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Cómo una iniciativa española va a conseguir que tengamos más tiempo libre (por fin)
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Cómo una iniciativa española va a conseguir que tengamos más tiempo libre (por fin)

Desde hace años, Cataluña se ha puesto las pilas hasta convertirse en uno de los referentes internacionales en política del tiempo. Estas son las medidas que podrían mejorar tu vida

Foto: Barcelona, primera Capital Mundial de las Políticas del Tiempo. (Barcelona Time Use Initiative)
Barcelona, primera Capital Mundial de las Políticas del Tiempo. (Barcelona Time Use Initiative)

En noviembre del año pasado, la capital catalana fue testigo de un gran paso en la historia de la política del tiempo que pasó casi desapercibido en el resto del país: la firma de la 'Declaración de Barcelona', un documento pionero apoyado por 75 organizaciones internacionales por el que se comprometen a poner en marcha medidas que garanticen el derecho al tiempo para todos.

Por ahí se paseaban el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, o Ada Colau, alcaldesa de la ciudad que durante estos dos años se convertirá la primera Capital Mundial de las Políticas del Tiempo. En la foto de grupo, en primera fila, Marta Junqué, co-coordinadora de la Barcelona Time Use Initiative, que explica a El Confidencial qué es eso de las políticas del tiempo. Sobre el papel, “poner los usos del tiempo en el centro de la toma de decisiones políticas, laborales y sociales”.

"En Rennes han conseguido tardar menos en llegar al trabajo organizándose"

Con un ejemplo se entiende mejor. “En el área metropolitana de la ciudad de Rennes han regulado el tiempo de acceso de las entradas a la ciudad para que todos tarden menos en llegar a su trabajo”, desarrolla. “Se fijaron en los usos del tiempo cada mañana y sugirieron unos horarios que se complementasen. Concienciando a la gente han logrado que las guarderías abran de ocho a ocho y media, el trabajo a partir de las nueve y que los estudiantes entren a las nueve y media: han sincronizado empresas, escuelas y universidades y han conseguido que el tiempo de desplazamiento de todos se acorte, así que han salido ganando”.

El movimiento ha comenzado en Barcelona, aunque su aspiración ees global. En 2014, Cataluña puso en marcha la Iniciativa por la Reforma Horaria. En tres años, consiguieron sacar adelante un pacto para mejorar los horarios de la sociedad catalana. “Era urgente mejorar lo que teníamos”, recuerda Junqué. El Gobierno catalán incorporó medidas como la compactación de los horarios de las escuelas, adelantar el final de la jornada de los médicos a las ocho de la tarde y cerrar los comercios una hora antes con el objetivo de mejorar la calidad de vida de todos.

placeholder Marta Junqué. (Fotografía cedida)
Marta Junqué. (Fotografía cedida)

La Barcelona Time Use Initiative es un paso adelante que ha concluido en la declaración de intenciones anteriormente citada, que tiene como objetivo que los países firmantes adopten el compromiso de poner en marcha políticas como las citadas, alrededor de la idea de que son clave para la “salud, eficiencia, igualdad y sostenibilidad”. Pero no es la única. Otras regiones como Galicia (con sus Planes de Programación del Tiempo de la Ciudad) o la Comunidad Valenciana (con sus políticas de racionalización de horarios) también han puesto en marcha leyes sobre el uso del tiempo.

“Si preguntas a todo el mundo si está satisfecho con los usos de su tiempo y los horarios que tiene, te dirá que no, que no tiene tiempo”, recuerda Junqué, que ha trabajado desde hace más de una década como consultora en el ámbito internacional. “Los europeos no están contentos con su uso del tiempo”.

"Ni Italia ni Portugal terminan tan tarde su jornada como nosotros"

El último número de la revista ‘Time & Society’ se abre precisamente con un editorial en el que el profesor Gonzalo Iparaguirre, de la Universidad de Buenos Aires, pone de manifiesto la importancia del programa. El antropólogo amplía su respuesta para El Confidencial: “Es un movimiento social, político y científico sumamente pionero”, explica. “Instala la agenda de priorizar el estudio de las políticas públicas sobre el tiempo-temporalidad y su aplicación directa en los distintos niveles de gestión y de toma de decisión, primero a escala municipal y luego escalado a todos los niveles de gobierno, inclusive la Comunidad Europea”.

El Gobierno español ha mostrado también su interés por sacar adelante una ley sobre los usos del tiempo a lo largo de 2022, como anunció Yolanda Díaz el pasado otoño. Aunque otros países como Portugal han aprobado la Ley de Desconexión Digital, Islandia ha aplicado la semana laboral de cuatro días y Francia sacó adelante la ley de las 35 horas, la idea es más cercana al espíritu de la propuesta italiana de los años ochenta, o al espíritu alemán… y catalán.

La idiosincrasia española

Tal vez España se haya puesto en marcha por ser uno de los países con horarios más caóticos de todo el mundo. “España tiene unas peculiaridades en cómo se organizan sus horarios que no las tienen ni el resto de países europeos, ni mediterráneos, ni en el resto del mundo: ni Italia ni Portugal terminan tan tarde de trabajar ni cenan a la hora que cenamos nosotros”, recuerda Junqué, que señala a la “cultura de pluriempleo” de los años sesenta como la principal culpable de unos horarios “que no son saludables ni ayudan a la igualdad ni a la productividad”.

placeholder Reloj en la fachada de un hotel en Ronda. (Reuters/Jon Nazca)
Reloj en la fachada de un hotel en Ronda. (Reuters/Jon Nazca)

Junqué señala tres problemas específicos de nuestra cultura temporal. El primero, “la cultura presencialista, tenemos que estar en la oficina para trabajar cuando se ha demostrado que el país ha salido adelante con el teletrabajo”. El segundo, “un problema con los horarios de las comidas”: “Comemos mucho más tarde y cenamos mucho más tarde, y además, las comidas se alargan. Tenemos huecos en el mediodía que hacen que paremos más de dos horas”. Somos uno de los países con horarios menos comprimidos, al contrario de lo que se persigue.

El tercero, la consecuencia lógica de los dos anteriores. Es decir, los problemas de sueño derivados de acostarnos tan tarde: “Somos uno de los países donde descansamos menos. Si queremos un país más competitivo y productivo, tenemos que mejorar los usos del tiempo”, añade Junqué, que recuerda que entre los objetivos de las políticas del tiempo no se encuentra únicamente la salud o la igualdad, sino buscar una salida al estancamiento de la productividad que se ha producido durante las últimas décadas.

"Si la gente está agotada, va a producir menos aunque trabaje más horas"

“Tener unos mejores usos del tiempo reduce la siniestralidad. Si se mejora la salud de las personas trabajadoras, aumenta su productividad y disminuyen las bajas laborales”, añade la coordinadora. “Y el ‘burnout’: la gente está agotada, y cuando lo está, no trabaja al mismo nivel, aunque eche más horas. Para poder pensar, tienes que descansar”.

La receta, en nuestros relojes

La gran pregunta es qué clase de medidas se pueden implantar en nuestro país. En cuanto al nivel productivo, por ejemplo, “compactar los horarios”, como ya está ocurriendo en otros países europeos. Es decir, combatir el pertinaz alargamiento de la jornada de los trabajadores españoles con horarios con menos pausas e interrupciones. Además, permitir una mayor flexibilidad de horarios (especialmente en lo que se refiere a las horas de entrada y de salida) y acabar con el presencialismo.

placeholder Farmacia cerrada. (Reuters/Albert Gea)
Farmacia cerrada. (Reuters/Albert Gea)

El cambio en los usos del tiempo también afectaría al comercio. No ampliando aún más sus horarios, como ha ocurrido durante las últimas décadas, sino al revés: la flexibilidad de horarios de trabajadores permitiría que las tiendas cerrasen antes, como ha ocurrido en Cataluña. Según una encuesta de la Agència Catalana de Consum, el 76% de los consumidores estaría de acuerdo con horarios más racionales. “Y creo que en el resto de España sería igual”, valora Junqué. Como recuerda, la idea de la ciudad siempre abierta era más propia de los años noventa. Hoy, la tendencia es hacia la proximidad: “Lo que quiere la gente es tenerlo todo más cerca”.

Estas medidas también conseguirían reducir los desplazamientos y aliviar el impacto climático. “Ahora que hablamos tanto de energía, si somos capaces de concentrar las jornadas laborales y no tener la empresa abierta desde las ocho de la mañana hasta las 10 de la noche, ahorraremos energía, lo que también ayuda a la competitividad de nuestras empresas y a la mejora de la vida de los trabajadores”.

"Es una nueva forma de hacer política internacional al establecer el 'derecho al tiempo"

Junqué insiste en que no se trata tan solo de cambiar los horarios de las empresas, sino de una visión transversal “y holística” que implique desde las compañías hasta el sistema educativo, pasando por el urbanismo o el transporte. Una sinfonía en la que todos los agentes deberían sincronizarse de manera libre para lograr un objetivo común: sacarle el máximo partido a ese tiempo que se nos escurre entre los dedos.

Foto: Foto: Reuters/Vincent West.

Son los signos de que algo está cambiando en nuestra percepción del tiempo, un proceso que el coronavirus ha acelerado. Junqué tiene claro que en 10 años, la situación será muy distinta. “Soy optimista, la pandemia ha mostrado nuevas maneras de trabajar y la crisis climática nos va a obligar a ser mucho más innovadores. Una gran parte de la sociedad no está satisfecha con los usos del tiempo que tiene a día de hoy y, por lo tanto, tanto empresas como trabajadores o políticos van a poner el tema sobre la mesa. Es un marco que nos han comprado a nivel internacional”.

A finales de este año, la iniciativa saltará el charco y llegará (de manera presencial) a Latinoamérica. Para Iparaguirre, es “una nueva forma de hacer política internacional al establecer el ‘derecho al tiempo’, un tema común a todos los países que adquiere diversas manifestaciones e impactos asimétricos según las condiciones de contexto de cada sociedad y su cultura”.

Un tiempo para todos

Hace ya más de un siglo que las primeras políticas del tiempo se pusieron en marcha como respuesta a los desafíos de la sociedad industrial, desde la adopción de los horarios 8-8-8 (ocho horas para trabajar, ocho para descansar, ocho de tiempo libre) a principios del siglo XX hasta las predicciones no cumplidas de Keynes, que decía que para el año 2030 trabajaríamos 15 horas a la semana. Que no lo hayamos conseguido, quizá sea una buena razón por la que tienen tanta relevancia las políticas del tiempo en las agendas políticas globales.

“El problema del tiempo es que es un ‘tema’ ubicuo, que está presente en todo y a la vez se torna invisible, que aun cuando creemos que no lo estamos investigando, igual lo estamos haciendo, por ejemplo, cuando analizamos la historia, el pasado, los acontecimientos que permiten reconstruir el presente, sea en el orden humano o en cualquier otro”, añade el antropólogo argentino, que en unos meses publicará un libro titulado ‘Cultural Rhythmics’. “Lo mismo ocurre con el futuro, cuando pensamos, analizamos, planificamos acciones, estamos diseñando futuro”.

El tiempo está en todo. Por ejemplo, “los ritmos políticos son múltiples y atraviesan nuestras decisiones a cada instante, como la institución legal de un calendario oficial, las fechas patrias, los feriados, los inicios y cierres de ejercicios escolares, productivos, académicos, electorales y todos los demás”, concluye el antropólogo. Pero también “la sincronización de los husos horarios, entre los países y sus mercados financieros y productivos, el transporte global, los procesos burocráticos internacionales, las jornadas de trabajo, las licencias de vacaciones y otros trámites civiles”. Si el tiempo es oro, tenemos una fortuna en nuestras manos.

En noviembre del año pasado, la capital catalana fue testigo de un gran paso en la historia de la política del tiempo que pasó casi desapercibido en el resto del país: la firma de la 'Declaración de Barcelona', un documento pionero apoyado por 75 organizaciones internacionales por el que se comprometen a poner en marcha medidas que garanticen el derecho al tiempo para todos.

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