Es noticia
Ante la "dictadura", buenos modales
  1. España
Crónica

Ante la "dictadura", buenos modales

La concentración promovida por el PP en la Puerta del Sol no respondió a la gravedad de la situación que decía motivarla

Foto: Protesta en Madrid contra la amnistía. (Europa Press/Jesús Hellín)
Protesta en Madrid contra la amnistía. (Europa Press/Jesús Hellín)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Si la tesis es la implantación progresiva de una dictadura, la antítesis parecen ser los buenos modales. Esto es lo que se desprendió de las alocuciones sucesivas de los líderes del PP en la Puerta del Sol, donde miles de personas se reunieron para oponerse a la amnistía, a esos 15.000 millones de euros que tampoco queríamos para nada y a la legendaria devoción de Pedro Sánchez por la mentira. De la mani puede decirse que no convirtió a nadie en revolucionario, sino más bien en alumno de colegio de pago, lo cual en muchos casos resultaba redundante. A las dictaduras hay que enfrentarse sin perder las maneras, con educación. Ninguna dictadura ha aguantado mucho tiempo la buena educación de sus opositores.

La Puerta del Sol estaba llena para portarse bien. Lo más incorrecto que se veía era gente tratando de localizar a amigos o familiares en medio de la muchedumbre y pidiéndoles, por el móvil, que levantaran la mano. Son gestos que luego pueden salir por la tele interpretados de cualquier manera.

Había mucho jubilado desagradecido, muchos hombres solos bien vestidos y numerosas señoras que luego tenían mejores planes. El pancarteo oficial decía: "España no se rinde" y "España en pie". Un tercer eslogan era como de Ramón Gómez de la Serna: "España en rojo e igualdad". Demasiadas horas dando vueltas a la cabeza, en algún despacho. España, la rojigualda; gualda, ¿igualdad? Quizá quedaba mejor: "España es roja e iguana".

Lo de ver al PP defender el principio de la igualdad, propia hasta hace poco de la izquierda, ya ni sorprende.

Foto: Foto aérea del escenario en la Puerta del Sol. (Europa Press/Diego Radamés)
TE PUEDE INTERESAR
Feijóo capitaliza el grito contra la amnistía en las plazas de toda España: "Queremos dignidad, libertad e igualdad"
Lourdes Barragán Gonzalo García Crespo Javier Martínez R. Pablo D. Almoguera. Málaga

El pancarteo auténtico y súbito era más agresivo: "Hitler, Stalin, Sánchez". También: "España no se vende". Otra, escatológica: “Mentiroso, embustero, palabra de mierda. Elecciones ya ya ya". El señor que llevaba la pancarta la había armado con tres palos de fregona. Razonable o no, ese señor era bastante más pueblo que todos los demás.

No se puede negar que la bandera de España es bonita, como para llevarla mucho al fútbol. Había miles de banderas y el viento hacía que pareciéramos un país. El que no llevaba bandera sólo podía ser periodista, o poco aficionado al fútbol. Eran banderas pequeñas, medianas o grandes, dependiendo del escalado de tu irritación. Ponérsela de capa es lo más chic en las señoritas.

Lo de ver al PP defender el principio de la igualdad, propia hasta hace poco de la izquierda, ya ni sorprende

Y había mucha bandera de la Unión Europea, porque todo el mogollón, como decimos, buscaba caerle bien a alguien. La bandera de Europa ejercía en Sol de validación adulta, de tener el permiso de papá. O sea, no pintaba nada, salvo para hacer visibles los complejos del PP.

Todo eran complejos, medias tintas, lugares comunes. Sonaba música de radiofórmula, mucho flamenquito por los altavoces instalados en la plaza. Esto daba a la concentración un ambiente como de bar donde sabes que va tu ex. Este cronista no pudo contener el sonrojo cuando, poco antes de las doce de la mañana, a punto de iniciarse la salva de discursos, sonó People have the power, en versión muy animada.

Mientras, en Islandia, un volcán salía de cuentas.

Habló primero un señor cualquiera del PP, y luego Almeida, Ayuso y Feijóo. Todos dijeron lo mismo: absolutamente nada. Ya que saludaran a la concurrencia con un: "¡Buenos días, Madrid!", al que habría que poner triple signo de admiración para registrar con justicia su entusiasmo, daba cuenta de lo mal que lo estaban pasando en casa por la dictadura que habían venido a combatir. Cuando todo lo que se te ocurre es dar un mitin, decir lo mismo que dices en cualquier mitin, vender tu marca y echarte unas risas, pues, miren, yo qué sé.

Feijóo vestía como Steve Jobs

Hablar en público se le hacía muy cuesta arriba. No se sabe qué pedían, Feijóo, Ayuso, Almeida, porque todo era como si fuéramos a votar mañana, y no, no vamos a votar mañana. A lo mejor nos dejan dentro de cuatro años. Lo que vamos es a perder, como poco, 15.000 millones de euros, dignidad aparte. Todo era "libres e iguales", "momento histórico", "unidos somos más fuertes". Era como si estuvieran leyendo en alto el último premio Planeta.

La gente empezó a gritar: "Pedro Sánchez, hijo de puta". Esto, muy claramente, no gustó al líder del PP. Dejó sonar la proclama tres o cuatro veces, hasta que se acordó de que él había venido a frenar una dictadura, no a insultar a nadie. Así que volvió a hablar, imponiendo su voz microfonada sobre lo de "Pedro Sánchez, hijo de puta".

Yo creo que la gente se aburrió muchísimo. Lo vi todo como de políticos que hacen como que no saben que no saben qué hacer para defendernos. A Feijóo lo presentaban como "líder de la oposición", muy orgullosos. Imaginen estar orgulloso de ser el líder de la oposición en el parlamento de una, al mismo tiempo, dictadura.

placeholder La concentración en la Puerta del Sol. (Europa Press/Diego Radamés)
La concentración en la Puerta del Sol. (Europa Press/Diego Radamés)

En las mismas, Sánchez haría repetir miles de veces cada día que él era "el ganador de las elecciones", como es obvio.

Luego había un árbol de Navidad gigante y verde en el medio de la Puerta del Sol, de forma cónica. Estaba a medio construir. Daba pena ver algo que no acababa de ser lo que es, un símbolo completamente fallido.

Si la tesis es la implantación progresiva de una dictadura, la antítesis parecen ser los buenos modales. Esto es lo que se desprendió de las alocuciones sucesivas de los líderes del PP en la Puerta del Sol, donde miles de personas se reunieron para oponerse a la amnistía, a esos 15.000 millones de euros que tampoco queríamos para nada y a la legendaria devoción de Pedro Sánchez por la mentira. De la mani puede decirse que no convirtió a nadie en revolucionario, sino más bien en alumno de colegio de pago, lo cual en muchos casos resultaba redundante. A las dictaduras hay que enfrentarse sin perder las maneras, con educación. Ninguna dictadura ha aguantado mucho tiempo la buena educación de sus opositores.

Manifestación Amnistía
El redactor recomienda