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No podrá acabar esta entrevista: "La atención es más importante que el mejor colegio"
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LA DISTRACCIÓN DE THIBAUT DELEVAL

No podrá acabar esta entrevista: "La atención es más importante que el mejor colegio"

El abogado y profesor belga afincado en Madrid publica 'Distraídos', un volumen en el que nos alerta sobre todas las trampas de pensamiento en la que caemos todos los días

Foto: Deleval en Nuevos Ministerios. (Héctor García Barnés)
Deleval en Nuevos Ministerios. (Héctor García Barnés)
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Experimento número 1. Coloco mi teléfono móvil boca abajo delante de Thibaut Deleval y le pregunto: "¿Cree que seré capaz de terminar esta entrevista sin darle la vuelta?" Respuesta: "Eso espero".

Experimento número 2. Le pregunto a Deleval: "¿Cree que he hecho bien dejando el móvil encima de la mesa?" Responde: "Es peligroso, porque según como lo tengas configurado, puede parpadear en cualquier momento y lo vas a estar mirando por el rabillo del ojo. En un experimento que hicieron con estudiantes en EEUU, se demostró que simplemente tenerlo a la vista afecta a tu pensamiento. Tienes un aparatito que te puede dar una sorpresa, porque una notificación es como un regalo que puedes abrir y descubrir lo que hay dentro, aunque sea un anuncio. Es como darle a la palanca de una tragaperras".

Deleval acaba de publicar 'Distraídos' (Aguilar), un libro en el que el belga afincado desde hace dos décadas en España intenta explicar por qué pensamos poco y mal. El resultado de un proceso de investigación en el que él mismo se dio cuenta de que incurría en todos esos errores que afectaban a los demás. Como si el abogado de formación, emprendedor y profesor, hubiese escrito un manual para enseñar a pensar a jóvenes como sus cuatro hijas, pero también a esos adultos que últimamente no saben dónde han dejado la cabeza.

"Hay mucho sesgo de confirmación, la gente lee noticias para confirmar lo que piensa"

Experimento número 3. Le pregunto a Deleval: ¿cuántas notificaciones recibiremos en el móvil en todo este tiempo? El belga me responde que ha quitado las redes sociales del suyo, pero acepta el reto. La respuesta, al final del artículo.

Experimento número 4. Una última prueba: "¿Cree que el lector leerá esta entrevista hasta el final?". "¡Espero poder decir cosas interesantes para que se quede!"

Le comento que en la mayoría de noticias del periódico, el lector se queda alrededor de un minuto. Dos es raro; tres, casi un milagro. A Deleval le sorprende: "Me deja pasmado". Y se pone a elucubrar: "Sospecho que hay mucho sesgo de confirmación. Creo que la gente busca confirmación de lo que piensa, si con un pequeño escaneo lo han encontrado, ya les vale. Y si no, piensan que es un periodista de los malos, de mis enemigos. Con algunos temas, como una ley educativa, no puedes quedarte con dos párrafos. Es como con una película, no puedes quedarte con quince minutos. Pero la gente tiene más paciencia con una película mala. Con un artículo, das por hecho de que con dos párrafos lo sabes todo".

PREGUNTA. Ahora se ven más series que películas, porque duran menos y requieren menos concentración. Puedes desconectar y no te pierdes gran cosa, o incluso están pensadas para comentarlas con el móvil en la mano. ¿Es un síntoma de ese mundo de distracciones continuas del que habla?

RESPUESTA. La gente hace un análisis equivocado sobre esto. Veo películas en casa con mis hijas. Una lo hace sin problema, porque es un poco fuera de su época. Es una niña muy introvertida, que lee mucho, que no tiene problemas de concentración y que cuando la llamas por el móvil nunca lo coge. La otra es más "normal" y no aguanta una película entera. Vi con ellas 'No mires arriba' y cuando la miraba de reojo veía que estaba en tensión. Cuando se lo cuento a la gente me dice que no tiene mucho sentido, porque las películas duran dos horas y sin embargo tienen concentración para ver temporadas y temporadas de series.

Pero creo que el mecanismo propio de la serie es el de un microformato dentro de un capítulo de cincuenta minutos. Hay micro intrigas que provocan esas pequeñas recompensas que son como las notificaciones del móvil, no como una película, en la que tienes que esperar hasta el desenlace final. Las series están pensadas como este goteo constante de microsatisfacciones.

placeholder ¿Serías capaz de ver una película de más de dos horas? (Netflix)
¿Serías capaz de ver una película de más de dos horas? (Netflix)

Como padre, lo más importante que puedo enseñar a mis hijas, el mejor arma para diferenciarse de sus compañeros de generación, más que meterlas en el mejor colegio o que elijan la mejor carrera, es la capacidad de atención. Aunque se hayan equivocado de carrera, podrán reconducirla. Pero la gente que es como un hámster en una rueda o le sale bien a la primera o no tienen capacidad para reaccionar.

P. En el libro explica cómo algo en apariencia sencillo como ordenar el armario nos cuesta mucho tiempo, cuando nuestras abuelas lo habrían hecho en media hora. Eso nos pasa porque tenemos que poner música, responder a mensajes, mirar el móvil cada poco tiempo, etc. Sentimos que tenemos cada vez menos tiempo aunque en teoría debería ser al revés.

R. La gente no se da cuenta de que cada ordenador en un despacho es una televisión, un teléfono o un álbum de fotos que nos hace perder muchísimo tiempo. Lo veo en mi propio día a día. La diferencia que hay entre un día productivo y otro que no es la capacidad de dejar el móvil lejos, de cerrar en Google para no tener tentaciones. Con esas herramientas, puedes hacer muchísimo en un día. Y hay otros días en los que no haces absolutamente nada, aunque pases horas delante del mismo instrumento, que es el ordenador.

Lo más duro para las generaciones más jóvenes es que no tienen recuerdos de un época en la que no tenían una televisión en el escritorio. Cuando yo iba a la universidad, el ordenador no era lo que es hoy, era exclusivamente una herramienta de trabajo. Pero los jóvenes lo han descubierto primero como una televisión o algo para jugar y, más tarde, como una herramienta de trabajo. Ahí hay un reto intergeneracional: de igual manera que los jóvenes pueden explicar a sus abuelos cómo usar WhatsApp, los mayores tienen una sabiduría sobre cómo estar en la vida.

P. En el libro comenta cómo terminamos viviendo en función de las necesidades de los demás. Tenemos que responder mensajes al momento, nos convertimos en seres que se limitan a reaccionar ante un millón de estímulos.

R. Es engañoso, porque es verdad que tenemos acceso a todo. El poder de elección es máximo. Nunca hemos podido elegir entre tantos libros y tantas películas. Sobre el papel, parece que somos la generación más libre y con más información, sabiduría y entretenimiento a su alcance. Y sin embargo, son pocas las personas que eligen su propio menú. En las redes sociales eliges a quién sigues, pero no lo que van a escribir. Eso influye en tu estado anímico. Si la gente es muy agresiva, te vas a poner agresivo. Si las noticias que te mandan son tremendistas, vas a ver el mundo como un lugar hostil. Netflix te recomienda contenidos para hacerte la vida más fácil, pero tú no eliges lo que vas a buscar. La tecnología ofrece libertad, pero solo a las personas que hacen el esfuerzo de no convertirse en el producto de la esclavitud de la tecnología.

"Somos espectadores, y el hombre tiene vocación de ser actor de su propia vida"

Las empresas tecnológicas tienen muchísimo conocimiento para que las herramientas sean tan sencillas que no requieran educación. Cuando te regalaban un ‘Monopoly’, no podías jugar sin leer las instrucciones. Ahora un niño con Fortnite no necesita ninguna instrucción.

El libro habla de hacer el esfuerzo de tomar distancia. Con el móvil, con el tiempo, con la reacción que tienes cuando recibes un mensaje. En muchos casos es mejor dejar pasar un día. La sabiduría popular dice eso de "consultarlo con la almohada", pero no porque durante la noche te vaya a venir la respuesta como un ángel bajado del cielo, sino para que no te guíes exclusivamente por tus sentimientos.

Los contenidos están siempre ahí, no tienes ni que buscarlos. Abres una aplicación tipo TikTok, Instagram o WhatsApp y siempre te esperan mensajes. Somos espectadores, y el hombre tiene vocación de ser actor de su propia vida. Me da la impresión de que, hoy en día, somos espectadores de gente como Kim Kardashian. No la conozco personalmente. Puede ser una buenísima persona, pero objetivamente no sé qué puede aportar. No quiero despreciar la cultura popular, pero había más "nobleza", una intención de educar, de transmitir valores, no era puro entretenimiento. Somos las generaciones que más tenemos a nuestro alcance, ¿por qué quitarnos a nosotros mismos la libertad de elegir lo mejor, en lugar de lo que nos ponen?

P. Es habitual pasar horas y horas haciendo 'scroll' en las plataformas buscando algo que te apetezca ver hasta que te quedas con lo menos malo.

R. La aspiración es buscar algo que te apetece. Es como en un buen restaurante. Si hay un menú fantástico, vas a querer elegir, porque hay unas cosas que te apetecen más que otras. Si de repente te lo quitan de la mano y te dicen "ah, no, vamos a decidir nosotros"…

P. Habla de la impulsividad, una de las consecuencias de este estado. Algo que me ocurre con frecuencia es ver un mensaje que me enfada, publicar una respuesta en Twitter y borrarlo poco después, al darme cuenta de que lo que he escrito no representa realmente lo que pienso, sino mis emociones.

R. Lo que haces es admirable, porque es a lo que me refería con la distancia de tu primer impulso. Pero la mecánica de las redes sociales, tanto de la inmediatez de ser el primero en decir la gracia o reenviar algo que ha descubierto, premia la velocidad. Nada recompensa la reflexión.

placeholder Nuestro ladrón cotidiano. (iStock)
Nuestro ladrón cotidiano. (iStock)

Hay un ejemplo en el libro que algunas personas me han dicho que era exagerado, pero yo lo he vivido. Todas esas gracias que circulan por WhatsApp tienen un efecto más profundo de lo que pensamos, porque dejan poso sobre un tema del que quizá no tienes mucha información. Es lo que ocurre con el cambio climático. Hay cierta gente que mantiene cierta sospecha sobre todo lo que es medio ambiente, y que han ido construyendo su pensamiento sobre un prejuicio inicial, como que es algo de izquierdas, y las tonterías que circulan por WhatsApp sobre Greta Thunberg.

Hace poco estaba en una conferencia con profesores de universidad y caían en la misma trampa de burlarse de ella. Cómo puede un profesor de universidad burlarse de una chica de 14 años para criticar una causa. A mí me encanta reírme, pero deberíamos ser capaces de separar la burla de los temas políticos. Ahora que se publica el nuevo informe del IPCC, hay gente que no va a leer ni una página y se va a basar en lo que le llegue por WhatsApp con una frase descontextualizada. Es algo parecido a lo que pasó con la carne y Garzón, detrás hay una realidad que no tiene que ver con Garzón, sino con unos hechos científicos.

P. ¿Cree que pensamos menos y peor que antes?

R. Siempre hay una tendencia a idealizar el pasado, pero creo que por el propio contexto de falta de tiempo, es matemático. Si vives como un hámster en una rueda, estás distraído. Si vives a toda pastilla y dedicas menos atención a las cosas, piensas peor. Antes había grandes pensadores y ahora los sigue habiendo, pero la persona media tiene más formación pero menos reflexión.

Antes, un agricultor de un pueblo en Bélgica, Francia o en España había ido al colegio unos pocos años, pero dedicaba horas al pensamiento, porque quisiera o no, no tenía más remedio, aunque fuese por aburrimiento. A partir de cierta hora no había luz fuera, te cerrabas en casa y quizá no leyesen un libro a la semana, pero había conversación con tiempo, con la familia, en la mesa… La conversación, aunque no sea con un catedrático del tema, te expone a una opinión contraria. Había más tiempo para escuchar al otro, no como ahora, que es una especie de combate de boxeo de microfrases para buscar los aplausos rápidos.

"Hay parejas que se meten en la cama a ver cada uno una serie distinta"

Quizá tengamos muchas más herramientas para pensar, porque tenemos más formación media, pero se piensa menos, no porque la gente sea más tonta, sino porque objetivamente estamos distraídos.

P. En el libro utiliza un ejemplo, que es el de la familia que veía la televisión junta, aunque a veces alguno de ellos lo hiciese a regañadientes. Dice que era un ambiente que se prestaba más al pensamiento que la multiplicidad de pantallas actual, en la que cada cual está inmerso en un mundo hecho a su medida.

R. El contenido lo veías igual, pero no lo veías solo. La imagen que tengo en la cabeza es la de unos topos que cavan y encuentran cada uno por su lado un dado enterrado en el suelo. Uno ve un punto, el otro dos puntos, el otro tres. Lo que han visto es completamente real, pero si no se juntan para comentarlo, nunca sabrán que han visto un dado. Eso pasa con un telediario, una película o una serie.

Cada persona puede tener distintas visiones y haberse fijado en detalles que tú no has observado. Si eso pasa con un episodio de 'Juego de tronos', ¿cómo no va a pasar con la educación, con el medio ambiente o con la fiscalidad? Si perdemos este entrenamiento, hay un riesgo cada vez mayor de polarización.

No creo que haya una intención diabólica para controlarnos. Es la propia mecánica de esas redes sociales, que es muy rentable y que hace que la gente tenga tendencia a encerrarse en su burbuja. Aunque lo de ver la televisión juntos parece anecdótico, creo que dice algo de nuestra sociedad y que habría que hacer un esfuerzo por recuperarlo.

placeholder Una experiencia compartida. (Reuters/Lim Huey Teng)
Una experiencia compartida. (Reuters/Lim Huey Teng)

El cine por definición era así, una actividad social. Pero ahora me sorprende, por ejemplo, que en mi entorno muchas parejas ven series por la noche, pero diferentes. Cada uno se mete en la cama con su pantalla y ven cosas distintas. No digo que esté mal, pero no pueden comentar lo que han visto.

P. Sin embargo, tenemos más necesidad de opinar de todo.

R. Los todólogos. No quiero remontarme muy lejos en el tiempo, pero en los años cincuenta, había más respeto al sabio. Siempre ha habido personajes muy polifacéticos, pero la gente tenía esa humildad de que el médico sabía de medicina y no le pedías opinión sobre el carburador de tu coche. El mundo es ahora más complejo y la gente debería ser aún más humilde, porque el perímetro del conocimiento es más pequeño. Sin embargo, hay muchos incentivos que nos dan un atrevimiento bestial, porque la televisión tiende el micrófono a cualquiera para preguntarle sobre cualquier cosa. Hay programas de tertulias donde los tertulianos pasan de comentar lo de Ucrania a la inflación, y si rascas no son competentes ni en Ucrania ni en la inflación.

Llevo muchos años en el mundo del emprendimiento y es curioso ver cómo la gente, cuando consigue una cierta audiencia, se atreve a opinar de todo porque han montado cuatro 'start-ups' con éxito. Pueden hablar con criterio de temas como conseguir financiación por prototipado o productos de usabilidad, pero una vez consiguen público ya no tienen vergüenza para opinar de geopolítica y energía. La humildad es quizás la cualidad más infravalorada hoy y es una paradoja por la complejidad creciente del mundo. Somos conscientes de que hay muchas especialidades y, sin embargo, nuestro atrevimiento es total y absoluto. No tenemos frenos.

P. ¿Cuándo tienes tiempo para pensar, con cuatro hijas?

R. Leo todos los días e intento elegir lo que leo. En Navidad me gusta que me hagan sorpresas, pero los libros no, porque como tienes que dedicarles un tiempo importante, prefiero marcarme yo la agenda. Hago un esfuerzo brutal consciente. En general configuro mis redes sociales para estar cómodo, me cuesta porque hay gente que escribe cosas que no me gustan y las que no comparto, pero me esfuerzo por mantenerlas.

"Me resulta más fácil identificar una idiotez que he dicho si la veo por escrito"

Intento escuchar a la gente que no piensa como yo. Cuando me topo con alguien que tiene una idea completamente opuesta a la mía sobre algo lo veo como una oportunidad. Cuido el tiempo de reflexión y silencio, por ejemplo, pensando en lo que he apuntado sobre un libro. No lo hago siempre, pero intento sacar una pequeña sinopsis de mis apuntes y tardo un montón porque tecleo muy mal. Escribir es clave, porque obliga a ordenar y estructurar. Volver a leerlo me facilita la autocrítica. Me resulta más fácil detectar una idiotez escrita. Tengo varios archivos en el ordenador con reflexiones sobre distintos temas, donde apunto cosas.

P. ¿Qué lleva a alguien como usted a escribir un libro como este?

R. Siempre he sido criticón. Me interesaba ver los defectos de los pensamientos de los demás. Empecé a investigar y cuando estudiaba, me daba cuenta de que me afectaba exactamente igual. El 80% de los libros de la bibliografía los he leído por placer, y cuando miraba a mis hijas, me daba cuenta de que quería enseñárselo. Me gustaría que todo el mundo pudiese tener acceso a este conocimiento, así que busqué a ver si existía un libro como este y no encontré ninguno que tratara el tema desde ángulos tan distintos, sino más especializados. Así que me decidí a escribirlo durante el confinamiento estricto.

placeholder Thibaut Deleval. (Héctor García Barnés)
Thibaut Deleval. (Héctor García Barnés)

Resolución experimento número 1 y 2. El reloj de la grabadora marca una hora y he conseguido terminar la entrevista sin mirar el móvil, pero me ha costado más de lo que pensaba, sobre todo a medida que pasaba el tiempo. ¿Me habrá escrito mi jefe? ¿Habrá reunión más tarde? Al revisar la transcripción de la entrevista, eso sí, me doy cuenta de algo: no he estado concentrado todo el tiempo, porque no recordaba alguna de las cosas que Deleval dice, así que probablemente mi mente desconectaba sin que yo mismo me diese cuenta.

Resolución experimento número 3. Deleval y yo sacamos el móvil. En ese tiempo, él ha recibido 26 mensajes de WhatsApp y cuatro e-mails. Yo cuento dos conversaciones de chat (con veinte y cuatro mensajes, respectivamente), tres conversaciones de WhatsApp (con uno, dos y seis mensajes respectivamente), veinte correos electrónicos, tres notificaciones de Twitter y una de Facebook. Ni él ni yo hemos recibido una llamada de teléfono. Como me explica, "lo que te distrae no es que te llamen, porque es algo destinado a ti, sino los mensajes que no son para nadie". Sin embargo, cada vez llamamos menos.

Resolución experimento número 4. Si ha llegado hasta aquí, lo ha conseguido: enhorabuena. Una última pregunta al belga. ¿Qué le diría al lector que ha llegado hasta la última línea? "Léete el libro".

Experimento número 1. Coloco mi teléfono móvil boca abajo delante de Thibaut Deleval y le pregunto: "¿Cree que seré capaz de terminar esta entrevista sin darle la vuelta?" Respuesta: "Eso espero".

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