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Vencedores y vencidos con el 10-N: de la debacle de Cs al resurgir de Pablo Casado
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Quién gana y quién pierde en la repetición

Vencedores y vencidos con el 10-N: de la debacle de Cs al resurgir de Pablo Casado

En un tablero de juego nuevo e hipotético, el mayor beneficiario, a poco que haga, será el PP, pues los resultados del 28-A son amplia y fácilmente mejorables. Cs es el que peor inicia la carrera

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

A las urnas. Las puertas de la repetición electoral a las que Pedro Sánchez no cesaba de llamar desde casi el 28 de abril —cuando salió victorioso de las generales, aunque no con el apoyo suficiente como para ser independiente en el Gobierno— se han abierto de par en par. Por fin hay algo en claro en el horizonte. Eso sí, el elector llega extenuado a las cuartas elecciones en menos de cuatro años.

Los principales líderes se vuelven a medir el próximo 10 de noviembre, a pesar de que ya desde julio había cierto tufillo a precampaña que ha empañado tanto las negociaciones que ya no se sabía dónde empezaban las buenas intenciones y dónde terminaban las buenas palabras de cara a los votantes. Ni la oferta desesperada a última hora de Albert Rivera ha conseguido que el socialista sea candidato a la investidura de nuevo antes del 23 de septiembre.

Foto: El presidente en funciones y líder del PSOE, Pedro Sánchez, este 17 de septiembre durante su rueda de prensa en la Moncloa. (Reuters)

Pero ¿quién gana y quién pierde con esta repetición electoral? Algo hace sospechar que los resultados del 10-N pueden dar un drástico vuelco tras las últimas actuaciones de los políticos y al someter, en definitiva, a los ciudadanos a una nueva votación sobre la que no hace más que revolotear la idea de la abstención, pues ni el miedo a Vox es tal ahora como para movilizar, ni la izquierda ha demostrado tener la suficiente responsabilidad para con sus votantes como para respetar el deseo que más claramente emanaba de los comicios de abril.

Para Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación, consultor político y autor de libros como ‘Tecnopolítica’ u ‘Otro modelo de partido es posible’, la izquierda se está enfrentando a una muy probable “desmovilización” porque “los electores le dieron la confianza para que las tres derechas no sumasen y sacar adelante un Gobierno progresista y ahora les ha decepcionado".

En eso coincide José Pablo Ferrándiz, investigador principal de Metroscopia y profesor en la Universidad Carlos III, que señala que la abstención va a tener una fuerte carga de intencionalidad en el votante de izquierdas, sobre todo para el PSOE, porque es “el que peor parado ha salido de las negociaciones de julio y septiembre con Unidas Podemos”.

Por ello, según Gutiérrez-Rubí, el próximo 10 de noviembre se pueden dar tres situaciones: la abstención provocada por la decepción del electorado, la reafirmación de una propuesta o el cambio de voto porque se desea un fin distinto al que se ha visto precipitado el PSOE con sus 123 escaños.

“Se han empeñado en negociar y competir a la vez, y es muy difícil tener dos objetivos así a la vez en política”, recalca Gutiérrez-Rubí, y repite que tanto Sánchez como Iglesias no han renunciado a hacer precampaña todo este tiempo, desgastando así el discurso político y generando en el ciudadano un efecto rebote.

Se han empeñado en negociar y competir a la vez, y es muy difícil tener dos objetivos así a la vez en política

“La abstención es opaca, porque se pueden medir datos pero no las motivaciones que han llevado al ciudadano abstenerse”, señala Josep M. Vilajosana, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, que además advierte de que los altos niveles de abstención hacen que el sistema político pierda legitimidad y, por tanto, los hombres y mujeres se alejen de su “condición de ciudadanos”.

Tras el análisis de Vilajosana en base, no a hechos concretos de la actualidad, sino al comportamiento de los electores desde la perspectiva teórica, se distinguen tres niveles de abstención posible. Por un lado, cuando el partido predilecto ha defraudado y se prefiere votar a otro como castigo y así generar un efecto sobre el primero “para que recapacite, cambie su estrategia y adecúe su oferta a la demanda”.

El segundo nivel de abstención está basado en el descontento ante la vía de participación en la vida política. En este caso, Vilajosana recuerda el 15-M, que justo nació con el deseo de crear otros canales, pero que, una vez que los partidos nacidos de aquel movimiento entraron en la vida política, "se alejaron totalmente de las iniciativas de participación ciudadana directa".

En último lugar, se encuentra una abstención beligerante que lo que desea es cambiar el régimen político existente. “La voz en estos casos podría concretarse en la votación a un partido antisistema para luchar contra el régimen democrático”, señala. Si bien este tipo de abstención "no está justificada", porque el ciudadano pierde su condición por la omisión, los otros dos niveles sí están justificados, pues se persigue el mantenimiento o mejora del sistema democrático. A esto es a lo que se enfrenta Sánchez ahora al incumplir el mandato de las urnas y al desgastar la retórica política.

Foto: Íñigo Errejón, antes de la reunión con el presidente de la Asamblea de Madrid, Juan Trinidad, el pasado agosto. (EFE) Opinión
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Hay que sumar además la posible candidatura de Más Madrid por la circunscripción de la capital, lo que podría dividir aún más la izquierda, teniendo en cuenta que sale debilitada y en entredicho. “No descarto que el partido de Errejón se convierta en la clave de las próximas negociaciones tras el 10-N”, augura el consultor político.

Ferrándiz dista bastante de esta opinión, al creer que “no es el momento” y que “no debería tener prisa”, porque todo parece indicar que le espera un muy buen futuro político si la escisión de Podemos se deja asesorar bien. “A ver si por querer meter la patita en el Congreso demasiado pronto, acaba metiendo la pata para mal”, explica.

No se descarta que el partido de Errejón se convierta en la clave de las próximas negociaciones tras el 10-N

Con base en los resultados del último CIS, que tampoco arrojan una luz muy fiable sobre este tema en cuestión, pues la encuesta se cerró justo antes del debate de investidura fallido del 23 y 25 de julio, el PSOE obtendría el 32,2% de los votos, de acuerdo con la intención de voto más simpatía, quedando así casi cuatro puntos por encima del 28,7% que cosechó el 28-A.

El PP alcanzaría el 12,8% de las papeletas, es decir, casi cuatro puntos menos que en las elecciones de abril. Por su parte, Ciudadanos se llevaría un 8,6%, mientras que Unidas Podemos y sus confluencias rozarían el 10% de los votos. Vox lograría únicamente el 3,5%.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante una reunión negociadora el pasado mes de julio. (EFE)

En un tablero de juego nuevo e hipotético, Ferrándiz considera que el mayor beneficiario, a poco que haga, será el Partido Popular, pues los resultados del 28-A son amplia y fácilmente mejorables (recordemos que los populares estaban bajo la sombra de la corrupción, con un Mariano Rajoy que tuvo que salir por la puerta de atrás tras la moción de censura y con un liderazgo interno muy rebatido). Además, considera que le beneficia la proclive recesión económica, pues vuelven a jugar con la 'herencia de Zapatero': cada vez que el PSOE está en el Gobierno hay crisis económica y encima al estar en funciones han dilatado aún más el tiempo de reacción.

Teniendo en cuenta que el partido de Casado ya ni cuestiona su liderazgo en la oposición, Ferrándiz señala que lo más inteligente por parte de la derecha sería presentarse junto a Ciudadanos en la ya muy mencionada España Suma. “Así volvería Cs a su posición inicial: la de ser un partido de centro, bisagra, que facilite gobiernos de coalición y donde por fin quede superado el bipartidismo”, recalca, y da por supuesto que Vox se quedaría fuera porque pasará a ser una fuerza con muy poca representatividad, casi residual, que además ya ni protagonizará el discurso del miedo en sus adversarios.

Cs debe volver a su posición inicial: la de ser un partido de centro, bisagra, que facilite gobiernos y que ayude a superar el bipartidismo

La formación naranja sería la gran perdedora tras el 10-N, ya que todo parece indicar que el elector de centro derecha volverá a las filas del PP, o incluso podría llegar a ser seducido por Sánchez. La propuesta desesperada de Rivera le ha retratado. Ya no tenía nada que perder. Pero también poco que ganar. “Es el que peor inicia la carrera”, sentencia Ferrándiz, y recuerda que la coalición Cs-PSOE solía ser la predilecta por el electorado "con diferencia", pero que ya ha dejado de tener relevancia. “O cambian los líderes de ambos partidos o es imposible que lleguen a un acuerdo”.

Las fichas volverán a estar en el terreno de juego de la izquierda, pero con un PSOE desgastado por haber perdido la confianza de los ciudadanos y con un Podemos que se ha querido mostrar como el único que realmente ha intentado formar Gobierno. Tocará de nuevo negociar, y esta vez no debería haber tanto ego, sino más sentido común, sentido de Estado y, sobre todo, una mente más abierta a lo que vayan a dictaminar las papeletas.

A las urnas. Las puertas de la repetición electoral a las que Pedro Sánchez no cesaba de llamar desde casi el 28 de abril —cuando salió victorioso de las generales, aunque no con el apoyo suficiente como para ser independiente en el Gobierno— se han abierto de par en par. Por fin hay algo en claro en el horizonte. Eso sí, el elector llega extenuado a las cuartas elecciones en menos de cuatro años.

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