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Las razones evidentes que complican la dimisión de Pedro Sánchez
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Las razones evidentes que complican la dimisión de Pedro Sánchez

El ámbito progresista ha insistido en que la posibilidad de la marcha de Sánchez es muy real. Sin embargo, esa decisión sería tan grave que hace menos factible que se lleve a efecto

Foto: Pedro Sánchez, saliendo del Congreso. (Europa Press/Jesús Hellín)
Pedro Sánchez, saliendo del Congreso. (Europa Press/Jesús Hellín)
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Desde el lado progresista se ha insistido mucho estos días en la credibilidad de la dimisión del presidente. No se trata de un movimiento instrumental, está realmente harto y la decisión está tomada: ha decidido marcharse. Es un mensaje que se ha trasladado repetidamente y que ha contribuido a que la alarma entre el bloque progresista haya crecido. Incluso los socios de investidura se han tomado muy en serio la posibilidad de su salida.

El propósito de las manifestaciones de este fin de semana, como bien han señalado desde el partido socialista, es que reconsidere su decisión, que cambie sus planes y no presente la dimisión. Y cuanto mayor sea el número de personas que concurran, más difícil le resultará explicar su posible marcha, tanto a los suyos como a socios y simpatizantes. Pero también sería difícil de entender en sí misma porque, en términos objetivos, pierde mucho más que gana si se va, y las razones son evidentes.

Resultará complicado explicar a los socialistas que se va, pasado el shock inicial. El amor es un motivo para el enfado, pero no para la marcha. Lo que entre sus partidarios puede sonar muy razonable, el hartazgo del presidente, al ver a su familia involucrada, deja de serlo, para esas mismas personas, si abandona la presidencia en este instante. Con una legislatura con equilibrios muy precarios, sin tiempo para tejer una sucesión ordenada y un PSOE a la baja en el ámbito territorial, el partido quedaría en una posición dañada. Es difícil que los cargos que han vivido situaciones familiares muy tensas, derivadas de su participación en la política, o que han defendido la bandera del PSOE en lugares y épocas muy hostiles, como en el País Vasco, cuando ETA estaba activa, entiendan su marcha. El hartazgo o el cansancio por los ataques que sufre no encontrarían demasiada empatía entre los suyos. Toda la movilización se le volvería en contra, porque su salida constituiría una suerte de abandono.

Para los socios también sería muy difícil de digerir una dimisión. En términos particulares, a unos les vendría peor que a otros, pero es muy probable que su marcha ponga fin a un Gobierno de coalición sostenido por hilos finos, con todo lo que ello significa. Después de todas las piezas que ha habido que encajar para poner en marcha este Gobierno, una salida de Sánchez que lo debilite o lo quiebre encontraría una explicación muy endeble en asuntos puramente personales. Rufián ya ha aludido a ello señalando a los miembros de Esquerra que pasaron por la cárcel.

Marcharse en una situación tan difícil como la presente sería entendido por los suyos como una entrega del gobierno a sus rivales políticos

Sus partidarios entenderían que Sánchez se ha rendido y que la derecha ha ganado. Si el presidente se fuera en un contexto estable, con el partido y el Gobierno más o menos asentado, pocas objeciones se le pondrían. Incluso generaría muchas simpatías: sería alguien que es capaz de renunciar al poder para asentar su matrimonio y dejar de sufrir sobresaltos. Pero marcharse en una situación tan difícil como la presente sería entendido por los suyos como una entrega del Gobierno a sus rivales políticos justo en el instante en que más falta hacía combatir.

Si, además, como se ha especulado, el presidente opta por buscar un puesto en la política internacional, se le acusará de haber maniobrado para encontrar una salida personal: su dimisión podría ser interpretada como un acto de egoísmo, y eso difícilmente se perdona.

Una dimisión de Sánchez causaría euforia entre la derecha, pero eso no implicaría que las menciones a su persona se frenasen, al contrario

De cara al exterior, tampoco las cosas mejorarían. Una dimisión de Sánchez causaría euforia entre la derecha, pero eso no implicaría que las menciones a su persona se frenasen en seco. Después de la marcha de Zapatero, las alusiones al fracaso de su última época formaron parte de la política nacional como instrumento para desacreditar a los socialistas, y una salida de Sánchez será una baza que no se iba a desaprovechar: se recordará a quien venga a continuación cuál es su procedencia. Y si hay casos judiciales pendientes, tampoco se detendrán por una dimisión. Sánchez seguirá presente en la esfera pública, por mucho que se aleje.

Por si fuera poco, una renuncia de Sánchez dará munición a sus críticos y alas a las especulaciones. Sugerirá que hay algo oscuro que ha tratado de evitar con su marcha, y los rumores interesados que se han lanzado estos días acerca de Pegasus, los teléfonos y demás empezarán a ser valorados incluso por los suyos.

Y, en última instancia, el recuerdo que se tendrá de él y la forma en que quedará reflejado en la Historia no serán muy benévolos si se marcha de esta manera.

"Haciendo un balance de los incentivos y de los perjuicios, es complicado pensar que la marcha se vaya a producir"

Lo que vaya a anunciar el presidente el próximo lunes únicamente lo sabe el presidente. Pero haciendo un balance de los incentivos y de los perjuicios, es complicado pensar que la marcha se vaya a producir y que no haya existido un componente instrumental en este giro de los acontecimientos. Claro que si algo sabemos de Sánchez es que siempre logra sorprendernos.

Desde el lado progresista se ha insistido mucho estos días en la credibilidad de la dimisión del presidente. No se trata de un movimiento instrumental, está realmente harto y la decisión está tomada: ha decidido marcharse. Es un mensaje que se ha trasladado repetidamente y que ha contribuido a que la alarma entre el bloque progresista haya crecido. Incluso los socios de investidura se han tomado muy en serio la posibilidad de su salida.

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