los rostros televisivos y las voces radiofónicas resultan algo lejanas. Los manifestantes de Ferraz forjan su opinión por otros cauces. Se mueven en torno a grupos de Telegram, cuentas de Twitter y puro internet. La espontaneidad nace de la viralidad y no dudan en usar memes o llevar a la calle estrategias clásicas de marketing en redes.

También tienen sus propios líderes. Nuevos influencers con organizaciones propias que crecen bajo su ala. Es el caso de Alvise Pérez, Daniel Esteve, Vito Quiles, Javier Negre, Rubén Gisbert o Roberto Vaquero. Creadores de contenido que viven de su comunidad en la red y que llevan años pastoreando a este espectro político hacia un discurso más radical, no solo contra la izquierda sino contra el sistema. Sin la formalidad de los medios clásicos, no les importa lanzarse a dudar del cambio climático, fomentar teorías alternativas sobre la pandemia o alertar sobre una supuesta agenda global. Para todos estos nombres, estas manifestaciones representan una muestra de su éxito, pero también un fracaso. Desde el principio trataron de encauzar el torrente de la protesta hacia su terreno, pero no lo lograron.

Cambios en el paisaje humano

El primer día de la investidura de Pedro Sánchez, unas 500 personas —según la Delegación del Gobierno— se concentraron frente al Congreso a las 12 de la mañana. Entre ellos, este periódico pudo localizar a un padre y un hijo (54 y 24 años respectivamente, ambos con el pelo rapado) que llevaban yendo toda la semana a la sede del PSOE. Explicaron que pudieron acudir la mañana del miércoles a la plaza de las Cortes porque ambos eran autónomos. Otras dos mujeres consultadas, ambas mayores de 60 años, relataron que habían ido tres días a Ferraz… pero a las ocho de la tarde.

Son el ejemplo del perfil que evitaba la violencia, que suele arrancar religiosamente en torno a las diez de la noche.

Los primeros días, los asistentes a Ferraz trataban de encontrar su lugar en aquella amalgama. Todo, por lo general, sucedía muy espontáneamente. Los manifestantes estaban unidos por un único engrudo, el odio al pacto de Sánchez y Puigdemont. En las jornadas posteriores el perfil de los asistentes fue mutando, cada tribu fue encontrando su sitio entre la multitud. Cada vez más, se escuchaba "dónde están, no se ven, los niñatos del PP", una consigna surgida hace 20 años en las concentraciones de la izquierda en contra de la guerra de Irak que ahora la derecha alternativa hacía suya.

placeholder Cientos de personas participan en una nueva jornada de protestas en contra del presidente del Gobierno y contra la amnistía. (EFE/Sergio Pérez)
Cientos de personas participan en una nueva jornada de protestas en contra del presidente del Gobierno y contra la amnistía. (EFE/Sergio Pérez)

Había algunos parroquianos en primera fila que se presentaban allí todos los días: un hombre calvo de mediana edad con un escudo del Capitán España y que responde al nombre de Miguel Frontera, un habitual de las concentraciones frente al casoplón de Pablo Iglesias e Irene Montero; un chaval con un casco de soldado y un crucifijo o un señor mayor de pelo largo con una pancarta. "¡Puigdemont a prisión!". En las filas posteriores, personas con banderas de España anudadas a la espalda clamando contra el Gobierno. "¡Con los moros no tenéis cojones!".

A eso de las nueve de la noche se empezaba a percibir el cambio de relevo. La media de edad bajaba y los abrigos Helly Hansen eran desplazados por chavales vestidos de negro con la cara cubierta y miradas amenazantes. "¡Marlaska, maricón!". A partir de aquí, comenzaban las hostilidades.

La impresión es que, aunque en un primer momento pudieron verse revueltos en un mismo escenario, con el paso de los días, el manifestante tipo de Sol y el de Ferraz han ido separándose para ocupar sus respectivos espacios. No parece tan habitual el trasvase de personas entre un foro y el otro, pese a que el corresponsal tipo de un medio extranjero podría encuadrarlos como ideológicamente idénticos.

No parece tan habitual el trasvase de personas entre las protestas de Sol/Cibeles y Ferraz

José es uno de ellos. Este señor se convirtió en un icono de las manifestaciones tras ser rociado por la UIP la noche del 7 de noviembre. En una ambulancia y con la máscara de oxígeno puesta dijo a cámara "España ha despertado, hijos de puta" y se convirtió en un meme instantáneo. Días más tarde, se enfrentó a unos jóvenes manifestantes que estaban empezando a quemar contenedores. "¡No nos representáis, esto no somos nosotros, fuera, gentuza!", les espetó. Su silueta recortada sobre las llamas. En declaraciones a este periódico, dijo que su única opción era enfrentarse a ellos.

Es un ejemplo más del cambiante paisaje humano de estas protestas. Por ejemplo, el domingo 12 de noviembre, coincidiendo con la manifestación del PP en la Puerta del Sol por la mañana, muchos de los asistentes se animaron a ir paseando hasta Ferraz. Tipos inofensivos de mediana edad: vaqueros, gomina y latas de cerveza. En realidad, turistas de la derecha en un territorio que les resulta ajeno. Nada que ver con el material pirotécnico de las noches anteriores. Se escuchó algún "dónde están, no se ven, los niñatos del PP", pero no caló en exceso. En ese preciso momento, "los del PP" eran mayoría.

Una derecha para 2023

Pedro Herrero, director de asuntos públicos en la agencia Public y creador del pódcast Extremo Centro, ha teorizado en muchas ocasiones sobre esta nueva derecha, alumbrada y criada en internet, que comparte algunas cosas con la alt-right estadounidense pero posee también algunos rasgos inherentes a la cultura del país.

PREGUNTA. ¿Ha pasado algo en estos últimos días que no hubiera ocurrido antes, supone lo de Ferraz algo nuevo?

RESPUESTA. Lo más novedoso es que estamos asistiendo a un suceso de politización que tiene un fuerte carácter generacional, es decir, hay una brecha que nos dice algo, para una sociología de no-izquierdas, inculturada en la costumbre de los partidos que ocupaban el espacio sociológico de la derecha, le resulta extravagante.

De repente hay una nueva derecha que acude al espacio público, y no es que sea la primera vez, pero sí que parece que es la primera vez que lo hace como suceso de politización y, de alguna manera, dejando atrás algunos complejos que tenía de manera tradicional. Después de los atentados de Atocha y el combate contra las reformas promovidas por Zapatero, el fracaso de esa propuesta deja una huella casi traumática en una parte muy importante de la derecha tradicional, de repente, la calle dejó de ser para las fuerzas políticas de derechas. Esto también nace de la cultura del País Vasco, en la lucha constitucionalista hay una serie de normas no escritas respecto de cómo se ocupa el espacio público por oposición estética a la izquierda revolucionaria, que significa también ETA, Pablo Iglesias, Podemos y demás. De repente hay una manera especular de definirse: dicen yo no soy eso, soy mejor que eso, ocupo el campo de la superioridad estético-moral en el espacio público porque no hago escraches, no rodeo, no grito.

P. Esto, en cierto modo, sigue imperando.

R. Si visualizamos cómo el PP, que ha sido la organización política mayoritaria del espectro de la derecha, ha hecho sus concentraciones a lo largo de los últimos 30 años, desde Basta Ya, las concentraciones por la familia, las concentraciones contra el matrimonio homosexual, los minutos de silencio... todo es siempre muy institucional, muy seguro, con una estética muy boomer, de respeto a las instituciones, de respeto democrático.

Contra eso, a lo largo de muchas décadas, hemos contemplado un ejercicio bastante opresivo de ocupación del espacio público: el escrache a Rosa Diez, a Cifuentes, a Pons, a Soraya, la ocupación de la universidad, el Rodea el Congreso, el desalojo por la fuerza de las manifestaciones del 8-M, de las manifestaciones del Orgullo, el hecho de que se lanzó pis, o sea, cosas muy degradantes que daban a entender que existía un monopolio de la ocupación del espacio público... y por supuesto, la clase magistral que ha dado la política catalana respecto de esta cuestión, es decir, un gobierno que al mismo tiempo está ocupando la calle de manera violenta, con los CDR, combinado con las manifestaciones por la independencia, que tenían diferentes formatos, de la versión más cumbayá, familia buenrollera, a la versión más punk con fuego y tirachinas.

P. Y ahora eso ha cambiado de bando.

R. Creo que es bonito ver cómo hay una generación más joven de personas que parecía que habían renunciado a crear cultura para, de alguna manera, consumir su talento en redes sociales, ¿no? Y ves que no, ves que hay un talento fuerte en bruto, que hay capacidad para realizar humor, para realizar memes y llevarlos a la realidad. La utilización el otro día de las muñecas como manera de señalar la incongruencia del PSOE en relación con la prostitución, me parece que es un rapto de genialidad por parte de una gente joven a efectos de comunicación, una gente que se permite el lujo de pensar y crear sin complejos.

placeholder Varios manifestantes con muñecas hinchables y banderas frente a la sede del PSOE en Ferraz. (Europa Press/Diego Radamés)
Varios manifestantes con muñecas hinchables y banderas frente a la sede del PSOE en Ferraz. (Europa Press/Diego Radamés)

Entonces, es verdad que nosotros le tenemos mucho miedo a esa expresión de "derecha sin complejos", porque muchas veces a lo largo de la historia reciente eso ha significado esencialmente una derecha maleducada y con mal gusto, ¿no? Creo que cuando uno quiere ser rebelde o atrevido o punki, tiene entonces que hacer el esfuerzo de que en lo que haga se perciba talento, ¿no? Por eso, el meme audiovisual es una herramienta donde uno descubre el talento de alguien como Bill Kilgore, España Bola, el exemprendedor... vamos, no quiero ponerme a enumerar quiénes son los creadores meméticos más relevantes, pero uno puede observar su huella en lo que está sucediendo en una generación más joven, que bueno, nos puede hacer de alguna manera soñar a los más boomers, ¿no? Una derecha más radical en las ideas y en las formas, pero que al mismo tiempo tenga una fortísima ambición estética, haga un humor que reconozca el talento, piense y cree de manera genuina en lo audiovisual.

P. Todo eso estaba contenido en Twitter, Instagram o TikTok, y era visible solo para aquellos que quisieran verlo. ¿Qué sucede ahora cuando de repente salen a la calle y abren los telediarios?

R. Los chavales que están pasando, como bien dice, de las redes sociales a lo real, están experimentando algo que algunos anticipamos hace tiempo: que a la hora de desarrollar seres humanos completos y satisfechos, no hace falta que la sociedad te dé la razón o te haga sentir que estás en mayoría. Tú puedes vivir perfectamente en una sociedad donde el sentir mayoritario no sea exactamente tu sentir propio, pero la responsabilidad de la sociedad es que se te pueda dejar hablar. El derecho a hablar, a mostrar disconformidad, forma parte también de los equilibrios sociales de la democracia liberal contemporánea. Y lo cierto es que la izquierda, desde el año 2007 en adelante, desde la ocupación cultural de las cuestiones simbólicas de la última década hizo que las personas que se sentían en minoría en la sociedad, se sintieran muy en minoría. Quiero decir, un hombre joven, católico, heterosexual y blanco lleva siendo objeto de burla, mofa, befa, crítica y culpabilización por parte del poder ejercido en todas las formas y maneras, también en lo cultural. Y es normal que haya personas que se rebelen ante eso.

P. ¿Hacia dónde puede ir todo esto, puede cristalizar en algo?

R. Creer que esto se puede contener en dinámicas de partido me parece un análisis incompleto después de haber hablado con bastantes de ellos durante bastante tiempo. Creo que sí, que puede haber proxies, pero el eje fundamental para interpretar esta cuestión es lo generacional, y creo que a medida que se vaya decantando la protesta, se va a ver cada vez de manera más clara.

Lo que se puede observar con bastante claridad es un reparto bastante lógico de los espacios de protesta y de las formas y maneras de protesta, y eso tiene sentido. Por primera vez en la historia reciente de los últimos 40 años, existen dos marcas viables que representan dos sociologías. No quiere decir esto que de manera mimética las concentraciones de Ferraz sean de Vox y las concentraciones de los sábados o los domingos sean del PP. Es muy habitual pensar así, pero ningún partido puede sostener un esfuerzo de protesta de manera continuada, como las dos semanas que llevan en Ferraz, si eso no tiene un correlato o una correspondencia con una situación de la ciudadanía.

Si tomáramos con un cuentagotas gigante una muestra de la amalgama que lleva reuniéndose cada noche en Ferraz desde hace dos semanas, probablemente no encontraríamos dos muestras idénticas. Si lo hiciéramos entre los asistentes a la manifestación de Sol del pasado domingo, probablemente no encontraríamos dos muestras distintas.

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