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El Congreso se mueve entre el silencio y la indiferencia para neutralizar a Vox
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DEBATE ENTRE LOS GRUPOS PARLAMENTARIOS

El Congreso se mueve entre el silencio y la indiferencia para neutralizar a Vox

Grupos parlamentarios de todos los colores reflexionan sobre cómo evitar que episodios como el del diputado del partido ultra que se negó a abandonar el hemiciclo tras insultar a una representante del PSOE vuelvan a suceder

Foto: La presidenta del Congreso, Meritxel Batet. (EFE)
La presidenta del Congreso, Meritxel Batet. (EFE)

El problema no es confrontar con sus políticas, con su modelo de país, con su guerra cultural. El problema es cómo responder a sus discursos más provocadores. El problema es qué hacer para que el eco mediático que alcanzan sus gesticulaciones y aspavientos no sea tan grande. Esto es sobre lo que están reflexionando varios grupos parlamentarios, preocupados por la deriva de Vox en el Congreso. Unos abogan por el silencio; otros, por la indiferencia. Mientras tanto, la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, se reunió la semana pasada con Iván Espinosa de los Monteros para pedirle disciplina y recordarle que si la Presidencia expulsa a uno de sus representantes, se tiene que ir. Punto.

Ahí está el origen de la reflexión, en ese incidente sumamente rocambolesco que hace una semana terminó con el diputado de Vox José María Sánchez García en el escaño a pesar de que la máxima autoridad del Congreso en ese momento le pidió que se fuera en aplicación del reglamento. Había llamado "bruja" a la parlamentaria socialista Laura Berja. Insultos se oyen en el hemiciclo los días más acalorados, sí, pero generalmente los autores los retiran y la sesión sigue. El pasado martes, sin embargo, Sánchez García se negó y proclamó que no reconocía la autoridad de la Presidencia. Por si fuera poco, Espinosa de los Monteros, cuando el afectado se disponía a irse, se levantó de su escaño y le pidió que regresara a su sitio. El resto de la secuencia ya es conocido.

Foto: El diputado de Vox José María Sánchez García (i) es expulsado del hemiciclo. (EFE)

Varios diputados coinciden en recalcar que la actitud de los 52 representantes de Vox, tras el verano, es más desafiante y más agresiva. En formaciones del centro derecha creen que se trata de una vuelta de tuerca a esa estrategia iniciada hace tiempo que por un lado es baluarte frente a "la dictadura progre" y, por otro, su ariete. Se trata de un equilibrio complicado porque, de pronto, representantes que se enorgullecen del orden y de la institucionalidad terminan contraviniendo el funcionamiento de las instituciones. Desde que Gabriel Rufián montara un lío en el pleno y Ana Pastor le expulsara, hace ya unos tres años, no se había vuelto a ver nada parecido en el hemiciclo, aunque con una diferencia: el actual portavoz de ERC sí obedeció a la Presidencia; el diputado de Vox, no.

Los minutos que siguieron al lance de Sánchez García se caracterizaron por la ira y por la mesura, según a quién se preguntara en el Congreso. En el grupo socialista estaban indignados y empezaron a pensar qué hacer para que semejante tropelía fuera castigada, si bien pronto comprobaron que había poco margen, por no decir ninguno. Se pusieron en contacto con Batet y decidieron confiar en su gestión. La diputada catalana es de las que buscan resolver cualquier conflicto por la vía del diálogo antes que con una decisión que suene a precipitada. Es recordada su manera de gestionar la llegada a la Cámara, como diputados electos, de los presos catalanes en mayo y junio de 2019. A veces, compañeros/as de la Mesa del Congreso le dicen medio en broma, medio en serio que en la Junta de Portavoces hable menos.

Otros diputados se preguntaban, esa misma tarde, qué podían hacer para que los debates no quedaran tan diluidos. En Unidas Podemos, sopesaban enviar un escrito a la Mesa. Enseguida coligieron que no merecía la pena. No han vuelto a hablar sobre ello. Sin embargo, otros grupos sí han seguido pensando, incluso algunos están sacando pecho porque hace tiempo tomaron una determinación que creen que ahora habría que aplicar y generalizar.

El ejemplo del PNV

21 de octubre de 2020. El Congreso acoge el debate de la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez. Santiago Abascal es el candidato alternativo. Ese día es recordado aún por dos cosas: por la intervención de Pablo Casado, unánimemente calificada como la mejor que ha hecho desde que es presidente del PP, y por el discurso del portavoz del PNV, Aitor Esteban, que por su brevedad se puede reproducir íntegramente en esta crónica.

"Señora presidenta, señoras y señores diputados, no vamos a contribuir a un uso espurio del instrumento parlamentario de la moción de censura por parte de un partido político que presenta un candidato por eliminación, porque no les quedaba ningún otro, después de las calabazas que habían recibido de otras personas a sus ofrecimientos. Un candidato que no aspira no ya a conseguir ser investido ni a gobernar, como ha hecho explícito, sino ni siquiera a conseguir el apoyo de ningún grupo político (...) Un candidato que presenta una moción de censura inútil en plena pandemia y en mitad de una crisis económica y social galopante, y lo hace con el único propósito confesado de convocar elecciones que complicarían aún más el panorama, retrasando la toma de decisiones. Abascal no es un candidato, es el no candidato, y el Partido Nacionalista Vasco no contribuirá a dar protagonismo a esta patochada de moción de censura. Evidentemente, votaremos no. Puede pasar el siguiente turno, señora presidenta, y utilizar los 29 minutos que no he utilizado yo".

placeholder El diputado del PNV Aitor Esteban, en la tribuna del Congreso. (EFE)
El diputado del PNV Aitor Esteban, en la tribuna del Congreso. (EFE)

Rufián tenía preparada una alocución muy parecida. Leída ahora, un día después de las elecciones alemanas, parece hecha ayer, no hace casi un año. "Silenciar al fascismo no es censura, es autoprotección. Pero para que eso pasara este país necesitaría una derecha completamente democrática, necesitaría a una Merkel que tuviera claro que al fascismo no se le discute, se le aísla y se le combate", remarcó entonces. Fuentes parlamentarias recuerdan que esa misma tarde varios grupos plantearon la posibilidad de crear "un cordón sanitario" a Vox, pero algo así en el Congreso no es posible. No es viable.

Porque la formación de Abascal es la tercera fuerza política en España. Tiene 52 escaños. Semejante resultado le permite presentar recursos de inconstitucionalidad sin tener que aliarse con nadie para llegar al umbral del medio centenar de diputados. Puede, también, disfrutar de cupos más generosos para presentar proposiciones legislativas. Y puede acaparar más preguntas en las sesiones de control al Gobierno.

El mismo Rufián, la semana pasada, en el debate sobre una proposición no de ley que buscaba un posicionamiento político de la Cámara respecto de los delitos de odio (presentada por Vox), recuperó la idea de evitar responder a las provocaciones. Antes que apelar a sus diputados, apelar a sus votantes, pidió, pues el portavoz independentista considera que la formación de Abascal está agitando las capas populares como un huracán. En resumen, devolver en volumen más bajo los mensajes de Espinosa de los Monteros y de sus correligionarios.

El caso 4-M

Vox presentará este martes en el Congreso una proposición de ley para su toma en consideración, es decir, para dilucidar si se tramita o no. Tiene que ver con la okupación. Obviamente, los demás grupos podrían no hacer uso de la palabra y únicamente replicar con el voto, pero no es eso lo que se discute. Confrontar sus modelos, sus propuestas, eso hay que hacerlo, opina la mayoría de los diputados consultados por El Confidencial. Lo que conviene evitar es la provocación como contestación a una provocación previa.

Errejón aboga por desarrollar una agenda de temas que se salgan de los esquemas a los que quiere ir la formación de ultraderecha

Íñigo Errejón, líder de Más País, señala que eso mismo es lo que hicieron durante la campaña del 4-M en Madrid, y no les fue mal. Mientras PSOE y Unidas Podemos entraban al trapo de todo lo que exponía Rocío Monasterio, Más Madrid buscaba y hurgaba en marcos mentales y sociales diferentes. Contra "las balas y las amenazas", la formación que lideró Mónica García se explayó en la salud mental, en el servicio sanitario, en la calidad educativa, en el manejo del tiempo, en el exceso de trabajo, en la precariedad. Se escabulleron de esa polarización tan bestia, rememora Errejón, y el resultado fue estupendo.

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El diputado madrileño lamenta que el Gobierno no siga esa estela. "En las últimas medidas para bajar el precio de la luz tuvo una oportunidad única. Pudo enfatizar el debate sobre las propuestas para retratar a Vox, que es un partido que en este asunto se ha pronunciado tímidamente porque no le interesa, pero no lo hizo", sostiene en conversación con este medio. Él aboga, en definitiva, por desarrollar una agenda de temas y modelos que se salgan de los esquemas a los que quiere ir la formación de ultraderecha.

También lamenta que el PSOE y Unidas Podemos estén "erre que erre" con el discurso del "miedo a Vox", que a su juicio ya no da el buen rendimiento que le dio a Pedro Sánchez en las campañas electorales de 2019. La clave, insiste, es configurar marcos de discusión distintos, ni siquiera el llamamiento a supuestos votantes de clases trabajadoras que se sienten afines a Abascal. "Tengo dudas de que sea algo generalizado. Ha pasado en Madrid y en Barcelona, pero no sé si en el resto de España", comenta.

Ciudadanos comparte la tesis. Fuentes de la dirección parlamentaria subrayan que, de hecho, es lo que llevan haciendo tiempo. "Nada de caer en las alusiones que nos hacen, en las provocaciones, que son constantes. Puede que a veces se caliente un compañero o compañera, pero la idea es no entrar nunca. Nosotros hablaremos de nuestras propuestas, sin más", explican.

placeholder El portavoz de Cs, Edmundo Bal. (EFE)
El portavoz de Cs, Edmundo Bal. (EFE)

En las filas socialistas, respecto de la polémica generada por Sánchez García tras insultar a Laura Berja, insisten en esperar a que sea Batet la que contribuya a mitigar el fervor (a veces, el despecho más absoluto) de los debates. No descartan las fuentes de este grupo plantear reformas del reglamento para endurecerlo, aunque es una opción de última instancia. Su posición aquí mira, una vez más, al PP, al que achacan el envalentonamiento de Vox. Los populares, preguntados, reconocen su preocupación por la actitud de los de Abascal. La portavoz, Cuca Gamarra, ya ha tenido varios encontronazos con ellos y ha decidido mantener la distancia, lo que no quita que ambos grupos negocien enmiendas en propuestas concretas.

La desafección ciudadana encuentra un motivo irrebatible justo en el cariz de algunos debates. La impresión de que en el Congreso hablan y hablan sin solucionar nada está extendida. Rebajar la espectacularización puede ser el inicio hacia alguna solución. Depende de sus señorías.

El problema no es confrontar con sus políticas, con su modelo de país, con su guerra cultural. El problema es cómo responder a sus discursos más provocadores. El problema es qué hacer para que el eco mediático que alcanzan sus gesticulaciones y aspavientos no sea tan grande. Esto es sobre lo que están reflexionando varios grupos parlamentarios, preocupados por la deriva de Vox en el Congreso. Unos abogan por el silencio; otros, por la indiferencia. Mientras tanto, la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, se reunió la semana pasada con Iván Espinosa de los Monteros para pedirle disciplina y recordarle que si la Presidencia expulsa a uno de sus representantes, se tiene que ir. Punto.

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