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La invasión rusa debilita las perspectivas electorales de Vox y la ultraderecha europea
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Implicaciones políticas de la guerra

La invasión rusa debilita las perspectivas electorales de Vox y la ultraderecha europea

La guerra ha obligado a líderes ultranacionalistas como Orbán o Le Pen a modular su postura respecto a Rusia. Expertos coinciden en que la mirada escéptica y hostil hacia la UE y sus alianzas pasarán factura a Abascal

Foto: Abascal saluda a Viktor Orbán durante la cumbre de Madrid de enero. (Vox)
Abascal saluda a Viktor Orbán durante la cumbre de Madrid de enero. (Vox)

Han pasado once días desde el estallido de una guerra impensable. El conflicto ha escalado a tal punto que cualquier imagen de la invasión rusa tiene más repercusión mediática que ningún otro asunto de actualidad. El asalto de Putin para tratar de rendir Kiev agita sin remedio el tablero político del resto de Europa. La exhibición de Emmanuel Macron en la diplomacia mundial ha afianzado su perfil de estadista y disparado sus perspectivas electorales de cara a la primera vuelta de las presidenciales francesas del próximo 10 de abril, mientras que sus rivales más cercanos, como los ultraderechistas Marine Le Pen o Eric Zemmour, dedican sus esfuerzos a difuminar el historial de elogios que en el pasado dedicaron al régimen ruso. Viktor Orbán tampoco llega a las generales del próximo 3 de abril en una posición confortable, con la oposición de izquierda a derecha unida para tratar de desbancar al Fidesz tras 12 años en el poder. El primer ministro de Hungría ya condenó la acción militar rusa en Ucrania, pero sus vínculos con Vladímir Putin pesan demasiado para gran parte de la opinión pública.

La guerra ha obligado a las familias de la ultraderecha europea a modular y reformular su postura respecto a Rusia. "Sin la invasión a Ucrania, seguirían alineados con Putin porque la narrativa rusa de deslegitimar a la Unión Europea les resulta cómoda. Pero una cosa es la defensa de la autoridad y el patriotismo, y otra que, a consecuencia, tengan que apoyar que se invadan países y se maten civiles", explica Ignacio Torreblanca, director del European Council on Foreign Relations (ECFR). Mientras el repliegue discursivo avanza entre los populismos europeos, en España los focos se dirigen a Vox. El partido condenó de forma rotunda la invasión de Ucrania y censuró sin paliativos la agresión a su soberanía, pero sin salirse de la ambivalencia marcada por sus socios europeos, a excepción de Polonia. "No hay que dejar de señalar el fracaso y la irresponsabilidad de la Comisión Europea", matizó en primera instancia la formación de Abascal.

Desde que comenzaron a aflorar las primeras tensiones en el este de Europa, las miradas se dirigieron mayoritariamente a Vox y, en menor medida, a Podemos. Sin arremeter directamente contra Putin, la formación morada se posicionó en el "no a la guerra" y en la "desmilitarización" del conflicto, pero las críticas arreciaron con mayor intensidad contra los de Santiago Abascal, entre otras cuestiones porque la escalada de tensión coincidió con una cita que la formación organizó en Madrid, y a la que invitó a diferentes líderes de la ultraderecha europea, desde Marine Le Pen a Viktor Orbán, mandatarios con un lazo no solo ideológico, sino también económico con el régimen ruso.

Un banco próximo al Kremlin prestó nueve millones de euros en 2014 al Frente Nacional y, en 2017, la líder ultraderechista francesa visitó Moscú para reunirse con Putin. Tras el encuentro, Le Pen defendió la anexión rusa de Crimea y se opuso a las sanciones contra Rusia por su injerencia en Ucrania. Por su parte, el primer ministro húngaro siempre ha ejercido como abogado defensor de Putin en Europa. De hecho, mientras Occidente cerraba filas con Kiev, Orbán se reunió con Putin antes del estallido militar y solo unos días después de fotografiarse con Santiago Abascal en Madrid.

La relación de Vox con el Kremlin es de segundo e, incluso, de tercer grado, pero su red de alianzas internacionales, el discurso militarista que profesa y su mirada escéptica e, incluso, hostil hacia la Unión Europea ubica a los de Santiago Abascal en una posición de debilidad política dentro de España. Es el análisis de Pablo Simón, politólogo y profesor en la Universidad Carlos III, que señala que el efecto en Vox de la invasión rusa puede ser similar al desgaste que ya sufren los partidos ultranacionalistas europeos. En un momento en que la percepción hegemónica de la ciudadanía es la del antimilitarismo por el temor a la guerra, la demonización de Rusia y la ampliación del sentimiento europeísta, encajar la posición de Vox "es muy difícil" en el espectro político español y, además, "abre un flanco al PP" que los populares podrían aprovechar para diferenciar su discurso, recuperar votantes y remar a favor de la corriente en un momento de franca debilidad interna.

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Alberto Núñez Feijóo, que se convertirá en próximo presidente nacional del partido a principios de abril, ya marcó posición en este sentido. "El PP no es Vox", subrayó, destacando la corriente "constitucionalista, europeísta y atlantista" que representan las siglas populares. Esteban González Pons, eurodiputado y uno de los nombres que suenan con fuerza para el nuevo equipo de Feijóo, ya atacó la "tibieza" de Vox respecto a Putin y vinculó a Santiago Abascal con el resto de fuerzas de la "extrema derecha" europea, precisamente el estigma del que quieren desprenderse en el partido situado a la derecha del PP.

"Todos los partidos de la ultraderecha europea han reculado con Moscú, y ese movimiento también afecta a Vox. Les ha descolocado mucho, se han quedado en un papel marginal que han buscado", explica el politólogo Eduardo Bayón, diagnóstico en el que coincide también Pablo Simón. "Vox intenta mantener ahora un perfil bajo. Ellos ganan en cuestiones de política interna, pero no en este tipo de debates. La invasión rusa les desarma, les obliga a reposicionarse y a deshacerse de cierto bagaje de narrativas antieuropeístas para encajar en la actual coyuntura internacional". Ignacio Torreblanca, por su parte, conviene en que Vox está en posición de sufrir un desgaste "similar" al de sus socios europeos, aunque el impacto dependerá de cómo se materialice esa "presión" política en España. "La agresión de Rusia está revirtiendo parte de las dinámicas de la polarización política. La gente se pregunta, ¿en qué mundo quiero vivir? ¿En el de nacionalistas locos que quieren romper la Unión Europea? La respuesta es no", enfatiza.

Vox redirige el objetivo al sur

La incógnita, señalan los expertos, es si Vox logra reconducir el debate para esquivar el desgaste y si el PP puede aprovechar tales acontecimientos históricos para crecerse frente al "populismo" de sus rivales políticos. Los de Santiago Abascal han comenzado a hacer su parte y a tratar de redirigir el objetivo hacia asuntos en los que "se encuentran más cómodos", incide Pablo Simón.

En su última intervención en el Congreso, el presidente de Vox no escatimó a la hora de descalificar al régimen ruso, pero disparó contra Podemos como "cómplice directo" de Putin, por la conexión de los morados con el Grupo de Puebla, un foro político y académico latinoamericano integrado por personalidades de la izquierda política de más de una decena de países, entre los que se encuentra Adriana Lastra o Irene Montero, y que pidió en un comunicado la retirada de sanciones contra Moscú por la invasión de Ucrania. "Su Gobierno está con Putin y con la OTAN, con los agresores y con los agredidos, y eso no es posible", pronunció Abascal, sin atisbo de crítica a la Unión Europea en su discurso.

El presidente de Vox fue un paso más allá y enlazó la incipiente crisis humanitaria en el este de Europa con las "invasiones" procedentes del continente africano, cuya oleada migratoria ha vuelto a sacudir la frontera de Melilla. Abascal amparó la acogida de ucranianos porque "esos sí son refugiados de guerra" y argumentó que hacerlo es compatible con "defender nuestras fronteras" de la "invasión" por parte de "jóvenes musulmanes en edad militar". La defensa de la acogida de refugiados de Ucrania pero no de la frontera sur de España no tardó en abrir grietas discursivas en Vox. "Nuestra posición es conocida. Deben quedarse en los países más cercanos porque son culturas afines", alegó el portavoz de Vox en Andalucía, Manuel Gavira, que rechazó que Andalucía acoja a huidos ucranianos.

El nuevo salto masivo a la valla de Melilla da oxígeno a Vox para redirigir el objetivo hacia el sur cuando todos miran a Ucrania. Sus intervenciones e iniciativas se centran ahora en la defensa de la "soberanía española" y en que "nuestras fronteras sean infranqueables". Este viernes, Vox registró en el Congreso una declaración institucional "en defensa de Ceuta y Melilla", y el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, ya se ha trasladado personalmente a Melilla para estudiar la situación. "Si consiguen mantenerse al margen y que sus votantes se centren en su discurso, pueden esquivar el desgaste", sintetiza Torreblanca. La incógnita es si la tibieza en una guerra es receta suficiente como para aguantar toda la presión que aún está por venir.

Han pasado once días desde el estallido de una guerra impensable. El conflicto ha escalado a tal punto que cualquier imagen de la invasión rusa tiene más repercusión mediática que ningún otro asunto de actualidad. El asalto de Putin para tratar de rendir Kiev agita sin remedio el tablero político del resto de Europa. La exhibición de Emmanuel Macron en la diplomacia mundial ha afianzado su perfil de estadista y disparado sus perspectivas electorales de cara a la primera vuelta de las presidenciales francesas del próximo 10 de abril, mientras que sus rivales más cercanos, como los ultraderechistas Marine Le Pen o Eric Zemmour, dedican sus esfuerzos a difuminar el historial de elogios que en el pasado dedicaron al régimen ruso. Viktor Orbán tampoco llega a las generales del próximo 3 de abril en una posición confortable, con la oposición de izquierda a derecha unida para tratar de desbancar al Fidesz tras 12 años en el poder. El primer ministro de Hungría ya condenó la acción militar rusa en Ucrania, pero sus vínculos con Vladímir Putin pesan demasiado para gran parte de la opinión pública.

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