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La salud mental de los españoles se mide en contenedores de ansiolíticos
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La salud mental de los españoles se mide en contenedores de ansiolíticos

El Puerto Seco de Madrid ha aumentado en un 25% la cantidad de contenedores de psicofármacos que llegan a la aduana después de la pandemia

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España es un país cada vez más drogado. Lo dicen los expertos, lo dicen los estudios y, de un tiempo a esta parte, lo dice también un curioso testigo más: los contenedores de ansiolíticos que llegan a la aduana del Puerto Seco, en el municipio madrileño de Coslada. Constatadores mudos de esta peligrosa tendencia, estos han aumentado su presencia un 25% desde la pandemia, según han filtrado trabajadores del propio puerto a diversos representantes públicos que en los últimos meses han ido a visitar las instalaciones. Los anhelados ansiolíticos llegan al Puerto Seco de Madrid por avión y en trenes que llegan desde el Puerto Marítimo de Valencia todos los días. Una vez allí, la plataforma, que funciona como la gran aduana del interior del país, se encarga de la distribución de las mercancías a las farmacias.

Estos fármacos actúan sobre el sistema nervioso central y están destinados a disminuir los síntomas que producen afecciones psicológicas como la ansiedad y la depresión. ¿El problema? Pueden llegar a ser altamente adictivos. España es el mayor consumidor de estas sustancias en el mundo, según un estudio de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), por lo que la imagen de toneladas y toneladas de contenedores llenos de psicofármacos llegando a Madrid para ser devorados por los españoles no sorprende a los expertos.

Foto: La ciencia confirma la eficacia del 'mindfulness' contra la ansiedad y la depresión. (iStock)

“La vida duele tanto que se puede medir en containers de ansiolíticos. Somos una sociedad que vive dopada”, aseguraba recientemente la diputada de Más Madrid Mónica García mientras visitaba asombrada el espacio dentro del puerto dedicado a la refrigeración de estos medicamentos. Este, aseguran los propios trabajadores, crece cada vez más.

María, de 65 años, se quedó viuda en 2020 y desde entonces le cuesta mucho dormir. Hace seis meses, desesperada, fue al médico en busca de una solución. Viendo el poco tiempo que tenía para atenderla, este le recetó Lorazepam, un tipo de benzodiacepina. Un medicamento que entra dentro de los llamados psicotrópicos sintéticos: su principal efecto es que reducen la excitación neuronal, lo que se refleja en un efecto relajante e hipnótico que permite dormir a quien lo toma, con lo que es muy habitual para tratar la ansiedad y el insomnio.

María, de 65 años, se quedó viuda en 2020 y desde entonces le cuesta mucho dormir. Hace seis meses, le recetaron Lorazepam

El tiempo recomendado para tomar este medicamento es de ocho a 10 semanas. Sin embargo, en todo este tiempo María no ha dejado de tomarlas. Sencillamente, se ha acostumbrado a ellas y no puede parar, lo que la convierte en una víctima de la principal contraindicación de las benzodiacepinas: generan dependencia.

María encaja en el perfil más común de persona que recurre a este tipo de tratamientos, según la última Encuesta Nacional de Salud. El portavoz de la Asociación de Profesionales de Salud Mental, José Valdecasas, explica que “este tipo de tratamientos son de fácil prescripción, pero que esto puede ocasionar que dejarlos sea todo un reto, pues, al hacerlo, los pacientes muchas veces tienen que volver a lidiar con la ansiedad que provocó que se los recetaran por primera vez”.

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Se trata de un círculo vicioso que se repite tanto entre tanta gente que los expertos han llegado a una peligrosa conclusión: los ansiolíticos en España se toman como si fueran caramelos. La situación, además, no ha hecho más que agravarse en los últimos años, pues la pandemia disparó su uso. “Ha trascendido al año de confinamiento. Ahora estamos viendo las consecuencias de las condiciones de vida de la gente y la forma rápida en la que están intentando calmar el dolor. Una pastilla no soluciona sus problemas de vivienda, de trabajo o el miedo a no poder llegar a fin de mes. Son parches fáciles y rápidos que nos están enfermando”, asegura la psiquiatra y expresidenta de la Asociación Madrileña de Salud Mental (AMSM) Marta Carmona.

Los datos lo empiezan a mostrar: en España, en 2021 se alcanzaron por primera vez las 93 dosis diarias de ansiolíticos e hipnóticos por 1.000 habitantes, un 6% más que en 2019, según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios.

Las razones por las que España cada vez necesita más containers de ansiolíticos son complejas. Sin embargo, hay al menos un par de factores en los que todos los expertos coinciden, siendo el más determinante el hecho de que, aunque la sanidad pública es de muy buena calidad y suele dar acceso a los psicofármacos de forma más o menos prudente, la alta rotación en los centros de salud y la falta de tiempo para atender cada caso como es debido ocasiona una cierta falta de control. Esta es el caldo de cultivo perfecto para que, con el tiempo, el uso de estos fármacos se dispare.

placeholder Unas personas guardan cola en una farmacia. (EFE)
Unas personas guardan cola en una farmacia. (EFE)

“La saturación del sistema de atención primaria y la falta de profesionales en salud mental son determinantes en el consumo de antidepresivos”, asegura Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Ansiedad y Estrés.

Otra de las razones que todos subrayan es, sencillamente, el dolor. “Las personas sufren cada vez más dolor físico en su intento por tener una vivienda digna, por llegar a fin de mes y por conciliar vida y trabajo. Esto en medicina se llama determinantes sociales de la salud. No hay Lorazepam que te pague el alquiler a fin de mes. No hay Xanax que evite que te desahucien”, asegura Carmona. La solución de muchos ha sido acudir a las pastillas para poder seguir produciendo.

La automedicación, un problema añadido

La toma de los ansiolíticos se ha normalizado tanto en el país que se ha vuelto algo normal automedicarse con estos fármacos. Un 9,7% de la población entre los 15 y los 65 años usó en el último mes algún tipo de medicamento hipnosedante como ansiolíticos o benzodiacepinas, según la última encuesta sobre alcohol y otras drogas (Edades) que ha publicado el Ministerio de Sanidad. Esto quiere decir que casi una de cada 10 personas los ha usado en el último mes en España, muchas veces sin saber que son sustancias tremendamente adictivas y que pueden provocar dependencia a partir de muy pocas dosis.

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A Lorenzo, que prefiere no dar su nombre, a sus 30 años sus amigos médicos le hacen recetas para conseguir Lorazepam de un miligramo en la farmacia de su barrio: la caja le cuesta apenas 1,50 euros. “Solo lo tomo cuando no puedo dormir después de salir de fiesta y he tomado muchas drogas”, relata. Esto sucede una vez por semana como mínimo, asegura. Se enganchó cuando sus amigos le aconsejaron que esta era la mejor forma de poder rendir en el trabajo al día siguiente de la fiesta. Desde entonces, el Lorazepam se ha convertido en su principal aliado para poder dormir y escapar de la ansiedad mientras cumple religiosamente con sus obligaciones para con su empresa. Con el tiempo, como en otros muchos casos, este poderoso aliado se le volverá en contra en un país que se quedará pequeño para recibir tantos contenedores de ansiolíticos.

España es un país cada vez más drogado. Lo dicen los expertos, lo dicen los estudios y, de un tiempo a esta parte, lo dice también un curioso testigo más: los contenedores de ansiolíticos que llegan a la aduana del Puerto Seco, en el municipio madrileño de Coslada. Constatadores mudos de esta peligrosa tendencia, estos han aumentado su presencia un 25% desde la pandemia, según han filtrado trabajadores del propio puerto a diversos representantes públicos que en los últimos meses han ido a visitar las instalaciones. Los anhelados ansiolíticos llegan al Puerto Seco de Madrid por avión y en trenes que llegan desde el Puerto Marítimo de Valencia todos los días. Una vez allí, la plataforma, que funciona como la gran aduana del interior del país, se encarga de la distribución de las mercancías a las farmacias.

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