Canarias, dopada: se dispara el consumo de ansiolíticos y antidepresivos

El 24% de la población canaria consume ansiolíticos y antidepresivos, lo que supone un aumento del 29% en tan solo seis años, según los datos de la Encuesta de Salud publicada por el Instituto Canario de Estadística (ISTAC). Más de 355.000 isleños toman tranquilizantes, relajantes y pastillas para dormir y otros 147.000 antidepresivos y estimulantes.

Del total de habitantes, son las mujeres las que presentan una mayor exposición a los problemas de salud mental. Superan el 30% las que ingieren este tipo de medicamentos mientras que el 15% ha experimentado pensamientos suicidas, una cifra que se eleva al 18% en las del grupo de edad entre los 45 y 64 años.

Las ideas suicidas crecen en las islas en ambos sexos y en todos los tramos de edad. En los hombres también aumenta, aunque con un 11% se sitúan por debajo de las mujeres, y preocupa especialmente el dato de los jóvenes entre 16 y 29 años al incrementarse desde el 7,9% registrado en el último estudio de 2015 al 13,3% que anota el nuevo sondeo.

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No son solo números. Detrás hay un recorrido individual de desesperanza, tristeza, pérdida de interés o incomunicación como las principales señales de alerta que describen los expertos. A lo que se suma la escasa disponibilidad de psicólogos en la sanidad pública y las listas de espera en psiquiatría que en las islas superan a servicios como urología, reumatología o neurología.

Unas circunstancias que no ayudan a frenar las cifras récord de suicidios en el archipiélago. La última estadística del INE con datos de 2021 fija en un 10% el aumento de estas muertes en relación al año anterior y sitúa a Canarias entre las comunidades autónomas con mayor incidencia.

Las razones de esta prevalencia en las islas, respaldada por el alto porcentaje de depresiones, se explican en gran parte por las condiciones socio-económicas derivadas del desempleo, la precariedad, pobreza y bajo nivel educativo. Son algunas de las conclusiones de un informe del Servicio Canario de la Salud que, además, señala el consumo de alcohol y otros tóxicos como factor de riesgo.

A esto se suma la falta de psicólogos en la sanidad pública​ y las listas de espera en psiquiatría superan a servicios como urología o neurología

Esas condiciones socio-económicas también aparecen en la nueva encuesta que valora los pensamientos suicidas. Teniendo en cuenta la situación laboral de las más de 246.000 personas que los han experimentado, el 32,7% corresponde a trabajadores semicualificados y no cualificados, con menor renta disponible, mientras que los indicadores más bajos se encuentran en profesionales con títulos universitarios.

Los jóvenes duplican el consumo de tranquilizantes

Los problemas de salud mental como la ansiedad o la depresión ocupan un significativo porcentaje de la población isleña. El 20% asegura haberlos padecido alguna vez y destaca el aumento en los jóvenes: del 11,8% de la anterior encuesta de 2015 al 18% actual.

En consonancia con este incremento, no extraña el alza en el consumo de ansiolíticos en este grupo de población. En solo seis años lo ha duplicado con creces: del 4,2% al 9,3%. La ansiedad por el trabajo o los estudios junto a una visión pesimista del futuro se formulan como las principales causas, sobre todo a raíz de la pandemia, aunque también se señala su baja tolerancia a la frustración a diferencia de generaciones anteriores.

La ansiedad por el trabajo o los estudios junto a una visión pesimista del futuro son las principales causas, sobre todo desde la pandemia

A pesar de este notable aumento, son las mujeres las mayores consumidoras de medicamentos para combatir problemas de salud mental. Hay diferencias notables entre sexos. El 20% de ellas usa ansiolíticos, a diferencia del 12,5% de ellos, y el 10,6% de las féminas toma antidepresivos doblando el porcentaje de los hombres.

Las causas de esta desigualdad no están del todo definidas por parte de los expertos. Se apunta a que las mujeres en edad reproductiva son más vulnerables a desarrollar estos trastornos y, sobre todo, a su sobrecarga mental derivada de las tareas del hogar y de los cuidados que compaginan con su puesto de trabajo en mayor medida que los hombres.

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Para toda la población, los tranquilizantes y los antidepresivos se han convertido en los reyes de los fármacos en las islas, solo por detrás de los destinados al dolor y a bajar la fiebre. Después, todo lo demás: contra el catarro, reconstituyentes, antibióticos, para la tensión arterial, el estómago o para reducir el colesterol.

Estas cifras canarias contribuyen a convertir a España en el país que más ansiolíticos consume del mundo por habitante y, sobre todo, de las benzodiacepinas, recetadas para conciliar el sueño y de las que en 2020 se administraron unas 110 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, según datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes.

La facilidad para recetar este tipo de medicamentos ante la ausencia en la sanidad pública de alternativas basadas en terapias psicológicas está entre los motivos de un consumo que crece exponencialmente cada año. Y las consecuencias no son inocuas. Crean adicción y no terminan de resolver el origen de los problemas mentales.