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España fía el futuro con Marruecos a la alianza económica mientras obvia sus desplantes
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LA AUSENCIA DEL REY ECLIPSA LA REUNIÓN

España fía el futuro con Marruecos a la alianza económica mientras obvia sus desplantes

La Moncloa centra la cumbre en las oportunidades que abre la reconciliación para las empresas y deja toda la iniciativa política a Rabat. Los problemas de fondo siguen sin resolverse

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su homólogo marroquí, Aziz Akhannouch. (EFE/Jalal Morchidi)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su homólogo marroquí, Aziz Akhannouch. (EFE/Jalal Morchidi)

Rabat aguardaba este miércoles con emoción una cita histórica: el inicio del tercer mundial de clubes que se celebra en suelo marroquí. El Real Madrid se hará esperar hasta la próxima semana, pero otro 11 español, el del Consejo de Ministros socialistas —los de Unidas Podemos se borraron de la convocatoria—, recibió un gol por la escuadra antes de saltar al campo. El rey alauita, Mohamed VI, renunció a recibir al presidente Pedro Sánchez, lo despachó con una llamada desde su residencia privada en Gabón y acaparó tanto interés en los medios españoles como indiferencia en las calles de la capital magrebí. Sus súbditos continúan la cotidianidad, ajenos a un partido que España perdió antes de empezar, y cada día compran más camisetas de Zara y latas de atún de Isabel. Pero, de momento, no se suben a trenes Talgo.

El Gobierno español es consciente de que Marruecos está creciendo y las relaciones comerciales entre ambos países ya alcanzan las cifras más altas desde que hay registros: las exportaciones superarán este año los 10.000 millones de euros por primera vez, según calculan en la Moncloa. Nuestro principal socio comercial en África invertirá 45.000 millones en las próximas tres décadas para modernizar el país, en un proceso que el propio Sánchez compara con el que vivió España después de la Transición. Por eso, el Ejecutivo quiere priorizar las relaciones económicas como garantía de una cooperación política que evite "las acciones unilaterales o hechos consumados", según el textual de la declaración conjunta acordada por ambas partes. Aunque sea a costa de tragar sapos, se podría apostillar, echando mano de la reciente confesión del europarlamentario socialista Juan Fernando López Aguilar.

Foto: Almuerzo entre las delegaciones de España y Marruecos, presidido por un retrato del rey Mohamed VI. (MAP)

El primero y más grande de todos, la ausencia de Mohamed VI, eclipsó todo lo ocurrido en Rabat durante las últimas 48 horas. Los esfuerzos de la delegación española por presentar el desplante como una deferencia que demuestra "la implicación personal del monarca" —debido a la duración de la llamada (30 minutos), su carácter previo a la cumbre y el hecho de que estuviese acordada por las dos capitales— centraron el foco desde el primer minuto, pero el momento que revela cómo entienden ambos países su relación bilateral tuvo lugar en el foro económico que antecedió a la cumbre.

Ante un auditorio repleto de empresarios de uno y otro lado del Estrecho, el primer ministro marroquí, Aziz Akhannouch, pronunció un discurso muy político, en el que ensalzó el giro español al aceptar la propuesta de una autonomía para el Sáhara: "España tuvo el valor de adoptar una visión histórica y realista". A continuación, Sánchez pasó de puntillas por las cuestiones diplomáticas y se dedicó a enumerar la panoplia de oportunidades económicas que se abren para las empresas nacionales tras la reconciliación propiciada por la ingesta del sapo saharaui.

El nerviosismo era patente en la delegación española, como demuestra el hecho de que el presidente no permitiese formular preguntas

Ambas intervenciones fueron la metáfora de lo que ocurriría durante la reunión de alto nivel de este jueves, la primera desde 2015: un Marruecos confiado en sus posibilidades, que incluso pide entre líneas ayuda a España para luchar contra el Frente Polisario —"grupo separatista" y "milicias armadas", en el lenguaje del primer ministro—, y una España pragmática, que evita los temas polémicos —salvo una alusión genérica de Sánchez a la integridad territorial— y centra todo su discurso en la economía.

Desde antes de la cumbre, la delegación española ya había dejado claro que aquí no se venía a hablar de la excolonia, pero lo cierto es que la declaración de 74 puntos pactada entre ambos países contiene una referencia a la declaración del 7 de abril de 2022 que plasmó negro sobre blanco el cambio de postura de Madrid. En contraste, Ceuta y Melilla no aparecen nombradas en ningún momento. Ni siquiera cuando se hace referencia al calendario acordado para la apertura de las aduanas —la ceutí nunca existió, mientras que la melillense fue clausurada unilateralmente por Marruecos en 2018—, del que no se dio una fecha pese a haberse incumplido el compromiso de tenerla lista para finales de enero. Otro sapo más en el haber español.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la visita al mausoleo de Mohamed V en Rabat. (EFE/Mohamed Siali)

Las críticas hacia lo que muchos consideran como una actitud pusilánime cruzan de un lado al otro del arco político, desde los socios del PSOE en el Gobierno hasta la oposición del Partido Popular, que incluso ha llegado a pedir dimisiones por el desplante de Mohamed VI. Y también se extienden de forma casi unánime por el espectro mediático. "¿Cuál es el límite de la sumisión?", se preguntaba en la mañana de este jueves una famosa locutora progresista.

El nerviosismo resultaba patente estos días en la delegación española, como demuestra el hecho de que el presidente del Gobierno no permitiese a los periodistas formular preguntas: ni en público, por orden de un primer ministro marroquí poco habituado a ofrecer explicaciones —otro sapo—, ni tampoco en privado. Los errores inesperados aguaron la que iba a ser una cumbre "histórica", según la versión del Ejecutivo, pero el discurso no se movió ni un milímetro desde el inicio al final del encuentro: los asesores de Sánchez respondían con la economía cada vez que se les preguntaba por las hipotéticas cesiones a Rabat. La firma de 22 memorandos y la presencia de 25 ministros, hechos sin precedentes en la historia de las 12 cumbres de este nivel entre España y Marruecos, son lo único que parece importar en la Moncloa.

Paradójicamente, el primer ministro marroquí ha sido el único en referirse a los derechos humanos

Ambos Gobiernos firmaron acuerdos en diferentes áreas, algunos tan relevantes como el que abre la puerta a que las universidades públicas o privadas españolas inauguren sedes en territorio marroquí. Pero la apuesta tecnocrática, que fía a los lazos económicos la resolución de los conflictos políticos, resulta arriesgada. Ya lo intentó Alemania con Rusia, en un proceso que hoy muchos critican tras el estallido de la guerra en Ucrania. A juzgar por las reacciones de la prensa oficialista marroquí, que sigue hablando de la españolidad de Ceuta y Melilla y lleva a portada la confirmación del giro español sobre el Sáhara, las reivindicaciones de la monarquía alauita continúan intactas. Fuentes de la Moncloa reconocen, por ejemplo, que no ha habido avances en la delimitación de las aguas territoriales de la fachada atlántica, un punto que se obvia en la declaración conjunta, al contrario de lo que sucedió el año pasado. "No se puede resolver todo al mismo tiempo", aseguran.

De momento, ambos países han centrado los acuerdos en los puntos más sencillos, pero no resuelven los problemas de fondo. Marruecos sigue teniendo la sartén por el mango. Un ejemplo es la inmigración irregular: el Gobierno esgrime como un logro que las llegadas en 2022 hayan descendido un 25,6% respecto al año anterior, lo que equivale a reconocer que el Estado marroquí usa este fenómeno para presionar a España. Sin embargo, los procesos de devolución siguen bajo mínimos desde que empezó la pandemia, por lo que todavía existe un amplio margen de mejora en la colaboración de las autoridades marroquíes. "Ambos países acuerdan intensificar su cooperación en el ámbito de la lucha contra la migración irregular, el control de fronteras, la lucha contra las redes y la readmisión de migrantes en situación irregular", reza el texto acordado entre Madrid y Rabat.

Foto: Pedro Sánchez saluda al primer ministro marroquí, Aziz Ajanuch, a su llegada a Rabat. (EFE/Jalal Morchidi)

Entre las victorias de la diplomacia española está el haber conseguido introducir en la declaración conjunta una referencia al respeto por los derechos humanos, uno de los asuntos que más irritan a Unidas Podemos. También el compromiso de ambas partes para poner en marcha una gestión "moderna" de los controles transfronterizos "teniendo en cuenta los compromisos adquiridos durante la pandemia", lo que se puede interpretar como una advertencia a Rabat ante la tentación de volver a cerrar las fronteras, como hizo en 2020 con el pretexto de la crisis sanitaria. Pero ni lo uno ni lo otro tuvo un hueco en los discursos del presidente del Gobierno; paradójicamente, el único que pronunció las dos palabras que muchos echan en falta en el trato de las autoridades marroquíes hacia el pueblo saharaui fue Aziz Akhannouch.

El optimismo de los empresarios

España no solo quiere evitar molestar a su vecino del sur para ahorrarse problemas, sino para conseguir oportunidades. El mejor ejemplo es Francia: hasta ahora, las empresas de la segunda economía del euro acaparaban la mayor parte de los contratos de obra pública en Marruecos, principalmente en el ámbito ferroviario. Pero el deterioro de las relaciones entre ambos países ofrece una oportunidad histórica a España para ocupar el espacio que está dejando París, y que Pekín empieza a disputar.

Fuentes empresariales reconocen que las fricciones entre Madrid y Rabat habían dificultado hasta ahora la obtención de contratos para empresas españolas en un entorno como el marroquí, donde la discrecionalidad política está a la orden del día. "La clave son los concursos", asegura un veterano empresario de la Cámara de Comercio presente en el foro económico. En los últimos, las compañías nacionales no obtuvieron nada, pero el Gobierno de Akhannouch quiere desplegar durante los próximos años una densa red de trenes regionales, rematar 1.300 kilómetros de alta velocidad (Casablanca-Marrakech-Agadir y Oujda-Rabat) y hasta ha acordado con España "impulsar los estudios" para un túnel bajo el Estrecho cuatro décadas después del primer intento.

Foto: El presidente del Gobierno y el primer ministro marroquí, en Rabat. (Reuters/Calvo Handout)

La nutrida asistencia al encuentro empresarial, con medio millar de empresas representadas pese a haberse convocado con solo una semana de antelación, da muestra del optimismo que reina entre las compañías, las grandes favorecidas por el giro pragmático del Gobierno español. Fuentes de la patronal CEOE celebran las oportunidades que se abren en sectores como el textil, la automoción, las energías renovables, la industria agroalimentaria o el turismo, especialmente tras un almuerzo de trabajo que precedió al foro y en el que estuvieron presentes la ministra de Industria, Reyes Maroto, los titulares marroquíes de Economía y Comercio y una veintena de empresas de cada país. España es el primer socio comercial de Marruecos y Marruecos el octavo socio comercial de España, con unos intercambios anuales que superan los 17.000 millones de euros.

La disponibilidad de las autoridades magrebíes para adaptarse a los estándares y regulaciones europeos será una de las claves de los próximos años, y ahí la buena sintonía política también juega un papel fundamental, aseguran las mismas fuentes. Sin embargo, el veterano empresario de la Cámara de Comercio relativiza el peso de las relaciones bilaterales en el flujo económico entre los dos países fronterizos: "Los negocios nunca se detuvieron". Ni siquiera cuando los sapos no se tragaban con tanta facilidad.

Rabat aguardaba este miércoles con emoción una cita histórica: el inicio del tercer mundial de clubes que se celebra en suelo marroquí. El Real Madrid se hará esperar hasta la próxima semana, pero otro 11 español, el del Consejo de Ministros socialistas —los de Unidas Podemos se borraron de la convocatoria—, recibió un gol por la escuadra antes de saltar al campo. El rey alauita, Mohamed VI, renunció a recibir al presidente Pedro Sánchez, lo despachó con una llamada desde su residencia privada en Gabón y acaparó tanto interés en los medios españoles como indiferencia en las calles de la capital magrebí. Sus súbditos continúan la cotidianidad, ajenos a un partido que España perdió antes de empezar, y cada día compran más camisetas de Zara y latas de atún de Isabel. Pero, de momento, no se suben a trenes Talgo.

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