Bordado en rojo: así se creó el 'Cara al sol' una noche de Madrid de 1935 cerca de Ferraz
Fue en los bajos del bar vasco Or Kompon, en la calle de Miguel Moya, donde se reunieron José Antonio, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Mourlane Michelena y Jacinto Miquelarena. Lo corrigió Rafael Sánchez Mazas
Lo que más preocupaba a José Antonio era que el himno pudiera emplearse como una canción de odio, a pesar de la evidente incongruencia con el propio subtítulo: "canción de guerra y amor" y de que los compases finales se cerrasen a menudo desde su puesta de largo en el cine Europa de Madrid el 2 de febrero de 1936. "Y los disparos que presentía el Ausente sonaron tras de las estrofas el día que en público se cantó de nuevo; en la calle de Alcalá, a la salida de los funerales por uno de nuestros primeros caídos, dos o tres días después de que el sufragio abriera a la Falange sus posibilidades de lucha y de ambición", escribió Francisco Bravo en Historia de la canción de guerra y de amor de la Falange.
Se ha entonado de nuevo estos días en Madrid, frente a la sede del PSOE en la calle Ferraz por "putodefender" España, como expresó uno de los asistentes a la manifestación ilegal: es cierto que el grupo literario e intelectual de Falange parecía en 1935 más elevado.
Se cantan estrofas ahora de un himno que no se pensó contra nadie, según recordaría más adelante Dionisio Ridruejo, uno de sus compositores y destacado disidente después del franquismo, que precisamente se apropiaría de las estrofas y los compases para convertirlo en su himno, por mucho que desde el comienzo del golpe estuviera decidido que se cambiase el himno nacional de Riego de la Segunda República por la Marcha Real de Granaderos compuesta por Manuel Espinosa de los Monteros en 1761. Sin letra, que es el que sigue aún vigente y cómo solo ocurre en otros tres países: Bosnia-Herzegovina, Kosovo y San Marino.
Podría decirse que el Cara al sol fue un fracaso en su inicio, porque se pensó en realidad para las elecciones de febrero en las que Falange no consiguió movilizar a los votantes, fruto de lo cual no obtuvo ni un solo escaño en toda España. Solo tuvo éxito el Cara al sol porque estalló una guerra —muy acorde con su subtítulo—, y durante buena parte de la misma se cantaba mal la música y se cambiaba la letra, según se estuviera en un sitio o en otro, por la sencilla razón de que no había sido editado ni grabado aún cuando estalló el golpe.
Solo tuvo éxito porque estalló una guerra, aunque durante buena parte de la misma se cantaba mal la música y se cambiaba la letra
Fue el propio Dionisio Ridruejo quien le pondría remedio, desesperado al comprobar cómo destrozaban el himno por toda España, tanto la música de Juan Tellería como la letra de Primo de Rivera, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Mourlane Michelena, Jacinto Miquelarena, más la corrección de Rafael Sánchez Mazas. Según Dionisio Ridruejo: "A mí me pilló la insurrección en Segovia. Hasta allí llegaron camaradas de Valladolid que entonaban el Cara al sol con un aire que no era el ortodoxo. Y cuando supo de mi desesperación, mi hermana Angelita, que guardaba una copia del original regalada por Pilar Primo de Rivera, la sacó del escondite donde había desafiado los registros policíacos y me la entregó. Salí con ella a toda prisa para Valladolid y allí se reeditó, tal como el músico la había compuesto y nosotros adaptado la letra", cita Francisco Bravo en Historia de la canción de guerra y de amor de la Falange.
No se cuenta además bien la verdadera historia de la creación de la letra del himno falangista Cara al sol. Canción de amor y guerra de Falange. Aquí, todos los detalles tal y como lo relataron sus protagonistas:
"Himno de combate y esperanza"
La idea de dotar al partido de un himno surgió, según Francisco Bravo, a lo largo de los meses anteriores a la campaña de las cruciales eleciones de febrero:
"El 17 de noviembre de 1935, en el mismo cine de Madrid donde 12.000 camisas azules habíamos ovacionado hasta el delirio a José Antonio —espectáculo inolvidable—, yo le dije al Jefe:
—Imagínate lo que sería el final del mitin si además de este bosque juvenil de brazos en alto, un coro ardiente y unánime hubiese cantado un himno de combate y de esperanza.
—Te aseguro que vamos a hacerlo enseguida. Voy a reunir a una escuadra de nuestros poetas y hasta que no lo hagamos no los suelto. Te doy la seguridad de que, muy pronto, nuestros muchachos han de tener una canción de guerra y de amor. Porque no quiero que el himno sea demasiado pretencioso”. (Francisco Bravo, José Antonio. El hombre, el jefe, el camarada).
El falangismo no tenía pues himno hasta una fecha bastante tardía, y eso a pesar del marcado círculo literario que lo envolvía: es más, la vocación poética y estética de los primeros falangistas era prácticamente lo que había dotado al grupo de cohesión en los primeros años, según han estudiado Stanley G. Payne o Gabriela de Limma: "Primo de Rivera buscó establecer un estilo literario y estético único para la Falange y se consideraba un 'movimiento poético' con una visión estética de la política. En consecuencia, las revistas culturales, los periódicos y los encuentros entre escritores fueron el caldo de cultivo para el desarrollo de contenidos políticos que apoyaban la idea pro fascista", señala Gabriela de Limma en De la pluma como oficio a la pluma oficial: estado y literatura durante los nuevos estados de Getúlio Vargas y Francisco Franco (1936-1945). Para Payne, en los primeros números de FE, la revista semanal de Falange, José Antonio se preocupaba mucho más de buscar un lenguaje y una estética propia para el partido que de cualquier otro asunto práctico, comenta en su obra Falange. Historia del Fascismo Español.
Sin embargo, hacia finales de 1935 aún no se había dado con un himno que evidentemente marcaría definitivamente esa estética falangista y que solo se hizo verdaderamente popular en un contexto de guerra, como indicaba su subtítulo. A pesar de que se había pensado muchas veces, la verdadera idea de encerrarse a escribir el famoso himno surgió en casa de Marichu de la Mora, en donde se habían reunido Primo de Rivera, Alfaro, Sánchez Mazas y Ridruejo, un día después del estreno en Madrid de la película La Bandera (Le grande relève) de Julien Duvivier, basada en la novela de Pierre MacOrlan (pseudónimo), de 1931 y protagonizada por Jean Gabin y Annabella.
La vocación poética y estética de los primeros falangistas había dotado al grupo de cohesión
La trama transcurre en el Protectorado Español de Marruecos y la protagoniza un legionario. Tal y como señala el biógrafo de José Antonio, Joan María Thòmas: "Por lo visto, en el momento de su estreno, al menos en Francia incorporaba en sus créditos iniciales una alusión al general Franco", destaca en su libro José Antonio Primo de Rivera.
Dejando aparte el curioso hecho de que la alusión a Franco pudiera haber influido algo en la idea de la canción de amor y guerra, lo cierto es que Dionisio Ridruejo coincide con esa versión, según se lo contó a Francisco Bravo, y en el que se detalla ya la broma de que José Antonio "había amenazado a los que no asistiesen con una dosis de aceite de ricino, había ordenado que de la reunión saliese ya la letra acabada, y había apostado una guardia de milicias en la puerta: Agustín Aznar y Luis Aguilar". Así se llegó a la mítica reunión del 3 de diciembre en la cueva, en los bajos del bar vasco Or Kompon, en la calle de Miguel Moya de Madrid, cerca de la Plaza de Callao. El local, que también visitaba por cierto Indalecio Prieto, tenía un piano en la cueva, el mismo en el que el también falangista Juan Tellería tocaría los compases al piano de una composición que ya tenía previamente.
Lo explicó Dionisio Ridruejo a Francisco Bravo: "Cuando el músico se puso al piano, las notas que interpretaban sus dedos de 'virtuoso' nos gustaron a todos. Caímos enseguida en un estado febril, propicio a la creación. Era difícil que, entre tantos, salieran unos versos que tuvieran el decoro literario indispensable para ser cantados por nuestros abnegados y valientes camisas azules. La magia del músico y la presencia de José Antonio hicieron el milagro. Para adaptarnos a la música, cantamos valiéndonos de un 'monstruo' que llevaba compuesto un amigo, y tuvimos en cuenta la idea general que nos sugirió José Antonio, el cual nos dijo:
—Siempre he dicho que nuestro himno no será engolado ni excesivamente solemne. La juventud de nuestro Movimiento exige que cantemos una canción alegre, risueña, exenta de odio para los que nos combaten. Una canción de guerra y amor. Haremos una estrofa a la novia, otra a los caídos por nuestra España y una que remate con aire seguro de triunfo. Este cantar nuestro tiene que ser breve, ingrávido, sonriente; para gritarlo con el brazo en alto y con el fusil en la mano. Porque no se os olvide que con ella haremos muy pronto nuestra insurrección, nuestra lucha por la conquista y salvación de la Patria". (Francisco Bravo, Historia de la canción de guerra y de amor de la Falange).
José Antonio: "Este cantar nuestro tiene que ser breve, ingrávido, sonriente; para gritarlo con el brazo en alto y con el fusil en la mano"
Primo de Rivera había encerrado al grupo en la cueva del Or Kompon con una estrofa bien clara sobre la que se habría de ir componiendo todo lo demás: "Traerán perdidas cinco rosas / prendidas de mi haz". El escritor Agustín de Foxá, otro de los compositores, lo recordaría algo distinto en su novela Madrid de corte a checa, aunque sin diferir en exceso:
"José Félix al entrar en aquel local iba recordando los restos de la antigua decoración debida al enano arquitecto Mercadal. Como conocedor del sitio les explicaba:
—Vamos a los bajos porque allí hay un piano.
Era una especie de cueva vasca, con acuarelas de Guipúzcoa en los zócalos, carros de bueyes rojos, con la lana sobre el testuz, caseros de boina, frontones, maizales y curas con paraguas, bajo los cielos plomizos de Loyola.
—Hola, José Antonio, ¿qué tal, Jacinto?
Allí estaba el marqués de Bolarque, don Pedro, Rafael Sánchez Mazas, Agustín Foxá, José María Haro y Dionisio Ridruejo.
Hablaban del Joven piloto, una zarzuela de Luis Bolarque y Jacinto Miquelarena.
Jaleo de vasos.
Trajeron chacolí, sidra y bacalao.
Después de la cena, el maestro se puso al piano. Tocaba pasodobles y tangos.
—Oye, toca ese que hiciste el otro día.
Sonó una música enérgica, alegre y guerrera.
—¿Te gusta, José Antonio?
—No está mal. A ver, ¿cuántos poetas hay aquí?; podríamos hacer un himno para que lo cantaran los chicos.
Bajó el mozo unas cuartillas y los poetas se desperdigaron por las mesas".
El himno se cantó en todos los funerales por los caídos falangistas durante la Guerra Civil y entonces sí se popularizó rápidamente, dejando un poco atrás la marcha de Oriamendi, canción e himno requeté, y por supuesto a la Marcha Real de Granaderos, que no tenía letra. El Cara al sol se escuchó antes de las elecciones de febrero del 36 en algunos mítines y, sin más relevancia, para unos comicios que significaron un duro varapalo para José Antonio, que no había conseguido hacer despegar el partido. Y ya entonces se lamentó de que no se hubiera alzado un pacto de coalición entre todas las derechas. Con el tiempo el himno ha quedado reducido de nuevo a un grupo muy pequeño.
Lo que más preocupaba a José Antonio era que el himno pudiera emplearse como una canción de odio, a pesar de la evidente incongruencia con el propio subtítulo: "canción de guerra y amor" y de que los compases finales se cerrasen a menudo desde su puesta de largo en el cine Europa de Madrid el 2 de febrero de 1936. "Y los disparos que presentía el Ausente sonaron tras de las estrofas el día que en público se cantó de nuevo; en la calle de Alcalá, a la salida de los funerales por uno de nuestros primeros caídos, dos o tres días después de que el sufragio abriera a la Falange sus posibilidades de lucha y de ambición", escribió Francisco Bravo en Historia de la canción de guerra y de amor de la Falange.
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